La vecina que mira
Vivía en un primer piso y mi ventana daba justo enfrente de otro bloque de apartamentos, situado a unos ocho o diez metros de distancia.
Me gustaba pasearme desnudo por casa, y aprovechar si había alguna vecina de enfrente asomada a la ventana para mostrarme ante ella.
Siempre he sido muy exhibicionista, me encanta que me miren e incluso he llegado a masturbarme frente a otras personas (mujeres), y ahora pasaré a relataros lo que me ocurrió en una ocasión (hubo varias).
Estaba, como otras veces, paseándome desnudo por la casa cuando me fijé que la vecina del segundo de enfrente estaba a la vista.
Se encontraba sentada frente a una mesa, estudiando o leyendo (no lo sé), y tenía la puerta del balcón abierta, con lo cual podía verla entera, de perfil.
Ella no era lo que se dice guapa, pero era delgada, con un buen cuerpo y el pelo moreno y largo.
Tendría unos veintipocos años. Abrí la ventana de mi habitación y me coloqué de tal forma que si ella giraba un poco la cabeza podría verme.
Yo estaba desnudo y hacía como que miraba a la calle pero de reojo la miraba de vez en cuando, para ver si se percataba de mi desnudez y cómo reaccionaba. Al cabo de unos minutos giró la cabeza y me vió. Dio un pequeño bote de sorpresa y yo hice como si no la viera, pero estaba empezando a excitarme.
Ella volvía a sus libros, pero cada vez con más frecuencia miraba disimuladamente hacia mi, hacia mi cuerpo desnudo. Esto me ponía enormemente cachondo y estaba empezando a empalmarme.
Ella, al ver mi polla en plena erección, se llevó la palma de la mano a la boca, como asustada.
Tampoco es que tenga un miembro descomunal, pero sí del tamaño suficiente como para llamar la atención, y más en una situación como aquella.
Cada vez mi vecina miraba menos sus libros y se quedaba más tiempo contemplando mi aparato rígido, duro y palpitante.
Yo no podía más y sin dejar de mirar hacia la calle (seguía disimulando, como si no supiera que ella me veía), comencé a masturbarme lentamente.
Al volver a mirarla de rejo, comprobé que ella había abandonado los libros y ahora se centraba en mí, observando detenidamente cómo me la meneaba junto a la ventana, a tan sólo unos metros de ella.
Como lo que más me excitaba era sentirme observado y ver cómo me miran, sin pensarlo la miré, esta vez fijamente, y mi sorpresa fue que ella no apartó la mirada, la aguantó como paralizada ante tal espectáculo.
Mi excitación era enorme, me estaba masturbando frente a mi vecina, mirándonos fijamente a los ojos.
Y ella comenzó a sonreír levemente, como aprobando mi placer.
Yo continué mi paja hasta que me corrí sobre una mesita junto a la ventana, sin que ella me perdiera de vista ni un solo instante.
Al terminar, me limpié con papel higiénico frente a ella, que no quiso dejar de mirar hasta que no hube completado hasta el final mi gloriosa masturbación.
Ocurrieron otras historias que ya os iré contando.