Capítulo 4

Todo en familia IV

Una vez solucionado el problema de la llegada de mi primo Kosuke las cosas volvieron a la situación previa a su llegada.

Ahora los cuatro llevábamos en casa una vida promiscua de sexo a granel que nos satisfacía a todos, sobre todo a mi y que llego a una cúspide cuando Kosuke consiguió sus pechos y se convirtió totalmente en un transexual.

Pero la vida es un continuo cambio y pronto tuvimos cambios en la familia, los cuales consistieron en que nos mudamos de casa.

La nueva casa era un autentico palacio.

Alberto había encargado a su empresa que la construyese un par de meses antes de que se casase con mi madre y en tan breve plazo de tiempo habían hecho un trabajo excepcional, al fin y al cabo mi padrastro es el dueño de la empresa.

La casa tiene dos plantas con quince habitaciones con baño, tres salones (uno de ellos para grandes celebraciones), una sauna, pista de tenis, piscina cubierta, un sótano inmenso, una buhardilla también grandísima, calefacción y aire acondicionado centralizado y un gran jardín con arboles alrededor, todo ello circundado por una alta verja con numerosos sistemas de seguridad.

Nuestra nueva morada era impresionante y realmente demasiado grande para el pequeño numero de gente que la ocupábamos, mas aun por el hecho de que pasábamos la mayor parte del tiempo en la buhardilla.

Esta había sido decorada de igual modo que el despacho de mi difunto padre en nuestra otra casa, solo que ahora teníamos mas espacio para las películas y los artefactos de sexo y por otro lado habíamos llenado las paredes de grandes cuadros con escenas de sexo salvaje.

Además había unas cuantas habitaciones decoradas para ambientar mejor algunas fantasías sexuales, así teníamos un aula de un colegio de monjas, una celda y también una cámara de tortura medieval, además de una biblioteca provista de una increíble colección de novela eróticas y de revistas pornográficas y una sala solo para ver las películas porno.

De modo que evidentemente era allí donde estábamos mas a menudo pues allí podíamos disfrutar a nuestras anchas sin molestarnos por tener que recoger nuestros juguetes por si venían visitas.

Mi madre fue la única que puso pegas a la nueva casa pues ella no podía ocuparse de llevar tan inmensa casa y además conservar su recién adquirido trabajo.

Ella quería que contrastásemos a alguien que la ayudase en esas labores, pero los demás éramos renuentes porque podía suponer tener que dejar nuestro particular estilo de vida y ella se daba cuenta de ello.

De todos modos entre los cuatro tratábamos de encontrar la solución a este problema. Fue Akiko, que era como llamábamos a Kosuke ahora, quien nos ofreció una posible solución.

Había conocido a un chico ucraniano que hacia poco que había llegado a España con su hermana, de manera irregular. Los dos eran huérfanos y sin familia en su país natal y tampoco tenían amigos en nuestra ciudad, tan solo algunos conocidos.

Además según Akiko el chico estaba buscando un nuevo trabajo y su hermana estaba en el paro, sin olvidar que mi ahora prima decía que tanto el chico como su hermana eran muy atractivos.

Alberto decidió entrevistarse con ellos para ver si eran quienes necesitábamos para el trabajo. La entrevista fue totalmente satisfactoria para mi padre, quien arregló los documentos precisos para regularizar su situación en el país y para contratarlos.

No les dijimos nada en particular acerca de nuestra especial relación aunque nos aseguramos de que fuesen conscientes de que debían ser absolutamente reservados acerca de lo que ocurriese en la casa y así específicamente en el contrato señalo mi padrastro que la menor indiscreción supondría perder el empleo.

Por otra parte el hecho de que no tuviesen ni familia ni amigos aseguraba dicha discreción, por no olvidar el hecho de que ellos vivirían también en la casa.

Por nuestra parte el plan consistía en incitarles a que se uniesen a nosotros sin forzarles en ningún caso, así evitaríamos cualquier tipo de problema legal.

Una vez arreglado todo el papeleo y conscientes de la situación, Stephan y su hermana Ludmilla se mudaron a nuestra casa. La sorpresa en aquel día fue mutua.

Por parte de mi madre y mía porque Stephan y Ludmilla eran realmente hermosos.

Stephan es rubio con los ojos de un color azul intenso, al igual que su hermana. Los dos tienen unas bellas facciones enmarcadas por sendas melenas, mas largas en el caso de Ludmilla.

Stephan esta muy bien proporcionado con el cuerpo de una estatua de un atleta de las olimpiadas antiguas, aunque con mejor pene, mientras que Ludmilla también tiene una figura espectacular que se ajusta al patrón clásico de 90-60-90.

