Capítulo 2
Humillada pero contenta II
Una semana después, iba conduciendo presurosa hacia un restaurante elegante donde nos habíamos citado, al entrar y preguntar por él en la entrada, un mozo bien estirado me condujo a uno de esos reservaditos que se ubican en el segundo piso, donde la puerta es una cortina y hay una ventana con vidrios oscuros, que da vista a la parte baja del restaurante, todo con el ánimo de crear una ambiente romántico y privado a las parejas que buscaban intimidad.
Al llegar ante Raúl, él se levantó y me recibió con un beso bucal cargado de erotismo, no importando la presencia del capitán.
-Por favor, que Diego nos atienda, y que se desentienda de otras mesas. –Mientras daba la orden, daba un billete al sujeto y nos sentamos en el mullido sofá en forma de «L» que había tras la pequeña mesa.
-Lo que usted ordene Don Raúl.-El capitán se retiró y ambos quedamos solos. Recordé que me dijo que fuese sin braguitas a como siempre, pero por llevar una vestido blanco y de tela semi transparente, no me atreví a hacerlo, ya que se me vería toda la melena peluda de mi coño a través de él, preferí enfrentar el «castigo» que Raúl me reservaba.
-Permiso.-La voz venia detrás de la cortina, era el mesero Diego, quién venia a por la orden.
Diego era un joven simpático, de cara aniñada pero un cuerpo bien musculoso. Su porte era tieso, como un militar dentro de su uniforme. Impasible, nos quedo viendo alternativamente a Raúl y a mi, esperando que alguno hablara.
-Diego, por favor tráenos Vodka con jugo de naranja.
-A la orden don Raúl.
Diego salió pitado a cumplir con sus obligaciones, mientras Raúl me abrazaba fuertemente mientras me besaba a como a mi me gustaba: lamiendo mis labios con pasión, dándome su lengua y recibiendo la mía para chuparla con locura. Al meter la mano debajo de mi vestido y por entre mis piernas, llegó mi triangulo; emitiendo un «Hummm» de reprobación, se dio cuenta que aun llevaba puestas mis bragas.
-«¿Por qué vienes con tus calzoncitos puestos?». Sin esperar respuesta a su pregunta, continuó:- «Ahora recibirás una reprimenda, cuando llegue Diego, le pedirás que te las saque y vas a excitarlo para que luego lo mames y te encule a como a ti te encanta.
En ese momento llegaba Diego, quién después de un «permiso» ingresó al privado con el licor. Nos sirvió un par de tragos en nuestros vasos, el que yo tomé de un solo golpe, ya que con un trago, me sentía con el valor suficiente para hacer cualquier locura. Diego me rellenó de nuevo el vaso y en ese momento Raúl lo increpó:
-Diego, por favor sácale los calzones a mi puta.
-¿Co….co cómo dice?.
El mesero pareció confundido con el pedido de mi amante, por lo que, después de darle otro sorbo a mi bebida, me puse en pie y acomodando mi trasero contra el borde de la mesa frente a él, abrí un poco las piernas y levantando mi vestido hasta mi vientre, le mostré lo bien torneadas que las tenía y lo conminé:
-Mi macho quiere que saques mis braguitas, así que por favor, adelante.
Diego quedó con los ojos abiertos como platos al verme en esa posición, no se si admirado por lo que veía o por lo inusual del pedido.
Como un autómata y sin despegar los ojos de mi entrepierna abultada, se arrodilló ante mi y llevó sus manos a los lados de mi tanga.
Puso las palmas de sus manos en mis caderas y las pude sentir frías y sudorosas, seguro de puro nervio; tomando el elástico, inició a bajarlos muy despacio hasta que dejó completamente expuesto mi peludo y hambriento coño.
Diego se quedó como hipnotizado viéndome la entrepierna, sin moverse de su posición. Esos eran los momentos que yo disfrutaba horrores, morbosear con el sorprendido individuo, mientras mi macho se excitaba al oírme ofrecerme como una perra en celo:
-«¿Te gusta mi coño peludo?».-Diego asintió mecánicamente. Yo continué:-«Entonces chúpamelo, que en este momento deseo que me metas la lengua en la hendidura».
Acercó su cara a mi raja y tomándome de las nalgas, trató de llegar con sus labios a mi gruta, pero al estar yo de pie y su poca experiencia en estos menesteres, no lograba llegar donde queríamos, por lo que pedí a Raúl que retirara lo que había sobre la mesa. Inmediatamente escuchamos el ruido que los bártulos al ser removidos de la mesita, yendo a parar al sillón.
