Adoración y sumisión total a una diosa
Como cada Viernes, debo presentarme en casa de mi Ama para servirla como es debido.
Conforme me voy acercando, mi corazón late con más fuerza, mi pulso se acelera y mi excitación crece por momentos.
El placer que siento al estar bajo sus órdenes es una sensación inigualable, de modo que accedo a todos sus deseos de la manera más servil que uno pueda imaginar.
Me ha ordenado que debo acudir a su morada todos los Viernes a las 20:00 h., salvo orden en contrario.
Por supuesto, la puntualidad es absolutamente necesaria, ya que hacerla esperar sería un error imperdonable.
En estos momentos, estoy ante la puerta de su casa.
Pulso el timbre y, antes de que abra, me arrodillo rápidamente, puesto que no debo estar a su altura en ningún momento, demostrando así que su superioridad y mandato es manifiesta.
No permite miradas directas hacia su persona, a no ser que lo pida expresamente.
Abre la puerta y mi mirada apunta al suelo.
Subo lentamente la vista hasta ver sus pies, que calzan unos maravillosos zapatos de tacón alto tipo salón.
Evidentemente, deduzco que sus infartantes piernas están enfundadas en excitantes medias negras de nylon.
Me imagino el placer que podría sentir lamiendo todos esos elementos fetichistas.
Tras una breve pausa, Ella dice: -Vaya, ya estás aquí tan puntual como siempre, esclavo. Bien, ahora sígueme a cuatro patas.
Mi Ama se da la vuelta y aprovecho la ocasión para mirarla en todo su esplendor.
Lo que veo no tiene desperdicio.
Lleva un sujetador negro que atrapa unos pechos abundantes, una minifalda negra con cremallera en un costado y, como he dicho antes, unas apetitosas medias negras y zapatos de tacón del mismo color.
El físico de mi Ama es de auténtico escándalo: Largas piernas, pechos voluminosos, estatura media-alta, ojos azules, trasero ideal para ser mordido y cabello moreno ondulado recogido en coleta.
Todavía no me explico cómo es posible que semejante maravilla de la naturaleza me permita servirla y divertirla.
Es, sencillamente, la Diosa ideal capaz de derretir y hacer arrodillar a cualquier varón.
Me lleva hasta el centro del salón y con voz firme me dice: -Un esclavo debe estar despojado de todas sus ropas, pero hoy he pensado que es demasiado privilegio para tí.
Así que quítate la camisa y bájate los pantalones.
Hago lo que me ordena, de forma que sólo puedo bajarme los pantalones hasta las rodillas, dado que continúo arrodillado.
-Ahora, bájate los calzoncillos por la parte trasera de forma que quede descubierto tu culo, pero cubierto el «paquete».
Tras hacerlo, me siento humillado por la situación. La imagen es patética ya que, lógicamente, estoy en erección. Imagínenselo.
-Ja, ja, ja… no te apures, esclavo, estás muy «mono» así. Bueno, ahora túmbate boca abajo, que quiero pisarte un poquito como la alfombra humana que eres.
Me pisa el culo repetidamente y también la cara. Introduce el tacón de su zapato en mi boca, removiéndolo en ella. Después, me coloca unas esposas en las muñecas.
Enseguida, oigo sus pisadas alejándose hasta aposentarse en su sofá preferido, y me ordena: -Acércate, gusano.
Me cuesta un tanto levantarme, y me acerco avanzando de rodillas hasta mi Ama. Ella cruza sus piernas y dice: -Vamos a ver qué tal utilizas la lengua.
Lame mis zapatos, incluidas la suela y el tacón.
Su superioridad es aplastante y yo disfruto lo indecible cuando estoy postrado a sus divinos pies.
Lamo lentamente y con ganas recreándome en mi infinita suerte.
He empezado por su zapato derecho y continúo por el izquierdo. Escucho algún que otro suspiro por su parte.
De repente, me grita:
-Está muy bien, pero quiero que te metas en la boca todo lo que te quepa. Primero, la punta de mis zapatos y luego todo el tacón.
Cumplidas sus órdenes, se desprende de su zapato derecho y lo deja balanceándose en su pie. -Ahora, debes lamer la planta de mi pie sin que caiga el zapato.
Yo no sólo lamo, sino que también huelo el incomparable aroma que despide.
-Bien hecho, esclavo imbécil. Ha llegado el momento que estabas esperando.
Debes comerme los pies «de verdad». Quítame los zapatos con la boca y chúpame y lámeme los dedos, planta, talón, empeine… ya sabes cómo.
Me presto a la tarea babeando como un perro sarnoso.
Beso, lamo y chupo sin parar.
Pierdo la noción del tiempo.