La chica me atrajo al instante, y era la primera vez que me sentía así con una mujer, pues aunque, había follado con mujeres esta era la primera vez que una mujer me despertaba una rotunda necesidad de follar con ella.

Sus rasgos faciales, una mezcla explosiva de candidez y picardía, y su graciosa naricilla respingona me cautivaron al instante. No podía apartar la mirada de aquella Venus de dieciocho años.

Por parte de los dos hermanos la sorpresa fue que les recibimos desnudas. Los dos estaban atónitos cuando mi padre tras presentarnos tomó la palabra:

– Esta es la razón por la que pedimos total secreto en cuanto a la vida aquí. Nos gusta practicar el nudismo y no queremos que por ahí se enteren de lo que hacemos en casa – dijo mi padre – Vosotros sois libres de ir vestidos o no en casa, y por otro lado si creéis que esta situación es demasiado violenta como para trabajar aquí, podéis marcharos si queréis. Os daré un mes de sueldo a cambio de que seáis discretos.

Los dos hermanos se miraron unos instantes esperando que fuese el otro quien tomase una decisión, al final fue Stephan quien habló:

– Nos quedamos. Este es un buen trabajo y no es problema que ustedes quieran estar desnudos en su casa si no es obligatorio para nosotros estar también desnudos.

Los días siguientes empezaron con su labor, Stephan se ocupaba del mantenimiento del jardín y la piscina además de ayudar en otras labores de la casa mientras que su hermana se ocupaba de la cocina y la limpieza.

Los dos hermanos trataban de no delatar la excitación que les producía aquello.

Stephan no podía evitar mirarme con deseo cada vez que pasaba desnuda cerca de él y bajo su pantalón se vislumbraba un pene considerable.

Al fin y al cabo yo tampoco estoy nada mal, pues mido 1,73 metros, tengo el pelo negro y los ojos verdes y mis medidas son 87-55-89.

Aunque también miraba con ojos lujuriosos a mi madre e incluso a Akiko, aunque al principio le sorprendió descubrir que quien el pensaba que era una chica tenia un pene entre las piernas. Ludmilla por su parte era mas vergonzosa y trataba de no fijarse en mi padre ni en nosotras.

Por nuestra parte seguimos con nuestra vida como antes solo que si estábamos follando y aparecían ellos disimulábamos como si no hiciésemos nada.

La idea era ir provocándoles pero sin que pudiesen acusarnos de montar un espectáculo obsceno contra su voluntad.

Aun así los dos se mostraban algo recatados y no se atrevían a dar el paso adelante quizás temiendo por su situación laboral.

Estando así las cosas tendríamos nosotros que traerlos a nuestro terreno, aunque habría que andar con pies de plomo para evitar problemas.

Yo fui la primera en actuar, pues no podía quitarme de la cabeza la idea de disfrutar del cuerpo de mi bella criada. Aprovechando que estaba sola en casa con ella, pues mis padres estaban de viaje y Stephan había acompañado a Akiko a los grandes almacenes, inicie mi movimiento.

Mientras me daba un baño la llamé para que viniese al cuarto de baño, cosa que hizo al momento pues Ludmilla es una chica muy diligente.

– ¿Qué desea la señorita? – me preguntó Ludmilla con un perfecto castellano en cuanto entró en el cuarto de baño.

– No encuentro la esponja con mango para frotarme la espalda – mentí yo que la había escondido a este efecto – Frótame la espalda con esta otra esponja, por favor.

Ludmilla se acercó a la bañera mientras se agachaba. Justo cuando estuvo a mi lado deje caer el bote de gel que sostenía con la otra mano.

Como el bote era grande salpicó mucho y gran parte del agua fue a caer sobre la ucraniana, que acabó con toda la ropa empapada.

Ludmilla estaba sorprendida por lo ocurrido y yo fingí estarlo también.

– Lo siento, Ludmilla – dije yo con falso azoramiento – Perdona este desastre.

– No importa, señorita – replicó ella con una preciosa sonrisa – Perdone pero tendré que cambiarme de ropa.

– Mujer, espera un momento – dije mientras le agarraba la mano para que no se fuese – Frótame la espalda. Ahora que ya estas mojada no tienes que preocuparte por volverte a mojar.

– Es que no me gusta estar con ropa mojada encima – repuso ella.

– Pues desnúdate y me frotas entonces la espalda – dije yo resueltamente.

Ludmilla se quedo callada unos instantes.

– No me dirás que te da vergüenza – continué yo – No has aprendido de nosotros que el desnudo no es nada de que avergonzarse, sobre todo siendo tan hermosa como tu.

