Me gustan los desconocidos
Mi nombre es Sara, tengo 23 años, estudio arquitectura en Madrid, y vivo sola en un piso que mis padres tienen en esta ciudad.
Soy una chica morena, de estatura media, y bastante resultona a tenor del éxito que tengo con los hombres.
Desde que vine a vivir a Madrid, antes estaba en un pueblo de León, he descubierto que soy una auténtica adicta al sexo y como a continuación os cuento, esto me trajo algún que otro problemilla.
Tengo fascinación por dos cosas fundamentalmente: Me vuelven loca las pollas grandes, y ser follada por desconocidos.
Cuando paseo por la calle, me voy fijando en los paquetes de los hombres con los que me cruzo, y en el momento en que uno me hace tilín, no me corto y me ofrezco en cuerpo y alma, me lo llevo a mi apartamento y allí me lo follo a mi gusto.
Tengo que reconocer que me atraen sobremanera más las vergas de los negros, aunque he podido degustar pollas de todos los países y etnias.
Pero un buen falo negro es el mejor instrumento para ser penetrada y uno de los que mejor sabor tienen.
Hasta el día en que me ocurrieron los hechos que os voy a narrar, nunca me había ocurrido nada accidental, fuera de fiascos con tíos que ni tan siquiera se empalmaban o a los que el orgasmo les llega con tan solo tocársela.
Pero ese día las cosas fueron bien distintas.
Era jueves por la mañana, y yo andaba paseando por la calle mayor, buscando una librería en la que tenían un libro que necesitaba para mis estudios.
De repente me crucé con un tipo de color, de más de dos metros, musculoso y con un paquete deslumbrante.
En un instante me imaginé empalada por esa bestia negra y mis anteriores planes desaparecieron de mi cabeza.
Me acerqué a él con el cuento de que me encontraba despistada y sola y si me podía echar una mano.
Para ello le invité a tomar un café, y durante el mismo tuve tiempo suficiente para dejarle bien claras mis intenciones.
Steve, que así decía llamarse, no tuvo inconveniente alguno en atender mi «soledad» y me invitó a ir a su casa.
Nunca dejo que los desconocidos que me voy a follar me lleven a sus respectivas casas, ya que en la mía me siento más cómoda y segura.
Pero en esta ocasión, debido al calentón que tenía acepté sin titubeos la oferta de Steve.
Cogimos un taxi y nos dirigimos a Arturo Soria, a un chalet que se encontraba casi a las afueras, y que tenía un magnífico aspecto.
Por el camino, pude comprobar al tacto, que las expectativas sobre el gran cipote que tenía este chico, se cumplían sobradamente.
Entramos en la casa y casi sin mediar palabra, me cogió bruscamente del brazo y me bajó al sótano, a través de unas escaleras de caracol.
El sótano era muy amplio y confortable.
Se trataba de una antesala con televisión, chimenea y unos sillones de orejas alrededor de una chimenea, y de esa sala se accedía a una puerta que daba a una habitación muy grande, toda ella alfombrada y con las paredes y el techo tapizada con grandes espejos.
En el medio una cama gigante, redonda y con una especie de trapecios que colgaban del techo.
Al principio quedé un poco impresionada con la chocita del negro, pero al instante me olvidé de donde estaba y me centré en lo que me había traído, que no era otra cosa que disfrutar de una gran polla de un gran desconocido.
Steve me agarró violentamte me puso mirando hacia la pared.
Me levantó la falda y me bajó las braguitas.
Sin tan siquiera avisarme me ensartó su enorme poya en mi coño, que pese al subidón que tenía, hubiera necesitado un pequeño calentamiento previo, y comenzó a penetrarme cada vez más fuerte mientras me decía puta y zorra de mierda, vas a saber lo que es gozar como una puta perra en celo.
Pronto mi raja se acostumbró a tan inmensa polla y comencé a gozar de lo lindo. Lo cierto es que pese a la violencia de su forma de actuar nunca hasta ese momento me entró miedo de verdad.
Después de varios minutos de empujar a lo bestia, y de haberme corrido en tres ocasiones, Steve me sacó la polla del coño y me dio la vuelta, apoyó sus manos en mis hombros presionando hacia abajo y me ordenó que le chupara la verga y que me bebiera hasta la última gota, ya que si caía algo de semen en la alfombra me iba a dar una paliza de impresión.
Sin por supuesto negarme a tan educada petición, aun bajo los efectos de los tres recientes orgasmos, y siempre en la creencia de que se trataba de parte del juego me arrodillé y comencé a chuparle el nabo.
Ya sabía que se trataba de una polla gigante, al haberla tenido dentro de mis entrañas y no haber sentido antes semejantes proporciones en mi coño, pero al verla tan de cerca, quedé aún más alucinada de su tamaño y grosor.
Se trataba de un cipote de unos 30 cm y que debido a su grosor tenía que cogerlo con las dos manos para poder maniobrar cómodamente con él.
Comencé a chuparlo como una auténtica posesa mientras con ambas manos le pajeaba a buen ritmo.
Era impresionante; llevaba más de 30 minutos follando como un loco, y otros cinco siendo mamado y pajeado y el tipo sin hacer amago de correrse.
De repente, dio un respingo y de su enorme capullo comenzó a salir leche como si de una cascada se tratara. Traté de tragármela toda pero fue imposible.
Mientras relamía toda la polla, pude ver que la alfombra estaba manchada de semen, pero imaginé que con el placer que sentía el negro ni tan siquiera se había dado cuenta.
Sin duda estaba equivocada. Steve, una vez hube terminado mi magnifica mamada, se separó de mí un metro, miró al suelo y me soltó una tremenda ostia que me tiró al suelo.
Acto seguido, me levantó y tras desnudarme del todo me colocó un collar de cuero en el cuello, al que se enganchaba una cadena de hierro y comenzó a arrastrarme por la habitación hasta llevarme a una especie de potro que no pude haber visto antes porque se encontraba plegado.
Me ató de pies y manos quedando con el culo en pompa y enganchó la cadena que me cogía del cuello a un anclaje en el techo, quedando mi cabeza y cuello ligeramente levantados.
En ese instante Steve pegó un grito y a través de los espejos pude ver a seis negros que entraban en la habitación, completamente desnudos, y con las poyas flácidas que se dirigían sin remedio a mi encuentro.
Uno de ellos, que tenía el peno canoso, se acercó a mí y comenzó a tocarme primero el culo, luego el coño, y finalmente agarrándome el pelo y tirando bruscamente hacia atrás dijo: Muy bien, esta puta puede valer.
Aterrorizada, se me ocurrió preguntar para qué, y el del peno canoso me pegó un puñetazo en los riñones y me dijo: Oye, puta de mierda, aquí no se hacen preguntas.
Limítate a hacer lo que se te diga y de esta forma puede que salgas viva de aquí.
Steve se marchó, y los seis negros me rodearon colocando sus pollas flácidas cerca de mi boca.
Eran de buen tamaño, pero nunca como la de mi Steve.
Comencé a chuparlas una a una y según las ponía duras pasaban a la parte de atrás y me ensartaban por el coño y por el culo.
Mientras les comía la pollas, me insultaban, me escupían, me azotaban e incluso alguno de ellos me taponaba la nariz con toda su polla dentro aguantando así durante varios segundos.
En total fui follada por culo, coño y boca unas 20 veces, tenía todo el cuerpo lleno de semen, y moratones por todo el cuerpo.
Sentía que me iba a morir y que de esta nunca más saldría.
Pero de pronto, los seis negros pararon y se separaron de mí. ¡Al fin había acabado el suplicio¡.
Pasaron varios minutos y a través de los espejos pude ver a uno de los negros que se acercó a mí con dos aparatos extraños que consistían en un poste grueso del que aparecían dos descomunales pollas de plástico y que a través de un mecanismo electrónico entraban y salían a gran velocidad.
Colocó uno en mi culo y en mi coño y el otro artilugio lo colocó a la altura de mi boca pero sin metérme ninguno de ellos.
Volvió a alejarse y regresó con una cámara de video que procedió a enchufar. Acto seguido introdujo las poyas de plástico en el culo y en la concha y dio al ON.
Empecé a sentirme doblemente penetrada y a un ritmo absolutamente infernal.
El tipo comenzó a grabar mientras mi culo y mi raja se abrían y cerraban a toda velocidad.
Bien es cierto que el tamaño de aquellos objetos era tremendo, pero el haber sido follada en tantas ocasiones y por tan magníficas pollas, me hizo más llevadero el lance.
A los pocos minutos me introdujo el otro objeto en la boca lo que me provocó alguna que otra arcada que pareció divertir sobremanera al tipo que grababa.
Pronto el del peno canoso se aproximó al negro que grababa y haciéndole un gesto con la mano, se terminó de vestir y se retiraron.
La siguiente vez después de ese momento que recuerdo, me ví tirada en un parque público, perfectamente vestida y con grandes laguna sobre lo sucedido, si bien mi coño y mi culo me aclararon que no se trató de un sueño y me hizo entender que mi vida había estado en franco peligro.