Síguenos ahora en Telegram! y también en Twitter!

La guerra del diablo III

La guerra del diablo III

Alejandría. Año 3° a.C

“Yo. Tito Galba, general de la XX legión Valeria Victris asignada a la Germania te escribo esta cara a ti, Gran Cesar Tiberio, para ponerte la tanto del peligro que se gesta para el imperio en aquellas lejanas tierras de negros bosques. Así como explicarte el porque he tenido que exiliarme hasta esta lejana provincia, rogando a Plutón para que mande a las parcas por mí antes de ellos me alcancen. Se que es indigno de un soldado romano admitir que tiene miedo, más nadie podrá juzgarme sin saber lo que he tenido que enfrentar.

Hace ya dos años me honraste con la misión de acudir en ayuda de la XXI legión Repax, también asignada a la Germania, ante una serie de inquietantes reportes sobre extraños eventos ocurridos en aquella provincia.

Se hablaba de insurrección entre los bárbaros, así como de un abominable culto que se extendía entre las aldeas.

Así partí con cinco cohortes perfectamente equipadas y llegue a mi destino al cabo de un cansado viaje.

Ahí me presente ante el comandante de la zona más conflictiva, Alejandro Pío, a quien note poco dispuesto a brindarme alguna ayuda; creó que el ya sabía lo que pasaba pero no quiso informármelo.

Me tomó varios días averiguar que los aldeanos estaban aterrados por unos siniestros “drúidas” que habían organizado un culto en lo profundo del bosque.

Y que esos “drúidas” eran los responsables de varias desapariciones de niños, ancianos, hombres y mujeres, incluso se me informo que una patrulla de 20 soldados romanos había desaparecido antes de mí llegada.

Estos informes me indicaron que algo se me estaba ocultando y confronte a Alejandro Pío exigiéndole me revelará todo lo que sabía de aquellas cosas.

El se mostró temeroso como un niño, y casi llorando me rogó que me marchara, pues mi presencia no haría sino despertar la furia de “Ellos”. Indignado lo mande prender y azotar por su cobardía.

Luego mande arrestar a varios aldeanos y los interrogue hasta que uno de ellos, un anciano llamado Karaday, me dijo que los “drúidas” se reunían cada noche de luna llena para llamar a un dios ó monstruo que permanecía prisionero bajo la tierra pero que pronto sería liberado.

También me dijo de los que participaban en el culto no eran en verdad “drúidas”, sino mas bien “hombres salvajes” guiados por una bruja envuelta en una gran capa de color negro, y que algunos se les habían unido temerosos de su poder.

Naturalmente no creí en tal cosa como un monstruo o dios bajo la tierra, pero si me intereso saber que en dos noches, tiempo que faltaba para la luna llena, aquellos revoltosos se reunirían.

Aunque el viejo se negó a revelarme el sitio de la reunión me las ingenie para espiar a los aldeanos, como resultado uno de mis hombres me dijo que había seguido a uno hasta una gran cueva cerca de una cascada, donde había hablado con un hombre casi desnudo y de rasgos repulsivos.

Así prepare a dos cohortes para salir aquella noche apenas la luna estuviera en lo alto.

Lentamente caminamos hasta el sitio que el soldado me había indicado. OH Gran Cesar. No sabes como maldigo el momento en que hice a un lado la espesura y mire lo que esos… esas cosas hacían junto a la cascada.

Ahí estaban reunidos varios grupos, uno eran aldeanos de varias villas cercanas, otros eran hombres deformes y casi desnudos que tocaban insólitos instrumentos, hechos de ramas y carrizos, con los cuales producían una música tan extraña que el mismo Pan se aterraría al escucharla. Había un grupo más, pero estaba tan alejado de las grandes fogatas que iluminaban las cercanías de la cascada que solo se veían sombras.

Al centro de aquellos seres se levantaba un altar de piedra frente a la gran cueva que abría junto a la cascada, y junto a él se hallaba una figura, una mujer según pude apreciar, vestida solamente con una gran capa de color rojo como la sangre.

Sobre el altar se encontraba varias canastas de mimbre selladas con cuerdas y dentro de ellas podían escucharse los llantos desesperados de niños recién nacidos. Silenciosamente di la orden de que mis hombres se abrieran en abanico para que ninguno de ese perros escapara.

Mientras tanto la mujer comenzó la lanzar una serie de palabras que nunca había oído ni en los dialectos más bárbaros, de hecho dudo que un ser humano pueda pronunciar semejantes frases. Era lago así como:

-¡ZARIATMIX, JANA, ETITNAMUS, HAYRAS, FEBERON, FUBERENTROTY, BRAZO, TABRASOL, NISA! ¡VARF-SHUB-NIGGURATH!- juro que mientras hablaba el viento del norte se dejaba sentir con mayor fuerza, calando hasta los huesos. ¡Entonces la maldita bruja prendió fuego a las canastas, el llanto se transformo en gritos de agonía y la música plutónica se hizo más fuerte!. Los aldeanos gritaban como dementes mientras se desnudaban y se arrojaban a las frías aguas de la cascada, sobre el altar varias vestales se unieron a la mujer lo mismo que varios de esos seres deformes apenas cubiertos con pieles de osos. Juntos comenzaron un nuevo canto.