– No exagere, señorita – dijo ella mientras se ruborizaba – Usted si que es hermosa.

– Bueno no discutamos y venga haz lo que te he dicho – le respondí.

Sin apenas mas vacilaciones Ludmilla se desnudó, dejando al descubierto su precioso cuerpo.

Sin prisas y sin ningún recato repase de arriba a bajo a la chica y simplemente puede ser descrita como una autentica beldad.

Ludmilla se dio cuenta de mi mirada inquisidora pero no dijo nada, tan solo se agachó y empezó a frotarme la espalda con sus pequeñas y suaves manos.

Sentir el contacto de su piel con mi piel me producía una sensación muy placentera, pero muy pronto terminó la labor que le había encomendado y trató de marcharse.

– No te vayas Ludmilla, aun necesito tu ayuda – le dije.

La chica se quedo en pie frente a la bañera mientras yo me enjuagaba el cuerpo y luego me tendió la toalla para secarme. Una vez fuera de la bañera y seca me pregunto Ludmilla:

-¿Que mas tengo que hacer?.

Yo cogí del armario del baño unas tijeras, una maquinilla de afeitar desechable y espuma de afeitar. Me senté en un taburete tras quitarme la toalla y separe bien mis piernas, dejando mi coño al descubierto.

– Tengo el vello del coño muy descuidado, quiero que tu me lo afeites – dije yo con seguridad.

Ludmilla me miró extrañada porque ella tenia el vello púbico como yo, salvo que de color rubio, pero acató mi orden y se arrodilló entre mis piernas.

Le di las tijeras para que rebajase la cantidad de vello antes de que usase la cuchilla, porque realmente hacia mucho que no me depilaba, hasta el punto que la noche anterior Alberto me había castigado con su fusta por tener el vello tan largo.

Con mucho cuidado ella me cortó el vello dejando caer al suelo los pequeños mechones que iba cortando.

La suavidad de su actuación me estaba poniendo a mil por hora y comenzaba a humedecerse mi coño, lo cual Ludmilla advertía.

Después me untó la espuma de afeitar y con mucha delicadeza fue pasando la cuchilla sobre el corto pelo que aun quedaba hasta que mi coño quedó como el de una niña. Una vez terminó pase mi mano sobre mi pubis para sentir la suavidad de la recién depilada piel.

– Lo has hecho muy bien – le dije a Ludmilla con una sonrisa.

– ¿En serio? Es la primera vez que lo hago – replicó ella con mirada picara.

– Si, toca y veras lo suave y bien que me has dejado el pubis – invité yo a la chica.

Ludmilla se dejó llevar y sin dudar pasó su mano sobre mi coño y no solo sobre mi monte de Venus, pues sus dedos también pasaron sobre mis labios vaginales.

Este contacto me produjo un escalofrío de placer que Ludmilla notó, e hizo que se sonrojase.

La ucraniana se levantó con intención de marcharse pero yo la agarre por la mano y lo evite.

– ¿Te gustaría que yo te depilase a ti? – le pregunté sin rodeos a Ludmilla.

– Si, por favor – respondió entrecortadamente la chica.

Ahora repetimos el ritual siendo yo la que la depilaba. Cuando terminé, ella se paso la mano sobre el húmedo y virgen coño disfrutando de esta nueva situación.

Sin esperar a que ella me dijese nada yo pase con mucha suavidad mi mano sobre su vulva y luego la lamí. Ludmilla no dijo nada solo me miró con ojos de deseo y entonces yo la besé en los labios.

Ella respondió a mi beso abriendo la boca permitiendo que con mi lengua explorase el cálido interior de su boca. Comenzamos a juguetear con nuestras lenguas enroscándose entre si sin parar.

La situación se desarrolló rápidamente y Ludmilla con manos dubitativas comenzó a acariciarme. Yo por mi parte comencé a acariciar sus senos sopesándolos cuidadosamente, para luego acariciar su pezones terminando por pellizcarlos.

En ese momento Ludmilla gimió de placer.

Esto me dio una idea y volví a pellizcarle los pezones pero mas fuerte, y su respuesta fue un gemido mayor.

Esto me pareció un indicativo de que podría gustarle probar la sumisión, lo que resultó ser exacto.

Tras sus pechos pasé a ocuparme de su coñito, acariciando sus labios y su clítoris, para luego pellizcarlos y tirar de ellos entre los gemidos de placer de la ucraniana.

La situación estaba ya al rojo vivo cuando yo interrumpí a Ludmilla.

– ¿Te gusta esto? – le pregunté a Ludmilla.

– Si, mucho – respondió entre jadeos.

