Mi inolvidable profesora
Todo empezó cuando empecé el tercer año de mi carrera de abogacía en la universidad nacional de Córdoba, yo me llamo Gustavo y en ese tiempo tenia 23 años, soy de un 1,78 mas o menos y físico normal, ni lindo ni feo, pero lo que realmente no puedo negar muy simpático y entrador, los primeros días ya se sabe que son bastante aburridos, pero llegado el viernes todo cambio para mi en la universidad.
Llegó la hora de la clase de Constitucional, y acostumbrado a profesoras bastante feas y viejas, la verdad es que acudí bastante desanimado; pero ahí que diez minutos después de la hora de comienzo de la clase entro por la puerta una mujer que me llamó de forma considerable la atención. Tendría unos 39 años, era de estatura media en su sexo, sobre 1´65, llevaba melena rizada de color rubio un pelo cuidado de señora de nivel socioeconómico alto, era delgada, llevaba una falda un poco por encima de la rodilla y la verdad es que le quedaba bastante ajustada por lo que se podía adivinar a simple vista la forma de sus maravillosas piernas, bien formadas y de gimnasio; llevaba en su cuello una camisa de seda que transparentaba un sujetador blanco muy sexy.
La profesora se sentó y nos dijo su nombre: Graciela, tenia una voz muy sensual y nada más sentarse cruzo las piernas dejando ver parte de sus muslos, en la clase había comentarios pero no eran comentarios como en cualquier otra clase, éramos todos los chicos que estábamos embobados viendo a aquella mujer que desprendía sexualidad y sensualidad por cada poro de su piel.
Los días fueron pasando y yo necesitaba acercarme a esa mujer como fuera, necesitaba olerla, verla más de cerca, sentirla cerca de mí.
Así que como yo soy bastante entrador, pero considerando que era mi profesora, no una mujer cualquiera, elegí el sistema de la paciencia y del poco a poco, así que un día me acerque a ella al final de las clases para preguntarle una duda estúpida, como podrán imaginar lo menos importante era la duda en si, lo hacía exclusivamente para que Graciela me hablara a mi directamente así que al llegar la dije.
-Mire doctora no he entendido este último concepto que ha explicado. Y me gustaría que usted me la explicara. Y ella dijo: -No tienes porqué llamarme doctora, ni hablarme de usted, creo que soy lo bastante joven para que me hables de tú, y por mi nombre, sino no lo hubiera dado ¿no crees?.
Yo la verdad es que me quedé bastante sorprendido porque su sonrisa y carácter era aún más sensuales que a primera vista.
Yo la conteste: -Por supuesto entonces Graciela, a partir de hoy te hablare de tu y lance mi mejor sonrisa acompañada de una mirada tratando de parecer lo más seductor posible.
Me estuvo explicando durante unos diez minutos mis «dudas»; la clase ya estaba vacía y yo estaba de pie a su lado, como yo soy más alto y estaba tan cerca no pude impedir ver su corpiño por el escote, tenia unos senos espectaculares, según mis cálculos una 95 y aparte bien paraditos muy turgentes, esa imagen me provocó durante ocho de esos diez minutos una erección considerable que me estaba haciendo polvo por los pantalones vaqueros que llevaba.
Cuando acabó la explicación me fui pero antes de que me alejará a mi sitio para recoger las cosas, ella me llamó por mi nombre (Gustavo) y me dijo que siempre que tuviera una duda podía ir a su despacho y preguntarle sin problema ya que como docente la misión de ella era que sus alumnos entendieran la materia.
Me dio un vuelco al corazón porque la verdad, no es muy normal que en una universidad pública sepan tu nombre a los pocos días de comenzar las clases, por lo que deduje que algo la había interesado para saberse mi nombre. Pero nos fuimos y no paso nada más ese día.
Yo en mi casa no dejaba de pensar en ella, en esas piernas, en su sonrisa, en ese pedazo de culo, en sus maravillosos senos que me llamaban una y otra vez cada vez que la veía, pero la verdad e que estaba bastante cansado de las «solitarias» pensando en todo aquello así que decidí ir un día a su despacho a que me resolviera otro tipo de dudas.
Así que un día a las 8 de la noche me acerque a la universidad, sabía que habría ya poquísima gente pero que puede que ella aún estuviera, ya que había averiguado que ese día, también daba clases a otro grupo.