-¡GABOTS MEMBROT! ¡GABOTS MEMBROT! ¡VARF-SHUB.NAGGURATH! ¡Iä!¡Iä! ¡SHUB-NAGGURATH! ¡YA-R’IYEH!- fue entonces que se presento la visión que me perseguirá hasta que las parcas me alcancen. Las aguas de la cascada comenzaron a teñirse de rojo, con la sangre de los que saltaban y nadaban en ellas, uno a uno los aldeanos fueron jalados hacia el fondo. Mientras los demás se trenzaban en una orgía bestial, hombres y mujeres de todas las edades se desnudaron de sus ropas y se unieron en las impías formas, de tal forma que en vez de excitarme a mi o a mis soldados nos provocaron una infinita repugnancia. En eso las sombras que cantaban desde lejos se elevaron por los cielos impulsados por grandes alas negras y desde arriba continuaron alabando a eso que llamaban.

Entonces la mujer prendió fuego al resto de los canastos y los gritos de los infantes se elevaron por encima de los gemidos y los cánticos. Incapaz de soportar más di la orden de atacar, mis tropas y yo nos lanzamos al ataque, al principio no encontramos resistencia, pues su furor esta tal que nada les importaba morir bajo nuestras espadas.

Pero al cabo de unos momentos la mujer de la capa lanzó un grito y las sombras que volaban sobre nosotros descendieron como buitres en nuestra contra. Con una rapidez que tal que a un soldado que iba a mi lado le arrancaron la cabeza antes de que pudiera darse cuenta.

Pero eso no era todo, ¡los mismos árboles se lanzaron contra nosotros!, sus ramas retorcidas tomaron a mis soldados y los destrozaron como a muñecos de trapo. Pronto los gritos de hombres y caballos llenaron aquella cascada plutónica.

Pero entonces los dioses vinieron en mi ayuda y pude abrirme paso hasta el altar de los inhumanos habitantes de aquellos bosques.

Ahí la bruja intento matarme ella misma, pero de un golpe de mi espada le a través, su sangre se mezclo con la de sus sacrificados, pero no murió. Pues una cosa que no pude ver la tomo y se la llevo.

Entonces mire una enorme roca en forma de huevo, roja como la sangre y tomándola emprendí la retirada.

Mas no volví al fuerte. Lo que hice fue abandonar la Germania de inmediato llevando conmigo esa cosa, algo me decía que el haberla robado a esos malditos era una victoria. Pero también una maldición.

Pues desde ese día he sentido que me siguen a donde voy, a través de mares, bosques y desiertos.

Desde lo alto del cielo ó desde las profundidades del mar.

Pero no me quitaran mi victoria. He escondido la roca donde jamás, hombre ó demonio, podrán dar con ella. Solo me queda pedirte que mandes quemar los bosques, todos los bosques de la Germania, y liberes la imperio de esos demonios. Pues créeme cuando te digo. Algún día vendrán por todos nosotros.

Tu sincero amigo. Tito Galba.

Capitulo III (Cosas del pasado)

Ciudad Gótica. El presente.

La noche había caído sobre Ciudad Gótica.

Por un camino solitario y casi olvidado un curioso vehículo avanzaba a gran velocidad, su bien pulida carrocería en color negro resaltaba lo aerodinámico de su diseño, a su paso las hojas secas se levantaban en pequeños remolinos, como si quisieran ocultar el paso del poderoso automóvil.

En su interior Batman manejaba con seguridad y precisión a fin de entrar discretamente a su ciudad.

En su mente estaba presentes los extraños casos de suicidio que James Gorgon le había pedido investigar.

Hasta ese momento no había encontrado una conexión entre las muertes de adivinos y hombres de ciencia en los reportes de la policía. Era el momento de hablar con los testigos, en particular con el que iba a ver en ese momento.

La calle 14 de barrio de Hutson era un área de comercio muy conocida. En sus escaparates podían encontrarse toda clase de mercancías, de dudosa procedencia, a precios muy bajos. Así como algunos prostibulos disfrazados de casas de masaje. Entre esos negocios estaba una tienda de antigüedades llamada “Los campos Eliceos” propiedad de un hombrecillo regordete y de aspecto inofensivo llamado Eliot Wilson. Como todos en el barrio Wilson tenía algo que ocultar, era un timador de marca mayor, especializado en despojar a jóvenes herederos, ignorantes sobre antigüedades, de las cosas de valor que sus parientes les hubieran dejado. Cosa que lograba ofreciendo sus servicios como valuador. Precisamente esa noche el señor Wilson examinaba cuidadosamente el último tesoro que había conseguido. Se trataba de tres gruesos libros impresos en 1453, bellamente adornados con selectas laminas hechas a mano. El valor de los libros era de un millón de dólares y él los había conseguido por solo dos mil dólares. -Dios bendiga a los idiotas.- pensaba mientras recordaba lo fácil que había sido engañar a ese bobo niño rico que solo estaba interesado en deshacerse de los libros de su finado padre.