Ello me permitió apoyar mi espalda contra la mesa, elevar mis pies y abrirme lo suficiente para que mi raja ya humedecida de deseo, se la ofreciera en toda su magnitud al joven. Ni corto ni perezoso, se abalanzo contra mi coño y lo comenzó a chupar glotonamente.
Con sus dos manos apartó los vellos que custodiaban mi agujero y posó su boca contra mis labios vaginales, metiéndome la lengua bien profundo y arrancándome gemidos de placer. Raúl se había incorporado y ya tenía la verga de fuera, la que me ofreció para que se la mamara.
Por quince minutos estuve saboreando la verga de mi amante, mientras el meserito me sacaba un orgasmo sabrosísimo, el que tuve que aguantármelo callada, por miedo a que mis gritos de delicia se escucharan en todo el restaurante. Raúl estalló violentamente contra mi boca, tomando mi cabeza con sus manos, mantuvo pegada mi boca contra su leño, en tanto un ahogado «Aaaaaaaaaaaggggggggg», salía de su garganta, chorros de semen lo hacían por la punta de su polla. Lo relamí gustosamente mientras me lo tragaba.
Terminada esa faena, me desembaracé de Diego y me arrodillé frente a él, para con movimientos rápidos y ansiosos, desabroché su pantalón y los bajé junto con los calzoncillos hasta la rodilla, dejándome apreciar una verga bien tiesa y a punto de estallar. No la tenía tan grande como la de Raúl o JJ, pero era de dimensiones respetables.
Me la metí en la boca y la saboreé deliciosamente con mi boca y lengua, mientras la mamaba casi entera.
La tenía bien caliente y cimbraba ante cada embestida de mi glotona boca. Seguro nunca se la habían mamado tan expertamente a como yo se lo hacía. Presintiendo que podría venirse en cualquier momento, dejé de mamar e incorporándome, lo vi a los ojo y lujuriosamente lo bese en la boca, para después suplicarle:»Quiero que me metas tu verga por el culo.
Quiero que me pringues los intestinos con tu semen. No tengas miedo y zámpala sin compasión, quiero que me golpees fuerte con tu verga bien tiesa. Hazme tuya por el culo, seguro nunca te han ofrecido un culo tan sabroso como el mío».
Girando mi cuerpo, apoyé mi ingle contra el canto de la mesa e incliné mi cuerpo hacia delante, hasta que mis tetas chocaron contra la madera. Llevé mis manos hacia atrás y tomando una nalga con cada una de ellas, las abrí lo más que pude, para que Diego pudiera ver a su gusto y antojo, mi palpitante culo y me enchutara toda la verga.
La cara de Raúl era de gozo absoluto, realmente disfrutaba oír cómo me ofrecía, como puta en celo y yo, seguro que tenía la cara desfigurada por el deseo intenso de ser enculada.
Sentí que la punta del inflamado glande de la verga del joven, se apoyaba contra el pretil de mi culo y tomándome por las caderas, me jaló lentamente contra su falo, enterrándolo poco a poco. Luego de haber depositado el brillante glande en lo más hondo de mi ser, inició un mete y saca lento pero sistemático. Me encantaba y me enloquecía, pero quería más, así que lo conminé:
-Vamos pendejo, no seas maricón y culéame duro, quiero que trates de partirme en dos con tu verga. Enculame con ganas.
Se sintió picado en su amor propio y sin decir agua va, me la sacó completa, solo para desgajármela de un solo envión hasta que sus cojones chocaron contra mi ensortijada melena.
Cinco veces repitió la operación de enculada violenta y sentí que estaba a punto de correrse, por lo que yo también me preparé para acompañarlo:
-Eso mi culeador, ya no aguanto tus puyazos, quiero correrme y que tu me bañes de esperma mi culo. Inúndame las entrañas con tu cremoso jugo que me ¡vooooooooooy!.
Terminando de gemir ahogadamente, sentí que me depositaba bien hondo de mi, aquella verga que estaba palpitando dentro de mi culo y con un «Yaaaaaaaaaaaa» apagado, estallaba tan fuertemente que sentí que los chorros de esperma, me golpeaban mis intestinos.
Cansados, nos desmadejamos contra la mesa, mientras Raúl me jalaba la cabeza, solo para que me metiera su tiesa verga en la boca, ya que con el espectáculo, se había estado sobando el bolillo y estaba a punto de descargar su semen. Diligentemente me volví a tragar la nata que me ofrecía, mientras Diego me desenchufaba de su verga y componiendo sus ropas, volvía a ocupar su pose militar. Luego de terminar nuestros tragos, pagamos la cuenta y nos retiramos a nuestras respectivas casas.
