Capítulo 1
- El estudio jurídico I: La doma
- El estudio jurídico II: Perdiendo el control
El estudio jurídico I: La doma
Mi nombre es Daniel, tengo 25 años y lo que voy a relatarles es el modo en cómo mi vida cambió drásticamente de la noche a la mañana, o mejor dicho de la mañana a la noche.
Todo comenzó cuando me quede sin empleo. Estuve trabajando en un estudio jurídico por 3 años y una tarde a fin de mes me enteré que habían hecho una reducción de personal y lamentablemente me tocaba despedirme de mi trabajo.
Durante algunos meses estuve leyendo clasificados y dejando curriculums por toda la zona de tribunales a la espera de una oportunidad.
Las semanas pasaban y no conseguía nada, aun así no me desespere, y pronto el destino recompensó mi tesón.. cierto domingo leyendo los clasificados encontré el aviso que cambiaría mi vida: «Estudio Fridel y asociadas asuntos legales, busca joven profesional con experiencia, presentarse de 8 a 10:30 hs en Av. San Martín 5 Piso».
Como podrán imaginarse el lunes a primera hora estaba allí.
El estudio ocupaba todo un piso, parecía no tener final.. la entrada era una puerta de cristal a la entrada escritorios de madera laqueada, secretarias hablando por teléfono y mucho ajetreo, la música funcional se mezclaba con la voz de las mujeres.
Me acerque a la que tenia mas cerca, «disculpa, soy Daniel, yo tenia una cita hoy, con el jefe de recursos humanos » «Ah sí, ahora lo atiende, tome asiento por favor»
Me indico un cómodo sillón de varios cuerpos y me senté, esperando a que me vinieran a buscar.
Mientras estuve esperando tuve oportunidad de observar el lugar, el largo pasillo, los escritorios, el techo blanco el ir y venir de las empleadas, y justamente eso era una curiosidad, no había visto un solo hombre en todo el piso, todos los empleados del lugar eran mujeres, parecía que yo era el único hombre de todo el lugar, no pude evitar sentir un leve estremecimiento, pensar en que todos mis compañeros de trabajo serían mujeres hizo que mi pantalón mi miembro se despertara, y mientras pensaba en eso una figura de traje interrumpió mis pensamientos, era una mujer alta, morocha de pelo corto vestida de traje y pantalones negros, vestía muy formal, y juraría que sus zapatos eran de hombre, aunque no desentonaban con su atuendo.
Parecía muy seria, «Tu debes ser Daniel» me dijo y me saludo con una sonrisa y me estrechó la mano «Me llamo Ana» dijo cortésmente y me pidió que la siguiera, luego de recorrer un pasillo lleno de escritorios y oficinas llegamos a la suya.
Era una oficina amplia, con un escritorio de madera largo y angosto, una computadora, un gran ventanal detrás del escritorio, uno o dos cuadros, libros y un sofá de cuero negro a un costado. había un fuerte olor a sahumerio, no pude reconocer la fragancia, pero el aroma era delicioso, casi sensual.
Me ofreció gentilmente un café, yo acepte, me acercó una taza con café y la azucarera.
Mientras yo le ponía azúcar al café sacó de un cajón de su escritorio algunos papeles y los extendió por la mesa.
«Estas son las formas que todo aspirante debe llenar, no se preocupe, son cuestionarios de rutina»
Asentí mientras daba un sorbo al café, era muy fuerte, pero sabroso.
Durante unos cuarenta y cinco minutos habré estado llenando formularios con las preguntas habituales y contestando algunas preguntas de ella, hable sobre mi experiencia previa, mis conocimientos y otras cosas, ella solo asentía y escuchaba atentamente, en eso estaba cuando me corto «creo que estas mas que calificado para el puesto, es tuyo si lo quieres», «si», dije yo, y creo que mi cara se iluminó, «fue mas fácil» de lo que esperaba pensé.
Me explico horarios, funcionamiento interno del estudio, me hablo sobre el sueldo y otros detalles, yo estaba fascinado.
«Alguna duda, alguna pregunta?» dijo luego de terminar su explicación.