Llamé suavemente a la puerta, de la sala de profesores y en ese momento me desesperé porque estaba con otro profesor del mismo departamento, -maldita sea-pensé, pero tras decirle que venía a que me resolviera dudas sobre un caso de su asignatura invitó a su compañero a que se marchara y nos dejara solos con su delicadeza habitual. aparte a esa hora ya casi todos los profesores se iban, aparte ella al ser titular de cátedra tenia su propia oficina.
Me senté delante suya y empezamos a hablar sobre el caso, pero yo como no estaba haciendo ni caso a lo que me decía respecto a eso pues no me enteraba de nada, de lo único que me enteraba es que mis pantalones vaqueros estaban a punto de reventar por mi pene palpitante.
Como ella notaba que no estaba prestándole mucha atención a sus explicaciones decidió coger una silla y ponerse a mi lado para indicarme mejor lo que me estaba explicando.
Ella estaba a mi lado, perfumada de arriba a abajo, con una de sus faldas cortitas mirándome a los ojos a 30 cm de mi y eso, les puedo asegurar que es inaguantable si la conocieran, así que decidí atacar a pesar de mi miedos.
La dije:
-Graciela, ¿te han dicho alguna vez que eres una mujer muy bella?.
-Pues un muchacho tan joven y apuesto como tu no me lo había dicho nunca.
Sonrió y me dejo ver una lengua sabrosa y roja dentro de su boca, lo cual me hizo que me pusiera aun peor todavía, ya no podía más, así que sin mediar palabra y tras mirarla directamente unos instante me acerqué muy lentamente a ella y la di un beso muy suave en sus labios.
Ella por lo poco que tardó en abrir su ardiente boca e introducirme su lengua en la mía lo debía estar deseando tanto como yo, movía a ratos su lengua muy despacio rozando sólo con la mía y a ratos creía que me la iba a romper de la pasión y la profundidad con la que jugaba en mi boca.
Durante un rato de besos y abrazos ella se paró y se dirigió a la puerta de su oficina y dio dos vueltas de llave, al volver me tomo de la mano y me llevó a la oficina del fondo, apagó las luces y solo prendió una lámpara pequeña que dejaban la oficina casi en penumbras y era imposible ver desde afuera, se acercó lentamente y acariciándome el pelo se acercó a mi oído y me susurro, ya veras Gustavo como te despejo todas tus dudas, luego ella empezó a quitarme lentamente la camisa y a darme besos muy lentos por mi cuello, así que mientras ella besaba yo la acariciaba esos maravillosos pechos que después de estos preliminares ya estaban duros como piedras con los pezones a rebosar de la excitación.
Los rodeaba con mis dedos inexpertos, y movía sus senos arriba y abajo para excitarla aun más. ella ya estaba en mi ombligo dándole grande lametones e introduciendo su lengua hasta dentro. Yo deje de jugar con sus pechos y baje lentamente por su vientre acariciándola y despojándole lentamente su camisa mientras miraba sus ojos lascivos.
Los dos llegamos a la vez a nuestros sexos ella con la boca y yo agachado sobre su cabeza con las manos, desabrocho con rapidez mis pantalones mientras decía que quería probar por fin un buen pedazo joven, no como la de su marido, bajo mis bóxer con la velocidad de un rayo y se quedó unos instantes mirándome el miembro, como latía lleno de sangre, con los testículos bien apretados por el calentón, pero sólo fue un momento porque con su mano derecha cogió mi pene y con su derecha empezó a acariciar mis testículos lentamente, me estaba masturbando como nunca nadie lo había hecho, que bien, con qué tranquilidad, qué placer sentía en mis testículos, pero eso no era suficiente para mi, por lo que deje de acariciar su sexo y con las manos acerqué su cabeza a mi pene, ella sin resistencia lo lamió primero un poquito por el glande y después se lo introdujo en la boca hasta el fondo y allí lo dejo, no subía ni bajaba sólo lo tenía completamente metido, pero no tardó en empezar a jugar con la lengua en la base de mi pene todo esto dentro de su boca.
Dios yo ya no podía más y sin que hiciera nada más descargue mi primera corrida en lo más profundo de su garganta a lo cual ella ni se inmuto.
Cuando deje de descargar semen ella empezó a subir y bajar por mi pene y me lo dejo tan limpio como un espejo, reluciente y listo para un nuevo ataque.
