Los baños del camping
Llevo tres días de camping con la familia y esto es lo más aburrido del mundo.
Decidimos pasar las vacaciones en un camping del sur de España, con todas las instalaciones y servicios que se os puedan ocurrir.
Pero echo de menos a mis amigos del barrio y las comodidades de mi cuarto, incluida mi conexión a Internet.
Otra noche más acostándome a las diez en la tienda familiar, pegado a mi hermana, con el calor que hace. Buff!
No puedo más, mi vejiga está a punto de estallar. Demasiada cerveza con la tortilla de patatas.
Miro el reloj digital. Son las 4 de la madrugada.
Paso por encima de mis padres y salgo sin hacer ruido de la tienda.
Para no despertar a mis padres, paso de buscar la ropa y me decido a ir en slips, total a esa hora no creo que me encuentre a nadie.
Afuera no se oye nada, solo los ronquidos de algún que otro guiri hasta arriba de calimocho.
Me dirijo a los baños del camping, algo alejados de las tiendas, con paso rápido. Son unos lavabos grandes pero antiguos y bastantes sucios.
No creo que soportaran una inspección de sanidad.
Cuando llego compruebo que no hay nadie y me dirijo a los lavabos masculinos.
Suelto un sonoro pedo antes de comenzar a descargar mi cargamento líquido. Ahhh! Que bien…
De repente oigo pasos detrás de mí.
Acaba de entrar un tipo con pinta de extranjero, de unos cincuenta años, muy moreno y con una prominente barriga cervecera, que entra canturreando una canción en alemán y tambaleándose.
Esta más borracho que una cuba. Deja de cantar bruscamente cuando nota mi presencia y suelta un estruendoso eructo.
El tío se acerca y se pone a mi lado, sacándose la polla más grande que yo he visto nunca y se pone a mear mientras mira descaradamente la mia.
Murmura algo en alemán y sonríe, mientras escupe sonoramente en el urinario.
Acaba antes que yo y se la sacude un par de veces, pero no se la guarda.
Yo estoy deseando acabar, pero antes de que esto suceda noto su aliento apestando a cerveza junto a mi oreja diciéndome «bello español» y acercándose tanto que puedo notar su polla pegada a mi culo, mientras desliza la mano hacía mis muslos.
Me quedo parado, sin saber que hacer.
Allí estoy yo, a las cuatro de la madruga en los retretes del camping, con un alemán borracho y con ganas de marcha.
Termino de mear y el tío me la coge y me sacude la gotita, mientras me sigue diciendo guarrerías en alemán.
El contacto de sus manos con mi cosita comienza a surtir efecto y comienza a endurecerse por momentos, lo que parece gustarle al alemán.
Mientras su polla también a evolucionado y noto como empuja para adentrarse entre la rajita del minúsculo slip que cubre mis vergüenzas.
Me grita algo que no entiendo y tirando de mi polla me hace entrar en uno de los cuartos de baño, para después echar el cerrojo.
Estoy muy nervioso y el lo nota. Sonríe y me pasa la mano por la cabeza, como acariciando a un perro.
El baño esta sucio y los olores a mierda y meados se entremezclan por el ambiente.
El suelo esta mojado y la taza conserva restos fecales e incluso alguna que otra mancha de esperma.
Me sienta sobre la taza y se arrodilla frente a mi enhiesta pirula.
Instantes después tiene mi glande, entre los labios, sorbiendo sus incipientes jugos y lamiendo mi verga desde la base hasta el capullo, parándose a jugar con el agujerito delicioso.
Me esta provocando sensaciones desconocidas y el morbo de la situación lo hace todo aún más placentero.
Noto como se para de repente, para tras carraspear un poco lanzarme dos espesos escupitajos sobre el glande y lamerlos con ansiedad.
Me parece una guarrada pero me pone aún más cachondo.
Noto como estoy a punto de eyacular y le aviso, pero él no deja de tragar, como si no tuviera fondo en su garganta.
Unas embestidas más y lo inundo con una corrida monumental, que hace que el semen se le escurra por entre la comisura de los labios y le caiga por los costados del cuello.
