Capítulo 2

Mi complaciente amante, mi compañera de trabajo II

El domingo después de cenar, la acompañé hasta el trabajo a recoger su coche, la seguí hasta su casa y después de un polvo rápido volví a la mía.

A la mañana siguiente en el trabajo no parábamos de mirarnos y hacernos gestos, cuidando de que no se nos notara demasiado.

A media mañana, me llega una llamada de teléfono interna, era Elena, quería hablar conmigo, parecía asustada y nerviosa.

Nos encontramos en el cuarto de relax, al pasar por delante de Verónica, esta me echó una mirada profunda de arriba a abajo, yo me quedé un poco extrañado, la salude y seguí mi camino.

Elena ya me esperaba, nada más entrar empezó a contarme un montón de cosas rápidamente, tan rápido que no me daba tiempo a entender lo que decía.

– Cálmate, tranquila, empieza desde el principio despacio, que no me entero de nada, joder.

– Cuando he llegado esta mañana, me ha cogido Verónica y ha empezado a interrogarme – me dijo.

– Que es lo que te ha dicho.

– Primero que tenía cara de haber pasado un fin de semana fenomenal, yo la he dicho que a que se refería, me contesta que tengo la cara como de haber estado todo el fin de semana follando como loca. Me he empezado a poner nerviosa, creo que me lo ha notado.

– Tranquila, solo pueden ser imaginaciones, no puede saber nada.

En ese momento, entra Verónica, los dos nos quedamos callados, nos ha pillado, pensé yo. Efectivamente, nada más entrar dice.

– Vaya, vaya…, están aquí los dos tórtolos.

– Pero que dices, Verónica – le dije.

– No creáis que no se lo que pasa, os vi salir juntos de la sala, y tu – dijo señalándome -, tenías un bulto sospechoso en los pantalones, no se lo que pasaría, pero os vi iros juntos el viernes…, y tu coche – dijo dirigiéndose a Elena -,  ha estado aquí todo el fin de semana, solo puede significar una cosa…

– Joder, Verónica, no seas cotilla, que no te incumbe – le dije.

– Si que me interesa…, en cuanto vi la tremenda polla que gastas bajo esos anchos pantalones, mi coño empezó a soltar jugos, quiero probar esa polla, y no me lo vais a impedir.

– Verónica, joder, que estás casada… – dijo Elena.

– Te recuerdo que tu situación tampoco es mucho más ventajosa, todavía no has logrado la separación de tu marido y tienes dos hijas… – dijo haciendo un ultimo intento, aunque sabía que era una tontería lo que estaba diciendo -, además, una cana al aire no le hace mal a nadie – dijo, pegándose a mí y rozando sus tetas, pequeñas pero muy duras, en mi pecho.

Mi polla comenzó a crecer involuntariamente, Elena me miraba el paquete con cara de sorpresa, yo la miraba haciéndola entender que era algo involuntario, no creo que ningún hombre pueda quedarse tan tranquilo cuando una mujer soba sus tetas contra él, a la vez que sus manos empiezan a acariciarte la nuca.

– Os dejo pensarlo, solo digo que no vais a arrepentiros de esto… – dijo con voz melosa, a la vez que rozaba suavemente con su mano uno de los tremendos pechos de Elena.

Esta dio un respingo, mirándome y poniendo cara de excitación, como confirmaron sus pezones, poniéndose duros como rocas. Verónica salió de la habitación, dejándonos solos.

– Joder, Elena, te juro que ha sido involuntario – le dije -, no puedo resistir que me acaricien la nuca, me pongo a cien.

– No te preocupes, lo entiendo – me dijo -, si quieres follártela lo entenderé, solo quiero que me cuentes lo que hagas, que tengas confianza en mí, no quiero perder esta polla dura y jugosa que tienes – dijo cogiéndome el paquete -. Folla con ella, solo te pido una cosa, déjame mirar mientras lo hacéis, si quieres, incluso participare, nunca le he hecho ascos a comerme un buen coño, y Verónica me parece muy excitante.

Yo puse cara de sorpresa, la miré de arriba a abajo y le eché mano a las tetas, magreándolas.

– Si tu quieres, nos la llevamos hoy mismo a mi casa y follamos con ella, si tu estas de acuerdo, yo también. Mira como tengo la polla, voy a reventar los pantalones, nunca he estado con dos mujeres a la vez, no se si podré contenerme – dije.

– Si que podrás, déjame hacer a mí, Verónica va a alucinar, ya veremos que pasa cuando acabe con ella…

Nos marchamos de la sala, cuando salimos, Verónica nos hecho una mirada lujuriosa, Elena fue hacia ella, yo continué hasta mi sitio, intentando ocultar mi tremenda excitación y pensando en lo puta que era Elena.

Por lo visto ya había estado con otra mujer y le había gustado, alguna vez tendría que contármelo. No podía creérmelo, iba a estar con dos mujeres, el sueño de cualquier hombre, no podía esperar a que acabara el día.

A última hora de la tarde, Elena me hace una seña dándome a entender que se marcha, salgo a su encuentro y me pide las llaves de mi casa a la vez que me entrega una nota, rozándome la polla con su mano libre.