– ¿Serias capaz de hacer lo que yo te diga?, pero sin vacilar, obedeciéndome en todo.

– Claro – respondió Ludmilla – Pero sigamos.

– A partir de ahora yo soy la que mando aquí, entendido Ludmilla – le dije con voz autoritaria – Tu harás todo lo que yo te ordene y solo te dirigirás a mi como ama.

– Si, señorita.

Le di un cachete en la mejilla y con mirada severa le pregunté: – ¿Qué te he dicho?.

– Si, ama – volvió a responder.

Fuimos a mi habitación y allí cogí de mi armario una serie de prendas para vestir a mi criada y ahora esclava. Le puse unos shorts de cuero con una abertura en la entrepierna cerrada con una cremallera, un sujetador también de cuero que tan solo servía para remarcar su pecho y alzarlo, unas medias de rejilla, unos zapatos de tacón de aguja negros, un collar de perro con tachuelas metálicas y una mascara de cuero a la que podía cerrar las aberturas de los ojos y la boca.

Por mi parte yo me puse unas medias con liguero negras y un corpiño de cuero rojo junto con unas botas con tacón de aguja a juego con el corpiño que llegaban hasta mis rodillas.

Ludmilla trató de dar unos pasos con su nuevo calzado pero no estaba acostumbrada a este tipo de zapatos y perdió el equilibrio cayendo sobre la cama y casi haciéndome caer a mi.

– Vaya si no sabes caminar tendrás que ir a cuatro patas – le dije con voz severa.

Trato de ponerse de nuevo en pie pero entonces la azote con una fusta en las nalgas y le pregunté: – ¿Acaso no has oído lo que he dicho?.

Ludmilla se quedo dubitativa, pero un nuevo fustazo en el culo propinado con mas fuerza la llevó a obedecer. Una vez de rodillas acaricié sus pechos con el extremo de la fusta mientras que con la puntera de la bota sobaba su coñito por encima de los shorts.

A Ludmilla aquello le estaba gustando lo cual me placía, pero era mas lo que yo tenia planeado. Cogí una correa y la uní al collar de la sirvienta y luego le cerré las aperturas de los ojos para que no viese donde íbamos.

– Vamos, adelante perrita – jaleaba a Ludmilla mientras tiraba de la correa.

La chica avanzaba despacio sin poder ver nada y yo comencé a azotar su trasero mientras le exigía que avanzase mas deprisa. La llevé hasta las escaleras que conducen a la buhardilla e hice que las subiese.

Una vez dentro la llevé hasta la mazmorra donde me senté en una butaca muy parecida a un trono con ella a tumbada a mis pies, siendo en ese momento cuando le abrí de nuevo las aperturas de la capucha.

Ludmilla miró a su alrededor sin reconocer donde la había llevado y sus ojos mostraban ansiedad por esa circunstancia. Antes de que pudiese reaccionar de modo inesperado le dije:

– No te preocupes, tu única misión ahora es complacerme en todo lo que te diga, ¿de acuerdo?.

– Si, señorita – respondió ella aunque al ver que iba a golpearla con la fusta rectificó diciendo: – Si ama, si ama.

De poco le sirvió porque aun así le azoté los pechos con fuerza mientras que le decía que si oía algún quejido tendría mas castigos.

Ludmilla no se quejo en cambio se puso mas caliente pues aumentaron sus jadeos de placer y se estremecía por las sensaciones erógenas que recorrían su cuerpo.

Levanté una de mis piernas y le dije que me lamiese la bota. La ucraniana aprendía rápido y se aplicó a lamer el cuero rojo de la bota con fruición hasta que toda ella estuvo reluciente.

Hice que chupase los tacones como si mamase una delgada polla y aunque nunca había hecho una felación gracias a mi indicaciones rápidamente lo hizo a las mil maravillas.

Todo este tratamiento lo repitió con la otra bota, hasta que me aburrí. Entonces hice que me descalzase y me lamiese los pies.

Cada unos de los dedos fue lamido con total devoción pues en cuanto me disgustaba mínimamente la actuación de Ludmilla golpeaba su espalda con mi fusta, siguiendo así hasta que hubo lamido por completo mis pies y tuvo la espalda totalmente cruzada por las señales de mis fustazos.

Ludmilla en todo aquel rato no se quejó en absoluto muy al contrario disfruto mucho pues apenas podía contener sus gemidos y sus muslos brillaban gracias a los fluidos que se deslizaban por ella procedentes de su sexo y que brotaban aun cuando vestía los shorts de cuero.

Entonces le dije que siguiese lamiéndome pero ahora las piernas. Lentamente fue subiendo por ellas, pues hice que me las lamiese a fondo.

