Fantasía cumplida

Era el día que habíamos convenido con mi marido para que mi fantasía y, por qué no la de él, se hiciera realidad.

Íbamos a tener sexo con otras parejas.

Hacía tiempo que veníamos charlando con Euge el tema del intercambio y fuimos interesándonos cada vez más en el tema.

Ahora llegaba la oportunidad de tener sexo con otros hombres delante de mi marido, a la vez que lo vería a él acariciando a otras mujeres.

Cuando llegamos a la casa en la que nos habían citado nos recibieron muy bien y resultaron todos muy encantadores.

Nos pusimos a charlar de diferentes temas y enseguida comenzó la música y la fiesta en sí mismo, pasando a la acción directamente.

De pronto me vi rodeada por un par de hombres y observé de reojo que a Euge se le acercaba una rubia de muy buen físico.

Las parejas que estaban en la reunión tenían casi todas entre 45 y 50 años, al igual que nosotros.

Habíamos preferido empezar el intercambio con mujeres y hombres de nuestra edad para no quedar tan desubicados si se tratará de jóvenes veinteañeros.

Suponíamos que tendríamos más afinidad y que nuestros cuerpos serían de características similares y no me había equivocado.

Volviendo al relato les diré que me empezaron a acariciar las cuatro manos y me sentía rara pero feliz al mismo tiempo.

Cuando el que estaba frente de mí me tomó por los hombros y me presionó para que bajará no dudé en saber lo que quería.

Lo busqué con la mirada a Euge como buscando su aprobación (aunque de antemano nos habíamos juramentado no hacernos reproches por las cosas que hiciéramos allí) y vi como asentía con su cabeza mientras la rubia no paraba de tocarlo.

Le bajé el cierre del pantalón y le saqué afuera la verga erecta que rápidamente posó sobre mis labios.

Antes de chupársela le estiré la piel hacia atrás y pude ver cómo quedaba descubierta su cabezota rosada y brillante.

Le pasé primero la lengua por debajo, justo donde nace el frenillo y el tipo tembló.

De a poco me fui metiendo esa pija en la boca acariciándola suavemente con mis labios. Me agradó su sabor.

Me la metí hasta la mitad y comencé a bajarle los pantalones para luego acariciarle el buen par de huevos que tenía.

Quería mamarlo como nunca porque me estaba excitando mucho cuando desde atrás sentí que el otro hombre me tomaba por la cintura y trataba de acariciarme los pechos.

Me quería sacar el top que llevaba puesto pero era muy torpe y decidí ayudarlo.

Lo miré nuevamente a Euge a quién la rubia ya le había bajado los pantalones y noté con sorpresa que no tenía la erección que normalmente suele tener.

Asintió otra vez con su cabeza y levanté los brazos sin dejar de mamar par que me sacara mejor el top.

Mis tetas quedaron al descubierto y tenía los pezones erectos, que pronto fueron atrapados por las manos del hombre.

Luego me desabrochó el pantalón y con mi ayuda, ya que elevé un poco las caderas, me lo sacó al igual que la bombacha.

De inmediato metió mano en mi vagina y comenzó a acariciármela.

No dejaba de pensar en cómo se sentiría mi marido si estaba mirando y atribuía a ello su falta de erección.

La mujer que estaba con él estaba con los pechos al aire y por supuesto que no eran nada despreciables, eran más bien grandes como los míos y como le gustan a Euge pero éste no se los acariciaba.

El tipo que estaba detrás de mí se desnudó rápidamente y me frotó su verga en la espalda, lo que me hizo estremecer.

A esta altura estaba totalmente humedecida y había tenido ya un orgasmo.

Levanté un poco mi culito poniéndome en cuatro. Ya tenía ganas de que me la metiera y le estaba facilitando las cosas.

El hombre entendió perfectamente mi señal y metió su pija de un toque hasta la base de sus testículos.

Empecé a gemir con la boca apretada ya que la tenía ocupada con la otra verga.

Quería que el tipo al que estaba mamando se apurara y comencé a empujarlo hacia mí apretándole las nalgas.

El bombeo del que tenía detrás era terrible y estaba por tener otro orgasmo pero quería que los tipos acabaran también.

El primero que lo hizo fue el que estaba mamando, el que me llenó de leche espesa la boca.

El otro acabó al instante furiosamente dentro de mi humedecida concha al tiempo que tenía un nuevo orgasmo.

Antes de caer rendida en el piso pude observar que la rubia ya había abandonado a Euge, quien estaba sentado en un sillón fumando y mirando todo lo que acontecía conmigo.

En el resto de la casa seguía la fiesta con las otras parejas.

Cuando nos marchamos para casa me preguntó si la había pasado bien ya que él no había podido concretar nada.

Le dí un beso apasionado y le prometí acción cuando llegáramos.

Así fue y cuando tuvimos sexo tuvo una erección como nunca y cuando acabó su leche no paraba de fluir.

Ya éramos otros y la fantasía se había cumplido.