Obsesión I
Lo que a continuación les relato es una más de mis aventuras sexuales.
Sin ánimo de crear en ustedes sensación de envidia, les diré que en veintisiete años de vida sexual activa, he mantenido relaciones con aproximadamente doscientas mujeres, si han oído bien: doscientas mujeres, a unos les parecerán muchas y a otros pocas, a mí simplemente me parece una cifra más que suficiente para poder decir de mí que tengo una gran experiencia en lo relativo al sexo.
Doscientas mujeres de todas las edades: desde los trece hasta los ochenta años, de casi todos los tipos: negras, blancas, altas, bajas, gordas, flacas, etc, casadas, solteras, viudas, divorciadas, de casi todos los estratos sociales: amas de casa, funcionarias administrativas, profesionales liberales, empleadas de cadenas de montaje, paradas y hasta una juez !.
Si les dijera que, recuerdo los detalles de cada uno de los encuentros, los lugares, que recuerdo sus rostros, sus cuerpos, sus ropas, etc les mentiría.
Salvo de un «ramillete» de diez o doce historias que tengo más marcadas en mi memoria (bien sea por los lugares dónde sucedieron, las mujeres con quién sucedieron o por cómo sucedieron), del resto, prácticamente ni me acuerdo !, este es el peaje que hay que pagar por muchos buenos ratos de sexo, sexo la mayoría de las veces salvaje, rápido y furtivo.
Les diré que tengo cuarenta años, estoy casado (felizmente casado diría yo) sin hijos, aspecto físico normal, un trabajo normal y una vida bastante normal (no soy James Bond ni Superman).
La primera de éstas historias que les quiero contar ha sido la última en suceder, tiene como protagonistas a mi cuñada y a quién esto escribe, no entraré en detalles acerca de lugares, fechas o nombres para no comprometer a nadie, pero si les diré que, ha sido el encuentro más inesperado de todos lo que he tenido y he tenido encuentros muy inesperados.
Debido a unas obras de reforma en el edificio dónde trabajo y al traslado de las oficinas a una localidad cercana tuvimos mi esposa y yo que trasladarnos provisionalmente a vivir a la casa de un hermano de ella y su esposa, tienen tres hijos, la mayor de diecinueve años y el pequeño de seis, mi cuñada es una mujer de cuarenta y cuatro años, entrada en carnes, con unos grandes pechos, poco agraciada físicamente y de talante poco liberal (o eso creía yo), la casa contaba con dos cuartos de baño, hasta nuestra llegada el de la habitación de ellos era de uso «exclusivo» del matrimonio y el otro para uso exclusivo de los tres hijos, con nuestra llegada el cuarto de baño de mis cuñados hubo de ser compartido con nosotros.
Era sábado y mi esposa y su hermano marcharon temprano a resolver unos asuntos derivados del cuidado de sus padres, en la casa estábamos mi cuñada, sus dos hijos pequeños y yo, cómo cada día me levanté y me encaminé a la habitación de ellos dónde me tenía que duchar, en la habitación no había nadie por lo que me encaminé al cuarto de baño dispuesto a ducharme, afeitarme y arreglarme, cerré la puerta y comencé con la tarea diaria, en ello estaba cuando hoy que alguien entraba en la habitación, continué a lo mío sin inmutarme, hasta que se abrió la puerta del baño, no estaba desnudo pues me cubría una toalla enrollada a la cintura, era mi cuñada y era, mi cuñada tan sólo vestida con un tanga y un minúsculo sostén que le dejaba fuera la mitad de los pechos, no cabía en mi asombro, pensaba que se iría pidiendo disculpas y tapándose y que todo quedaría en un, perdón, creía que no había nadie, luego vuelvo !, etc pero no fue así, ni corta ni perezosa y sin decir tan siquiera buenos días se encaminó a la bañera, abrió el grifo, graduó la temperatura del agua y volvió a salir dejando el grifo correr, yo hasta aquel momento y una vez repuesto de la sorpresa me había limitado a contemplar la escena y sobre todo a contemplar su culo sólo cubierto en el centro por la tira de tela del tanga, mi pene comenzaba a dar muestras de «ponerse en forma «y entre que el tamaño del mismo que no es pequeño y que tan sólo llevaba puesto una toalla, daba la sensación de que me había salido una barriga en la parte alta de las piernas.
Decidí quedarme allí sin inmutarme hasta ver que pasaba, si se bañaría desnuda y en mi presencia, si volvería a entrar una vez yo me hubiese marchado y el hecho de dejar el agua correr en la bañera significaba que fuera terminando, o si directamente me diría sal de aquí que me voy a bañar, lo que menos me podía imaginar fue lo que sucedió a continuación.
Volvió a entrar con el mismo atuendo, me dijo, te importa ? y en un abrir y cerrar de ojos la tenía delante de mí completamente desnuda, con sus enormes pechos a la vista todavía muy firmes para su edad y tamaño y el monte de venus depilado prácticamente en su totalidad (tan sólo tenía una pequeña tira de pelo castaño muy claro), me pregunté qué hago? y opté por intentar salir del baño, al darme la vuelta de cara a ella para decirle que me iba, vio el bulto en la toalla y directamente me invitó a quedarme con éstas palabras, para irte a tu habitación y cascártela, mejor te quedas aquí y o te la cascas viéndome o te la casco yo, increíble ! mi cuñada la estrecha proponiéndome masturbarme o proponiéndose para ser usada cómo objeto sexual de contemplación, no lo podía creer, hasta ese momento yo había permanecido callado no por no tener nada qué decir sin por no saber qué decir.
Tiró de la toalla hasta quedarse con ella en la mano y en ese momento apareció mi pene como me figuraba que estaba … tieso como una vela y empezando a chorrear líquido preseminal, con una mano lo cogió y con la otra le aplicó aceite para niños en gran cantidad, comenzó un vaivén de arriba abajo, desde la punta hasta la tripa, sin decir nada, los dos callados, yo presa de una excitación tremenda, y ella no lo sé, no sé si estaba presa de algo o actuaba de forma mecánica, lanzado como estaba intenté llevar mis manos a su cuerpo, a sus tetas, se opuso poniendo delante ambos brazos, a su vagina, directamente me dijo que no, a su culo, giró las caderas hacia el lado contrario; en ese momento comprendí que ella deseaba experimentar con otro hombre, pero que no quería ser infiel a su marido y su sentido de la infidelidad no pasaba por manipular a otro sino por dejarse manipular a sí misma, no sería infiel por masturbar a otro hombre o dejar que otro hombre se masturbara contemplándola, sino por dejarse acariciar, dejarse masturbar, o dejarse penetrar.
Para unos sería doble moral, para otros como para mí la necesidad de una mujer de sentirse deseada, de desear ver como otro hombre la desea, de ver como ha sido capaz de hacer perder la cabeza a un hombre distinto a su marido, hasta llegar a explotar.
Eso fue lo que me sucedió, mi pene después de unos cuantos vaivenes, no muchos, explotó, llenándola de semen la tripa, el bajo vientre y las piernas, me ofreció lavarme en el bidé y me dio una toalla pequeña para secarme, no dijimos nada ninguno de los dos, ni en ese momento ni después, es un secreto que guardamos y guardaremos, es una situación que me ha ayudado a conocer más en profundidad la mente de las mujeres.