Me encantaba sentir el contacto húmedo de su cálida lengua recorriendo mis piernas arriba y abajo o haciendo círculos sobre ellas. Luego le di permiso para que siguiese subiendo y le ordene que me lamiese el coño.

En ese momento se volvió a detener debido a las dudas, pero una nueva serie de golpes de fusta, esta vez en sus gloriosos pechos la llevaron a obedecer. Torpemente me lamía los labios vaginales y el clítoris recorriéndolos en toda su extensión.

Yo le agarré la cabeza dirigiéndola para que me lamiese el clítoris o el interior de mi vagina con mas intensidad, y pronto Ludmilla no necesito de mis indicaciones para satisfacerme plenamente.

La verdad es que Ludmilla estaba resultando una esclava muy fácil de domar y muy lista.

Estuvimos así al menos media hora durante la cual mi esclava me proporciono como media docena de orgasmos gracias a su infatigable labor bucal. Ahora que Ludmilla había degustado mis flujos vaginales me pareció el momento adecuado para continuar con su adiestramiento y hacer que probase otro de mis fluidos.

Hice que Ludmilla se pusiese de rodillas con la cabeza levantada y la boca abierta mientras que yo me ponía de pie dejando mi coño a la altura de su boca.

– No te muevas y no cierres la boca – ordene a la ucraniana que no se imaginaba lo que pensaba hacer.

Deje fluir un chorro de cálida y amarilla orina y la reacción de la chica fue apartarse y cerrar la boca. Como ya había temido esta reacción corté de inmediato mi meada y con la fusta azoté a mi esclava en los pechos con fuerza para que gritase de dolor.

– Te permito que bebas mi meada y tu haces esto – le recriminé a Ludmilla – Voy a tener que castigarte mas duramente para que aprendas a obedecer.

Este era el momento crítico pues si Ludmilla se sometía en ese trance ya estaría segura de que obedecería todo lo que yo quisiese aunque tuviese que castigarla un poco para que acatase mis ordenes, en cambio si se rebelaba no habría nada que hacer y perdería mi oportunidad.

Ludmilla no se rebeló y cuando le dije que me mostrase las manos las tendió hacia mi dócilmente esperando que yo la castigase por su desobediencia. Le coloque sendas muñequeras acolchadas las cuales llevaban cada una gruesa argolla metálica.

Coloque en las argollas los extremos de dos cadenas que pendían del techo y las aseguré con candados.

Una vez así comencé a tirar de las cadenas alzando los brazos de la ucraniana cada vez mas hasta que en primer lugar se tuvo que poner de puntillas y después quedó suspendida en el aire, colgando de los brazos.

Ludmilla se balanceaba mientras se quejaba de dolor, para evitar que siguiese moviéndose sin control le asegure las piernas de igual modo que había hecho con sus brazos, permitiendo así que su bamboleo fuese menor.

Entonces tomé de un estante un montón de pinzas de cocodrilo metálicas, con unos buenos dientes y muy apretadas.

Distribuí por el cuerpo de la chica las pinzas, colocando una en cada uno de sus pezones y en el clítoris mientras que en los labios vaginales y en los pechos propiamente dichos coloqué varias.

Ludmilla gritaba de dolor cada vez que situaba una de las pinzas pero pronto volvía a emitir sonidos guturales de placer pues realmente le gustaba lo que le estaba haciendo.

Como esta tortura terminó muy pronto pasé a un nuevo tormento. Del mismo estante cogí una serie de pesas, todas ellas de refulgente metal y de medio kilo de peso, especiales para colgarlas de las pinzas.

Fui colocando en cada una de las pinzas una pesa y tan gran peso estiró los pezones y el coño de la ucraniana como si fuesen de goma.

La chica gemía de dolor y placer mientras brotaban de sus ojos grandes lagrimas y murmuraba algo en ucraniano.

– Habla en español, zorra – le dije a la vez que le daba un bofetón en la cara.

Entonces ella dijo en su casi perfecto castellano: – Mas ama, castígueme mas.

Parecía que esta chica no tenia limites y eso me gustaba así que decidí seguir con mis castigo sin ninguna contemplación.

Cogí una paleta de madera y comencé a golpearle el culo a Ludmilla.

Daba golpes secos y precisos en su precioso trasero que le arrancaban alaridos, no se si de dolor o placer. Le azotaba el culo de manera metódica y precisa, sin precipitarme para que pudiese apreciar el dolor de cada azote en su justa intensidad.

Cuando el culo de la ucraniana estuvo al rojo vivo, paré y decidí centrarme en mortificar otra zona de su anatomía. Dejé la paleta y tomé un látigo de varias puntas con extremos metálicos.

