El comienzo
Mi nombre es Ángel y todo lo que les voy a contar es auténtico.
Tengo una más que buena presencia física. Un cuerpo casi atlético, y estoy muy bien dotado. Mi pene mide unos 23 centímetros. Ello me acarrea un gran sufrimiento puesto que mi necesidad sexual es muy elevada.
Mi timidez me atormentaba. Aún así conseguí tener una novia y casarme. Ella se llama Ana, medio española y malaya. De ojos rasgados, estilizada y muy bonita que recuerda a esas películas de los Mares del Sur.
La noche de bodas en nuestra nueva casa comenzamos los escarceos amorosos. Fue maravilloso. Tenía todo el rato metido mi dedo índice en su boca y a ella le caía la saliva por toda la cara.
Mi pene tomó una gran erección. Le bese sus labios mojándole la lengua y con una mano acariciaba sus duras tetitas. Froté mi cara con la suya, de melocotón.
El cipote saltó de mi pantalón y ella comenzó a meneármelo con su dulzura y una sonrisilla.
Me gustaba su mano de cría. Me desabrochó la camisa y manoseo mi pecho y pezones. Se metió la verga en la boca, que parecía gigante y yo un perverso por consentirlo.
Una mamada es la gloria y no tardé en correrme, tragándose toda mi leche. Mis disparos convulsionaban mi cuerpo. Después ella se tumbó encima de mí y yo le masajeaba el clítoris todo el tiempo.
Durante la luna de miel y después, en nuestra sexualidad no había penetración.
Una noche llegando cansado del trabajo oí gemidos en la habitación de los invitados y vi que ella estaba tumbada con otra persona en la cama. Mi corazón se aceleró.
Pensé que era otro hombre y apreté los puños. Se la estaban follando pero la polla del tío me parecía muy rara. Era demasiado larga y como de color blanco.
Una prótesis. Y eso es lo que era. Una tía se estaba tirando a mi mujer. Me había casado con una lesbiana.
Mi dolor no tendría fin.
Me acosté en la cama sin poder dormir y me levanté antes del amanecer. Me iba a ir de putas. Decisión que debía haber tomado antes. Llamé por teléfono a una sala de masajes y quedé citado.
Ana llevaba toda la noche con esa mujer. Miré a través de la puerta entreabierta. Había una tenue luz de una lamparilla de noche que dejaba la habitación en sombras pero los suficiente para ver como la amiga metía el dedo índice en el coño de Ana, que suspiraba.
La tía era esbelta, más alta, atlética, muy atractiva.
Con la otra mano le acariciaba el clítoris, haciendo que los jadeos de Ana fueran cada vez más salvajes, como aullidos, hasta que se irguió y le dio un empujón a la maciza que cayó hacia atrás con sus largos cabellos sobre el rostro.
Ana se tiró a por su coño y se lo chupaba vorazmente. Creo que la chica se corrió como si hubiese sido yo mismo.
Me marché respirando entrecortadamente, al borde de una crisis. Subí al coche y me dirigí a la dirección que me habían dado por teléfono. Una puta me estaba esperando.
Era una tía negra. En cuanto entró en el coche tuve una inmediata erección. Era preciosa, alta, con pinta de gacela. Labios carnosos, pómulos afilados.
Metí el coche en un garaje y nos sentamos detrás. Metí una mano por debajo de su falda y el dedo corazón por su vagina.
Con la otra mano le acariciaba el clítoris. Yo suspiraba. Dejé el coño y metí mi dedo por su culo, que estaba limpio y aceitoso. Volví a meter con la otra mano un dedo en su raja. Así apretaba con los dos brazos, meneando los dedos insertados en sus orificios. Yo jadeaba.
La chica se zafó de mí, abrió la puerta y me cogió de la mano, dándome un preservativo. Me llevó a un lugar más oscuro entre dos coches.
La negra se levantó la falda y se bajo las bragas a medias enseñando su prominente y carnoso culo y el orificio de su ano. Saqué mi polla y se la metí por detrás, por su estrecho agujero.
Al meterla nos dolió a los dos. Poco a poco fuimos moviéndonos más rápido, primero yo y luego ella, que apoyo sus brazos en la pared. Me encantaba como se movía girando su cuerpo. Y no tardé en correrme.
El gusto fue sensacional. Ella se limpiaba por dentro, con papel higiénico el chorro que disparé.
El condón se cayo al suelo.
Nos vestimos y le ofrecí llevarle a donde me dijese y así lo hice pero con tan mala fortuna que saliendo ella del coche nos vio una compañera mía del trabajo llamada Pandora. Una italiana con la que había soñado toda mi vida.
De pelo castaño claro, labios voluptuosos y sobre todo pechos exquisitos, duros, grandes. Me encanta su acento. Recuerdo que me hacía muchas pajas pensando en ella.
En la oficina se me quedaba mirando constantemente y eso me avergonzaba. Lo que termina sucediendo en estos casos es que todo el mundo habla de ti.
Pero no fue así. Cuando nos marchábamos Pandora se acercó a mi y me pidió que le llevará en coche. Era la primera vez que me pedía algo así. ¿No se habría dado cuenta de que había estado con una puta?.
En el trayecto me confesó que efectivamente me había visto con otra mujer.
Yo terminé contándole toda la verdad. En aquel momento tuve un presentimiento, que ya había tenido mucho antes.
Cuando comienzas a ir con mujeres ellas te acosan.
Si estás solo pasan de ti pero cuando estás casado, tienes novia o amantes, quieren estar contigo.
A las mujeres les gusta mucho el morbo.
Sin cortarme para nada apreté su gran pecho con mi mano y le bese la boca.
Agarré todo su seno y apreté su erizado pezón.
Sin más, levante su falda y ella me dijo «espera». Nos sentamos detrás, habiendo aparcado en un lugar solitario.
Ella se puso más cómoda y echo su fragante cabello hacia atrás. Levantó su falda y se quito las bragas.
Yo manoseaba sus tetas.
Se tumbó y se abrió de piernas. Saqué mi polla y se la metí. Estaba empapada.
Era delicioso. Como gimoteábamos los dos.
Como gozaba ella con mi polla entrando y saliendo.
Me corrí casi sin darme cuenta mezclando mi semen con sus jugos. Pero yo seguía bombeando.
Notaba sus estremecimientos.
Creo que me corrí hasta dos veces más, sin sacarla de su coño.
El asiento estaba empapado. Luego lo lavaría. Gritamos de placer.
Comenzaba a explotar mi sexualidad.