De pronto un ruido sordo, como de algo que caía, lo distrajo de su examen. Intrigado se levanto de la mesa donde tenía los libros y caminando unos pasos hecho un mirada a su alrededor. Miro entre los estantes que contenían viejos libros y entre las vetustas estatuas colocadas a lo largo y ancho de la tienda. Pero no vio nada de particular. El hombre se encogió de hombros y se dispuso a regresar a su trabajo. Pero al volverse se tropezó de frente con una imponente figura negra, de elevada estatura y compleción musculosa, que lo miraba con ojos fríos y amenazantes. Eliot dio un salto hacia atrás al tiempo que sus ojos se abrían como platos.

-¡Batman!.- grito al reconocer a su visitante.

-Buenas noches Bill.-dijo la negra figura acercándose más al asustado hombrecillo.

-¿Bill?.-repitió el gordo mientras sonreía nerviosamente.- Te equivocaste de sujeto.-

-¿Prefieres que te llame Samuel, Peter o David?.- dijo la negra silueta mientras se acercaba más a su presa.- ¿O acaso tienes un nuevo alias que yo no conozca?- Eliot comprendió que el enmascarado conocía los nombres falsos conque se presentaba en su papel de valuador de antigüedades y eso lo puso más nervioso.

-¿Qué quieres de mí?.- pregunto al tiempo que su espalda dio contra la pared del local.

-Quiero informes sobre tu amigo. “Lobo negro Donnan”.-

-¿Donnan?.-el hombrecillo pareció sobreponerse al temor y en un alarde respondió directamente.-Ese idiota se volvió loco y se voló los sesos. ¡Eso es todo!.- Batman no le respondió, en lugar de eso lo tomo por el cuello y lo sujeto con fuerza contra la pared.

-¡Quiero saber porque!.- dijo con firmeza al tiempo que levantaba al hombrecillo por el cuello.

-No se nada.- dijo Eliot con la voz ahogada. Batman sabía que podía estar diciendo la verdad, pero decidió presionar un poco más antes de dejarlo en paz.

-¡No te creó! ¡sospecho que tu estuviste involucrado en su muerte! -mintió para presionar más aún al hombrecillo.

-¡Estas loco!.-gritó Eliot debatiéndose contra la pared.

-Bueno. Dejemos que la policía lo decida.- dijo Batman como al descuido.

-¿La policía?.- un sudor frío corrió por la espalda del hábil estafador, si bien no tenía nada que ver en la muerte de aquel infeliz una investigación podía poner al descubierto sus “negocios”. Nerviosamente miro hacia la mesa donde reposaban los viejos libros, eran toda la evidencia que se necesitaba para enviarlo a la cárcel por varios años. Desesperadamente busco en su memoria alguna información que lo salvara, de pronto un recuerdo le llego a la cabeza.

-Espera.-dijo trabajosamente debido a la presión sobre su garganta.-Hablare… pero no prometo nada.- Batman lo soltó y el hombrecillo comenzó a toser mientras se apartaba de la pared. El caballero de la noche lo miraba atentamente, alerta a cualquier movimiento sospechoso, pero Eliot se limito a mirarlo mientras se acomodaba la ropa.- Como sabes Donnan se dedicaba a engañar a la gente vendiéndoles cosas “mágicas” y haciendo alarde de sus supuestas cualidades de médium. Bueno de vez en cuando venía aquí a comprar estatuas y otras baratijas para adornar su tienda o vender a los tontos. Un día, hace como dos meses, vino a buscar algunas cosas para redecorar su local. Mientras estaba aquí entro a la tienda un tipo que quería venderme una estatua de piedra. Créeme cuando te digo que era la cosa más horrible que he visto en mi vida. Era de unos 20 cm. tallada en una piedra verde que nunca había visto. Tenía la figura de un monstruo con cabeza de pulpo, un cuerpo grumoso y cubierto de escamas, garras prodigiosas en las extremidades traseras, y unas alas estrechas en la espalda. Le dije al tipo que no se la compraría. Pero en eso Donnan la vio y le pregunto al tipo por ella. El le contó que su abuelo, un tal Legrasse, había sido policía en Nueva Orleáns allá por 1928 y que la estatua había sido confiscada a unos locos que practicaban el Vudú en los pantanos. Donnan quedo encantado y le ofreció al tipo 300 dólares por la estatua. El tío acepto y Donnan salió de aquí con esa monstruosidad y algunos documentos que el tipo le ofreció junto con la cosa.

-¿Qué tiene eso que ver con su muerte?.-interrumpió Batman con impaciencia.