No es para menos cuando uno está en el séptimo cielo.
Debo recordar que mis muñecas siguen esposadas y que mi Ama lleva medias, dos elementos que aumentan mi excitación.
Chupo sus deditos a través de las medias, besando y lamiendo cada uno de ellos y metiendo la lengua entre las separaciones.
Recorro lentamente con mi lengua sus plantas y me recreo un buen rato en sus talones.
Por último, me meto cada uno de sus pies en mi boca hasta el fondo, mamándolos desesperado.
Ella mueve sus dedos dentro de mi boca. Todas estas sensaciones están llevándome hasta el límite de la corrida.
Cuando mi Ama cree que sus pies han sido suficientemente adorados, me sigue premiando: -Supongo que tu lengua parecerá un estropajo después de esta abundante «comida». Tengo las medias mojadas de tanta saliva, así que quítamelas con los dientes.
La labor es muy difícil y costosa y Ella no tiene más remedio que ayudarme puntualmente.
Con las medias quitadas, me insta a tumbarme en el suelo boca arriba, me hace abrir la boca y mete en ella sus medias.
Seguidamente, empuja con su pie la media hasta el fondo de la garganta.
El otro pie lo coloca aplastando mi nariz, para que mi boca y nariz estén inundados por su celestial olor.
Tras unos minutos, me quita las medias de la boca, se levanta y vuelve a introducir su pie derecho en mi boca hasta casi atragantarme.
Todo esto está acompañado por las sonoras carcajadas de mi Ama, que realmente se divierte con mi total y rendida sumisión.
Ha llegado la hora de cenar, y mi Ama me ordena acompañarla hasta la cocina.
Advierto que la sesión de adoración de pies todavía no ha terminado, puesto que coloca un plato que contiene un pastel de nata, crema, cerezas… capaz de hacerme la boca agua. -Para que veas que tienes el Ama más bondadosa del mundo, ahí tienes un regalito.
Ha colocado el plato con el pastel en el suelo al lado de una silla. Mi Ama se sienta en ella y embadurna sus pies con el pastel. Pisa el dulce varias veces. Sus pies tienen una «pinta» irresistible.
Estoy cerca de la taquicardia y me tiro como un loco a comerlo todo. No puedo contenerme y soy un poco brusco comiendo. De todas formas, mi Ama disfruta de mi empeño con jadeos y suspiros varios.
Una vez que dejo bien limpitos sus pies con mi lengua, nos dirigimos a la cama. Mi Ama se acuesta en ella y dice: -Unas tetas como las mías merecen ser ordeñadas como Dios manda.
Tu habilidad con la lengua es pasmosa, pero como eres un sumiso-esclavo no tendrás la suerte de hacerlo. Tan sólo chuparás mis tetas con el sujetador puesto, como te corresponde.
Yo estoy arrodillado al lado de la cama y Ella se aproxima. -Aprovecha la ocasión, estúpido, porque te vas a morir de gusto-. Besuqueo y mamo sus tetas recubiertas por el sujetador.
A pesar de todo, se transparentan a través de la tela del sostén sus buenos pezones.
Yo me distraigo mordisqueándolos.
La tentación de arrancarle el sujetador y chupárselas como es debido es grande, pero logro contenerme por mi propio bien.
Esto me excita más que mamar sus tetas descubiertas, algo que mi Ama conoce bien.
No puedo evitar lamer también sus axilas y meter mi lengua en su ombligo, permitiéndomelo mi Ama (hoy está siendo extremadamente buena conmigo. Me está premiando constantemente).
Posteriormente, le quito la minifalda. Lleva bragas negras. -Chúpame el culo hasta que te diga basta.
Mi lengua trabaja sobre su muy moldeado trasero, recorriendo toda la superficie de sus glúteos e introduciéndose entre ellos. En otras palabras, lamo la «raja» de su culo de arriba a abajo.
Es increíble mi suerte, ya que hoy no me ha torturado. Incluso, me permite correrme de la siguiente forma: Me acuesto en el suelo, Ella mete su pie izquierdo arqueado en mi boca y con el derecho frota y pisa mi «paquete» (que sigue medio cubierto por el calzoncillo). En poco tiempo, estallo.
Mi Ama se levanta y sentencia: -Ha sido muy entretenido ser adorada por un sumiso dócil y obediente como tú. Ya te llamaré. Vístete y vete.
Hoy nuestros genitales no han entrado en acción, pero si el Paraíso existe, debe ser lo más próximo a esto.
La reflexión es: ¿Hay algo mejor que la dominación femenina por parte de espectaculares mujeres embellecidas por lencería provocadora y unos buenos tacones (botas, zapatos, botines…)? Creo que no hay nada más grande.