Raúl me había convertido y con mi propio consentimiento, en una soberana puta gozadora. Cada cita con él, la esperaba con ansias y deseos incontrolables. Sabía que siempre tenía algo preparado, pero lo mantenía en secreto, despertándome una curiosidad malsana de adivinar cuál sería.
Desde que me quitaba las bragas en el baño de mi oficina, ya me encontraba mojada por la ansiedad. Una de las veces que me llevó a cenar, todo transcurrió de lo más normal: cenamos y tomamos una botella de vino.
Lo único que rompió la monotonía, fue que me hizo sobarle la verga con mi pie desnudo por debajo de la mesa.
Pagó y salimos del restaurante como una pareja de enamorados, abrazados uno contra el otro. Al vernos salir, el portero se apresuró a llamar a un vehículo que se encontraba en el callejón adyacente al sitio.
El vehículo aparco frente a nosotros y penetramos en el asiento posterior. A arrancar, me sentí desencantada, esperaba tener otra noche loca, pero por lo visto, ahí terminaba todo.
Al haber recorrido unas cuantas calles, Raúl me pasó un brazo por los hombros y me atrajo hacia si, pero con la clara intención de que le sacara la verga y se la mamara; decidí disfrutar de su leche por lo menos, así que me arrecosté contra su ingle y después de extraerle la verga linda que me enloquecía, comencé a mamar con glotonería.
Habíamos quedado de tal forma que él estaba detrás del conductor y yo detrás del asiento del pasajero. Eso hacía posible que el que manejaba, pudiera verme de la cintura para abajo, entre los dos asientos delanteros.
Ahí fue donde me di cuenta de las intenciones de Raúl, ya que al estar de lado, hizo que me acostara completamente en el asiento y recogiera las piernas, ya que no cabía completa.
Tuve que abrirme un poco para acomodarme holgadamente, haciendo que mi vestido se subiera lo suficiente como para que un observador, pudiera apreciar mi pelaje bien poblado. Y eso era lo que pasaba, sin darme cuenta por estar entretenida succionando ávidamente la vergota de Raúl, el conductor había estacionado en un descampado a la orilla del camino principal, fuera de la ciudad.
-«¿Qué te parece esta puta, Pablo?» –Oí que Raúl preguntaba al chofer.
-Se mira que es una puta con clase, pero bien golosa la desgraciada, Raúl. Seguro que le encantan la vergas grandes y gruesas.
Ante la insolente afirmación, levanté la cara, solo para encontrarme con la de un hombre de mirar descarado, un poco barbudo y como de 40 años de edad. Estaba sonriendo cínicamente al verme despatarrada, mamando una hermosa verga delante de él y mostrando toda la magnitud de mi melenudo coño.
-Tócale el coño, verás que lo tiene empapado y con ganas de tragarse un buen leño.
Mientras regresaba a mi faena de mamar la verga de Raúl, pude sentir los dedos toscos del conductor, que me comenzaban a masajear la maraña de pelos con cierta aspereza, pero no tanto como para no sentir el cosquilleo de excitarme concienzudamente.
En un momento determinado, introdujo uno de ellos, tan grande que parecía que me estaba metiendo una polla, obligándome a adelantar mi cintura, ya que a esas alturas del juego, ya estaba ansiosa por que me le prestaran atención a mi rajita. Sabiamente me introducía el dedazo y me lo remolineaba en mis entrañas, haciéndome gemir de placer y mover mi cintura frenéticamente, buscando que me lo enterrara más profundamente.
-Vamos Pablo, date la vuelta y enséñale a esta puta lo que tienes.
Oí que Pablo abría su puerta y luego hacia lo mismo con la que estaba a mis pies. Sentí que sus manos vagaban por mis piernas y me las sobaba con torpeza, pero haciéndome disfrutar de las caricias. Al llegar nuevamente a mi húmeda raja, volvió a introducirme su dedo, esta vez vigorosamente, haciendo que mamara más fuertemente la verga de mi ofrecedor.
Mientras Pablo me dedeaba con deleite, Raúl me empujaba contra su verga, indicándome que estaba a punto de correrse, así que me dediqué con esmero para que estallara en mi boca y degustar el manjar que me extasiaba.
A la par, yo estaba como poseída, ya que el tipo, a la par que me metía profundamente un dedo por el coño, me había introducido el dedo gordo de esa misma mano, por el culo y se dedicaba a apretarlos uno contra el otro, teniendo como separación mis intestinos. Eso me provocaba espasmos violentos de satisfacción, los que terminaron por hacerme correr espasmódicamente, mientras Raúl gritaba:
-¡Que rica mamada, hija de la gran puta!. ¡Me voooooooooooooooooy!.