-Bueno.-continuo Eliot.-No estoy seguro… pero me contaron que a partir de ese día comenzó a actuar raro. Sus vecinos se quejaban de que ponía una música horrible por las noches y que gritaba como un loco. Sus clientes decían que en vez de responder a sus preguntas, en sus sesiones espiritistas, les hablaba de ciudades hundidas y otras cosas sin sentido. Luego un día vino a verme y me pidió una serie de libros extraños que yo ni siquiera sabía que existieran, me dijo que alguien muy poderoso lo había elegido para hacer no se que cosa.

-¿Recuerdas cuales eran esos libros?.-interrogo Batman.

-Aquí tengo la lista que me dejo.-dijo Wilson acercándose a su mesa de trabajo, con mano temblorosa abrió uno de los cajones y comenzó a buscar en su interior. Sus dedos regordetes encontraron de pronto su revólver, calibre 45, y por un momento pensó en usarlo, pero la voz de Batman sonó a sus espaldas.

-No lo intentes.-El hombrecillo se estremeció y continuo buscando la lista, hasta que al fin la encontró. Lentamente se volvió y se la extendió a su visitante. Batman la tomo y leyó su contenido.

“El Necronomicon de Abdul Alhazred”, “Cultos sin nombre” de Von Junzt, “Los Textos de R’lyeh”, “El libro de Ebión” entre otros. Batman arqueó las cejas sorprendido, como coleccionista de libros había oído sobre aquellos títulos pero nunca creyó que existieran realmente.

-¿Conseguiste alguno?.-interrogo el enmascarado.

-¿Bromeas?.-respondió Eliot con una risilla nerviosa.-Cada uno de ellos es una leyenda. Un pobre diablo como Donnan no podría pagar ni por una pagina. En todo caso nunca volvió por aquí. Unos días después de darme la lista se voló los sesos.- Batman se guardo la lista y sin más dio la espalda al hombrecillo, este se alegro de verlo marchar, pero antes de salir el caballero nocturno le hizo una última pregunta.

-¿Y la estatua?.-

-Debe estar en la tienda.-dijo Eliot. Batman desapareció en las sombras.

Rato después Batman llego al negocio del difunto Donnan, conocido como “El Templo del lobo”, como esperaba el sitio estaba clausurado con los sellos de la policía. Así que, tras dejar el batimovil oculto en un callejón cercano, se las ingenio para entrar por la azotera del edificio aprovechando un tragaluz colocado justo sobre la tienda. Ya en el interior el caballero negro encendió una compacta pero potente lámpara sorda, cuyo as de luz parecía una sólida columna debido la oscuridad que reinaba en el interior. Batman pudo apreciar que aquel lugar era realmente un escenario propio para la guarida de un brujo. Había mesas colocadas por todas partes y sobre ellas se encontraban los objetos más insólitos, cartas astrológicas, arcaicos instrumentos médicos, cráneos y recipientes de cristal, y gruesos libros de forrados de piel. En las paredes había espantosos grabados sobre tortura y demonología, así como estantes llenos de libros de magia negra y hechicería. Sin embargo, el caballero nocturno no estaba interesado en aquellos objetos, en su mayoría falsos. Sin perder un momento subió las viejas escaleras de madera que conducían a la parte alta de la tienda, donde Donnan había vivido hasta su muerte. El sitio, tal como lo decía el informe de la policía, había sido acondicionado de forma extraña, arrinconando todos los muebles contra las paredes y colocando grandes cantidades de velas y codales a todo lo largo y ancho del lugar. Junto a ellos estaba una serie de estatuas representando a diversos dioses, griegos, chinos y polinesios, las paredes estaban pintadas con colores intensos, creando una composición delirante que daba la impresión de ser una ventana a un lugar alienígena. En el centro aun podía verse la figura hecha por los forenses que marcaba el lugar y la posición en que el cuerpo había quedado al morir. Batman deslizo la luz de su linterna por los viejos muebles, buscando un posible escondite para la estatua. Por fin los ojos del detective encontraron lo que buscaba, un pesado escritorio de estilo antiguo cuya cortina permanecía cerrada. Batman se acerco al mueble y sin dificultad logro abrirlo. En su interior encontró algunos libros y papeles, tal descuidadamente colocados que cayeron al suelo apenas se abrió la cortina. El detective se inclino sobre ellos y casi de inmediato dos de ellos llamaron su atención: Una vieja libreta de duras tapas de color azul con una etiqueta que decía. “Para mis hijos: John Raymond Legrasse” el apellido coincidía con el del abuelo del hombre que vendió la estatua a Donnan. El otro documento era un grueso cuaderno de notas escrito a mano y con un titulo no menos sugerente: “Culto a Cthulhu: por el Prof. George Gammell Angell. 1926-1927” . Batman hizo correr las hojas ante su mirada y pronto se topo con un grotesco dibujo hecho a mano de una cosa muy similar a la descrita por Willson. Un monstruo octópodo sentado sobre un gran cubo de algún material decidió llevarse aquellos documentos para estudiarlos mas detenidamente. Después de guardar ambos escritos en el bolsillo interior de su capa, Batman procedió a abrir los cajones del escritorio y en uno de ellos encontró lo que buscaba.