«Aguanta un poco y luego ven, estaremos esperándote ansiosas, yo me encargo».

Pase por casa de mis padres con la excusa de que había perdido las llaves y recoger las que tengo de repuesto allí, para casos de emergencia.

Entre en mi casa y oí unos tímidos gemidos, no podía creérmelo, por los susurros y gemidos intuí que habían empezado la juerga.

Seguí los gemidos hasta la cocina, estaban las dos desnudas. Mientras Verónica se afanaba en terminar la cena, Elena estaba hurgando en su coño, metiendo la mano y chupando como loca. A Verónica le temblaban las piernas y era incapaz de controlar lo que estaba haciendo. Al oírme entrar, Elena dejo lo que estaba haciendo y vino hacia mí.

– Desnúdate, mira como nos tienes solo de pensarlo… – dijo mientras me quitaba los pantalones y los calzoncillos.

El espectáculo era demencial, Verónica haciendo la cena desnuda y Elena desnudándome, yo no veía más que tetas y pezones duros como piedras por todos lados, a Verónica ya le chorreaba el flujo hasta los tobillos, mi polla se puso firme enseguida, y salió como un resorte en cuanto Elena bajó los calzoncillos.

– Vamos a cenar, aguantarnos la excitación será cojonudo, así cuando nos corramos, será tremendo, alucinante, como nunca… – dijo Elena -. Verónica, ven aquí y ábrete de piernas.

Verónica se sentó en una silla, abriendo las piernas. Elena comenzó a meterle unas bolas chinas mientras le decía.

– No quiero que dejes de estar excitada en ningún momento, quiero que estemos los tres a punto de corrernos constantemente hasta que terminemos de cenar y empecemos a follar, va a ser increíble – Verónica no dejaba de gemir mientras Elena le introducía las bolas -. Ahora es mi turno, métemelas a mi y vamos a cenar, por favor, no puedo esperar más para que me meta esa tremenda polla.

– La primera que va a probar esa polla soy yo – dijo Verónica -, tu ya tuviste tu ración el fin de semana, ahora me toca a mí…, ya quisiera mi marido tener la mitad de polla que tienes tú, Alex – dijo mientras acariciaba mis huevos.

Yo no podía ni estar sentado, de lo empalmado que estaba. Tener a esas dos mujeres desnudas y a mi disposición era tremendamente excitante.

Ellas no paraban de gemir y removerse en la silla, las bolas chinas hacían su trabajo, tanto era así que a veces no podían ni masticar, las veía hacer esfuerzos por tragar. En ese momento noté como un pie acariciaba mi polla, me abrí de piernas dejando que ese pie hiciera su trabajo bajo la mesa.

– No quiero que pierdas esa tremenda erección, cariño – me dijo Elena -, tienes que estar tan caliente como nosotras…

Por fin llegó el momento, el pie de Elena no había dejado de acariciarme durante toda la cena, mi polla estaba a punto de reventar. Verónica se fue directa a la cama, se tumbo y se abrió de piernas, enseñándome ese tremendo coño que escondía entre sus bien torneadas piernas.

Elena se subió a su cara para que le mamara el coño. Cosa que hizo con fruición, como si lo hubiera estado haciendo toda la vida. Mi polla dio un vuelco golpeándome el vientre, obligándome a lanzarme sobre Verónica y clavarsela.

Nada más metérsela, mi polla tropezó con algo duro, casi me corro. La que si que se corrió entre gritos fue Verónica. Había olvidado que llevaba las bolas chinas y mi polla las inserto hasta lo más profundo de su coño, y, con la tremenda excitación que llevaba, no pudo más que correrse entre gritos.

– Oooooooohhhhhhhh, aaaahhhhh, uuuuuhhhhhhhmmmmm, me corrooooooo, paraaaa, paraaaa, saca… sácame… las bo… bolas o me voy a desmayaaaaarrrrr, por favor… – decía sin parar de gemir.

Retiré mi polla e intenté sacarle las bolas. Abrí su coño y empecé a hurgar con mis dedos dentro. Lo tenía encharcado, sus jugos manaban sin parar, me costo bastante sacarlas, pues de lo excitada que estaba, las paredes vaginales tiraban de ellas hacia dentro.

Se corrió otra vez mientras le sacaba las bolas. A la vez, se afanaba en el coño de Elena, que soltaba tremendos gemidos, la barbilla de Verónica relucía de los flujos que manaba esta, cuyo clítoris se veía como una pequeña polla en medio de su coño.

Volví a introducir la polla dentro del coño de Verónica y comencé a bombear buscando mi corrida, no podía aguantar más. Mientras metía y sacaba mi polla del coño, que parecía como si la estuviera metiendo en un barreño lleno de líquido espeso y caliente, magreaba sus tetas con ansia.

– Uhhhhhhmmmmm, me vuelvo a correr, no pue…, puedo más… Lléname, lléname ahora, córrete, cabrón, córrete, no pares – decía entre convulsiones.

Yo la hice caso, no por el hecho de acatar sus ordenes, sino por que no podía más, llevaba dos horas empalmado. Entre el magreo de la cena y las tremendas embestidas que la estaba dando, no aguanté más y solté toda la carga.