Y mientras inundaba mi boca con su leche, yo bajé mi mano hasta la del conductor, para ayudarle a masajearme con más furor mis agujeros, para terminar en una soberbia corrida de campeonato. Sacándome la verga de Raúl de mi boca, me desmadejé resoplando de satisfacción y al sentir que Pablo me sacaba los dedos, me di la vuelta, solo para encontrarme que tenía una grandísima verga fuera del pantalón.
Al sentarme y acercar mi cara hacia él, pude apreciar que era enorme, como una pulgada más larga que la de Raúl, pero aun más gruesa, y Pablo, con una enorme sonrisa de satisfacción en su rostro, me la ofrecía para que la catara con mi boca.
Sorprendida de encontrar una verga más grande aun que JJ y Raúl, le desabroché los pantalones y los bajé completamente, encarándome de frente con aquel descomunal aparato.
Parecía que le habían injertado la verga de un caballo, y el glande sobresalía por su grandeza, pero aun así, me la llevé a la boca y comencé a mamársela con ciertas dificultades. Por lo grande solo pude acaparar como un cuarto del tamaño del leño, pero si pude lengüetear el glande a mi gusto y antojo, arrancándole gemidos de placer al vergudo. A lo lejos pude escuchar la voz de Raúl que conminaba al de la inmensa tranca:-«Vamos Pablo, culéate a la puta esta y que sienta lo que es tragarse un leño de ese tamaño».
Volteando hacia él, con la voz ronca por la excitación, pero cargada de temores, le dije:-«Raúl, esta verga si me va a partir por la mitad, y con lo bestia que se mira este tipo, es capaz de sacármela por la boca de un solo golpe. Me va a unir el coño y el culo, si parece un burro».
-No tengas miedo mi amor. Pablo, a pesar de lo cínico que es, tiene tacto para acomodar bien su verga sin causar daño, además que tu eres una golosa degenerada que cuando la tengas bien acomodada a tu coño, vas a pedir a gritos que te culee más duro.
Con aprensiones, me acosté completamente, en el asiento, ya que Raúl había salido para fumarse un cigarrillo, dejando que me enfrentara yo sola con aquella inmensa verga. Los pies los apoyé en el respaldo del asiento trasero uno y el otro en el descansa nuca del asiento del pasajero, quedando con las piernas abiertas de par en par. Al verme la melena bien poblada, Pablo solo pudo exclamar asombrado:
-¡Que coño más peludo que tiene esta puta, hermano!. Si parece una mona de tan peluda que es.
Se despojó de sus ropas, quedando completamente desnudo. Se acercó a la puerta y tomándome los pies alternadamente, me despojó de mi calzado. Tratando de calmar mis temores, besó la planta de mis pies delicadamente, a la vez que me decía:
-No te preocupes mi amor. Te voy a pegar una culeada que te vas a mear de puro gusto. Vas a saborear mi leño y me vas a pedir más.
De lo que dijo, no le creí la mitad, pero estaba dispuesta a saber lo que era tener una verga de burro aturugada en mi caverna. Mientras él se acomodaba entre mis piernas, yo me frotaba mi chocho, a fin de extender mis jugos por toda la entrada, para así lubricar el pasadizo y recibir de la mejor manera posible, el leño amenazador del conductor desconocido. Delicadamente me puso el enorme glande en la entrada principal de mi coño, fue en ese momento y al estar ausente Raúl, le tome la cara y entre besos que le daba en los labios, le supliqué:
-Con cuidado Pablito, recuerda que tienes una vergota como de caballo. Métela suavecito, cuando mi coño se la trague toda, podrás culearme con ganas. Deja que mi gruta se acomode a tu tranca.
-No te preocupes, mi verga te va a llevar al cielo, te va hacer tocar las estrellas.
Dicho y hecho. Inició a ejercer presión con su cintura, en tanto yo tenía agarrada con mi mano su verga, previniendo que se emocionara y tratara de ensamblarla completa y de un solo golpe. Al principio tuvo dificultades para abrirse paso, ya que al estar tensa, creo que cerraba el coño.
Pero poco a poco, la formidable tranca fue abriéndose paso por las paredes de mi hueco, hasta que con mi mano sentí que me había zambullido hasta donde la tenía agarrada.
Entonces decidí tomar el riesgo y la solté completamente.
A estás alturas, estaba completamente excitada, por lo que la verga se deslizaba más fácilmente por mi pasadizo.