Con sumo cuidado saco la extraña escultura de piedra y la examino detenidamente. No solo era de un material absolutamente desconocido, sino que parecía increíblemente antigua, mas que las pirámides o las ruinas de Babilonia. De pronto un viento helado derribo todas las velas del recinto y golpeo las espaldas de Batman. El hombre murciélago se incorporo de un salto, sujetando la estatua en su mano, é instintivamente se volvió hacia la oscuridad. Con asombro noto que ahora la luz de su linterna no podía penetrar las sombras que lo acorralaban, era como si de pronto la oscuridad fuera algo sólido… y vivo. En ese momento un fuerte olor le hirió la nariz como su todas las tumbas de la ciudad se abrieran ante el.

Batman se tambaleo sintiendo que su ser era envenenado por aquella inexplicable polución. Pero antes de que pudiera hacer algo una silueta salió de la nada y le arrebato la estatua de las manos. En un reflejo el detective trato de sujetar a la sombra, pero entonces algo mas salió de las tinieblas, algo que se enredo en su cuerpo como una serpiente gigante y que lo levanto del piso para lanzarlo como a un muñeco contra la pared. Sorprendido Batman sintió como sus huesos crujían al estrellarse contra el muro, y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no desmayarse.

El aire apestaba espantosamente y el caballero de la noche apenas y tuvo tiempo y energía para colocarse su diminuta mascara anti-gas. Con desesperación jalo varias bocanadas de aire puro y, soportando el dolor intenso que le nacía en las costillas, se incorporo para ir tras sus atacantes. Tan rápido como pudo bajo las escaleras y busco un rastro, pero apenas hubo llegado abajo se percato de que no estaba solo, de atrás de los escaparates surgieron varias sombras, encorvadas y famélicas, que se le echaron encima como chacales sobre un león herido. Batman recibió la embestida lo mejor que pudo, pues aun no se recuperaba del ataque anterior, sus puños se estrellaron contra los cuerpos de sus agresores, pero nuevamente se quedo estupefacto al sentir el contacto de su piel. Era algo así como carne muerta, dura, fría e insensible, además aquellas cosas no peleaban como hombres sino como bestias, sus largos y huesudos dedos se hundían en la carne del caballero de la noche con tal fuerza que solo la protección de su armadura ligera impedía que le arrancaran pedazos de carne, sus cabezas se movían grotescamente de un lado a otro y de vez en cuando se lanzaban a morder como perros rabiosos.

Desesperado por la demencia de aquel ataque Batman no tuvo más remedio que hacer alarde de sus mejores técnicas de combate. Así tomo el brazos de uno de sus enemigos y con un firme movimiento lo disloco a la altura del hombro, a otro le aplico una certera patada que sin duda le rompió la quijada y a uno mas lo cargo en vilo para lanzarlo con fuerza contra una de las pesadas mesas del local. Pero el numero de sombras seguía creciendo a su alrededor como si simplemente brotaran del suelo. La prudencia dicto su siguiente movimiento, con rapidez saco una granada y la arrojo contra las famélicas figuras, al estallar todo el local se vio envuelto en una luz cegadora. Curiosamente las sombras chillaron como si aquello les causara un daño atroz y retrocedieron torpemente para ocultarse tras los escaparates.

Batman aprovecho el momento y lanzo uno de sus garfios hacia el tragaluz; apenas estuvo seguro de que se había aferrado a algo dejo que su aparato especial lo izará del piso hacia afuera.

Al llegar al techo Batman se dejo caer pasadamente, sentía el cuerpo molido y descubrió asombrado que su traje estaba desgarrado y su piel mostraba heridas semejantes al ataque de un tigre. A través del tragaluz le llego una cacofonía de sonidos escalofriantes, gritos, aullidos de rabia y el crujido de cristales y otros objetos al romperse bajo la furia de unos golpes demenciales. Luego solo silencio. Trabajosamente el hombre murciélago se puso de pie y abandono aquel lugar. Ahora estaba seguro… algo malo se acercaba.

Tokio Japón: Dos meses atrás

Eran casi las cuatro de la tarde cuando Ami Mizuno, Sailor Mercuri; llego al instituto Miyamoto, donde estudiaba matemáticas aplicadas, para un curso especial que esperaba le sirviera en su desarrollo profesional. Como siempre había llegado puntualmente y estaba lista para estudiar. Pero al entrar se encontró con que su salón de clases estaba vació, excepto por su compañera Zumara, presidenta de la clase, quien permanecía sentada en su lugar acostumbrado leyendo una revista de moda.

-Hola Ami.- saludo la chica el verla.

-Hola Zumara.- respondió Ami mientras miraba de lado a lado el desolado lugar.

– Hoy no habrá clase- dijo la joven presidenta poniéndose de pie y estirando los brazos hacia el techo.

