Temores y alegrías
Para alguien como yo, que vivo con mucho temor, todavía, mis gustos sexuales, esto que relato, es una muy buena experiencia.
Seguramente muchos dirán que es poca cosa…
El viaje había sido largo y aunque pude utilizar el avión en dos escalas… no sabía si estaba tensionado por el tiempo de vuelo o por el Seminario que debía dar. O, tal vez, por las dos cosas.
Pocas horas de descanso y a enfrentar a más de 30 personas con distintas expectativas y necesidades.
Al concluir el primer día… estaba cansado, pero contento.
No había podido dejar de mirar al muchacho que nos servía el café y el almuerzo. Buen cuerpo, ojos de mirada penetrante, amable… pero distante.
Le pregunté si conocía a algún masajista («varón», le aclaré), que me sentía contracturado (le exageré… porque lo que deseaba, de mínima, era que me tocaran la piel)
«Que sí…, que procuraré encontrarlo…, que le avisaré…», me contestó).
Terminada la tarea del día (me faltaba otro más!) ya en el hotel, me baño y me ilusiono en que el masajista fuera capaz de hacer «servicio completo».
Tocan a la puerta y allí estaba, ya dispuesto, el masajista.
Unos 30 años… pelo oscuro, más bien largo, buen cuerpo…
(y si él hubiera sabido todos los «otros» atributos que le adjudiqué!)
Se podía quedar, casi no tenía trabajo (estaba en una población de unos 10.000 habitantes).
Yo estaba sólo cubierto con una toalla, así que me la saqué y me puse boca abajo en la cama.
Sé que es incómodo para el masajista que el cliente esté sobre una cama (tiene que estar doblado) así que «inocentemente» le propuse que no tenía problemas en que se sentara sobre mis piernas para masajearme mejor la espalda.
Dijo que no era necesario… que estaba acostumbrado.
Procuré iniciar –con muchos nervios- una conversación; era amable, es cierto, pero tímido.
Le pregunté si tenía trabajo suficiente («Poco…»)
Si sus clientes eran hombres o mujeres («De los dos… pero más hombres»)
Si le gustaba lo que hacía («Sí, me gusta… pero es difícil vivir de esto»)
(y yo pensaba, mientras sentía sus pesadas pero cálidas manos en mi espalda, cómo hacerle una propuesta «indecente» que él no pudiera «ventilar», al otro día, entre los participantes del Seminario!!)
«Seguro que un muchachón como vos, alguna vez habrá recibido una propuesta para un servicio más ‘íntimo’, no?» («Y sí… pocas veces… porque en un pueblo, donde todos nos conocemos, es más difícil que eso suceda»)
«Y… pero alguna vez habrás atendido a gente de afuera… como ahora a mí» («sí, alguna vez»)
«Y si te lo propusieran… qué dirías» («Y… habría que ver…»)
«Y si dijeras que sí… qué preferirías ser: activo o pasivo?» («Y… pasivo»)
«Y cuánto me cobrarías por ese servicio?» («y… $ 20.- Le parece bien?» Y sí, me parecía MUY bien, porque el masaje que me estaba dando ya era muy barato: sólo $ 10.-)
Entonces le dije: «Estás muy vestido para continuar. Déjame que te ayude»
Y me levanté ya con una sensible erección…y me acerqué muy lentamente. Le besé suavemente el cuello en la línea del hombro…. y subí hasta su oreja… y lengüeteé su lóbulo. Volví hacia atrás y ya rocé su piel con mis dientes. Y fui y volví y cada vez presionando más. Y pasé a la otra oreja… mientras lo iba liberando de la camisa… y dejé su pecho -con bastante vello- al descubierto –como me gusta- ….Y mientras seguía con mordisquitos en el cuello… le acariciaba muy suavemente las tetillas… para llegar a pellizcárselas un poco.
Y bajé con mis labios y mi lengua y mis dientes hasta ellas… mientras aflojaba su pantalón y rozaba con mis dedos el bulto que ya había crecido.
Me puse de rodillas frente a él y acerqué mi nariz a la tela de su slip que se abría por todos lados para dar lugar al «cuerpo» que crecía…
Olí… besé… mordí…
El jadeaba… y me acariciaba la cabeza…
Con mis dientes procuré liberar a su verga del calzoncillo que la aprisionaba… pero me tuve que ayudar con las manos.
Bailoteó su poronga ya libre… y la olí, la acaricié con mis labios y mi lengua… y la chupé con placer…
Nos pusimos en 69 sobre la cama… y él me devolvió una a una mis atenciones…
En un momento en que quedé boca arriba…se extiende hacia atrás (estaba sentado sobre mi verga)… levanta su culo… se pone algo (sospecho que es crema) y siento la más hermosa sensación de la jornada: SE ESTABA CLAVANDO MI PORONGA EN SU AGUJERO.
Era mi primera vez… con un culo…
Y era sublime!
Yo no sé si le gustaba o no… (para él, obvio que no era su debut)… pero qué estimulante que era ver su cara de placer.
Me cabalgó unos minutos (mientras su pija golpeteaba en cada embestida contra mi abdomen…), se salió… se puso boca abajo y me dijo «metémela… y llename de leche».
No sabía qué hacer… ni cómo hacerlo… pero lo hice!
Y qué lindo que fue…
Qué sensación maravillosa! Cuánta ternura en ese momento!
Cuando le di las gracias… me dijo que él también había disfrutado. Y le creí (tal vez porque prefería sentirlo así… tal vez porque nunca dejó de tener la pija dura….)
Qué ganas de volver !!
(En este relato, van unidas dos experiencias distintas….
Ambas fueron gratas… pero en mis sensaciones… son una sola)