«En realidad si, tengo una duda» dije yo «Por lo que vi en el estudio no hay hombres, porque?»
Ella rió ruidosamente
«Verás, la doctora Fridel es feminista y cuando comenzó con el estudio solo aceptaba mujeres, así fue por un par de años hasta que hace algunos meses atrás hubo una vacante para un puesto y se presentó un abogado que la conocía personalmente, él sabia que seria rechazado así que entablo una demanda por discriminación».
«Y por eso me contratan a mí?»
«La política de contratación del estudio cambió desde entonces, y como hace poco dimos de baja a alguien se genero un puesto, y tu eres el primero, pero no él último seguramente»
Sonaba extraño, pero el sueldo era muy bueno, y la oportunidad era excelente.
No se si habrá sido por el hecho de hablar una hora seguida sin parar o por el olor a sahumerio que inundaba la oficina, pero comencé a sentir mareos, dolor de cabeza, ella se ofreció servicialmente a traerme una aspirina, yo acepte gustoso.
«Ahora vuelvo» me dijo, y salió cerrando la puerta tras de sí.
Me quede solo en la oficina, desde mi silla hice una breve inspección al cuarto, era iluminado, había notado ahora la máquina de hacer café apoyada en una especie de barra donde también había una máquina de escribir, una máquina de fax y un fichero, el mueble tenia una puerta.
El alfombrado color beige, hacía juego con el color de los muebles y las puertas. Se notaba que había muy buen gusto por parte del decorador.
Unos minutos después regresó Ana, tenia una aspirina y un vaso largo con agua.
«Toma, perdón por la demora, tuve que ir a la enfermería, nadie tenia una aspirina.. acá la gente tiene muy buena salud» sonrió.
Note al pasar que tenia el traje desabotonado, lo que me permitía ver su camisa blanca, impecable, y una corbata decorada con los personajes del rey león, eso me descoloco, pero no dije nada.
Me trague la aspirina y tome el agua, mientras tanto Ana volvió a sentarse en su sillón negro, lo giró de lado, se acercó a la mesa y subió sus piernas a la altura de las rodillas, a la mesa.. su actitud parecía distinta, eso me intimido ligeramente.
«En que estábamos?»
«Bueno.. » dije algo confundido, «Supongo que iríamos a recorrer el estudio, no se, presentarme a mis compañeras..» con aire distraído dijo
«Hay tiempo para eso.. antes te propongo un pequeño juego» irradiaba confianza
Abrió el mismo cajón de antes y sacó un mazo de cartas, las arrojo suavemente a la mesa, eran cartas de poker. Yo calle, solo la miraba.
«Juguemos al Strip Poker, sabes como se juega?» Me dijo seductoramente.
Mi cara se transfiguró, no podía creer lo que oía, esa mujer tan seria estaba proponiéndole un juego como ese a un compañero y en horas de trabajo, no entendía.
«Que pasa bebe, si no sabes las reglas puedo explicártelas..» Su tono era sobrador, eso no me gusto, pero tenia miedo de contestar mal, y ofenderla
«No, no es eso.. conozco las re.. reglas» maldita sea, los nervios me estaban traicionando, claro que las conocía, pero usualmente yo le proponía a alguna novia incauta un juego como este. Jamás una mujer me había hecho una propuesta así
«Y entonces..» Ya estaba abriendo el paquete, parecía saber mi respuesta.
No podía pasar por inexperto o tarado frente a ella.. iba a explicarle claramente porque me había quedado callado en un principio
«No creo que sea el momento o el lugar más indica..» me interrumpió con un suave carcajada
«Tenes miedo». Eso era humillante.. yo sabia que no tenia que hacerle caso, pero algo dentro mío me lo pedía a gritos. A pesar de su vestimenta tan poco femenina se podía notar que era una mujer sumamente sexual, tal vez podría comprobarlo más adelante
«Claro que no, pero y si nos ve alguien? Admito que sonó a excusa, aunque mi razonamiento era válido
Acto seguido se levantó y fue hasta la puerta, la cerró con llave. Luego bajó la cortina americana que permitía tapar el cristal que hace de pared del lado izquierdo de la oficina.