Cómo el sexo es cosa de dos (o de más) decidí que era el momento de hacer disfrutar a esa mujer por lo que la hice ponerse de pie mientras nos mirábamos con una lujuria y pasión desenfrenada y fui yo el que poco a poco fui bajando de sus labios, por su cuello, por sus pezones grandes para sus pechos y erectos, que por cierto tenían sabor a azúcar, les aseguro!, baje más aún después de hacerla gemir de placer mientras lamía y chupaba esos pezones que dios la había dado, llegue a su monte de venus y allí acaricie mi cara con su cuidado vello púbico, lo pase por toda mi cara notando el olor a sus flujos que estaban un poquito más abajo esperándome.
Ya estaba a la altura de sus labios, los tenia muy rojos y chorreantes, bien lubricados para lo que les esperaba. Empecé a lamer muy lentamente sus labios mayores y ella se volvía loca de placer, gimiendo y respirando muy rápidamente, pero con la ayuda de mis dos dedos se los separe y empecé a chupar con frenesí su clítoris carnoso y caliente, lo envolvía con mi lengua, le daba pequeños mordiscos de pasión e introducía mi lengua de a ratos en su vagina acuosa y llena de placer, al mismo tiempo con la otra mano acariciaba por entre sus piernas su agujero anal que también estaba muy mojado porque los flujos habían chorreado hasta llegar allí, ella tuvo un fuerte orgasmo apretando mi boca contra su clítoris, yo al notarlo introduje mis dedos en su ano mojadito y dispuesto.
No paraba de decirme, -por favor tómame ya, por donde tu quieras, pero tómame ya- así que como ella era mi profesora y yo su alumno no tarde mucho en obedecerla; como quería seguir viendo su cara de lujuria y deseo la coloque sobre el escritorio cerca de la lámpara para admirarla y luego ella me atrajo hacia ella, y con su mano se colocó mi pene en el comienzo de su vagina y yo no tuve que hacer muchos esfuerzos porque estaba tan lubricada que entró a la menor presión, empecé a bombear muy lentamente y luego más rápidamente, se la dejaba dentro mientras besaba su lengua y sus pezones, que calor sentía ahí abajo si me hubiera puesto condón estoy seguro que lo hubiera derretido de la temperatura que desprendía aquella mujer.
Tras varios minutos de bombeo mi pene ya no podía más aprisionado en su vagina, notando sus músculos y flujos así que me corrí totalmente de nuevo dentro de ella inundándola una vez más, pero ella aun no se había corrido así que al perder mi pene erección por el desfallecimiento que me dio después del orgasmo ella enseguida empezó a tocarme y acariciarlo por lo que no tarde mucho en estar de nuevo a tope, pero esta vez la tome de las manos la hice bajarse del escritorio y la hice pararse dándome la espalda y con dulzura la empuje queriéndome dar a entender que se agachara, ella al instante lo hizo dejando ante mis ojos ese hermoso culo por el cual había soñado varias noches la cogí por sus nalgas y comencé a lamer su ano, notando como este se iba dilatando poco a poco y ella a moverse a un frenético ritmo y se la encaje hasta dentro, sus gritos eran bastante considerables pero cuando empecé un suave mete y saca ella tuvo un orgasmo de campeonato, por lo que deduje que ella llegaba antes por el ano que por la vagina, así que estuve un buen rato viendo como cada muy pocas metidas sacadas ella se corría como una loca, pero yo no quería correrme en su ano, por lo que justo antes de correrme la saque y la tumbe en el escritorio de su despacho pero con la cabeza hacia mi y sus pies hacia la pared y así de esta forma tan maravillosa se la clavé de nuevo en la boca lentamente y empecé a meter y sacar, cuando la avise que ya me iba a correr, ella con sus manos dejó de masturbarse y apretó mi culo contra su boca para que mi pene la entrara hasta dentro y así me corrí hasta que mi leche salió por la comisura de sus labios, que orgasmo, que placer!!!!
Yo caí cansadísimo sobre su cuerpo y le di suaves besos. Como ya era tarde decidimos irnos ya, no antes sin proporcionarnos besos y caricia mientras nos vestíamos y quedando para nuevas citas, pero eso ya es otra historia.
Desde aquí, tengo la ilusión que este relato llegue a vos Graciela, mi inolvidable profesora de mi mejor época de facultad.