Estos tan solo eran pequeñas bolas de acero de tan solo 5 milímetros de diámetro, pensadas para no hacer heridas pero si causar dolor. Azoté con mi látigo a mi esclava a placer, incidiendo unas veces sobre su espalda, otras sobre sus pechos, a menudo sobre su vulva.

Como le había vendado los ojos no sabia ni cuando ni de donde le vendría el latigazo y eso hacia que a cada golpe ella se debatiese debido a la sorpresa de dolor lo cual hacia que las pesas se balanceasen estirando aun mas su flexibles pezones, clítoris y labios vaginales.

Después de casi veinte minutos de tratamiento casi todo el cuerpo de Ludmilla estaba muy rojo , mientras que sus piernas eran un río de flujos vaginales y entonces decidí parar. La descolgué y la liberé de sus ataduras a lo que Ludmilla respondió con sonidos desaprobadores aunque no osó discutir lo que hacia pues no sabía cual sería mi reacción.

– Ahora vuelve a abrir la boca y ponte de rodillas con la cabeza erguida – ordené a Ludmilla mientras le volvía a dar un latigazo en los pechos.

Ella lo hizo así sin tardar un segundo y yo volví a mear en su boca.

Ahora Ludmilla no se retiró de hecho se lo bebió todo hasta la ultima gota y luego me limpio el coño con la boca.

Como ahora había actuado conforme a mis ordenes le acaricie la cara suavemente y el pecho mientras con mirada aprobadora le decía:

– Ves puta, si acatas mis ordenes todo es mucho mas fácil.

– Tenéis razón ama – respondió ella.

– ¿Eres virgen? – le pregunté aunque era capaz de adivinar su respuesta afirmativa.

– ¿Como? – preguntó ella con gesto de no entender que le estaba preguntando.

-¿ Que si te han follado alguna vez, o sea si has hecho el amor? – aclaré yo.

– No ama, nunca – fue la respuesta de Ludmilla.

Era estupendo pues por fin podría desvirgar a una chica que era una cosa que soñaba desde hacia meses.

Por otro lado sabia que esta primicia la querría mi padrastro para él y seguro que me recompensaría si yo le entregaba a mi esclava sin abrir.

La decisión era difícil y al final opté por desvirgarle solo el coño, seguro que Alberto disfrutaría el desvirgarle el culo lo suficiente como para recompensarme, pues de hecho es un adorador del sexo anal.

Tiré fuertemente del collar de Ludmilla y la llevé hasta el potro.

Allí la até dejándole el culo en pompa. Le até las piernas muy abiertas, todo ello sin quitarle las pinzas ni las pesas. Una vez puesta en posición busqué un consolador con arnés que fuese digno de esta ocasión.

No me costó demasiado decidirme y cogí un vibrador doble con arnés de color negro, cuyas dos pollas median 28 cm de largo y 9 de grosor.

Era realmente un monstruo pero era lo indicado para la ocasión. Me introduje mi extremo con rapidez hasta que me llenó totalmente por dentro y luego aseguré las correas.

Entonces me coloqué detrás de mi esclava, escupí en su coño y luego en la punta del vibrador y comencé la penetración.

Me costaba alojar aquel gigante en el virgen coño de Ludmilla quien gritaba de dolor, gemía y decía entrecortadamente en ucraniano y en español que se la metiese mas y le hiciese daño.

Mi empujones además de clavar el consolador en el coño de Ludmilla también me abrían mas a mi pues mi extremo entraba cada vez mas aunque me parecía algo imposible.

Me estaba costando abrir a la ucraniana pero poco a poco le fui metiendo el consolador hasta que estuvimos en contacto, mi pelvis contra su culo.

Entonces comencé a bombear mientras que ponía en marcha la vibración del consolador.

Una vez abierta del todo y gracias al torrente de flujos que generaba y no en poca medida gracias a la hemorragia que mi salvaje desvirgación le había causado fue mas fácil mover el juguete en su interior.

Ludmilla se agitaba con mis embates, balanceando las pesas que pendían de sus partes intimas, pero el dolor que le causaban las pesas era ahogado por el mar de sensaciones placenteras que mi penetración le estaba deparando.

Pronto Ludmilla comenzó a dar alaridos de placer llevada por las sensaciones que se acumulaban a lo largo de todo su cuerpo. Impresionantes chorros de fluidos vaginales surgieron del coño de Ludmilla justo cuando alcanzó el mas potente de sus orgasmos. Yo también llegué en ese momento al clímax lanzando salvas de flujos vaginales a mansalva.

Tras este shock sexual estábamos agotadas y nos quedamos quietas para recuperar fuerzas.

No habían transcurrido ni diez minutos desde nuestra bestial corrida cuando la puerta de la mazmorra se abrió y entraron Stephan y Akiko. Stephan iba gateando con los ojos vendados siendo paseado por Akiko y además llevaba insertado en el culo un vibrador.

Akiko me explicó que había seducido al chico en los grandes almacenes donde le había pillado haciéndose una paja en un probador desde donde la espiaba mientras se probaba ropa. Llevado por la lujuria se había dejado hacer y Akiko lo había domado a gran velocidad, de manera que ahora estaba de rodillas y con el culo abierto.

Akiko hizo que su esclavo se pusiese en pie mientras que yo acerqué a Ludmilla a su hermano.

Akiko colocó un condón a Stephan en su enhiesto pene al que había cortado la punta y yo hice que Ludmilla lamiese la polla de su hermano pensando que se trataba de un consolador y así lo creyó gracias al látex del preservativo. Los dos hermanos estaban disfrutando mucho sin saber lo que estaban haciendo mutuamente.

En el momento en que Stephan se corrió les devolvimos la vista ambos hermanos de manera que se encontraron una con que había estado chupando la polla de su hermano y el otro con que había llenado la cara de su hermana de semen.

Tras un momento de sorpresa soltamos a los dos y Stephan le clavó su verga a su hermana con la anuencia de esta. Akiko cogió un consolador largo de dos extremos y tras metermela por el culo introdujo el dildo en su culo y en mi coño.

Las dos parejas follamos una junto a la otra disfrutando mutuamente del placer de los cuatro hasta que llegó el momento de la corrida la cual me correspondió a mi pues Ludmilla ya había tenido su ración de semen.

Una vez me ofrendaron su lefa Akiko y Stephan se retiraron mientras yo relamía el semen de mi cara y Ludmilla lamia el que había caído en mis pechos.

Desde aquel día los dos hermanos pasaron a ir desnudos por casa y a participar del sexo en grupo con todos nosotros, aunque mis padres no pudieron disfrutar de los hermanos hasta tres días después cuando volvieron de su viaje.

Para ellos fue una gran y grata sorpresa llegar a casa y encontrar que tanto Stephan como Ludmilla andaban por ella desnudos, máxime cuando les dije que ya eran parte de nuestro grupo y les hablé de su docilidad.

Mi padrastro no pudo esperar mas y dejó las maletas en la entrada, mientras reclamaba la presencia de Ludmilla.

Esta apareció radiante en su desnudez y con mirada expectante pues deseaba saber que era lo que iría a pasar.

– Ludmilla tu eres la sierva de mi hijastra Sabrina – le dijo mi padre – Pero puesto que ella es a su vez mi esclava tu también estas a mi completo servicio.

– Claro, amo Alberto – dijo sin dudar Ludmilla quien se puso de rodillas ante mi padre en señal de sumisión.

En aquel momento apareció en escena Stephan a quien mi madre y mi padrastro lanzaron una mirada de deseo, que fue correspondida por el chico, quien estaba totalmente erecto. El también se colocó de rodillas ante mis padres mientras declaraba ser su total y humilde sirviente.

Mi padre se abrió la bragueta y plantó su enhiesto falo ante los dos hermanos los cuales se lanzaron a lamerlo con voracidad.

Disputaban cada milímetro del caliente músculo con sus lenguas cubriéndolo completamente de saliva y proporcionando de paso gran placer a Alberto.

Mi madre se desnudó y pasó a catar el suave coño de Ludmilla.

Se dedicó a lamerlo con maestría e intensidad haciendo que Ludmilla profiriese gritos de placer y dejase el campo libre a su hermano. Stephan cogió el pene de mi padrastro y lo engulló como si toda su vida se hubiese dedicado a chupar pollas.

Lo chupaba de arriba a abajo tragándose totalmente y sin dificultad ninguna aquella verga hasta llegar hasta los cojones.

Luego lentamente la extraía de su boca para terminar jugando con la uretra y el prepucio de mi padre y luego volvía a empezar.

Así estuvo mucho tiempo mientras su hermana disfrutaba de la lamida de mi madre quien ahora se dedicaba a explorar el orificio anal de la joven ucraniana.

Lo lamía alrededor y luego pasaba a ocuparse de nuevo del clítoris de Ludmilla para después pasar a lamer de nuevo el ano y de cuando en cuando chupaba con dedicación el sensible espacio existente entre ano y coño.

Yo por mi parte cogí entre mis labios el pene de Stephan y me dedique a proporcionarle un trabajo similar al que él le estaba haciendo a mi padrastro, pero el ucraniano no tenía tanta experiencia como mi padre y pronto se corrió en mi boca.

Yo me tragué su semen dulce sin ningún reparo hasta que dejé su polla reluciente y seguí chupando.

Minutos después noté como el chico se tensaba de nuevo pero esta vez no recompensó mi mamada con una ración de semen, sino que fue su orina la que fue a parar a mi boca. El torrente dorado y salobre del chico siguió el mismo camino que su corrida y me bebí la gran mayoría de su lluvia amarilla, mientras que mantuve una parte en mi boca y el resto deje que fluyese sobre mis pechos.

Abandoné mi posición y me acerqué a Ludmilla para besarla en la boca y darle parte de la meada de su hermano, lo que ella recibió con gran gusto pues lanzó una nueva avenida de flujos vaginales en la boca de mi madre.

En este momento además mi padre le quitó a Stephan su caramelo y se lo dio a Ludmilla quien sin apenas tiempo para reaccionar recibió la corrida de mi padrastro en su boca.

La invasión de su boca por la verga de mi padre le produjo tos a la ucraniana y la mayor parte de la corrida paterna acabó sobre los pechos de la chica. Mi madre y Stephan se lanzaron a lamerla dejando a la pobre Ludmilla solo con la escasa cantidad de lefa que no se había caído de su boca.

Mi padre levantó a Ludmilla del suelo como si fuese una niña y la puso a cuatro patas sobre un sofá. Como le había dicho que Ludmilla solo tenía virgen el culo escupió en el ojete de la chica, en la punta de su carajo y apuntó su pene hacia el estrecho agujero negro de Ludmilla.

Esta ya sabia lo que le iba a pasar y se abrió bien las nalgas con las manos mientras trataba de relajar el recto, pero no fue suficiente.

La primera acometida de Alberto arrancó un sonoro grito a Ludmilla a la par que bastante lagrimas, sin embargo la chica no se amilanó y le dijo a Alberto que apretase mas. Este cuya intención era romper el culo a Ludmilla tanto si quería como si no recibió esas palabras como si fuesen un regalo del cielo y de un brutal empujón le metió toda la polla a Ludmilla en el culo.

Esta gimió de dolor y placer y sin apenas tiempo para aclimatarse al nabo que horadaba su recto comenzó a moverse.

Alberto acompañó los movimientos de Ludmilla con los suyos y pronto estaba follando el ojete de Ludmilla con total libertad aunque esta todavía lloraba por el dolor que le causaba aquel pollón que le había desgarrado el recto y que estaba cubierto por restos de la hemorragia de ese desgarrón.

A la vez que mi padre desvirgaba a Ludmilla mi madre cogía la polla de Stephan, nuevamente erecta y se la metía en el coño. Mi madre recibió con gemidos aprobadores las medidas de la polla del chico. Stephan comenzó a follar a mi madre de modo metódico y pausado para evitar correrse en poco tiempo lo cual aumentaba el disfrute de mi madre.

Además de sus empellones mi madre podía sentir como el joven apretaba sus pechos con fuerza, estirándolos como si fuesen gelatina y eso ponía a mi madre aun mas cachonda.

Yo me uní a mi madre y a Stephan tras haber subido a mi habitación y haber cogido un consolador doble con arnés.

De vuelta con ellos le introduje a Stephan el extremo libre.

Este gruñó de placer al sentir como me abría camino en su interior y al terminar de meterle el juguete apretó el ritmo con que follaba el coño de mi madre.

Este aumento de ritmo supuso el incremento de los gemidos de mi madre que pronto se corrió lanzando chorros de flujos que empaparon el suelo de la habitación.

También yo me corrí gracias a mi consolador, sincronizando mi orgasmo con el de Stephan quien regó el coño de mi madre con su semen.

Una vez alcanzado el orgasmo nos detuvimos para ver como le iba a Ludmilla y Alberto.

Este aguantó varios minutos mas su follada de aquel virginal ano hasta que un instante antes de eyacular sacó su falo manchado de la sangre de Ludmilla del culo de esta y lo acercó a la boca de la chica.

La ucraniana se tragó la polla hasta los huevos y así se tragó la corrida de mi padre de modo integro, sin desperdiciar ni una gota.

Así terminó la primera experiencia de los seis juntos, pues aunque Akiko no había participado activamente con nosotros, había estado observando toda la escena mientras se masturbaba pajeándose y metiéndose un vibrador en el culo.

Desde entonces los seis hemos follado a tope juntos, compartiendo muchas experiencias y también nuevos compañeros y compañeras de aventuras, lo que os contare mas adelante.

Continuará…

Continúa la serie