Sé que debí protestar, o negarme, o al menos considera seriamente en lo que me estaba metiendo, pero solo me quede sentado en mi silla mirando como aquella mujer de negro me enredaba.
«Ya estas feliz?» su tono era casi de reproche.. como si lo que hubiese hecho fuera solo por mí. Luego se acerco y poso una mano sobre mi hombro me señaló las cartas que estaban en el escritorio y me susurro al oído..
«Si queres te cuento un secreto.. soy mala jugando al poker» Eso fue todo, al oír eso mi pene quedo casi erecto. La idea de poder desvestirla me gusto.. podría verla desnuda, y quien sabe, tal vez lograría algo más. Yo no era justamente un tahúr, pero tenia muchas noches de poker con amigos y unas cuantas visitas a casinos, podría quitarle prenda tras prenda. Seguramente al estar en corpiño y bragas empezaría a rogar por que la perdone, que fue una mala idea, que se equivocó y no quería llegar tan lejos, esa visión me termino de decidir. Ya podía imaginarla acostada sobre el sofá negro, en ropa interior, el resto de su ropa tirado en el piso hecho un bollo, ella casi derrotada pidiendo lastimosamente por su corpiño.
Nos sentamos frente a frente, su escritorio de por medio, en la primer mano ella daba.
El maldito sahumerio pensé, la cabeza aun me dolía.
Recibo mis cinco cartas y las ojeo, tenia dos pares, uno de ases y otro de reinas, miro a mi contrincante parece contrariada. Pido una carta, otro as.. un full. Ana pidió tres cartas.
Ella tenia un par de jotas, le muestro mi full y alegre pido por su saco.
«Las reglas dicen que el perdedor elige la prenda que quiere quitarse», «Y solo se la puede sacar el mismo».
Riendo le pregunto «Y que te vas a sacar si no es el saco, la corbata»? .
«No, voy a empezar por abajo»
Extendió su pierna derecha, la apoyó sobre la mesa y comenzó a desatarse los cordones, yo la miraba con atención, terminó de desatarse el cordón y retiro el zapato de su pie, primero pude ver la planta de su pie enfundado en medias negras, sus dedos dentro de la media, y la costura de la misma.
Se tomó unos instantes para masajearse descuidadamente el pie yo solo la observaba, creo que ella se dio cuenta.
Levantó la vista y dejó sus ojos marrones en mi, después puso el zapato arriba del escritorio, cerca mío.
Casi pude oler el aroma del zapato, se notaba que llevaba puesto desde hacía varias horas, el fuerte aroma a pie así lo indicaba.
«Seguimos»?
Aún tenia los ojos en mi. Tenía una sonrisa en los labios
«De acuerdo»
Esta vez era yo quien daba… mezcle repartí y deje las cartas en la mesa, ojeo nuevamente mis cartas, pero esta vez mi atención se reparte entre mis cartas y aquel pie enfundado en nylon negro, la pierna izquierda arriba de la mesa, la derecha flexionada, su pie descalzo apoyado sobre la rodilla derecha, lo giraba para un lado y para el otro, mientras tanto con las cartas en la mano esperaba a que le pidiera cartas.
Yo nunca fui un fanático de los pies, ni siquiera de las piernas, pero por alguna razón esa imagen de su pie envuelto en tela negra y la franja de la costura contra sus dedos me estaba trastornando.
Su pie no me atraía, pero sin embargo cada vez que podía le echaba una ojeada. Ella parecía no darse cuenta.
Mire mis cartas, un trío de jotas.. Ana pide tres cartas, a la vez que yo pido dos. Muestro mi trío y ella solo tiene una pareja. Vuelvo a ganar.
Ana sonríe «Estás ganado… suertudo»
Lenta y ceremoniosamente se quita el otro zapato, repite la operación anterior, pausadamente se desata los cordones, apoya el pie descalzo en la mesa y se estira.
No podía dejar de notar que sus pies eran realmente lindos, era una lástima que nadie jamás pudiera verlos, escondidos como estaban en sus mocasines, y ahora estaban ahí para mí, revelándose ante mí.
