Despertar de Fantasías

El pretexto del encuentro fue la Noche de Brujas, nos disfrazamos y fuimos a la fiesta.

Los disfraces eran muy diversos y algunos muy singulares, a mitad de la noche se hizo un concurso premiando a los mejores.

Yo me había puesto un corsé, botas largas, guantes y antifaz, todo de cuero negro, tenía un aire de «Ama», pues para darle más credibilidad llevaba un látigo en mi mano.

Creo que las fiestas de este tipo dejan libre la imaginación y la expresión – en algunos – de sus más bajos instintos, pues debo confesar que mi atuendo despertó fantasías en muchos de los invitados.

Al finalizar la velada, con algunos amigos nos fuimos a mi casa a tomar un café y continuar divirtiéndonos.

Ya estaba amaneciendo cuando tan solo quedaban cuatro, el resto se había ido.

Estábamos sentados en el living escuchando música y bebiendo un trago, cuando Alejandro se me acerca y me pregunta al oído si no le cumplía su fantasía. Le pregunté en que consistía y me dijo que quería ser dominado por una mujer.

Le respondí que era tan solo un disfraz, pero si ese era su deseo, sería satisfecho.

Le ordené que se desnudara y se colocase sobre un sillón pequeño boca abajo – o sea con su trasero a la vista – le até las manos y le abrí bien las piernas.

Tomé el látigo y le pegué en las nalgas dejándoselas rojas, se mordió los labios y no dijo nada.

Como dice el dicho «el que calla otorga…» le volví a pegar y me dio la impresión que estaba gozando pues su pene estaba erecto.

Fui al placard y tomé el arnés que tenía, me lo coloque y volví a la sala.

Dado que era mi «esclavo», no merecía que le otorgase el placer de sentir mi lengua en su ano, por lo tanto, tomé un frasco de crema y unté la prótesis.

Abrí sus nalgas y sin decirle nada metí el consolador en su ano (virgen), la sensación que sentí fue extraña y a la vez gratificante, comencé a moverme rítmicamente entrando y saliendo de su agujero, mi siervo gritaba de placer y dolor.

Me pidió que le soltase las manos pues quería masturbase y le dije que no.

Su verga estaba inyectada en sangre parecía que iba a explotar, el hecho de ser cogido por el ano y no poder acabar aumentaba su gozo, pero a la vez lo desesperaba.

Esta situación despertó mi veta sado-morbo y continúe cogiéndolo hasta que su súplica tocó mi sensibilidad y se la saqué.

Le dije que se sentara y observara – aún continuaba con las manos amarradas- sin poder tocarse.

Llamé a Martín que estaba sentado en otro sillón observando todo en silencio, lo desvestí lentamente al tiempo que iba besando su cuerpo.

Los gemidos de placer de Martín, reforzaban la impotencia de Alejandro y también su deseo de eyacular.

Una vez desnudo – Martín – recorrí centímetro por centímetro su piel hasta llegar a su verga tiesa y allí quedarme saboreándolo cual si fuese un helado.

Alejandro clamaba por ser liberado y también participar, pero una negativa de mi parte fue la respuesta a su súplica.

Luego di vuelta a mi amante, bajé con mi lengua por su columna vertebral hasta llegar a su ano, abrí sus nalgas y me deleité con dicho orificio hasta dilatárselo totalmente.

Con la otra mano fui sobando su pija hasta sentir que estaba a punto de acabar, me la puse en la boca y deje que me llenara de su leche.

Después me quité el corsé, mi bikini y le pedí a Martín que me penetrara.

Lo hizo por todos mis agujeros, metió el consolador en mi concha al tiempo que su pija llenaba mi culo; satisfaciendo así mis deseos.

Nos quedamos abrazados en el suelo, viendo a nuestro amigo como intentaba por todos los medios desatar sus manos, sin lograrlo.

Cuando ya había renunciado a sus propósitos y su verga volvió al tamaño original, lo dejamos ir.