De gatos y tequilas

Al revisar mi correo me encuentro con un mal de Karlos, un chico mexicano de 16 años fanático de mis relatos, que desde que publiqué el primero no para de escribirme cada vez que tiene la posibilidad.

Me informaba que venía con un grupo de amigos a mi país, Argentina y que quería conocerme en la semana que se quedaba en Buenos Aires.

Mail va, mail viene, Karlos me envía una foto donde pude conocer a los otros tres chicos que venían con él. Dos de ellos de veinticinco años, y un tercero de 17 llamado Tom.

Este último, estaba más que interesante. Se lo veía muy bonito, con un lindo gorro y un aro en un labio.

Ver la foto me calentaba, entonces empecé a averiguar si Tom era gay.

No le era.

El desafío estaba planteado, ese chico tenía que caer en las garras de el Gato.

Le comenté a Karlos que su amigo me gustaba y me dijo que ni me haga ilusiones, que él ya había intentado de todo para esta con él y no había conseguido nada, eso no me acobardó, la experiencia estaba de mi lado.

Pasaron unas semanas y por fin llegaron a la Argentina hospedándose en un hotel del centro.

El mismo día que llegaron Karlos me invitó al hotel, y fuimos a cenar y a bailar los cinco.

Tom era realmente hermoso, me calentaba desde el aro hasta como pronunciaba la palabra «pendejo» tan común en su vocabulario como en los argentinos el «boludo».

Ya al amanecer y de vuelta en el hotel, me ofrezco como guía turístico para ese día, prometiéndoles un paseo de lujo.

Los dos chicos mayores me agradecen la invitación, pero habían quedado en visitar unos parientes que tenían acá ese día.

Ya me retiraba para mi casa cuando Karlos me dice si no podía irse conmigo ya que yo vivía solo le dije que no había problema.

Entonces, Tom, que no sospechaba nada de nada, nos preguntó si a él lo íbamos a dejar solito.

Obvio, le dije que no.

A Karlos mucho la idea de llevar a Tom a mi casa no le gustó, pero en fin, a mi me fascinaba.

Él pensaba que su amigo y yo nos habíamos hecho amigos en chat, según Karlos, Tom no sabía que yo también era gay.

Llegamos a casa ya de día. Pero con mucho sueño.

En mi casa hay dos habitaciones, una más grande con una cama matrimonial, y otra chiquita con una cama de una plaza en donde yo por ser algo corta no duermo muy cómodo.

Aclarado esto restaba ver quién dormiría conmigo en la cama grande donde también había TV y quién en la otra pieza.

Aquí estaba la oportunidad que había estado esperando.

Karlos era más bajito que Tom, entonces su amigo le dijo que dormiría conmigo.

Mucho la idea no le agradó, pero lo convencimos cuando le ofrecí llevarse el TV a la piecita, y más aún cuando le dije que tenía dos canales pornos que transmitían las 24 horas, a esa edad, eso es irresistible.

De inmediato se llevó el aparato y se acostó en la camita. Tom y yo nos acostamos en la otra pieza.

Como hacía calor (los veranos de Buenos Aires son terribles)

Le dije a Tom que podía dormir en calzoncillos, que no había ningún problema, porque se había acostado con los pantalones puestos.

Aceptó gustoso y se quedó en bóxer. Tenía un cuerpito hermoso, delgado y marcadito.

Yo cerré las ventanas, puse el ventilador de techo y le pregunté si tenía problemas en que cerrara la puerta ya que la luz que entraba de la sala me molestaba para dormir, me dijo que a él también, así que cerré la puerta y me acosté.

Comenzamos a hablar sobre Guadalajara, el lugar donde vive en México, y me comentó sobre su familia y su novia.

Hablamos un rato buen largo hasta que me preguntó cómo era que yo había hecho amistad con Karlos.

Le dije que si en verdad quería saberlo tendría que leer algo.

Medio sorprendido aceptó leer.

Yo agarré una carpeta que tengo en mi mesita de luz con todos mis relatos y se la pasé, ofreciéndole

«Derritiendo nieve» uno de los relatos míos que más me gusta.

Se sentó en la cama, encendió el velador y se puso a leer.

Yo le dije que primero lo lea y después me pregunte lo que quiera.

A medida que avanzaba en la lectura se empezó a poner medio incómodo, porque como es natural, se estaba empinando.

Debajo del bóxer se adivinaba una pija de buenas dimensiones.

De vez en cuando me miraba de reojo, yo hacía que no lo observaba para que se sintiera más cómodo.

Terminó de leerlo y me entregó la carpeta con un sonrisa.

Hubo un silencio un tanto incómodo que yo rompí con un : ¿y…? recostándose nuevamente, me dijo «o sea que tu también eres homo, como Karlitos, creo que elegimos mal las camas».

Le contesté que sí lo era, pero que no mordía.

Además, no puedes negar que te ha gustado el relato…

Al menos a tu pija sí le gustó. Y eso que no leíste la segunda parte.

