Sexo en Londres – versión femenina
Había estado toda la noche sin dormir, dando vueltas en la cama, encendiendo y apagando la televisión, encendiendo y apagando el ordenador.
Pero pese a todo ello no tenía sueño, ni estaba cansada, ni tenía hambre, no sentía casi nada…
No podía dejar de pensar en mi relación con Mikel, «todos los momentos vividos, todas mis ilusiones, todas las mentiras que me había tragado,…».
Deseaba olvidarlo todo, pero al mismo tiempo sentía la necesidad de recordarlo todo, <como si tratase de construirme un caparazón definitivo para que no me volviese a suceder lo mismo>.
Debía ir al trabajo, aunque fuese sin dormir.
Al menos tenía a mis compañeros de trabajo, su amistad desinteresada me daba energías cada día.
El estar atareada durante el trabajo me hacía no pensar en otra cosa, no sufrir pensando…
Pero por otra parte, la compasión de los compañeros me hacía sentirme una desamparada, su amabilidad excesiva hacía que me sintiese más débil, más vulnerable.
El metro tardaba en llegar una eternidad, cada minuto que pasaba parecía una hora allí, estaba tan rodeada de gente, (pero tan aislada al mismo tiempo).
En realidad yo nunca fui una chica frágil, siempre fui independiente y segura de mi misma, simplemente estaba pasando un mal momento.
Pero las actitudes de mi familia, de mis amigos, de todos los que me rodeaban, hacían que me sintiese desgraciada.
El metro llegó al fin, preferí ir hacia los últimos vagones, allí no tendría que soportar las miradas de la gente.
Al ir hacia el vagón me dije a mi misma:
«Vamos Geny, tienes que superar esto, tienes que hacer algo, tienes que romper con esta monotonía, tienes que romper con la rutina, tienes que demostrarte a ti misma que realmente eres independiente y fuerte».
Al entrar al vagón vi a un chico sentado en una esquina, con la cabeza agachada, estaba sólo. Sin pensar en nada me senté justo al lado de él.
Era un chico moreno, bastante mono, parecía extranjero y se notaba que tenía falta de cariño y amor.
Sin pararme a pensar, acaricie levemente su rostro y le dije:
— Eres el chico más sexy del mundo–
El chico me miró entre sorprendido y asustado, y no me respondió nada. Su mirada se tornó en desconfianza, como si yo estuviese de broma.
En ese momento, un impulso incontrolable me hizo sacar el preservativo que llevaba desde hacía 2 años en el bolso, <justo el tiempo que llevaba sin estar con Mikel>.
Me dije a mi misma que «ya era momento de usarlo, había pasado demasiado tiempo, no podía seguir así.»
Dejándome llevar por el deseo y por la necesidad de recuperar mi autoestima, me dirigí hacia su paquete.
En apenas unos segundos se lo desabroche y le coloque el condón con la boca, (como le gustaba a Mikel).
El chico encogió la barriga y se pegó hacia atrás en el asiento, su cuerpo temblaba levemente.
El chico se comportaba como si lo estuviese violando, y eso me hacía sentirme aún más excitada.
Su pene era duro y tenía el tamaño perfecto para que mi movimiento de cabeza fuese erótico y sensual.
Esparcí mi pelo largo por todo alrededor de el, para que no se viese demasiado.
-Mmmmm, me estaba empezando a sentir como una mujer libre y decidida.
Mientras la saboreaba, empecé a pensar en lo que había sido mi vida sexual desde que era una adolescente:
«Mi padre me prohibía llegar a casa después de las diez, justo a las diez que es cuando empezaba la gente a ser divertida…. Recordé aquella carta que mi padre me descubrió cuando yo tenía 14 años, (era una carta de amor, sin maldad), recordaba sus guantazos en mi cara, sus gritos, y las discusiones que tuvo con mi madre reprochándole que ella me había educado muy mal y que ella era la culpable… Y todo, por una simple carta…»
Pude oír como el metro paraba en algunas estaciones, pero me daba igual, sabía que faltaba mucho para llegar a mi parada.
Tenía tiempo de hacerlo, de disfrutar, allí con mi cabeza entre sus piernas.
Pude sentir como el me acariciaba mi pelo, con una gran ternura, lo note mas potente en esos momentos.
Continuaba pensando (en el instituto durante mi estancia en el internado):
«Qué absurdo era que las chicas tuviésemos que estar en clases separadas de los chicos, que hipocresía de los instructores, si al final acabábamos viéndonos a escondidas (y todos lo sabían). ¡Qué estúpido era tener que practicar sexo y sentirse como la que está cometiendo un delito ¡»
En el vagón el murmullo de la gente, era grande.
Yo hice como la que cierra los oídos, me abstraje de todo aquello, no quería escuchar los comentarios de nadie.
No me hacía falta escucharlos para imaginármelos.
Me sobraba toda aquella gente.
Seguí pensando, recordaba mi relación con Mikel:
«¿Cómo pude tardar tanto en darme cuenta de que cuando criticaba a mis amigas lo hacía para aislarme, para que sólo le prestará atención a él? ¿Cómo pude dejar perder el contacto con la gente, sólo para dedicarme a él? ¿Cómo deje escapar tantos años de mi vida de esa manera? ¿Cómo cuándo el me incitaba a hacer algo, acababa haciéndolo?»
En ese momento el chico lanzó un suspiro de placer, pude sentir como el condón se llenaba, entonces seguí unos segundos más despacio para que terminase relajado.
Tan rápidamente como llegué, me fui.
No quería preguntas, no quería conocerlo, pensé que sería mejor así.
Sólo había sido una atracción física, no había nada más y yo tampoco buscaba nada más.
Salí hacia el otro vagón, no recuerdo nada más, sólo que unos segundos después llegué a mi parada y me dirigí al trabajo.
Al llegar al trabajo, estuve gastando bromas a todos los compañeros.
«La forma de vestir de Kaen, el carácter charlatán de John, el gato de Lisa….,» hacía bromas de cualquier cosa. Desde entonces el trato de los compañeros hacia mi es más natural, y yo me siento mejor.
Y aquí sigo con unos compañeros maravillosos, y con la ilusión de encontrar amigos (y porqué no, amores) muy pronto…