-¿De que hablas?- preguntó Ami sorprendida.

-La maestra se comunico conmigo esta mañana. Perece que su padre sufrió un accidente en la fabrica donde trabaja y ella a partido a verlo de inmediato.- dijo Zumara mientras guardaba la revista en su mochila.

-¿ La maestra esta bien?.-pregunto Ami sinceramente consternada por la noticia.

-No lo se… se oía muy mal.- respondió Zumara.- En fin, sino regresa mañana nos asignaran una suplente.- Ami se molesto por el tono indiferente de su compañera pero no deseaba tener una discusión. Zumara se coloco la mochila sobre la espalda y camino hacia la puerta.

-Por cierto Ami… ¿podrías quedarte un rato?… tú sabes por si llega alguien más. Yo tengo una cita con mi novio y ya se me hizo tarde.- sin esperar una respuesta Zumara salió del salón y sin volver la vista atrás se marcho con toda frescura.

Para cuando Ami quiso reaccionar su compañera ya había desaparecido en le pasillo. Molesta y preocupada Ami se resigno a tomar el lugar de Zumara y esperar por si alguien más llegaba. Así paso media hora avisando a los que iban llegando sobre lo ocurrido a la maestra. Algunos se mostraron indiferentes como Zumara, otros dieron muestras se cierta solidaridad para con su mentora, y otros casi no pudieron disimular su gusto por tener la tarde libre.

Una vez cumplida su misión la princesa de Mercurio abandono el instituto y se encamino hacia su casa. Por el camino fue meditando sobre el incidente de esa tarde. Eran sucesos como el ocurrido a su maestra los que la hacía que reflexionar seriamente sobre su sueño de ser doctora. No dudaba de su capacidad ni de su decisión de ayudar a las personas. Pero estaba conciente de que no siempre tendría éxito. ¿Qué se sentiría perder a un paciente en el quirófano o simplemente verlo morir de algún mal incurable?. Por un momento su sueño se transformo en una pesadilla, pero al poco tiempo el rostro de Serena apareció en si mente repitiéndole las palabras que tanto necesitaba escuchar. -Animo Ami- le decía con esa cálida sonrisa que siempre la confortaba.- Serás la mejor doctora del mundo ya lo veras. No te rindas- Ami miró hacia el cielo, ya tenido de un rojo intenso y le pareció que el rostro de su amiga la miraba desde las nubes. -Serena.- murmuro recobrando las fuerzas. En ese momento otro pensamiento lleno su mente, su padre. Tenía tanto tiempo que no sabía nada de él. ¿Estaría bien?. Por un momento la preocupación la invadió de nuevo, pero en este caso ya sabía como lidiar con ella.

Un poco más tranquila llego a su casa con la firme idea de estudiar por su cuenta mientras llegaba la hora de cenar. Sin embargo, entrar en su departamento se llevo una sorpresa al descubrir dos pares de zapatos colocados en la entrada. Si bien reconoció enseguida el calzado de su madre eso no lo hacia menos extraño; pues ese día su madre debía quedarse de guardia en el hospital donde trabajaba. Por lo cual no la esperaba de regreso sino hasta el día siguiente. En cuanto al otro par de zapatos: grandes, gastados y de gruesas suelas, más propios para andar en el campo que en la ciudad, solo le resultaba obvio que pertenecían a un hombre. Intrigada se cambio sus zapatos de calle por un par de pantuflas y se adentro sigilosa en el departamento. Instintivamente saco de su mochila la pluma de transformación, aunque realmente nada indicaba la presencia de algo sobrenatural, aún así su sexto sentido le indicaba que algo estaba mal, pero no sabía que. Con mucho cuidado, como un ratón evitando al gato, se asomo a la sala pero no encontró a nadie; luego miro en el comedor y en la cocina con el mismo resultado. Un escalofrío le recorrió la espalda al comprender que su madre y su misterioso acompañante solo podían estar en las habitaciones.

-No.-se replico a si misma negándose a aceptar lo que implicaba aquella deducción.- Ella no haría eso. Imposible- se repetía con infantil terquedad. Al fin se dio cuenta de que tendría que ir a las recamaras para saber la verdad, fuera la que fuera. Temblando como una hoja Ami camino hacia las habitaciones. La luz del día casi se había extinguido dándole al departamento una atmósfera siniestra. Lentamente se fue acercando a los cuartos y, al hacerlo, pudo escuchar un sonido ahogado, una especie de gemido, una fría capa de sudor se extendió por su cuerpo y por un momento pensó en marcharse sin descubrir la causa de aquel gemido. Pero su natural curiosidad femenina y su lógica inquietud por el bienestar de su madre la impulsaron a seguir. Al fin llego hasta la recamara de su madre, los gemidos se escuchaban más claramente, con mano temblorosa Ami abrió un poco la puerta de la habitación y cautelosamente se asomo al interior.