Y él me respondió, dame que la leo. Y la leyó.

A esta altura yo ya no le sacaba los ojos de encima, la cosa empezaba a ponerse caliente de verdad, mientras leía con una mano se tocaba la pija, y me pedía disculpas por eso, pero me decía que la culpa era mía por hacerle leer esas cosas.

Yo me reía, ya estábamos en confianza.

Al terminar de leerlo me dijo que estaba muy caliente y que se quería hacer una paja. Si podía ir al baño.

Le dije que si quería se la podía hacer allí mismo, que yo también me haría una ya que verlo tan al palo me había calentado.

Dudo unos instantes y de golpe se bajó el bóxer hasta los pies, dejándome ver una pija de unos 20 cm realmente hermosa. Inmediatamente yo hice lo mismo, y ambos comenzamos a pajearnos.

Mientras lo hacíamos yo le pregunté en qué pensaba mientras se pajeaba y su respuesta fue su perdición…

«Tus relatos, que están bien chidos» me dijo.

No lo dudé un segundo más, atrapé su pija entre mis manos, él se quedó congelado, pero no dijo nada, así que continué dándole una paja de lujo.

Poco a poco me fui acercando hasta que mis labios quedaron muy cerca de su pija, y me la llevé a la boca, tragándomela entera.

Siempre supe que soy muy bueno chupando pijas, y los gemidos de Tom me lo confirmaban.

Se la chupaba lentamente, desde la base hasta la cabeza, subía y bajaba pasando m lengua por todo el tronco y deteniéndome en el glande para dar pequeños mordiscos.

Ya lo tenía en el cielo, estaba totalmente entregado a mi.

Dejé su pija un rato para comenzar a subir por su vientre y llegar a su pecho que prácticamente no tenía vellos, y chupé y mordí por todos lados.

Poco a poco me fui acercando a su boca, que hice mía en un beso resistido al principio, pero que también se abrió a mi lengua que se encontró con la suya en un beso impresionante.

El rozar con mis labios el aro que él tenía en el suyo me puso a mil. Sus manos buscaron mi pecho y me empezó a acariciar tiernamente.

Era hermoso. Me puse de costado en llevándome su pija a mi boca una vez más y ofreciéndole mi culo para que hiciese lo que quisiera con él.

Tom se ensalivó los dedos, y me fue introduciendo uno a unos tres de ellos que jugaban en mi interior y que él manejaba a la perfección.

Ahora el que estaba en el cielo era yo.

Sentía como me cogía con la mano.

Y me encantaba.

Sus dedos largos entraban y salían de mi marcando un ritmo que yo acompañaba con la mamada que le estaba brindando.

Estuvimos así un buen rato, hasta que me dijo que estaba por acabar.

Dejé de chuparle la pija y comencé con los huevos, pasaba mi lengua entre ellos haciéndolo delirar de placer.

Él se atrevió a más, y sacando sus dedos llevó su lengua hasta m culo que le pedí lubrique bien, ya que quería que me la metiese bien adentro.

Lo chupaba muy bien, yo sentía como su lengua me penetraba y lamía mi interior, llenándome de saliva.

Cuando consideró que ya estaba bien, se puso de pié y me pidió que me pusiera en cuatro a la orilla de la cama, que me iba a enseñar cómo culeaban los mexicanos.

Así lo hice y sin mediar más palabras, con una mano me separó una nalga y con la otra ubicó la punta de sus 20 cm de carne en la entrada de mi orto, y de un empujón, me la enterró hasta los huevos.

Comenzó a moverse tan bien que por un momento pensé en irme a vivir a México. ¡Por dios, que bien que me estaba empernando ese pendejo!.

Me tomaba de la cintura y me apretaba contra él, enterrándomela más aún si eso era posible.

Se movía para todos lados, yo acabé prácticamente sin tocarme, inundé las sábanas de leche.

Tom llevó una de sus manos a mi boca, y yo empecé a chuparle los dedos con devoción. Él mientras me decía «¿te gusta Gatito cómo cojen los chicos de Guadalajara? Síiiiii….

Contestaba yo que ya había perdido todas mis fuerza en la acabada. «Y ahora me vas a dar tu boquita para que la llene de tequila….jajajaja…..de lechita, Gatito. ¿Verdad que sí?».

Inmediatamente me di vuelta y abrí la boca para recibir en ella los jugos del chico.

Los primeros chorros dieron en mi cara, el resto en mi garganta, nunca antes había visto a alguien que acabara de esa forma.

Me llenó de leche por todos lados, luego se inclinó y me besó, dejándose caer arriba mío en otro beso apasionado al mejor estilo Hollywood.

Así nos quedamos un buen rato, hasta que nos dormimos.

Y así nos encontró Karlos esa tarde.

La envidia del chico era tremenda, creo que en ese momento me odió, pero al rato se le pasó cuando comprendió que yo había abierto la puerta para que él juegue con Tom las veces que quisiera allá en México.