– Oooooohhhh, me corro, me corrrrroooooo, te voy a llenar, puta… – le decía mientras no paraba de soltar leche dentro de ella.

– Aaaaahhhhh, sssssiiiiii, lo notoooooo, no para de manarrrrr, Dios mío, es tremendoooo – gritaba entre espasmos.

A todo esto, se unió Elena dando un grito acojonante, que casi hizo temblar las paredes.

– ¡Aaaaaoaoooooooohhhhhhhhh! Esto es increíble, Verónica, haces maravillas en mi coño, es tremendo… Oooooooohhhhh, uuuuuuhhhmmmm – y se derrumbó sobre Verónica a la vez que yo caía hacia adelante encima de ella.

Cuando nos recuperamos y nos levantamos, Verónica quedo desmadejada encima de la cama, los ojos perdidos y cara de felicidad. Creí que se había desmayado, me acerqué a ella y bese sus labios intentando introducir mi lengua.

Abrió la boca y sacó su lengua para unirse a la mía, señal de que no había perdido el sentido, aunque su cara diese a entender lo contrario. Metía su lengua hasta casi mi garganta, cuando nos separamos habló entre susurros.

– Gracias a los dos, no olvidaré este polvo nunca. Me habéis hecho la mujer más feliz del mundo, sois una pareja ideal, igual de guarros los dos, no le hacéis ascos a nada y eso es bueno…

– Gracias a ti – dijo Elena -, hacía mucho que no estaba con una mujer…, me ha encantado volverlo a hacer. Tu coño sabe muy bien y no me importaría repetirlo alguna otra vez, si Alex está de acuerdo.

– Creo que mi polla ya ha respondido por mí – dije señalándomela, esta estaba de nuevo dispuesta para otra follada -, ven aquí que te voy a reventar ese tremendo culo que tienes.

– Estoy deseándolo – me dijo, poniéndose encima de la cara de Verónica a cuatro patas -, chúpame el coño mientras me rompe el culo – le dijo a Verónica -, vas a probar su semen, verás lo bueno que es.

Yo no pude aguantar más y me lancé a por ese culo que se me ofrecía. Llevé mi mano a su coño recogiendo los flujos que aún manaban de él y restregándolos por el agujero del culo. Mi polla entro sin problemas mientras Elena gemía por la embestida y por el trabajito que le estaba haciendo Verónica.

– Ooooohhhhh, hacéis maravillas conmigo, no voy a poder aguantar mucho… – decía.

– Aguanta, yo te aviso cuando me vaya a correr, no creo que aguante mucho tampoco si empiezas a estrujarme la polla como estás haciendo – dije entre gritos -. Nos correremos los dos sobre la cara de Verónica, que pruebe nuestras corridas, que se sacie…

Efectivamente, no duramos mucho, entre gritos le dije a Elena.

– Ahora, Elena, córrete sobre su cara – dije a la vez que sacaba mi polla y la metía entre el coño de Elena y la boca de Verónica.

Nos corrimos los dos en la cara de Verónica mientras esta hacía esfuerzos por tragarse nuestros fluidos.

Metí mi polla, como pude, en su boca y solté una descarga que debió llegarle a la garganta directamente, empezó a hacer ruidos como de estar ahogándose, pero enseguida comenzó a tragar todo lo que soltábamos.

Caímos en la cama rendidos, no podíamos movernos, estuvimos un buen rato tumbados. Verónica fue la primera que se levantó.

– Me tengo que marchar, le dije a mi marido que llegaría un poco más tarde, pero ya me he pasado… Voy a darme una ducha, no puedo presentarme en casa pegajosa de semen y jugos como voy – dijo entre risas.

Se fue a duchar mientras Elena y yo nos acariciábamos y besábamos cadenciosamente, muy despacio, como no queriendo terminar nunca.

Mi polla respondía tímidamente, aunque no me quedaba nada dentro de los huevos, las dos corridas que había tenido habían sido inmensas y estaba vacío, tenían que pasar varias horas para poder recuperarme. Verónica salió del baño.

– Tenéis que prometerme que lo repetiremos alguna otra vez, después de esta noche me doy cuenta del tiempo que he estado perdiendo con el gilipollas de mi marido, no me había corrido tantas y tan intensas veces como esta noche, os lo agradezco – dijo, y dirigiéndose a mi ahora -. Y tu, no dejes nunca de ser tan obsceno, esa polla es una maravilla y sería una gran perdida para las mujeres guarras y putas como nosotras. Adiós, no me acompañéis, conozco el camino.

Así acabó el encuentro con Verónica.

Nosotros volvimos a follar al cabo de unas horas, y claro que tuvimos algún que otro encuentro con Verónica, incluso me la follé en el baño de la oficina al día siguiente, mientras Elena vigilaba para que no entrara nadie.

Elena es la mujer más complaciente y puta que he conocido nunca, no pienso dejarla escapar.

Con lo guarra y obscena que es, ya prepararemos nuevos numeritos para que esto no decaiga.

Continúa la serie