Carta íntima II
Preciosa mía, aún estamos lejos y tardaremos en vernos, ésta distancia me mata, pero te quiero y no te dejo de escribir.
Uno de los recuerdos más bonitos y que más tengo presente de nosotras,cariño, son esas mañanas, esos maravillosos despertares contigo que me provocan mil sensaciones…
Es sábado por la mañana y los primeros rayos de sol que entran por la ventana nos anuncian sutilmente que acaba de amanecer y nos invitan a despertarnos.
Afortunadamente es fin de semana y no tenemos ninguna prisa por levantarnos.
La maravillosa luz de fuera, me apunta de lleno a la cara y provoca que entreabra mis ojos y que de mi boca salga un bostezo de pereza e incredulidad por lo descubierto.
Como puedo abro lo más posible mis ojos y miro por la ventana y observo decepcionada que la noche ya se ha ido, que las estrellas ya no brillan y que de verdad acaba de amanecer.
Me doy la vuelta en la cama bostezando de nuevo y estirando hacia arriba los brazos intentando despejarme sin éxito.
Tú estás a mi derecha, dormida y como siempre dándome la espalda y apartada para que no te oiga hacer esos ruiditos nocturnos tan particulares tuyos y descanse.
Acerco mi mano a tu pelo y echo hacia atrás tus rizos para poder verte de lado.
Al tocarte emites un leve ruido:
– Mmmm…
Y con vehemencia te giras hacia la izquierda dándome por fin la cara.
Aún no abres los ojos, creo que ni siquiera te has dado cuenta de donde estás, de que ha amanecido, de que estoy junto a ti…
Vuelves a acurrucarte como una niña pequeña entre las sábanas y pronto vuelvo a escuchar tu tranquila respiración regular.
Estoy apoyada sobre un codo y te observo, con una sonrisa en los labios y un ensimismamiento del que no sé como podrían sacarme.
Apenas puedo ver de ti tu cara, tu cuello y una de tus manos reposando sobre la almohada, el resto de tu maravilloso cuerpo está aún escondido bajo la colcha impidiéndome ver toda tu grandeza.
No puedo creerme que seas mía, que yo está a tu lado, en tu cama y que te hayas enamorado de mí; preciosa, estás preciosa cuando duermes, esa paz, ese «no tener conciencia de nada», esa quietud que nos permite estar relajados y felices, sin enterarnos de lo que pasa.
Que bonita cara y que bella sonrisa mientras duermes, esa boca apetitosa, esos labios carnosos y ese mechón de pelo rebelde otra vez cayéndote en la cara.
Sonrió y lo retiro de ahí, quiero verte bien y poder amarte en silencio mientras tú descansas, mientras estás en un lugar donde no sé si eres mía.
Te mueves un poco y te colocas hacia arriba, con la boca más abierta ahora y bastante más desarropada; puedo ver parte de uno de tus grandes pechos asomado por la abertura del pijama, hace unos días que te ocurre y eso es que has ganado algo de peso en los pechos, ya casi ni puedo cogerlos con una mano y utilizo las dos para notar tu tacto, tu suavidad…
Ayer fuiste a la peluquería, te han puesto un color en las mechas que queda verdaderamente bonito en tu pelo, me pasaría horas mirándote.
¿Por qué no cerraras esa boca mi bella dama? es que tus labios rojos me están poniendo, me están volviendo loca porque me llaman y temo acercarme a ellos por si provoco tu despertar, y estás tan guapa que no quiero romper tu imagen.
-Uuhhgg uuhhgg- oigo de repente en la ventana.
Un par de bonitas palomas se han posado ahí fuera, están cortejándose y se rozan la una contra la otra.
-Uuhhgg uuhhgg- oigo de nuevo y echan a volar despavoridamente.
Que imagen tan sugerente, dos palomas blancas amándose, como nuestros dos cuerpos desnudos de mujer.
Vuelvo a mirar hacia ti y ni siquiera te has inmutado por su ruido.
Te he visto muchas veces dormir, pero hoy cada vez que te miro me pareces aún más guapa, me gustas más, me atraes más, será que debo estar hoy aún más enamorada de ti que ayer, pero seguro menos que mañana.
Me gustaría estar dentro de ti, saber qué está pasándote por la cabeza en estos momentos, qué estarás soñando, si tal vez no piensas en mí.
No puedo saber que sientes cuando duermes y me inquieta el no poder preguntarte tampoco, quisiera cuidarte en la noche, amarte y no separarme de ti, pero cuando duermes…. no eres mía y me lamento.
Me apetece tanto besarte y abrazarte y retenerte conmigo para saber siempre que me amas.
Empiezas a moverte y te giras de nuevo para el lado izquierdo levantado el brazo derecho y poniéndomelo encima rodeando mi cuerpo, te pegas completamente a mí, y como si me hubieras leído el pensamiento me abrazas muy fuerte y abres los ojos sonriendo y me dices:
– Buenos días, mi amor, soñé contigo. Te quiero.
Y poniendo tu cuerpo sobre el mio, me besas profundamente y me pides que te haga el amor en esa maravillosa mañana de sábado…