Ya mi miembro se estaba endureciendo, aún no se había sacado ni el saco y yo ya estaba a punto de hervir, era algo nuevo para mí, pero lo atribuí al hecho de toda la situación, la tensión del momento y el saber que podía verla desnuda.
Ella por su parte dejó el zapato al lado del otro, ahí estaban los dos en el escritorio, como mudos testigos de mi victoria parcial. Victoria que en las tres manos siguientes se trocaron por malas manos y desprendimiento de prendas por mi parte, perdí consecutivamente mis zapatillas (decidí empezar de abajo hacia arriba yo también) mis medias y luego decidí dejar mi remera. Ana parecía satisfecha. Ante cada prenda que me quitaba me hacía parar dejar lentamente la ropa y depositarla a sus pies, ella seguía de pie mis acciones.
No podía dejar de notar el contacto del nylon negro con la alfombra, eso empezaba a calentarme muchísimo, no sé si era el tener que sacarme la ropa o su postura, que para ese entonces era casi autoritaria, pero el momento me estaba haciendo perder la cabeza.
Al terminar de quitarme la remera note una mirada lasciva en sus ojos.
Yo estaba impaciente por llegar a sus pantys negros, había visto el principio de ellos y necesitaba verlo todo, sus caderas, sus piernas enmarcadas por la prisión de tela.
Pero para mi desgracia mientras mi rival siguiera ganando yo no podría avanzar en mi propósito.
A la vez que me iba quitando alguna prenda Ana me hacia comentarios de todo tipo al respecto, a veces se burlaba, otras me animaba, como si estuviéramos en un cabaret, de esos para mujeres y yo fuera un desnudista.
Ese pensamiento fue tremendo para mí, por un lado mi cara delato mi vergüenza, el color rojo de mis mejillas y el ardor de mi cara denotaba lo apenado que estaba por lo que estaba haciendo, pero a la vez el creciente bulto de mi pantalón hacia presumir que la excitación me estaba ganando, yo no quería que eso se notara, pero no podía luchar contra ella, y tenia miedo de tocarme o intentar acomodar mi pene, por miedo a que Ana lo viera y se burlara de mi.
Tenía que recuperar el control de la situación, volver a ganar una mano y verla, verla quitarse otra prenda Esta vez iba a concentrarme.. si quería vencerla tenia que enfocar mi mente en las cartas.
«Cuantas queres, baby»?
Ella daba, mire mis cartas tenia un trío, esta vez no podía fallar, ella despreocupadamente jugaba con sus lindos pies, mostrándomelos, me tentaba, pidió una carta.
«Pierna» exclame con cara de triunfo.. me miro casi con ternura y me dijo «escalera»
No lo podía creer otra vez perdía, esta vez me tocaba el jean, me miro con cara de satisfacción y luego miro a mi pantalón. Nuestras miradas se cruzaron un instante, pero frente a su vista yo baje la mirada y la desvié, no me atrevía a mirarla a la cara, no sé porque.
«Es solo el pantalón.. no es nada, dale, si te da vergüenza yo te ayudo bebe»
Miles de veces me había desnudado frente a una mujer, pero por primera vez desde que tenia dieciséis y tuve mi primera experiencia con una mujer me daba vergüenza ser visto en paños menores. Simplemente esa mujer de traje me intimidaba, sentía que me estaba dominando, que estaba jugando conmigo.
Al fin tuve que cumplir con mi parte, había perdido y no podía hacer nada Ella se paró y fue a sentarse al sofá, cerca mío, yo desabroche mi pantalón y lo deje caer, dejando ver dentro de mi calzoncillo mi paquete más que ansioso por salir.
«Veo que vos lo estas disfrutando casi tanto como yo..» me dijo divertida. «Veni bebe, tengo algo para vos» me acerque a ella, levantó una de sus piernas y con la planta del pie comenzó a masajear mi pija, en círculos, pasándome la punta del pie por mis huevos, y subiendo hasta la cintura, podía notar su pie caluroso, sudado , eso hizo que mi calentura subiese, continuó con su tortura por un rato, hasta que súbitamente como había comenzado término.
