Capítulo 1

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Un taxista más en mi vida I

En algunos de mis relatos anteriores he comentado que por cuestiones de trabajo me veo obligado a salir de viaje constantemente y eso se hace en automóvil oficial.

Para los compromisos laborales en el área metropolitana de Monterrey, hace ya buen número de años utilizo los servicios de taxi. Desde hace unos meses, seis para ser exactos, llegó Martín, en sustitución de mi anterior taxista de las tardes.

Es un mozo de 29 años, alto, 1.79 de estatura, espigado, 71 kg. de peso, moreno claro, «patón», cabello rizado corto, color cobrizo oscuro. Parco en su trato, atento, de sonrisa tímida y brillantes ojos color miel…. atractivo, para mi gusto.

Invariablemente viste jeans y playera, varias ocasiones al subir al taxi llegué a percibir una semierección en su entrepierna, pero por la premura y el tráfico vehicular en esta ciudad, él se centraba en su trabajo y yo en mis pendientes luego de llegar a casa.

Hace unos dos meses me dijo que se estaba orinando, que si le permitía entrar al baño…. acepté, entró al sanitario y escuché un chorro muy potente de orina… no me atreví a tratar de conocer directamente aquel «vertedor».

Días después, tranquilo el tráfico me dijo que si vivía solo, cómo le hacía para desahogarme sexualmente…. fui sincero y le contesté que me masturbaba ricamente, que de vez en cuando tenía «una persona» que me satisfacía esa necesidad íntima.

No di detalles ni mencioné mi preferencia. Tardes después me volvió a pedir el baño…. acepté y mientras él orinaba otra vez con potente chorro, yo me desnudé inmediatamente para colocarme un pantaloncillo corto, pero intencionalmente no lo subí hasta que él salió del baño, entonces claramente vio mi verga a media erección y parte de mis nalgas.

Como si nada, me subí el short y le ofrecí un refresco que reusó porqué tenía prisa.

Al día siguiente, ya mas decidido yo y sin un compromiso urgente a la salida del trabajo, cuando él enfiló el auto hacia mi domicilio le corregí el rumbo y le dije que iba a los baños de vapor…. le pregunté si él había ido en alguna ocasión y me contestó que no, que le habían platicado que todos los hombres andaban desnudos y que a él le daba pena… que nunca se había animado.

Con este antecedente entré en explicaciones y le dije que no necesariamente se debía ir al baño general, que había privados donde entran una, dos o tres personas…y que el servicio era el mismo. No contestó, sólo me preguntó el domicilio para elegir la vía más rápida. Le indiqué y llegamos. Comentó que se veía muy lleno el estacionamiento.

Le pregunté si le gustaría entrar a un privado y….. aceptó. Compré las entradas, llegamos al privado, solicité unas cervezas, empecé a desnudarme, ya con la verga casi lista para el ataque. Él se desnudó lentamente, sin dejar de verme.

Yo casi casi hacía un acto de streaper, desde luego que muy lejos de tener un cuerpo para dar ese tipo de espectáculo…. él no me quitaba la vista de encima…. se acabó de desnudar, me mostró siempre la espalda, unas nalgas regias, peludas y abombadas, se advertían macizas, consistentes…. se puso frente al retrete y de nuevo el potente chorro de orina….. yo esperé en el quicio de la puerta que da al cubículo de la salita de vapor y cuando se volvió me llevé la gran sorpresa: una verga de no menos de veinte centímetros, más gruesa de lo que pudiese decirse promedio y sin circuncidar, un miembro viril con dureza extrema… retaba a la gravedad con fuerza y dirección siempre hacia el frente…. lo dejé pasar y cuando lo hizo, rozó su herramienta en mi pubis….. para ese entonces, mi verga también había alcanzado el máximo de dureza y dejaba escapar hilos de líquido preeyaculatorio.

Lo invité a meterse bajo la ducha, lo acompañé. Posteriormente nos sentamos sobre la plancha de mármol y comenté que estaba tan cansado que me caería fabulosamente un masaje relajante…. le pregunté si sabía masajear y me dijo que no, pero que si yo aceptaba, hacía el intento.

Obvio que acepté y me acosté de frente a la plancha, dejando a su disposición mis nalgas y mi culo, sintiendo palpitar mi verga caliente en mi bajo vientre….

Él empezó a masajear y golpear suavemente mis hombros, mi cuello, mi espalda y yo le decía «hasta las nalgas», «las piernas»…. él obedientemente lo hizo y luego le dije súbete sobre mí…. oprime mi espalda… cuando lo hizo, sentí que su verga resbalaba por entre mi raja dejándome rastros de sus jugos previos….. fue el acabose…. yo casi gritaba del gozo y la calentura….. me preguntó si así estaba bien y asentí. Se bajó de su posición, me levanté de la plancha y le pregunté si le gustaría algo igual, obvio, aceptó.

Hice el primer trabajo de masaje de mi vida, pero el tipo gemía, disfrutaba con cada roce de mis manos sobre su ancha espalda y luego sobre sus peludas y ricas nalgas…. esta área la trabajé más lentamente y como no queriendo la cosa, mis dedos pulgares recorrían su raja y sentí en algunos momentos el agujerito de su culo palpitante. Le pedí que se diera vuelta porque seguía el tórax.

Se volvió y su verga como un grueso mástil apuntaba al techo del saloncito…. empecé acariciando suavemente su cuello, sus tetillas cubiertas de pelos y seguí por su abdomen igualmente peludo y ensortijado…. él casi al borde del paroxismo me pedía «más abajo, más abajo»…. le atendí, pasé mis manos rodeando su gran estaca, seguí por su entrepierna, acaricié sus ricos huevotes peludos, muy suavemente, seguí por sus muslos y piernas mientras observaba su verga que palpitante pedía con tremblores ser masajeada.

Volví al tórax y súbitamente llegue a su verga, la tomé con mi mano izquierda y con la derecha tomé su escroto, una gran bolsa peluda que acunaba dos enormes testículos cargados de leche.

El hombre no pudo soportar más y empezó casi a convulsionar y a derramar chorros y chorros de mecos, como llamamos al semen en México…… yo aproveché para untar todo su tórax y el mío con aquella abundante leche….

Volvimos a la ducha…. le dije que yo no había terminado y me dijo que nunca había hecho eso, que estaba muy nervioso, que ya quería salir del lugar…. lo calmé como me fue posible, me masturbaba mientras tanto y lancé mis propios chorros de abundantes mecos calientes…..

No quise insistir más, nos vestimos, pagué las bebidas y salimos rumbo al coche.

De regreso, en silencio llegamos a mi domicilio. Nos despedimos con un «hasta mañana», pero…

A los tres días me preguntó si no pensaba ir pronto a los Baños, que no sabía que le había pasado la otra vez, pero que le había gustado mucho lo que pasó…. que a la mejor se animaba a ir otra vez si yo no estaba molesto con él. Le dije que podíamos ir al día siguiente pero… eso es material para un nuevo relato.

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