Pablo manejaba la situación con bastante sabiduría, ya que no me la empujaba directamente, sino que hacia movimientos semicirculares con su cintura, provocando que mi coño fuera engullendo poquito a poco, la vergota que ahora me estaba provocando grandes deseos de comérmela entera. Me le abracé al cuello y le enrosqué mis piernas en su cintura, disponiéndome a disfrutar de la descomunal verga que me perforaba las entrañas.
-Así Pablito, mueve la cintura suavemente. Siento que me la estoy tragando de a poquito, ya me la voy a comer entera. La siento bien sabrosa. Sigue culeándome con cariño.
-Si mi amorcito. Siento que las paredes de tu coño se están abriendo para recibir toda mi estaca. Yo se que te la vas a tragar completa y vas a lloriquear de placer.
Entre «platicas», había conseguido acomodarla toda, ya que pude sentir que su pubis chocaba con mi enmarañada entrada, quedándose quieto, inmóvil, para que mi coño apreciara bien la trancota que tenía adentro. Ya calmada por haberla recibido toda sin causarme daño, me solté lo suficiente para disponerme a gozar y así se lo hice saber:
-Ahora si chiquito lindo, comienza a sacarla y meterla para que me culees de verdad. Culeame con ganas, tómame, hazme tuya, perfórame.
Pablo llevó una mano a mis nalgas, tomando una e iniciando un mete y saca suave pero consistente.
Yo estaba pegada a él como una garrapata, abrazándolo con brazos y pies, con el coño bien abierto y recibiendo una verdadera verga de burro con placer. Por espacio de 10 minutos, estuvo haciéndolo delicadamente, pero de repente y jalándome de la nalga, me la zambulló de sopetón hasta las cachas.
La dicha fue infinita. Sentirme penetrada hasta la saciedad por ese formidable leño, fue la locura para mi. Comencé a mover frenéticamente mi cintura y hablaba si cesar, no era yo, era mi subconsciente que me tenía dominada la lengua y como entre sueños, hablaba con mi culeador:
-Que sabroso. Me estás dando la culeada más sabrosa de mi vida. Me estás matando de placer, me tienes emputecida con tu hermosa tranca. Quiero que me pases culeando toda la noche. Quiero sentir tu verga para siempre. Sigue empujándomela hasta los huevos, que me estás haciendo la perra más feliz de la tierra. Cada vez que quieras culearme, estaré dispuesta a darte mi coño para que me lo partas y metas toda tu verga. Dame tu lechita mi amor, quiero sentir que terminas conmigo y nos corremos juntos. ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaay ay ay!.
Moviéndome como batidora y convulsionandome enloquecida, había estallado con alma, vida y corazón, en un orgasmo que casi me desmayo. A lo lejos, oí su voz sin entender lo que decía, solo para recibir un potente chorro de semen en las profundidades de mi ser, multiplicando por 100, mi regocijo ante la espectacular venida de ambos. Todavía con estertores, continuó atiborrándome con su enorme verga, haciéndome disfrutar cada onza de carne que me atragantaba. Cansada y chorreando sudor y jugos a cantaros, pero feliz, me desmadejé en el asiento. Solo tuve ánimos para agradecerle la soberana culeada:
-Gracias, gracias mi amorcito lindo por culearme tan sabroso. Espero que haya una próxima vez, y espero que pueda comérmela también por el culo. Quiero que me partas los cachetes del culo y me claves los chorros de leche en las amígdalas.
Mientras se ponía la ropa, de uno de sus bolsillos extrajo un papel que me entregó diciendo:
-Esta es mi tarjeta, ahí están los números de teléfonos donde me puedes localizar y cuando tengas ganas de comerte mi verga, me llamas y yo acudiré presuroso a calmar tu calentura, pero quiero que nos quedemos una noche juntos. Quiero pasar toda la noche clavándote la verga, hasta que te deje enardecido el coño. Te lo quiero desbaratar a puyazos y tu me lo vas a agradecer.
Nos besamos intensamente y agarramos rumbo a la casa de Raúl. Allí lo dejamos a él y le pidió a Pablo llevarme a mi casa. Grave error, ya que el camino lo aprovechamos para hacer planes para nuestra siguiente cita. Me había sentado a la par de Pablo y aun con la satisfacción de su soberbia cogida, me pidió que le sacara la verga y se la masajeara. Aun con los fluidos de mi chocho en ella, me la metí en la boca para darle una mamada de agradecimiento. Aunque estaba un poco desarmada por el zarandeo anterior, la líbido se me subió a límites estratosféricos al saborear el delicado pero potente gorro del vergudo. Mientras mamaba con ansias, él había adelantado su mano y estaba jugando con mi encharcada raja, hasta que, incapaz de soportar el martirio, le supliqué:
-Pablito, búscate un lugar solitario que me quiero sentar en tu leño. Deseo que me la metas de nuevo ya que estoy por estallar.