Dentro la habitación estaba casi en penumbras, la escasa luz que entraba por las persianas semiabiertas era lo único que permitía distinguir algunas siluetas de entre las sombras. En un primer momento Ami no pudo ver nada, pero al cabo de unos minutos sus ojos se ajustaron a la escasa luz de las persianas. Entonces pudo ver que no se había equivocado. Ahí adentro se distinguía la silueta de un hombre, un hombre desnudo, esbelto y alto, que lentamente subía a la cama de su madre. Ami estaba furiosa y por un instante pensó en entrar para echar a aquel intruso de su casa. Pero en eso su atención fue atraída por otra silueta tendida sobre la cama, era una mujer, era su madre, quien lentamente se colocaba boca abajo en el lecho. La princesa de Mercurio pudo distinguir como su madre doblaba las piernas para quedar apoyada en sus rodillas, ofreciendo sus espléndidas formas a aquel desconocido. El corazón de Ami se hizo pedazos al ver aquello, la imagen de su madre cayo hecha añicos dejando un sentimiento de vacío. Ajenos a su dolor los amantes siguieron adelante con su cópula, el intruso comenzó a acariciar groseramente las nalgas de su compañera la cual gemía placenteramente.

-¡Aaaaaahhhhh!… ¡Aaaaagggg!…- era lo único que se podía escuchar en medio de las tinieblas. El hombre acercó su rostro a las nalgas de su amante y comenzó a besarlas y lamerlas como un perro en celo, mientras la madre de Ami se movía gozosa. Las manos del intruso comenzaron a acariciar los muslos y las pantorrillas que se estremecían a su contacto, luego volvieron a tomar posesión de las nalgas de la mujer las cuales abrieron para que su lengua pudiera recorrer libremente el entre pliegue de las carnes femeninas. – ¡Aaaaaaahhhhhh!…- gimió la mujer al tiempo que de sus entrañas brotaba un liquido brillante y transparente. Ami quiso marcharse pero sus piernas estaba clavadas al suelo, como si una fuerza invisible la mantuviera prisionera, además tampoco podía desviar la mirada. Sus ojos azules estaba fijos en el interior de la recamara de su madre permitiéndole apreciar los detalles de aquel encuentro. Pudo ver a su madre girando rápidamente para besar apasionadamente a su amante mientras ambos caían sobre el lecho, ahí su madre comenzó a recorrer el cuerpo del extraño, besando y lamiendo cada parte de él, hasta que llego a su entrepierna. Ami sintió morir al ver a la autora de sus días tomando entre sus manos el erecto miembro para acercarlo a su cara, sus ojos brillaban con lujuria mientras sus manos frotaban aquella barra de carne palpitante. Temblando de deseo la mujer saco su lengua y empezó a recorrer aquel falo desde su nacimiento hasta la hinchada cabeza, lo hacia con todo su deseo, con toda su pasión, hasta que al fin abrió la boca y lo devoro de un solo bocado, para luego comenzar un movimiento suave con la cabeza metiendo y sacando el miembro de su boca. El hombre gruñía como un cerdo y, tomando la cabeza de su amante entre sus manos, comenzó a moverse al ritmo que ella imprimía.

Ami sentía que su corazón de latía con fuerza, lleno de rabia y frustración, la sangre se acumulaba en sus sienes y un escalofrío le corría por todo su cuerpo. No supo en que momento un dolor distinto entro en su cabeza, era como una puñalada que penetraba hasta los más profundo de su mente; su visión se tiño de rojo y todo a su alrededor pareció detenerse. La oscuridad a su alrededor pareció volverse más profunda, casi sólida, pero al mismo tiempo las siluetas en la habitación se hicieron más claras. Era como si algo quisiera que Ami siguiera viendo. De pronto el hombre saco violentamente su miembro de la boca de su amante y se acomodo entre sus piernas, sus manos apretaron las nalgas de la mujer y separándolas guió su miembro hacia el ojo del culo. Ami sintió enloquecer al adivinar que el extraño misterioso iba a penetrar a su madre por ano, aquella idea la puso aún más tensa y temerosa, le parecía imposible que esa lanza de carne dura y gruesa pudiera entrar en el recto de una mujer. La princesa de Mercurio pensó que su madre sufriría mucho cuando aquel bruto intentara penetrar en sus entrañas, pero curiosamente ya no le importaba, de hecho una insana satisfacción la invadió al pensar que ese era un buen castigo para alguien como ella. Una dulce venganza por haber destrozado sus sueños y engañado a su padre. Expectante miro como el hombre colocaba la roja cabeza de su verga en la entrada posterior de su madre y empujaba con firmeza.- ¡Aaaaaaahhhhhhh!.- gimió su madre al sentirse ensartada por su amante.- ¡Así querido!… ¡Damela ya!… ¡Más fuerte!….- grito la mujer con una voz que Ami nunca había oído. Entonces él volvió a empujar y metió su miembro casi hasta la mitad, luego volvió a sacarlo hasta la roja cabeza, inició así una serie de movimientos de mete y saca, poco a poco el impulso se fue haciendo más fuerte hasta que el miembro desapareció totalmente entras las nalgas femeninas.