Ufff! que fuerte.
El tipo me enseña la lengua blanca y me lame la cara, embadurnándome con los restos de mi propio semen, pastoso y cálido.
Entonces se pone de pie, mostrándome su enorme mástil y haciéndome indicaciones para que empiece a comer salchicha.
Nunca he probado polla anteriormente y me acerco a ella con precaución. Desprende un olor a rancio, a meada, pero su aspecto es espectacular.
Parece un pepino maduro de unos 25 centímetros culminado con un glande rosado y mojado, quizá con restos de la meada anterior.
Empiezo pasando la punta de la lengua por su frenillo, lo cual parece gustarle dado la expresión de su cara.
Sabe bien, a salado, como una salchicha cruda pero caliente, muy caliente.
Sigo recorriendo las gruesas venas que jalonan la longitud de la tranca para terminar lamiendo unos gordos testículos, recubiertos de pelo.
Me la introduzco entera en la boca pero solo alcanzo a tragar la mitad de ella, es demasiado grande para mí.
Pese a ello, el cabrón del alemán intenta metérmela toda de un empujón, pero solo logra unos centímetros más, suficientes para que la punta de mi nariz roce su vello púbico.
De pronto me la quita, con mi consiguiente protesta, y escupe sobre ella un par de veces, como antes hizo en mi polla, lanzando dos espesos escupitajos sobre la zona del capullo y restregándolos por todo el prepucio.
Entonces me la introduce de nuevo, esta vez logrando, no se como, que la engulla hasta el final y moviéndola adentro y afuera como si me estuviera follando con ella.
Las sensaciones me invaden. Me encanta lo que me están haciendo y pronto noto como me corro por segunda vez sin tocarme siquiera.
Mi amigo para de pronto en seco y me ordena algo que no comprendo.
Viendo que no obedezco me toma violentamente por las axilas y me coloca de cara a la pared, para después abrir mis piernas al máximo y obligándome a agachar la cabeza hacía adelante.
Estoy en posición de registro, como cuando cachean a alguien en la comisaría, y noto como unos dedos se introducen rápidamente entre mis glúteos.
Esta buscando mi ano.
Eso me asusta y le digo que pare, que no quiero seguir.
El se ríe. Probablemente no entiende lo que le estoy diciendo y si lo entiende, se hace el loco.
Es más fuerte que yo y pese a la resistencia que opongo no logro nada, así que me calmo y le dejo hacer.
Dos dedos, previamente untados en los restos fecales que flotan en la taza, se introducen en mi esfínter bruscamente.
Cuando nota que el movimiento es más fluido, apoya su pene en mi espalda y a continuación, tras decirme algo al oído » te vas a correr de gusto» en un español apenas inteligible, noto como el glande pugna por entrar en mi interior.
Centímetro a centímetro su verga entra en mi cuerpo, hasta que noto el cosquilleo de sus testículos en mis nalgas.
El dolor es insoportable y me quejo con tímidos gemidos.
Pronto empieza a moverse rítmicamente, mientras canturrea alguna tonada en germano.
Al rato el placer elimina al dolor y abro aún más mis piernas para facilitarle las embestidas.
Oleadas de placer recorren mi cuerpo y sus testículos golpean a cada acometida mis nalgas.
Me corro por tercera vez en la noche, poniendo perdida la pared del cuarto de baño.
Cada vez es más y más potente su follada y en cuestión de segundos recibo las primeras sacudidas de semen en mi interior, inundando mi culo.
Parece que no acaba nunca y temo que los gritos de mi amante despierten a alguien del camping.
Por fin, se calma y deja caer su cuerpo sobre el mío.
Yo me agacho e instintivamente busco su polla, ahora flácida para limpiar los restos de su espeso manjar.
Paladeo con gusto el caliente fluido que instantes antes había inundado mi recto y ronroneo al pasarme la cabeza de su pene por los labios.
Después se queda dormido en el suelo y comienza a roncar.
Probablemente mañana no recuerde nada de lo sucedido.
Yo paso en silencio por su lado y me marcho a mi tienda.
Después de todo no va a resultar tan aburrido este camping.