Capítulo 4

La guerra del diablo IV: Los fabricantes de sueños

El presente: Tokio Japón:

-Señoritas hagan el favor de acompañarme.-dijo cortésmente una edecán de la agencia de modelos Aldebarán a las chicas que se encontraban reunidas en aquella sala de espera.

Entre ellas estaba la Mina Aino, Sailor Venus, quien como todas las presentes estaba ansiosa por tomar parte en la segunda fase de aquel concurso que prometía llevarlas al estrellato.

Todas siguieron a su guía través del pasillo hasta un pequeño auditorio donde todas tomaron asiento.

En cuanto todas estuvieron en sus lugares hizo su entrada el señor Takechi Kayoe, todas las chicas se quedaron sorprendidas al ver a ese hombre, alto y extremadamente corpulento, tanto que a más de una le vino a la mente la imagen de un luchador de Sumo.

Su andar era lento y pesado. Sus brazos daban la impresión de ser demasiado cortos para un cuerpo como el suyo, y su rostro parecía el de un bebe regordete a causa de sus abultadas mejillas, y al total falta de cabello en su cabeza.

Portaba un traje, hecho a la medida, de corte europeo en color gris y unos zapatos impecablemente lustrados.

Lentamente el hombre subió a una pequeña tarima colocada sobre el escenario, todas las presentes jurarían que escucharon el crujir de la madera, algunas incluso cerraron los ojos para no ver cuando aquel gigante obeso cayera por tierra. Pero no ocurrió nada de eso.

El hombre se mantuvo incólume, moviendo lentamente la cabeza de un extremo a otro del pequeño auditorio.

-Sean bienvenidas.-dijo con una voz tan grave y metálica que sorprendió a todas chicas presentes.-Si están aquí significa que han sido elegidas para participar en la segunda parte de nuestro concurso «Soy una Estrella». Pero antes de empezar debo hacerles una advertencia.-el hombre hizo una pausa dramática, gozando con la expectación que sus palabras provocaban.-A la agencia de modelos Aldebarán no le interesan estrellitas que se «apaguen» en unos meses. Nosotros queremos crear una gran estrella cuyo resplandor se extienda por mucho tiempo. ¡Muchos años!.-las palabras del hombre comenzaron a enardecer los deseos de gloria de fama de las presentes, incluso Mina sintió que su sangre se calentaba en sus venas, mientras su corazón latía cada vez con más fuerza. Al mismo tiempo la imagen de aquel empresario cambio ante los ojos de las chicas, ahora veían en el a un genio, a un ser superior que podía hacer sus sueños realidad. Sin embargo, cuando él continuo su discurso sus palabras ya no fueron tan alentadoras.

-Es por eso que para esta segunda fase seremos mucho más exigentes.-sentencio.-Observaremos a cada una de ustedes durante los siguientes dos meses, calificaremos su rendimiento en los cursos que hemos diseñado y al final escogeremos a una. ¡No habrá segundos lugares!. ¡Ni premios de consolación! ¡Solo una de ustedes pisara el escenario!-todas las presentes guardaron silencio mientras se miraban unas a otras. Algunas sentían deseos de salir corriendo de aquel lugar, otras sentían un corriente de adrenalina corriéndoles por todo el cuerpo y desafiantes levantaron la cara listas para «entrar en batalla». Por su parte Mina reflexionaba profundamente. Recordando el tiempo que estuvo junto a sus amigos del grupo Three Lights, como los vio soportar largas horas de ensayos, repitiendo una o otra vez sus rutinas de canto y baile hasta alcanzar la perfección, en ocasiones más allá de la madrugada. Aquella experiencia la había hecho consiente de que la fama tenía un precio, trabajo y sacrificios. La profunda voz del señor Takechi la saco de sus pensamientos.

-Si alguna de ustedes no esta conforme puede retirarse en este momento. Las demás anótense en el horario de su conveniencia para tomar los cursos de selección. Les deseo suerte.-mientras el robusto empresario bajaba de la tarima dos edecanes se apresuraron a colocarse a ambos lados de la plataforma.-¡Por favor!.-dijo una de ellas sacando una libreta.-¡Las que quieran turno matutino de este lado.!-

-¡Turno vespertino de este lado!-grito la otra chica. Naturalmente Mina escogió el turno de la tarde, por el colegio, después de inscribirse la edecán le entrego una boleta donde estaban anotados una dirección y el horario en el que debía presentarse. Más tarde cuando volvió a casa fue directo a su cuarto y recostándose sobre la cama se quedo pensativa hasta que la voz de Artemis la sacó de sus reflexiones.

-¿Cómo te fue Mina?.-pregunto el gato blanco desde el piso. Mina se sentó en la cama y lo miro profundamente.

-Bueno… creo que bien.-Dijo la chica rubia no muy convencida. Luego fijo su atención en su amigo felino.-Artemis. ¿Puedo hacerte una pregunta?-

-Si. Claro.-

-¿Crees que tengo las cualidades para ser una estrella?.-el gato de la luna miro desconcertado a su joven amiga.

-¿Porque me preguntas eso?.-

-Hoy en la agencia nos dijeron que la segunda fase será muy dura y que al final solo habrá una elegida. ¿Qué pasara si esa no soy yo?.-el rostro de Mina mostraba una gran preocupación y una profunda inseguridad. Artemis guardo silencio un momento y luego habló.

-Si no eres tu… entonces es que no lo merecías.-Mina miro a su gato con asombro, no era esa la respuesta que esperaba. Furiosa tomo al gato por los sobacos y lo levanto para colocarlo frente a su cara.

-¡¿Qué quieres decir con eso?!.-Una gruesa gota de sudor apareció en la cabeza del gato. Pero tras un momento de vacilación mantuvo su postura.

-¡Quiero decir que ese premio debe ser para una persona que este dispuesta a ganarlo! ¡De una persona que no se deje vencer por el miedo!…-Artemis hizo una pausa, dejando que sus palabras penetraran en la mente de su amiga.-Mina, yo creó que tu puedes ganar ese concurso. Pero lo importante es que hagas tu mejor esfuerzo y no pierdas la fe en ti misma.-

-¿Y si no logro ganar?.-insistió Mina.

-Entonces tendré que renunciar a mi sueño de convertirme en una famosa mascota del jet set que hace comerciales de comida enlatada-Ambos se miraron por un momento antes de que una sonrisa iluminara el rostro de Mina. La chica atrajo hacia su regazo a su fiel amigo y lo abrazo con ternura.

-Gracias Artemis.-

Al día siguiente, después de clases, Mina se presento en la dirección que le habían dado.

El lugar era un estudio de danza y canto alquilado por la agencia.

Al entrar, ya vestida con un leotardo como indicaba la nota, Mina se dio cuenta de que solo unas cuantas habían acudido a la cita.

Ahora eran solo 10 chicas las que esperaban.

Todas realizaban alguna rutina de ejercicios leves para estar listas antes de la lección.

Mina decidió hacer lo mismo y comenzó a realizar una breve rutina de calistenia.

Al cabo de unos minutos la puerta del estudio se abrió y por ella entro el voluminoso señor Takechi, seguido por una figura totalmente contrastante.

Se trataba de una mujer de edad incierta, aunque no debía tener más de 30 años, cuyo cuerpo esbelto y firme era sin duda el de una bailarina profesional.

Sus largas piernas estaba perfectamente torneadas lo mismo que sus brazos, su pecho era casi plano dándole un curioso aspecto andrógino.

Pero lo que más llamo la atención de las presente fue el color de su piel, oscura como el ébano, que resaltaba debido al color blanco de su leotardo.

Sus rasgos era algo toscos, con una nariz un tanto achatada, frente muy amplia, labios gruesos y una mandíbula un poco salida, que de perfil le daba el aspecto de un pez. Mismo que se veía resaltado por el hecho de traer el cabello sujeto detrás de la cabeza.

En contraste sus ojos eran grandes y de un verde intenso, cuyo brillo era capas de fascinar a cualquiera.

Ambos personajes se detuvieron frente al grupo y esperaron a que las chicas se reunieran.

-Señoritas.-dijo el empresario con su voz metálica.-Les presento a su instructora.

La Señorita Evelyn Marsh.- la aludida hizo una cortes reverencia que fue correspondida por las presentes.

-La señorita Marsh es una instructora americana de alto nivel y ha sido contratada por la agencia para esta fase del concurso.-dijo Takechi al tiempo que emprendía la retirada.-Las dejo en sus manos señorita Marsh.-

Al quedarse a solas la mujer recorrió con la mirada a las chicas y sin preámbulos les dio la espalda adoptando una pose de baile.

-¡Atención!.-le dijo con toda firmeza.-Quiero que observen cuidadosamente la coreografía que voy a ejecutar.-una extraña música se dejo escuchar en el estudio, era algo que ninguna de las presentes había oído jamás, era algo así como un sonido salvaje, una tonada arcaica que los hombres habían olvidado.

Mientras la música sonaba la señorita Marsh ejecutaba un baile sin igual, moviendo su cuerpo con una cadencia extraordinaria que enardecía los sentidos.

Derrochando sensualidad en cada paso, en cada salto y cabriola que ejecutaba.

Todas las miradas quedaron fijas en ella, ninguna quería perder de vista un solo detalle, hechizadas por la fuerza de esa mujer de piel oscura.

Cuando termino las chicas no pudieron dejar de aplaudirle con entusiasmo.

Ella solo les dedico una leve sonrisa de agradecimiento.-Su turno.-dijo señalando la duela.-

Hagan su mejor esfuerzo.-la música empezó de nuevo y las chicas intentaron reproducir la danza de su instructora, pero ninguna lo logro, todas lucían torpes y vanas, sosas y sin sentido del baile.

Al terminar la señorita Marsh las miro con evidente decepción.

-¡Otra vez desde el principio!.-ordenó asumiendo su pose de baile.-¡3,4,5!.-los minutos se fueron acumulando hasta volverse horas. Finalmente, cerca de las 7pm, la instructora detuvo la música. Sus alumnas estaba bañadas en sudor, los leotardos se pegaban a sus cuerpo de manera total dejando ver las juveniles formas de sus cuerpos. Algunas incluso cruzaban los brazos sobre el pecho para ocultar sus pezones erectos por la tensión. Todas respiraban por la boca y sentían las piernas temblorosas. Evelyn Marsh las miro severamente y sin la menor condescendencia ordeno de nuevo.

-¡Desde el principio!.-todas las chicas se sintieron desmayar, estaban cansadas y hambrientas, además tenían escuela al día siguiente. De modo que las protestas no se hicieron esperar.-Es suficiente.-dijo una de ellas.

-Si. Por favor ya basta.-dijo otra que se derrumbo sobre el piso del estudio.

-Por favor.-la instructora observo molesta aquel acto de rebeldía. Mientras tanto, Mina permaneció en silencio, no estaba en mejores condiciones que sus compañeras pero su carácter valiente y decidido la mantenían firme. Finalmente la mujer americana se encogió de hombros y señalando la puerta dijo secamente.

-Pueden irse.-todas comenzaron a abandonar el salón de clase seguidas por la dura mirada de esos ojos verdes. Pero hubo una que permaneció en su lugar.-¿Qué esperas para irte?.-dijo la instructora a la chica de larga cabellera rubia que permanecía con ella en el estudio. Por toda respuesta la chica adopto la pose inicial de la danza y esperó. Evelyn se le acercó observando su pose. Mirando como las piernas le temblaban y el sudor le corría por el rostro. Al llegar frente a ella se cruzó de brazos y le dijo casi con burla.

-¿Acaso tratas de impresionarme chica?.-

-No.-respondió con voz temblorosa, semi-ahogada por la fatiga.-Toda mi vida he soñado con ser una estrella… Por eso estoy dispuesta a hacer cualquier sacrificio que sea necesario para lograrlo…-la instructora miro con más atención a la chica rubia y relajando un poco el tono de su voz le hablo de nuevo.

-¿Cuál es tu nombre?.-

-Mina… Mina Aino.-

-De acuerdo señorita Aino.-dijo Evelyn colocándose delante de Mina y adoptando la pose inicial.-¡Desde el principio!.-Por casi una hora más la princesa de Venus ejecuto aquel baile, o mejor dicho lo intento, ya que nunca logro dominar ni el paso más sencillo. Aún así se sintió satisfecha con ella misma. Al terminar Evelyn la miro fijamente, acaso admirando su porfía, pero no hizo ningún comentario.-Termino la clase.-fue todo lo que dijo antes de marcharse. Mina permaneció un momento más en el salón, recobrando el aliento, antes de salir detrás de ella. Como era de esperarse las demás chicas se habían marchado y Mina se encontró sola en los vestidores. El lugar le pareció curiosamente frío, pero pensó que se debía a su ropa impregnada de sudor. Con cierta prisa se despojo del leotardo y tomando una toalla se dispuso a tomar un baño. El cuerpo empezaba a dolerle y su andar se hizo un poco lento. Los baños del estudio estaban divididos en pequeños cubículos, uno por regadera, provistos de unas semitransparentes cortinas plásticas. Mina tomo uno y comenzó a asearse, disfrutando el calor del agua sobre su cuerpo.

El lugar estaba solo y únicamente el sonido del agua rompía el silencio.

Sin embargo, otro sonido empezó a escucharse, una especie de canto, suave y pausado, que se deslizaba por encima del ruido de la regadera. Mina no lo noto, su mente estaba demasiado ocupada pensando en su futuro y su sueño.

Pero al cabo de unos instantes sintió un cosquilleo corriéndole por la espalda, era algo muy agradable.

De pronto se dio cuenta de que sus pechos se ponían duros bajo el roce del agua caliente, produciéndole agradables sensaciones cada vez que pasaba el estropajo por encima de su piel.

-Que raro.- pensó. Mientras sus manos seguían tocando tímidamente sus preciosas esferas que de pronto le perecían curiosamente extrañas. Era como si mirara su cuerpo por primera vez, como si toda su belleza se desbordara ante sus propios ojos.-En verdad son hermosos.- se dijo a si misma mientras acariciaba los erectos pezones con la yema de su dedo.- Tan grandes y firmes… creó que son más grandes que los de Lita ó los de Serena…- sus manos estrujaban suavemente esos pechos duros que le enviaban extrañas y desconocidas sensaciones que la hacían temblar.

-¡¿PERO QUE ESTOY HACIENDO?!- se grito de pronto a si misma apartando las manos de su cuerpo. Por un momento se sintió desconcertada y al mismo tiempo furiosa por su imprudente comportamiento. Nerviosamente continuo con su baño, tenía que llegar lo antes posible a su casa para hacer sus deberes y descansar para el día siguiente. Mas cuando comenzó a tallarse las piernas sintió nuevamente una extraña sensación, algo así como una comezón que crecía en su entrepierna cuando su mano con el estropajo pasaba por la parte interna de sus muslos. Mina se sintió perturbada y temerosa de aquellas emociones que la asaltaban de repente, pero sacudiendo la cabeza se negó a sucumbir ante ellas y continuo su limpieza. Pero lo hizo lentamente, casi con miedo, siguió tallando sus muslos. Eran tersos y de piel sedosa, pero al mismo tiempo fuertes y bien trabajados, por fin Mina, dudando, llego inevitablemente al sitio secreto entre sus piernas.

-¡Tonterías!.- se dijo a si misma mientras tallaba con fuerza esa parte de su cuerpo, era como si desafiara a alguna cosa dentro de ella que amenazaba con liberarse, el resultado fue peor de lo que hubiera esperado. Su vulva se cimbro al contacto áspero del estropajo, provocándole una extraña irritación que lo hizo tallar más fuerte, así sin darse cuenta cayo en un círculo vicioso, entre las tallaba más ardor y entre más ardor más tallaba. Con sorpresa Mina noto que sus pezones se endurecían más y más a cada roce del estropajo, provocándole una dolorosa sensación que se transformaba rápidamente en excitación. Sin poderlo evitar dejo que sus manos se posaran de nuevo en sus pechos acariciando su propia carne, deseando obtener todo el placer que es cuerpo pudiera darle. Entonces dejo que una de sus manos bajara por su vientre y llegara hasta su vulva húmeda, mientras la otra mano acaricia alternativamente uno y otro seno, pellizcándolos suavemente mientras sus dedos entran y exploran su vulva.

Sus dedos penetraron entre los delicados labios de su flor íntima y pronto hallaron el delicado botón, que se torno duro y palpitante bajo el contacto de las yemas de sus dedos. Incapaz de soportarlo Mina se dejo caer de rodillas en el frío piso del baño, pero ni ese contacto helado pudo enfriar la pasión que había despertado en su cuerpo, muy al contrario la gélida caricia del azulejo sobre sus pechos hinchados le resulto deliciosa, ansiosa doblo las rodillas para que su grupa se levantara al máximo a fin de que su mano siguiera excavando sin control en sus entrañas.

-¡Aaaaaahhhhh!…. ¡Aaaaahhhhhh!…- gemía sintiendo la cercanía de un clímax mayor a cualquiera que hubiera sentido nunca. Mina sentía estar en medio de un torbellino, el mundo giraba a su alrededor y todo se volvía negro para luego estallar en un sin fin de extrañas luces. -¡Huuummmmm!… ¡Huuuummmmm!…-la princesa de Venus tuvo que tapar su propia boca para su grito de placer no resonara por todo el estudio. Así quedo derrumbada por varios minutos, estremeciéndose bajo la fuerza del orgasmo que la había sacudido. Solo entonces, por un momento, creyó escuchar el suave canto de una voz dulce y onírica que se iba acallando poco a poco.

-¿Hay alguien ahí?.-pregunto al tiempo que se incorporaba y cubría su cuerpo con una toalla. Cautelosamente Mina salió fuera de su apartado y miro atentamente a su alrededor. Pero no había nadie más en aquel lugar. Apresuradamente salió de ahí y, tras vestirse a toda prisa, abandono el estudio. No alcanzaba a comprender que era lo que le había pasado. Mientras tanto, desde una ventana colocada en la parte alta del edificio, unos ojos verdes seguían los pasos de la chica hasta que se perdió en la noche.

-Será perfecta.-dijo sin mirar al hombre que permanecía inmóvil detrás de ella.

-Una gran estrella.-dijo al fin una voz grave y metálica.

Ciudad Gótica.

El «Hotel Imperial» era uno de los más prestigiados, no solo de Ciudad Gótica, sino de todo el país. Sus grandes y lujosas habitaciones habían alojado a toda clase de personajes, desde reyes y príncipes hasta importantes políticos y hombres de negocios.

Quizá esa era la razón por la cual Leo Ruffin se sentía incomodo, sentado como un idiota en el vestíbulo, mientras esperaba que su «socia» le permitiera ascender hasta su costosa suite.

Por fin uno de los figurines que se movían detrás de recibidor le hizo señas de que acercara.

-La señorita Kouyo lo recibirá.-fue todo lo que le dijo mientras hacia sonar una diminuta campaña. Tras esperar un momento un chico vestido de botones se acerco a la recepción.

-Ordene usted señor.-dijo marcialmente.

-Acompañe al caballero a la suite 350.-dijo el encargado. El chico hizo una indicación a Ruffin y este le siguió hasta uno de los ascensores. Luego, mientras subían, el ejecutivo hecho una mirada a su acompañante. Era el típico botones, de unos 18 años, alto y atlético, acaso jugador de alguna cosa en su escuela. De cabello rubio y ojos azules. Seguramente más de uno de los huéspedes le daría una propina por «servicios al cuarto», ese pensamiento le hizo reír. Al llegar al piso indicado el botones lo condujo hasta la puerta de la suite y toco a la puerta.

De inmediato una camarera le abrió y haciéndose a un lado permitió el paso de Ruffin.

El cual lanzo un leve silbido al ver el lujo de aquella habitación, adornada con finas estatuas de marfil y cuadros auténticos dignos de una galería de arte. Pero lo que más lo impacto fue la visión de la bella ejecutiva Akiko Kouyo, desnuda y recostada sobre una cómoda camilla mientras una chica de rasgos hindúes le daba un masaje. Akiko se incorporo un poco, dejando que sus grandes pechos, blancos como leche, fueran vistos por los ojos lúbricos del hombre occidental.

Este sonrió complacido, interpretando aquello como un coqueteo hacia su persona.

Sin embargo, el tono en la voz de la ejecutiva no era tan cordial como él esperaba.-¿Qué se le ofrece señor Ruffin?.-dijo fríamente mientras se incorporaba. La chica hindú se apresuro a darle una bata para cubrir su desnudes. Akiko la acepto pero no la cerro tanto que el valle entre sus senos no quedara a la vista.

-¿Creí que teníamos una cita?.-dijo el empresario embelesado por la belleza de su «socia».

-Y yo creí que teníamos un trato.-respondió la mujer tomando asiento en un acolchonado sillón. Ruffin comenzó a sudar. Sabía lo que venía.

-No he recibido ninguna confirmación de compra por parte de las empresas Wayne. ¿Dónde esta esa influencia que dijo tener en su directiva «señor Ruffin?.-la voz de Akiko había adquirido un tono por demás áspero y hostil.

-Bueno..-dijo Ruffin nerviosamente.-Tu sabes… hay que convencer a los viejos… Pero Wayne esta muy interesado.-Akiko miro con dureza a Leo, con un brillo de rabia contenida que lo hizo temblar.

-Buenas tardes señor Ruffin.-dijo señalando la puerta de la habitación.

-Pero linda….-tartamudeo el ejecutivo antes de que ella lo fulminara con la mirada.-Te llamo después.-dijo antes de salir huyendo de la habitación.

-Es un estúpido.-comento una suave voz apenas la puerta se hubo cerrado. Akiko miro a la dueña de la voz mientras esta, despojándose de su propia bata, ocupaba su lugar en la cómoda camilla de masaje. Se trataba de una chica de 17 años, también japonesa, de larga y sedosa cabellera plateada. Su cuerpo lucía exquisitamente tentador, pese a no tener «los encantos maduros» de Akiko, sus ojos grises miraban fijamente a su anfitriona mientras esta caminaba hacia ella.

.-Lo se.- dijo Akiko mientras contemplaba la núbil belleza de Yoshira Daimon.- Me divierte hacerlo creer que tiene entre manos la oportunidad de su vida.- la ejecutiva colocó sus manos temblorosas sobre la delicada piel, casi infantil, de su invitada; cuyo aroma y calor la hacían estremecer.

-Pues será mejor que dejes de divertirte.-dijo la chica en forma casi amenazante.-Mi padre espera resultados lo antes posible.-

-¿Por eso estas aquí?… ¿para vigilarme?-interrogo la ejecutiva retirando sus manos de Yoshira. Esta la miro sonriente.

-No.-contesto.-Mi padre me mando a hacer contacto con un viejo amigo suyo. Mientras él hace una nueva alianza.- Akiko miro a la joven intrigada. ¿Qué clase de alianza era esa? Y ¿por qué mandar a una… niña a hacer ese trabajo?.-¿Puedo ayudarte en algo?.-dijo deseosa de obtener alguna información.-Ni pensarlo.-respondió la chica rubia.-Tu ocúpate de cerrar este negocio. Yo de los asuntos de mi padre.-. En ese momento alguien llamo de nuevo a la puerta.

-¿Quién podrá ser?.-dijo Akiko molesta por la nueva interrupción.

-Me tome la libertad de ordenar un «servicio especial» para nosotras.-contesto Yoshira sonriendo como una niña en una dulcería.

-Nunca cambiaras.-dijo Akiko moviendo la cabeza de lado a lado en señal de desaprobación.-¡Adelante!.-grito ante la insistencia del llamado. Cuando la puerta se abrió ambas vieron aparecer a un joven botones, el mismo que había llevado a Leo, quien las miro interesado. Ambas féminas lo examinaron de pies a cabeza. Era joven y atlético, rubio y tez blanca, un perfecto ejemplar del chico americano. Por su parte el botones admiraba la belleza oriental de aquellas huéspedes, Akiko era una amazona espléndida con sus grandes pechos, firmes y desafiantes, con su caderas generosas y sus piernas largas y fuertes, su rostro era muy hermoso con facciones delicadas y muy femeninas. Su larga cabellera dorada, libre en ese momento, le daba un aspecto salvajemente excitante. Yoshira por su parte poseía un cuerpo esbelto y grácil, propio de una chica de edad, pero no por eso menos deseable que el de su compañera; sus pechos eran medianos y firmes, su cintura era tan estrecha como la de una avispa, sus caderas eran breves y sus nalgas y piernas bien torneadas. Sus rasgos eran delicados, como los de una muñeca de porcelana, y cargados de una malicia que la asemejaban a una ninfa de los bosques orientales.

-¿Cómo te llamas chico?-interrogo Akiko con desdén.

-Jerry.-respondió el botones.-Y estoy aquí para servirlas.-mientras hablaba el chico acaricio el bulto entre sus piernas, dejando que «las señoras» advirtieran sus dotes. Ellas se miraron entre si y dieron su aprobación riendo alegremente. Akiko despidió a la masajista y al quedarse solas con el joven Jerry ambas se le acercaron como gatas en celo. Por un momento el chico miro con desconfianza a Yoshira, era demasiado joven, pero al final se encogió de hombros y decidió aprovechar la oportunidad.

Ansiosamente las dos mujeres desabotonaron el traje de Jerry dejándolo desnudo en cosa de unos instantes.

Akiko fue la primera en tomar en su mano el grueso y duro instrumento del joven botones, sus dedos acariciaron la cálida piel comprobando la veracidad de los alardes varoniles, al tiempo que una exclamación entusiasta brotaba de sus labios rojos.

-En verdad estas bien dotado Jerry.-dijo Akiko mientras su mano meneaba la verga semi flácida, que rápidamente respondió a sus demandas aumentando de tamaño y grosor. Mientras tanto las manos del botones no permanecían quietas y se paseaban libremente por las carnosas nalgas de su cliente, lo mismo que sus tersos muslos y sus erguidos pechos de areolas rozadas. Ardiendo de deseo Akiko se despojo de su bata quedando completamente desnuda ante su mercenario amante, quien se sintió dichoso de haber sido el elegido para tomar a esa diosa oriental. La empresaria se arrodillo ante el joven americano y dejo que sus labios besaran la roja cabeza del falo, para luego acariciarlo en toda su extensión con su lengua húmeda y caliente.

Lentamente Jerry se dejo caer sobre la gruesa alfombra y ahí busco acomodarse al reverso de su amante, de modo que su cabeza quedo hundida entre los muslos de alabastro de Akiko, donde sin perdida de tiempo ataco la húmeda fuente de venus.

Yoshira contemplaba la escena sin perder detalle, admirando como la gruesa verga del chico americano desaparecía entre de la boca de su amiga, y como Jerry hundía su lengua entre los carnosos labios de la vulva para sorber los jugos de Akiko. Al fin los amantes se separaron por un momento, lo necesario para que el joven botones se acomodara entre las piernas de la empresaria japonesa y colocara su erecta virilidad frente a la entrada de aquella gruta que lo esperaba ardiendo en deseos.

Con un solo empuje Jerry penetro hasta el fondo, sintiendo como los pliegues del coño le aprisionaban como una trampa de fuego.

Por su parte Akiko, al sentirse llena por la magnifica barra del joven, haciendo un alarde de agilidad levanto las piernas y las colocó sobre los hombros de Jerry, permitiendo así que su amante mercenario llegara hasta lo más hondo dentro de su cuerpo.

-¡Aaaggggg!.-gimió Akiko cuando el chico empezó a moverse, sacando y hundiendo su verga cada vez con más fuerza.-¡¿Te gusta follarme pequeño hombrecito?!… ¡Anda chulo barato dame más verga!… ¡Gánate tu paga aprendiz de gigoló!…-Jerry respondía a cada palabra de Akiko con una briosa embestida de cadera, conocía bien su oficio de amante de alquiler, concentrándose en disfrutar las convulsiones internas de la mujer, mamando como loco los grandes pechos, hasta que esta estallo en una inundación de licor femenino, cosa que lo motivo para dejarse ir a fondo y lanzar su propio chorro de semen

-¡Me corrooooo!.-gritaron al unísono antes de quedar inmóviles sobre la alfombra persa. Al cabo de un momento Akiko se recobro del orgasmo y mirando al joven americano le dijo dulcemente.-En verdad eres bueno Jerry.-el joven se recostó a su lado admiro la belleza de aquella mujer. Pero una voz lo saco de su embeleso.-Si… si… muy bueno…. pero espero que no hayas olvidado que somos dos, amigo.- Jerry levanto la cara y miro a la joven Yoshira quien había tomado asiento en uno de los sillones para contemplar su faena amorosa. La joven se levanto y con pasos cadenciosos se acerco a los amantes. Sin decir nada la chiquilla se acomodo entre las piernas de Akiko, cuyos muslos se abrieron de inmediato para dejarla pasar, y hundió su rostro de porcelana entre los vellos rubios de la vulva; procediendo a lamer y juguetear con el erguido clítoris de la empresaria. La cual reaccionó lanzando un profundo gemido, al tiempo que sus manos se cerraban sobre sus propios pechos para oprimirlos con fuerza.

Pese a su larga experiencia en ligues de hotel Jerry quedo sorprendido viendo a esa fierecilla de cabellos plateados abrir los abultados labios de la vulva para devorar la exótica mezcla de sus jugos y los de la mujer. -¡Aaaahhhhh!…-gemía la ejecutiva sin dejar se acariciar sus senos, al tiempo que abría las piernas al máximo.-¡Oooooohhhh!… ¡Yoshira!… ¡pequeño demonio!… ¡Dame más!….-sin embargo la chica tenía otra idea y abandonado su labor se dirigió al chico rubio.

-¡¿Qué esperas chulito barato?!. ¡A trabajar!.-hasta ese momento Jerry se percato de la brutal erección que tenía entre las piernas, y colocándose de nuevo entre esas columnas de carne volvió a hundir su lanza amorosa en aquellas entrañas calientes como las llamas del infierno. Mientras Yoshira se incorporo un momento para luego sentarse a horcajadas sobre el rostro de Akiko, la cual no dudo en recibirla con la lengua de fuera, ansiosa por lamer, acariciar y hurgar en aquella vulva cubierta apenas por una suave mata de vellos de plata.

Con la agilidad de una bailarina de balett Yoshira abrió totalmente las piernas y comenzó a mover sus caderas juveniles sobre le rostro de Akiko, quien ataco con furia mordiendo la carne de los muslos, besando y lamiendo el húmedo coño adolescente, como si su lengua fuera un pequeño falo.

Así, mientras Jerry embestía el coño de Akiko, esta hacia lo propio con el de Yoshira. Quien no dejaba de dar muestras de gusto por la maestría que su anfitriona tenía en las artes lesbicas.-¡Oh querida!.-jadeaba.-¡Méteme más la lengua!… ¡Follame con la lengua!… ¡Oooohhh!… ¡Aaaaggggg!.-De pronto el joven botones miro como un abundante hilo de líquidos transparentes escurrían de la vulva de la chica para ir a dar a la hambrienta boca de la ejecutiva, que los devoro como una fiera embravecida. Aquel espectáculo lo hizo sentir que estaba a punto de correrse de nuevo pero la chica lo detuvo con una orden enérgica.

-¡DETENTE!…¡No te corras aún!.-el joven detuvo sus embestidas y respiro profundamente, tratando de controlar las sensaciones que su verga recibía dentro de la vulva de Akiko. Desconcertado, espero a descubrir que se proponía ahora esa ninfa plateada, cuyos ojos grises lo miraban fijamente llenándolo de una rara sensación de… miedo. Entonces, lentamente, la chica comenzó a tenderse sobre el cuerpo de su compañera, dejando que sus nalgas frotaran los erguidos pechos de Akiko para luego bajar por su firme abdomen hasta quedar totalmente recostada sobre ella. Entonces levanto las piernas y ofreció su vulva a la vista de Jerry que la miraba hechizado.

-Es mi turno.-dijo fríamente.-Y no te preocupes… no soy ninguna virgen.-Alentado por esas palabras Jerry saco su falo del coño de Akiko y lo enfilo hacia la gruta de Yoshira. Con firmeza se apoyo en las caderas de la chica y empujo con fuerza.

-¡Aaaaahhhhhh!…-gimió el botones al sentir el calor y la suavidad de aquella vulva. Pero también sintió como los pliegues se cerraban en torno a su verga, oprimiéndola como una boca sin dientes hasta hacerlo sentir dolor; instintivamente quiso sacar su miembro. Pero entonces Yoshira y Akiko, en perfecta sincronía, lo sujetaron con sus piernas y brazos. Jerry sentía como cuatro manos le clavaban las uñas en la espalda, como dos pares de piernas lo tenían bien sujeto de las caderas, mientras su falo era consumido por ese extraño calor que lo atormentaba. Además se dio cuenta de que las caderas de Yoshira se movían hacia atrás y hacia adelante, al tiempo que los músculos de su vulva soltaban ó jalaban su miembro. Era como su esa chiquilla lo estuviera devorando, por un momento tuvo miedo de que su verga fuera arrancada por aquella maquina en que ambas mujeres se habían convertido, pero al mismo tiempo algo estallaba dentro de su cerebro cada vez que su carne era succionada de esa manera cruel y despiadada.

-¿Te gusta chulito?.-decía una voz que no podía identificar.-¿Te gusta como te follamos?… Anda…. a eso viniste ¿no?… ¡A follar!.-incapaz de hacer otra cosa Jerry comenzó a moverse tanto como se lo permitían sus opresoras. Sus manos acariciaban los cuerpos de ambas, pero su boca solo podía morder los pechos de la joven Yoshira. Finalmente el chico no pudo soportar más y dando un alarido comenzó a correrse dentro de la joven japonesa.

-¡Aaaaahhhhhhhhhh!.-por un momento todo quedo en silencio. El cuerpo de Jerry se convulsionaba sobre ambas mujeres. Cuando al fin lo soltaron el chico cayo pesadamente a un lado de sus clientas. Yoshira seguía recostada sobre el cuerpo de Akiko, sin que esta diera muestras de cansancio.

-Acabaste con él.-dijo la empresaria mirando al joven inmóvil sobre la alfombra.

-No es mi culpa que sea solo un fanfarrón.-contesto la chica del cabello plateado mientras se bajaba de la humanidad de Akiko.-Además no hemos terminado.-Yoshira estaba a punto de tomar en sus manos el miembro flácido de Jerry pero Akiko la detuvo.

-¡Es suficiente!.-la ninfa se volvió furiosa hacia la ejecutiva.

-¿Con qué derecho me das ordenes Akiko?.-dijo retadora. La ejecutiva tembló por un momento pero luego respondió con firmeza.

-Recuerda que yo debo quedarme algún tiempo más. No quiero distraerme ocultando una de tus «travesuras». Yoshira la miro profundamente mientras se apartaba del chico americano. Al fin una sonrisa maliciosa le ilumino el rostro.

-De acuerdo.-suspiro.- Déjalo que se largue.-la chica camino hasta Akiko y con un rápido movimiento atrapo en su mano uno de sus grandes pechos, para oprimirlo con fuerza, la mujer ahogó un grito de dolor; mientras la chica la miraba amenazante.-Pero yo aún no estoy satisfecha. Así que te espero en la recamara. Veremos quien da las ordenes aquí.-la joven soltó el seno de su anfitriona y con pasos lentos desapareció en el interior del cuarto. Akiko la miro y luego, tras ponerse la bata, fue hacia el pequeño bar de la suite donde sirvió un vaso de vino. Los gemidos de Jerry le indicaron que el chico estaba recuperándose de su desmayo. Sin prisa la ejecutiva fue hasta un sillón, donde estaba su bolso, y saco algunos billetes de doscientos dólares. Cuando Jerry se levanto Akiko le extendió el dinero y le ordeno con toda indiferencia.

-Márchate. Te llamare si te necesito.-el botones estaba adolorido y desconcertado. Pero conociendo lo volubles que podían ser sus clientes tomo el dinero y se vistió tan rápido como pudo para marcharse. Cuando salió, Akiko termino su trago y emprendió el camino hacia la recamara.-Oh Jerry.-pensó al llegar frente a la puerta.-Cuando me vaya vas a pagar por esto.-Al entrar descubrió que Yoshira había deshecho un gancho de ropa, para formar con el una delgada vara misma que golpeaba rítmicamente contra la palma de su mano.

-Adelante querida.-dijo la joven relamiéndose los labios.-Adelante.-la puerta se cerro detrás de la ejecutiva.

Mientras tanto, en la mansión Wayne, el fiel Alfred bajaba los escalones que lo conducían hasta el lugar que muchos llamaban la Baticueva: En sus manos llevaba una charola con varios platillos en espera de que su patrón, Bruce Wayne, tuviera lago de apetito. En verdad le preocupaban las heridas que su amigo había sacado por entrar al «Templo del Lobo», así como la identidad de sus atacantes. ¿Quién o que podían haber desgarrado un forro anti balas usando solo las manos?. Al llegar a su destino el viejo mayordomo vio a su señor ocupado en revisar aquellos viejos manuscritos, la única cosa que pudo sacar de aquella tienda de magia.

-¿Leyendo algo interesante?.-dijo Alfred mientras colocaba los alimentos sobre una de las mesas de trabajo.

-A decir verdad es algo extraño.-respondió Batman sin volver la cara.-Según estos documentos, la estatua que el nieto de Legrassi le vendió a Donnan fue confiscada en Nueva Orleáns a un secta muy extraña, temida por sus ritos extremadamente sangrientos, pero que no estaba realmente relacionada con el Vudú. Sino con un culto mucho más antiguo… tal vez más viejo que el hombre.

-Pero señor. ¿Acaso eso es posible?.-dijo el viejo mayordomo con incredulidad.

-No lo se.-dijo Batman mientras cotejaba lo que acababa de leer el manuscrito de Legrassi con el otro titulado «El culto a Cthulhu».-Según he averiguado el profesor Anguell era un académico experto en epigrafía, serio y respetado por la comunidad científica de su época. Con notables trabajos que aún hoy son reconocidos por la Sociedad Americana de Arqueología. No es extraño que sus herederos no quisieran que este, su último trabajo, saliera ala luz pública. Parece tan… extravagante, casi como un delirio senil. Y, sin embargo….-

-¿Sin embargo qué señor?.- interrogo Alferd interesado en el curioso debate intelectual de su patrón.

-Su investigación esta totalmente fundamentada.-comento Batman.-Cada hecho fue cuidadosamente estudiado y analizado. Además la existencia de la estatua confirma al menos una parte de su historia.-El hombre murciélago se levanto trabajosamente, sus costillas le dolían a causa de la batalla, y caminando hasta la computadora marco un número clave para hacer una llamada.

-Aquí Oráculo.-fue la respuesta inmediata.

-Necesito que averigües todo lo relacionado con el Profesor George Gammell Anguell de la universidad Brown, durante la década de los 20s.-Mientras hablaba el detective insertó una hoja de papel en su maquina de fax y procedió a enviarlo a su interlocutora.-También quiero que revises los archivos de los científicos de esta lista. Busca cualquier vinculo con las investigaciones de Anguell o con el nombre Cthulhu.-

-¿Algo más señor?.-dijo sarcástica Bárbara Gordón al otro lado de la línea.

-Eso es todo. Comunícate en cuanto puedas.-contesto lacónico el hombre murciélago dando por terminada la comunicación. Alferd lo vio caminar hacia él y servicialmente levanto la tapa de la charola para ofrecer los alimentos que había llevado. Pero el enmascarado paso de largo, su objetivo era el batimóvil.-

-¿No pensara salir con esas heridas?.-dijo cubriendo la charola.

-Necesito hablar con alguien.-fue toda la información que el caballero negro le brindo antes de abordar su poderoso corcel de acero y partir hacia la oscuridad. El fiel mayordomo meneo la cabeza, le esperaba otra noche de preocupación, pero sabía que ese era el camino que el destino había trazado para Bruce Wayne, solo Dios sabía porque. Resignadamente tomo la charola y se dispuso a subir de nuevo hacia la mansión. Pero apenas hubo ascendido algunos escalones algo lo impulso a mirar por encima de su hombro. Pero sus ojos no descubrieron nada fuera de lo normal.

-Necesito vacaciones.-se dijo en voz alta, mientras sus ojos recorrían la desierta base de operaciones, para luego seguir su camino. Cuando sus pasos se perdieron en la distancia, una sombra salió de la oscuridad y se deslizo hasta la mesa de trabajo donde Batman había dejado los manuscritos, con dedos temblorosos toco las amarillentas cubierta. Mientras una sonrisa triunfal iluminaba su cara.

-Descansen en paz mis amigos. Sabiendo que sus esfuerzos darán frutos de salvación-murmuro. Luego volvió a las sombras y solo los murciélagos supieron de su visita.

Tokio Japón. Hace dos meses.

Ami Mizuno estaba ocupada aquella mañana preparando el mejor desayuno de su repertorio. Se sentía ligera como una pluma y alegre como una alondra. Y no era para menos teniendo en cuenta que su padre había vuelto a casa. Después de tanto años su familia estaba completa una vez más. Por un momento, la duda sobre cuanto tiempo iba a durar la entristeció, pero haciendo a una lado su temor decidió disfrutar del momento. En eso una voz varonil sonó a sus espaldas.

-Buenos días Ami.-

-Buenos días papá.-respondió dándose la vuelta para lucir su mejor sonrisa ante su padre. Sin embargo, su sonrisa se borro como por arte de magia y fue reemplazada por una oleada de rubor al ver a su progenitor, sentándose cómodamente a la mesa, con el torso desnudo. Pudorosa Ami bajo la mirada, aunque no sin antes admirar los músculos de su padre, que para un hombre de su edad lucían en perfectas condiciones.

-¿Ocurre algo Ami?.-pregunto Akira, su padre, al advertir la incomodidad de su hija. Esta se quedo callada, sin saber como decirle que se cubriera. Por suerte, tras unos instantes, el hombre comprendió y poniéndose de pie salió de la cocina. Para volver llevando la casaca de la pijama.-Disculpa hija.-dijo riendo tontamente-He vivido solo tanto tiempo que he olvidado mis modales.-

-No hay problema papá.-dijo Ami riendo también. El hombre volvió a tomar asiento y Ami le sirvió de inmediato unos Hot Cakes calientes acompañados de mermelada. Unos huevos fritos con tocino y una tasa de café caliente. El hombre miro sorprendido aquel banquete, en realidad él solo acostumbra pan tostado y Té por las mañanas, pero al ver los ojos tiernos de Ami esperando su aprobación no tuvo más remedio que comer. Aunque es justo decir que todo estaba delicioso.

-¿Tú no comes?.-dijo al notar que Ami no hacia sino mirarlo.

-Ya desayune.-respondió Ami.-Pero puedo acompañarte con un café.-dijo la princesa de Mercurio levantándose para servirse una taza. Cuando Akira termino de comer Ami recogió los platos y los lavo eficientemente. Mientras lo hacía noto que ahora era su padre quien no le quitaba la vista de encima. Al grado de que la hizo sonrojar de nuevo.

-¿Qué pasa papá?.-dijo incomoda.

-Nada.-respondió Akira levantándose de su silla para ir al lado de su hija. Con dulzura coloco las manos sobre los frágiles hombros de Ami, la cual se sonrojo aún más, para admirarla de cerca.-Pensaba que la última vez que te vi necesitabas subirte en un banco para ayudar en la cocina.-dijo melancólico.-En cambio ahora eres toda una mujercita. Hermosa é inteligente como tu madre.-Ami no pudo evitar, ni deseaba hacerlo, abrazar de nuevo a aquel hombre, con los ojos húmedos por el llanto.

-Gracias papá.-dijo apartándose un poco de él.

-Déjame agradecerte por el desayuno.-dijo Akira tomando entre sus manos el bello rostro de la princesa de Mercurio. Esta adivino sus intenciones y ladeo un poco la cara para ofrecer su mejilla a los labios paternos, pero las manos del hombre la hicieron ver al frente y antes de que se diera cuenta sus labios y los de su padre se unieron, aunque solo fue por unos segundos. Ami sintió que una descarga eléctrica le corría por todo el cuerpo. Algo en su interior le grito que estaba en peligro. Pero antes de que pudiera tomar alguna acción su padre se aparto de ella y, con toda naturalidad; como si nada hubiera ocurrido, le señalo el reloj de la pared.

-¿No debes ir a clases?.-dijo sonriente. Ami reaccionó instintivamente, y mirando el reloj se dio cuenta de lo tarde que era.

-¡Voy a llegar tarde!.-grito antes de salir corriendo hacia su recamara, para tomar sus cosas y partir.-Hasta luego.-grito la chica al salir a toda prisa. En ese momento Yukari salió de su recamara, ya vestida y con su bata de medico, y entrando a la cocina miro con reproche a su esposo.

-¿Cómo te atreves?-grito al verlo.-¡No voy a permitir que hagas esto!.-El hombre la miro fríamente y sin prisa se acerco a ella. Yukari retrocedió, temblando como una niña asustada, hasta que su espalda dio con la pared. Él la miró profundamente, mientras pasaba su dedo por entre sus labios. Yukari nunca supo en que momento la golpeo, solo sintió el dolor estallando en su mejilla con tal violencia que casi la derribo.

-¡Tu no harás nada!-grito el sujetándola por los hombros. Sus ojos habían perdido todo rasgo de humanidad, transformándose en pozos llenos de un odio frío y espantoso que paralizo a la doctora Mizuno.-¡Deberías arrodillarte y agradecerme por dejar que seas parte de esto!.-un nuevo revez sacudió a Yukari. La cual solo acertó a llorar ante su cruel verdugo. Este la miro fijamente y tras meditar un momento tomo un decisión.

-No me dejas otro camino.-dijo tomando por el cabello a su esposa para obligarla a unir su boca a la suya. Pero aquello no era un beso, sino un tormento innombrable, Yukari sintió que algo se deslizaba dentro de su boca, algo vivo y nauseabundo que culebreaba para adentrarse en su ser. Desesperadamente trato de zafarse pero su marido era demasiado fuerte y sus esfuerzos resultaron en vano. Al fin él mismo la soltó, Yukari quedo de pie en su sitio, como una estatua, hasta que abrió los ojos; unos ojos tan fríos é inhumanos como los de su esposo. Satisfecho Togo salió de la cocina y se dispuso a tomar un baño. Yukari se acomodo la ropa y tras retocar su maquillaje, salió rumbo al hospital. Ahora todo era claro. Nada era más importante que su misión.

Continuará…

Nota del autor: Si eres un admirador de Sailor Moon estarás enterado de que solo los miembros de la familia de Serena cuentan con nombres propios. Mientras que los familiares de las otras sailors no los tienen, debido a que no aparecen ni en el manga ni en la serie de T.V.(con excepción del abuelo de Rei, pero tampoco a él se le dio nombre), por lo cual me vi obligado a «bautizar» a estos personajes para hacer más ágil el relato.

Continúa la serie