-Ya llegamos preciosa. Deja que me estacione y tendrás la respectiva dosis de carne que tu coño necesita.
Por estar entretenida con la tranca en mi boca, no me había percatado que Pablo había conducido hasta otro lugar oscuro y despoblado, sabiendo ya de antemano, que esto terminaría solo con otra buena cogida. Estacionó el vehículo y apagando motor y luces, bajó presuroso para abrir mi puerta en escasos dos segundos.
-Baja.
La orden más que petición, sonó como un trallazo en el silencio de la noche. En menos que lo cuento, ya me encontraba fuera del taxi y Pablo tomándome por los brazos, me llevó hasta la parte trasera del coche. Hizo que apoyara mis manos contra la cajuela y me abrió de piernas, subiendo el vestido hasta arriba de mi cintura. Quedé en una posición en que ofrecía mi culo en pompa. Tomándome con una mano de la cintura, con la otra, restregaba el enorme glande contra mi raja, deslizándolo sabrosamente a lo largo de mis nalgas abiertas y manteniéndome ansiosa por ser embestida de una buena vez.
-Aquí sí que vas a poder gritar como perra embramada. Cuando te la hunda, no tengas miedo de berrear, ya que aquí nadie se va a enterar que me estoy culeando bien rico a una buena puta.
Tomándome ya con sus dos manos por las caderas y mientras dejaba apoyado su látigo contra mi cueva, me dio tal envión, que un sonoro «Plas» se escuchaba en medio de la noche, al estrellar su pubis contra mis nalgas. Sentir que de sopetón me había aticuñado todo su inmenso tronco dentro de mi ser, casi me desmayo de puro placer. La violencia del impacto hizo que mis pies se levantaran del piso, quedando apoyada solo con mis manos en el taxi y por la enorme verga que tenía enterrada en mis entrañas. A partir de ese momento los acontecimientos se desarrollaron como en una película porno de las más crudas, ya que Pablo me la sacaba hasta la punta, solo para agarrar impulso y alojar su tiesa verga, violenta y firmemente en las profundidades de mi coño, mientras que de su boca salían puras obscenidades que encendían más, si cabe, mi lujuriosa pasión.
-¡Así es quería culearte!. Que te tragaras todo mi leño de un solo golpe. Si se ve que eres una puta golosa. Así es que te gusta que te culeen, a lo bestia. Sentir que te la quieren a sacar por la garganta, te pone como yegua en celo. ¿Verdad que estás encantada con esta culeada?.
-¡Si Pablito, así quería que me culearas!. Quería que me la metieras con ganas, con fuerza. Me estás matando de gusto con tu rica vergota. ¿Te gusta cómo me trago tu herramienta?. ¿Te gusta que sea tu puta golosa y tragona?. ¿Ah, mi vergudito, te gusta?.
-Si mi chiquita linda. Se nota que te encanta que te den verga hasta por los oídos. Sabía que querías que te metiera la verga de sopetón. Te babeas con solo verme la verga. Te voy a dar tal culeada, que el coño te va a quedar hinchado.
De repente, me tomó por los hombros y dio tal impulso con su cintura y contra mi, que sin exagerar, creí que la verga la tenía por el pescuezo. Se mantuvo allí y con una maestría impropia de su rudeza, remolineó su cintura, haciendo que el glande se me restregara contra las paredes de mi ser, haciéndome ver la gloria y provocarme un fenomenal orgasmo.
-¡Así, mi amorcito lindo!. Que rico que me la restriegas por dentro. Ya no aguanto más. Te voy a regar el leño con mis jugos. Voy a venirme Pablito, voy a terminar, ya no aguanto, ¡Ay.. ay.. ay. Ay.. ayayaaaaaaaaaaaaaaaaaay!.
El alarido que pegué ante mi monumental orgasmo, restalló en el solitario paraje como el de un alma en pena. Cualquiera que lo hubiera oído, pensaría que me estaban asesinando y no andaría muy desatinado, porque Pablo me estaba asesinando de puro placer, con un bestial puñal. Apoyé mis tetas contra la cajuela, incapaz de mantenerme en pie y si no ha sido la verga de mi cogedor, habría caído al piso. Pablo me mantenía incrustada la verga hasta el fondo y como no había terminado, estaba tiesa como un riel, mientras yo seguía disfrutándola a más no poder. Metió sus manos por debajo del vestido hasta alcanzar mis tetas, las que masajeó con una inusitada experiencia. Me las apretaba, las sobaba, metía mis pezones entre sus dedos y me daba pellizcos alucinógenos. ¡Qué tipo para volverme una puta insaciable!.
-Te la quiero meter por el culo. Yo tampoco voy a aguantar mucho y quiero llenarte los intestinos con mi leche. Quiero sentir las paredes de tu culo ordeñándome el garrote.
-Ay Pablito, de verás que quiero comérmela por el culo, pero tengo miedo. Es que es bien gruesa tu verga y me puedes destapar el culo.
-Hagamos un trato: tu serás la que trate de metérsela, si te hago daño, la sacas, si no, te enculas sabroso. ¿Vale?.
Sin darme tiempo para responder, el tipo sacó su verga de mi ya entumecido coño y me llevó hasta la parte posterior del carro, en donde minutos antes, me había proporcionado una de las mejores cogidas de mi vida. Se sentó en el borde del asiento y agarrando su garrote parado, lo meneaba invitándome a que me enculara. Me di la vuelta y fui retrocediendo hasta que mis pantorrillas se metieron entre sus piernas y apoyándome en la puerta del vehículo, fui adoptando la posición como de sentarme, solo que me esperaba un tronco de carne maciza, dispuesta a perforar mi culo. Mientras que con la palma de una mano, me abría las nalgas, la otra me tomaba por la cintura para guiarme hasta donde estaba su tiesa estaca. Sentí que el glande tocaba la puerta de mi anillo. Involuntariamente contraje los músculos, quedándome inmóvil.
-Vamos ricura, ya tienes la punta en tu agujero. Ahora, baja suavemente para que te la metas.
Con mucho cuidado fui bajando. Sentí que la punta del glande comenzó a abrir poco a poco mi ojal. Seguí con la presión, repentinamente el glande completo fue absorbido por mi culo y casi me da un infarto. A pesar de haberme comido buenos leños por el culo, este sobrepasaba cualquier idea que tuviera de ser penetrada por un tamaña verga.
-¡Aaaaaaaay¡.
-¿Te duele, mi amor?.
-No, es solo que tengo miedo y me sorprendí al enterrarme la punta.
-Bien, ya te tragaste el gorro. Ahora, vas a soltarte lentamente. Yo tengo agarrada la verga por la base, cuando llegues a mi mano y si no te molesta, yo la soltare para que te la tragues toda.
Seguí liberando mi peso, que sostenía soportada por la puerta. La verga entraba con alguna dificultad, pero irremediablemente iba para adentro, además que ya era un reto para mi. Fui bajando lenta, pero muy lentamente, hasta que entre mis nalgas sentí la mano de Pablo.
-Ya tienes media verga en el culo. ¿Te molesta?. ¿Te duele?.
-No, mi amor. Solo la siento grande. Quita la mano, que voy por el resto.
Realmente, si lo más grueso era la cabeza, ésta al entrar, me acomodaba para que toda la barra fuera bien acogida por mi culo. Solo que al ser tan grande, costaba más que las demás. Ya más relajada, di más libertad a mi cuerpo y en un abrir y cerrar de ojos, la verga se me atiborró completa en mis intestinos. Sentirla toda completa dentro de mi, me hizo sentir como una campeona sexual, ya que estaba segura que a otra, fácilmente le habría partido el culo. Cuando estuve sentada completamente sobre el macho, moví mi cintura en semicírculos y la sensación de sus vellos dentro de mis abiertas nalgas, despertaros los bajos instintos animales que tenía dentro y me dispuse a trabajar a conciencia ese enorme leño.
Sentí que Pablo se quitaba la camisa y la aventaba al asiento delantero. Hecho esto, subió sus manos por mis costados, llevando mi vestido por encima de mi cabeza, extrayéndolo completamente. Me pidió que me quitara lo que calzaba y así sentada a como estaba, bien empalada con su rígida verga dentro de mi culo, quité mis zapatos y los dejé a un lado. Moverme con semejante garrote dentro, hacia que mi placer aumentara considerablemente a cada momento y cuando ya estaba completamente en pelotas, deseaba ser cogida con toda mi alma. Se acostó completamente en el asiento trasero, jalándome con el, quedando con mi espalda pegada a su velludo torso, haciendo que mis cosquillas en el culo, recorrieran todo mi ser. Sin pedir permiso, metí mis pies y los apoyé contra la parte lateral del interior del vehículo, quedando completamente abierta y en espera de ser bombeada. Pablo me abrazó y llevó una mano a mis tetas y la otra a mi enardecido coño, indicándome que iniciaría mi enculada.
-Ahora sí te voy a encular como a una verdadera puta. Vas a saber lo que es una buena verga partiéndote el culo.
Sin más palabras, apretujándome contra su cuerpo, comenzó a mover la cintura de arriba abajo, sacando y metiendo su regio mandoble dentro de mi abierto culo. Al estar enculándome, a la par que sobaba una de mis tetas y mantener un dedo metido profundamente en mi coño, me tenía embobada de placer. Tenía cerrado los ojos, respiraba agitadamente, jadeaba como poseída por el demonio y movía mi cintura todo lo que me permitía mi culeador. Por diez minutos solo se oían nuestros jadeos y suspiros mientras Pablo me bombeaba con firmeza, enterrándome el pistón hasta donde nadie había podido llegar antes. Los chapoteos eran claramente audibles, mi culo y coño estaban encharcados de fluidos y la verga entraba y salía con una facilidad asombrosa. Los resoplidos de mi amante los tenía en mi nuca, a la par que sacaba su lengua y me la pasaba impúdicamente por mi cuello, ensalivándolo todo con deleite, demostrándome que mi culo le estaba haciendo perder todo su aplomo.
-Voy a venirme, perra. Tu culo apretadito me tiene loco y ya no aguanto más. Te voy a dar toda la leche que tengo en los cojones y te la voy a regar en los intestinos.
-Vamos, hijo de puta. Ya me tienes como una yegua embramada. Suéltame toda la leche, que la quiero sentir en la garganta. Yo también voy a correrme. Ahí viene, ahí, ahí, ¡ahiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!.
Arqueando mi espalda hasta que me dolió, dejé ir mis nalgas contra el falo que me penetraba, mientras que él elevaba su cintura y con su mano que tenía en mi coño, me ayudaba a bajar contra su verga y dejándola completamente enterrada dentro de mi, nos corrimos al unísono, pegando ambos, unos alaridos de placer incontenible. Mientras me corría violentamente, la contracciones de mi coño y culo fueron espasmódicas, mientras las palpitaciones de su verga fue la delicia cabal para mi culo, mientras que la tibia leche regaba mis profundidades. Quedamos resoplando como caballos, la culeada que habíamos dado, era una culeada de campeonato. Mientras nos calmabamos, Pablo se dedicó a recorrer mi cuerpo con sus manos. Nuestros resoplidos y los grillos, fueron la música que aplacó nuestras bajas pasiones. Ya repuestos, me fui desenchufando de la semierecta verga, que ahora lucía derrotada, pero dichosa de haberse comido mi culo.
Procedimos a vestir nuestras ropas y sin decir esta boca es mía, Pablo condujo su vehiculo mientras me llevaba abrazada por los hombros, como si novios o esposos fueramos. Yo, sumisa, cansada, un poco adolorida, pero dichosa y feliz de haber conocido un buen rollo de carne maciza y palpitante, disfruté del abrazo masculino en todo el trayecto. Al llegar a mi casa, Pablo impidió que me bajara, reteniéndome por el brazo, viéndome con unos ojos de cariño infinito, me dijo.
-Ahí tienes mi dirección y números de teléfono, de mi casa y del trabajo, ahí me pueden localizar por cualquier medio. Deseo que dejes a Raúl y seas mi amante. Yo te voy a respetar a como te mereces y no te voy a ofrecer a nadie más. Serás mi reina. No te humillaré ni te daré malos tratos, piénsalo y me llamas cuando lo desees. Yo voy a estar para ti.
Sus palabras fueron como un aliento en mi tormentoso mundo. De verás deseaba dejar la vida que tenía con Raúl, solo que había caído en el torbellino de la lujuria, del sexo loco y desenfrenado, de retar a Raúl por necesitar ofrecerme a otros hombres, de sentir que aun era una hembra que despertaba grandes pasiones, pero esas pasiones disolutas. Quizás me gustaba que me hiciese sentir así, como una mujer vulgar, una zorra, una puta que no cobraba, pero una puta al fin y al cabo. Con mucho cariño, acerqué mi boca a la suya y le di un beso de agradecimiento por todo, por sus ricas cogidas, por su buen trato, por el placer, por sus palabras.
-No te preocupes Pablo. Pronto tendrás noticias mía. Buenas noches.
-Buenas noches mi reina, que descanses.
Después de ducharme, me acosté en mi cama pensativa. Con las palabras de Pablo, la campanilla de la cordura estaba repicando en mi cabeza. Ya era hora que cambiara un poco el rumbo de mi vida. ¿Hacia donde?. Sin tener la solución en mente, el cansancio venció a mi cuerpo y caí en un sueño profundo y reparador hasta la mañana siguiente.