«No quiero que manches tu calzoncillo.. verdad que no queres pasar vergüenza no»?, en verdad tenia razón de haber seguido un minuto más hubiera acabado ahí mismo, se podía ver sobre la tela azul perfectamente cómo luchaba por salir y en su intento formaba una carpa, no quería admitirlo pero me tenia a su merced, estaba excitadísimo y ella estaba disfrutando mi tormento. Y entonces fue cuando sucedió todo.. el principio del fin para mí
«Si perdes en la siguiente mano tengo una sorpresa para vos..» Me sugirió
«Que es»?
«Es una sorpresa, pero solo puedo dártela cuando no tengas más ropa, sino no »
Ya lo estaba imaginando, tomaría al fin mi caliente pija y se la tragaría, la muy perra quería sexo oral, estaba seguro, estaba tan caliente como yo después del jueguito y quería desfogarse. Recompensaría mi comportamiento condescendiente hacia ella y al fin lograría de ella lo que tanto esperaba, era eso o ser despedido por impúdico, y visto hacia atrás ojala me hubiese despedido.
«Quiero mi sorpresa ahora mismo» me encapriche, parecía un niño chiquito
«No voy a darte nada hasta que no estés desnudo..» «Vos decidís»
Había logrado de mí lo que quería, me quite el calzoncillo sin siquiera apostarlo y me acerque a ella, esperando que tomara mi pene y comenzara a chupar. Estaba rojo chorreante de liquido seminal y apuntaba directamente hacia el frente, dispuesto para todo.
Ana se levanto y fue hasta su escritorio.. eso me desconcertó un poco.
«Aun no», «Falta». Mi curiosidad iba en aumento, los latidos del corazón aceleraban, yo ahí desnudo frente a ella, listo para cualquier cosa, entonces fue cuando recibí el balde de agua fría. Saco de un cajón de su escritorio unas bragas rosas, un par de pantys en su caja y unas medias cortas del tipo soquete también color rosa y con volados, del tipo de los que usan las nenas chiquitas. Juro que mi cara se transfiguró, empecé a temer lo peor. La miraba a ella y miraba la ropa que estaba en el escritorio
«Hagamos el jueguito más interesante.. te doy oportunidad de volver a vestirte. Pero con una condición, cada vez que pierdas vas a tener que ponerte una prenda femenina, eso hasta que llegues a volver a estar completamente vestido.»
«Y que hay si me niego a jugar..?» Dije tratando de sonar firme
«Llamo a seguridad y hago que te echen a la calle así como estas» su gesto se transformó, y su voz se volvió dura.
«Pero si vos fuiste la que propuso el juego, fue tu idea» Me miró con sorna.
«Ay bebe.. Quién es el que está desnudo?. Si te resistís te acuso de intentar violarme, dale proba irte y grito»
Tengo que admitir que me tenia atrapado, yo ahí desnudo, con mi palo erecto y chorreante y ella completamente vestida excepto por sus zapatos. Si alguien entraba saldría muy mal de todo el asunto, me había tendido una trampa así que no me quedaba más remedio que aceptar mi derrota e intentar zafarme de esa humillación. Derrumbado caí en el sillón, ya estaba perdido.
Sin que mediara una palabra recomenzamos la partida una vez más, ella sentada en su escritorio con los pies sobre el borde superior del respaldo de la silla sobre la que antes había estado sentado y yo en el sofá, no tenia fuerzas para moverme.
Tenía todas las de perder, sentía mi cabeza liviana, mi pene no cedía en su esfuerzo por subir y los pies de mi contrincante no me dejaban concentrarme, miraba atentamente sus dedos, la parte visible del comienzo de su tobillo, moría por saber que había oculto bajo el pantalón, sentir el sabor de sus pies, estaba desesperado por tirar las cartas y poder acariciar sus pies, besarlos, lamerlos, poder sobar su tobillo, realmente no podía concentrarme muy bien en el juego, y ella ahí, imperturbable.
Era presa fácil y no fue extraño que me hubiese derrotado en esa mano fácilmente, ya casi no podía mirar mis cartas, no veía nada además de mi objeto de deseo. Se levanto serena, casi altiva y llegó hasta mí.
«MMM…creo que esto te va a gustar» me tiró las bragas rosas, no podía creerlo, tenia que ponérmelas, intenté protestar, pero fue en vano.. Había perdido y tenia que cumplir.
«Pe..pero.. no es justo» dije yo, en un tono que no me convencía ni a mí mismo
«VOS querías la sorpresa, bueno, ACA ESTA la sorpresa»
«Por favor Ana, no podes perdonarme por esta vez»? «No puedo ponerme bragas». Increíble, no era mi contrincante quien pedía porque no le quitara sus bragas, sino yo mismo pidiendo por no tener que usar unas, todo se me había dado vuelta
«Porque no?, yo las uso todos los días, de hecho como soy buena te estoy prestando una de mis favoritas» No tenia caso protestar, no iba a lograr convencerla, me tenia a su merced
Al fin termine poniéndomelas, para evitar mas regaños
«Cuidadito con mancharlas tesoro», me trataba como si fuera un nene de cinco años, no podía ser, pensé en luchar contra eso, pero mi pene estaba con ella, al contacto del satín con mi masculinidad se erecto mas, y siendo tan pequeñas me apretaban terriblemente, causándome un dolor fenomenal, además de la molestia que era tener clavado en mi culo la parte posterior de la braga, quise arreglarla. Y eso le produjo gracia a Ana.
Ahí estaba yo desnudo excepto por mis bragas rosas, sentía mucho calor, estaba a punto de acabar y haciendo un tremendo esfuerzo por evitarlo. Ana me tenia totalmente bajo su control, y el liquido que se acumulaba sobre la suave tela lo delataba.
«Bueno bueno, parece que el nene se está por hacer encima..» «Mami no te enseño a ir al baño»? «No se te ocurra manchar mi prenda o voy a tener que castigarte»
«No.. nnno.. no me voy a hacer» No podía más, estaba ahí de acabar, intentaba no rozar mi pija con mis muslos, el solo contacto hubiese bastado para explotar. Así que mantenía bien abiertas las piernas deleitando a mi torturadora con la visión de mi entrepierna.
Le pedí de continuar el juego, necesitaba distraerme y no eyacular ahí mismo.
«Pobrecito.. queres que te de un mano?, o un pie mejor..»
se burlaba de mí, y yo ya no podía hacer nada, solo esperar vestirme e irme a mi casa. Escapar de ahí. Estaba indefenso y a la deriva, no podía ni quejarme
Siguiendo con mi tortura volví a perder, yo no tenia nada y ella con dos pares me volvió a vencer.
«Esto cada vez se pone mejor..» Tomo la caja de las pantys y me miro sonriente. Abrió la caja, eran unas pantimedias rojas, como las que usan las putas o las mujeres de mala vida. Jugueteo con ellas un rato, mientras las desenrollaba me las mostraba orgullosa. Yo estaba cabizbajo, no quería ponérmelas pero no había modo de impedirlo.
«NO, no por favor.. tengo las bragas.. ya es suficiente.. por favor»
Le rogué que no me pusiera los pantys. Eso sería devastador para mi ego masculino. No podía permitírselo. No debía permitírselo. Esta vez la cosa había llegado muy lejos
«Vas a ver que te vas a sentir muy sexy con esto, te vas a sentir como toda una mujer» Mi cara enrojeció, ella me tenia a su merced y yo sin chistar, sin quejarme me estaba dejando manipular.
«A ver.. yo te ayudo»
yo estaba al borde las lágrimas, y solo me dejaba hacer.. me estaba poniendo pantymedias, se burlaba de mí y me estaba transformando en mujer
«Como es tu primera vez voy a enseñarte como se le enseña a las niñas pequeñas»
«Recostate en el sofá» Yo le obedecí, no tenia mas animo para defenderme, me había quebrado, estaba entregado y solo quería que terminara todo eso. Solo levanté mis piernas y espere a que me colocara la prenda.
«Muy bieenn.. sos una nena obediente» «Ahí está» al terminar la operación me pego una palmada en el culo y entonces fue cuando mi pobre palo ya no pudo más y al fin termino con todo aquel suplicio, en un intento desesperado por controlar mi semen hice fuerza, pero todo fue inútil, chorros y chorros de líquido blanco viscoso y caliente salieron por entre las bragas y las pantys, formando un bulto apretado en forma como de burbuja, bien visible.
Ana comenzó a reírse de mí..
«Sabia que no eras capaz de aguantar.. se nota que te gusta» » Sos mi putita»
Yo miraba hacia el piso, miraba mis propios pies enfundados ahora en nylon.
«Uy te hiciste encima.. ahora voy a tener que limpiarte» Yo estaba mudo, no sabia que pensar. Ana pasó dos dedos por mi entrepierna y recogió todo el semen que se había acumulado entre la tela de las pantys, se notaba que era espeso, y de un color casi crema.
Yo me quebré y empecé a derramar gotas de llanto que surcaron mis mejillas, no podía más, verla ahí torturándome así, era demasiado para mí. Me sentía impotente, dominado por esa mujer que hacía lo que quería de mí.
Ella mientras tanto sin hacerme caso se sentó en el sofá y se restregó sus dedos por sus pies, untando en sus medias la espesa crema, yo no podía creerlo, que planeaba ahora?. Al final sus pies quedaron completamente cubiertos de mi semen, desde la parte visible de los tobillos hasta la punta de sus dedos.
«Vamos.. vamos, no llores mas bebe, tengo un regalito para vos, porque te portaste muy bien.» Estaba consolándome como si fuera una madre, eso a la vez me reconfortaba y me hacia sentir mas impotencia
Te gustan mis pies no?, hace una hora que me estas mirando»
«Ssi..» No tenia sentido ocultárselo, ya lo sabia.
«Son tuyos si te pones las medias de voladitos» me acercó su pie derecho para que lo contemplara de cerca, el brillo de la tela, el espeso líquido, el enigmático comienzo de sus tobillos y el pantalón que ocultaba el resto.
Me sequé las lágrimas y obedecí, rápidamente me puse las medias y así quede parcialmente transformado. Ya era completamente suyo. había perdido el juego y mi masculinidad, y mi orgullo, aunque había ganado el favor de poder al fin lamer sus hermosos pies, y mi propio semen. Se paró y me echó una mirada de arriba abajo, como inspeccionándome. Yo estaba nervioso, y a la vez muy excitado, vestido así con ropas de mujer.
«Agachate y lame..» No lo dude por un instante, ella sentada en el sofá mientras yo masajeaba la planta de un pie, lamiendo, explorando su parte inferior, tragándome mi propio jugo, «era la excusa» me decía yo, yo quiero sus pies. Estuve un buen rato atendiendo sus tesoros, esos que me habían hecho perder la cabeza y mi dignidad.
«Quiero que mis medias queden limpias esclavo», en el medio de todo el momento casi ni escuche esa palabra, estaba ocupado limpiando y tragando.
Mi pene quería escapar de todo el armazón que tenia, pero era imposible, me hacía sentir muy incómodo, pero yo solo pensaba en aquellos formidables pies, recorrí con mi lengua dedo por dedo, la planta y el empeine.
El placer que sentía por el contacto con el nylon y el sabor agridulce del sudor de sus pies se mezclaba y confundía con el sabor salado de mi propio semen y me repugnancia por beber mi propio jugo, ocasionalmente me pegaba palmadas en el culo y me daba frases de aliento.
Una vez que tuve cumplido mi encargo me hizo parar.
Mi lengua quería continuar, pero ella no me dejo. Me detuvo en seco
«Vestite, por ahora es suficiente» Me dejo ponerme mi pantalón, mi remera y mis zapatillas, pero debajo de mi ropa todavía llevaba aquellas prendas que me hacían subir el calor, mi corazón latía muy fuerte. Era suyo, y esa era su marca.
Esa mujer había sido demasiado para mi hombría Hizo lo que quiso conmigo y yo la deje, no podía creer como le había permitido hacer todo eso.
Mientras levantaba la persiana le pregunté con un hilo de voz «No eras mala jugando al poker»?
«Y no lo soy?» dijo guiñándome un ojo.