-¡Follame!… ¡Follame duro!..- suplicaba su madre al tiempo que comenzaba a hacer movimientos hacia delante y hacia atrás mientras que él le seguía el ritmo, con movimientos contrarios para chocar su sexo contra las carnosas nalgas de ella que jadeaba loca de deseo.- ¡Todo!..¡Todo!…- al fin ambos se convulsionaron y Ami supo que el desconocido estaba vaciando sus líquidos seminales en las entrañas de su madre. Al final ambas figuras se derrumbaron sobre la cama y se quedaron inmóviles. Como si eso fuera una señal Ami recobro el control de su cuerpo y horrorizada de todo lo que había visto se marcho del departamento.

Durante las siguientes horas la princesa de Mercurio vago sin rumbo, evitando las miradas de la gente, ocultando su rostro cubierto de lagrimas. Las cosas que había visto se repetían en su mente una y otra vez, como un monstruoso martilleo que la hería cada vez más. Por primera vez en mucho tiempo se sentía totalmente sola, no podía ir con sus amigas, no podría soportar dar explicaciones sobre los motivos de su presencia a esas horas de la noche. Tampoco tenía dinero suficiente como para pagar un hospedaje aunque fuera barato. Así que finalmente decidió volver a su casa. Eran más de las 10pm cuando llego sola, triste y furiosa, dispuesta a enfrentar a su madre y a ese maldito que usurpaba el lugar de su padre. Al abrir la puerta descubrió que los zapatos del hombre habían desaparecido pero los de su madre seguían ahí. Mecánicamente se cambio de calzado y entro, hasta su nariz llego el aroma de comida preparándose en la cocina. Con pasos lentos llego hasta ahí y vio a su madre ocupada preparando algo en la estufa. Al sentir la presencia de alguien detrás de ella la doctora Yukari Mizuno se volvió y descubrió a su hija de pie, mirándola con unos ojos llenos de lagrimas y dolor.

-¡Ami!.- exclamo acercándose a ella.- ¿Dónde estabas?.¿qué ha pasado?.- pregunto extendiendo los brazos hacia su hija. Pero esta dio un paso atrás y mirándola fieramente le increpo.- ¡Eres una hipócrita y una falsa!- Yukari se detuvo en seco, petrificada por la dureza de aquellas palabras y el odio que brillaba en los ojos de su hija.

-Pero… ¿De qué estas hablando hija?-

-¡No te hagas la tonta!.- grito Ami. Pero antes de que pudiera continuar una voz fuerte y varonil se dejo escuchar en la cocina.- ¡¿Qué sucede aquí?!.- la sangre de Ami hirvió en sus venas al pensar que aquel desconocido había vuelto a su casa y sin pensarlo se volvió para enfrentarlo. Pero no pudo decir ni media palabra. Toda su furia se derrumbo como un castillo de naipes al reconocer los rasgos de aquel hombre, las palabras se atiborraron en su garganta y solo alcanzo a balbucear.

-¿Papá?.-en efecto, ahí frente a ella se encontraba su padre. Un hombre alto y esbelto, entrado en los cuarentas pero con toda la fuerza y vitalidad de un hombre joven, llevaba en sus manos varias bolsas cargadas de víveres. Desconcertada Ami miro alternativamente a cada uno de sus padres. Un rubor intenso cubrió su rostro al comprender que había espiado a sus padres en la intimidad.

-¿Y bien Ami?.- dijo su padre mirándola severamente y con los brazos cruzados sobre el pecho..- Me puedes decir ¿qué esta pasando aquí?- Ami estaba totalmente confundida. ¿Que podía decir? ¿que había llegado a su casa temprano y que los había visto hacer el amos creyendo que su madre tenia un amante? Por suerte para ella su madre intervino.

– Espera querido. Creó saber que pasa.- la doctora Yukari se acerco a su hija y colocando sus manos en sus hombros la miro conciliatoria. -Lo siento Ami. Se que siempre te he dicho que nada debe ser más importante para un doctor que cuidar a sus pacientes. Pero tienes que entender que tu padre ha regresado y yo no podía dejar de traerlo a nuestra casa.- Ami iba a decir algo, pero comprendió que era mejor que las cosas quedaran de aquel modo.

-Lo siento mamá.- dijo bajando la cabeza.

-Bueno, Todo arreglado.- dijo el hombre colocado a sus espaldas.- Ahora ven y dale un abrazo a tú anciano padre.-ambas mujeres rieron y Ami se fue directo a los brazos que la esperaban. -¡Bienvenido papá!.- la princesa de Mercurio abrazo a su padre con fuerza, con los ojos llenos de lagrimas de alegría.

Continuará…

Continúa la serie << La guerra del diablo II La guerra del diablo IV: Los fabricantes de sueños >>

¿Qué te ha parecido el relato?


Descubre más desde relatos.cam

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo