Mi esposa también, difícil de asimilar
Mi nombre es Glen, y hace quince años que estoy casado, con una esposa muy linda. Nuestra relación es muy buena y no me puedo quejar del sexo.
Andrea, mi esposa, es muy bella, mide un metro sesenta y dos, tiene unos preciosos ojos difíciles de encontrar en otra mujer, es delgada, pesa unos 55kg y, como verán, es de fácil maniobrar.
Sus senos son deliciosos, talla 34, redondos, sus pezones son grandes y mayormente se encuentran parados.
Tiene un trasero impresionante, grande, pero a la vez durito y levantado.
Realmente ella es una de esas chicas que llama la atención a cualquiera, ya que a sus 34 años se encuentra en su mejor momento.
La relación con mi esposa es buena, el sexo nos satisface, es una de las cosas que más me gusta de ella.
Ella es muy caliente al hacerlo pero no le gustaba mucho la idea de experimentar cosas nuevas.
Yo, en cambio, me siento excitado por el hecho de probar cosas nuevas, como otras posiciones, meter a otra mujer a la cama con nosotros, verle hacerlo con otro, cambios de parejas, etc.
Además, yo me siento atraído por el sexo anal, cosa que a ella no le agrada, ya que las Pocas veces que lo habíamos intentado no se sentía bien. Muchas veces se lo había propuesto, pero el hecho de malograr la relación no le agradaba mucho, se sentía con miedo hacia ciertas cosas.
Nosotros tenemos un amigo común, su nombre es Rodrigo, nos conocemos y llevamos muy bien desde hace mucho tiempo, se caracteriza por ser un don Juan.
El siempre habla de sus conquistas.
Las muchachas con las que se ha acostado nunca se han quejado y, al contrario, con las que he tenido la oportunidad de cruzar palabra me hablan de lo bien que lo hace Rodrigo.
Cierto día, cuando Rodrigo hablaba de una de sus conquistas, yo lo llamé aparte y le dije:
– Rodrigo, tienes que dejar de hablar así de esa chica, estás provocando que se apene mucho.
Su respuesta no se hizo esperar:
– Lo que yo creo que pasa es que tú y mis otros amigos tienen envidia de que yo me acueste con cualquiera que a mi se me ocurra.
– No fanfarronees tanto -fue mi respuesta-. Si yo te digo que lo hagas con una que yo elija, no vas a poder.
A lo que él respondió que le eligiera a una. Yo traté de hacerme el vivo, y le dije «mi esposa».
Yo estaba seguro que Andrea no le iba a hacer caso, y además sabía de la fuerte atracción que él sentía por ella.
Rodrigo aceptó la apuesta y pidió que no hubiera resentimientos después, a lo que yo accedí.
El plan iba a ser el siguiente: yo le iba a decir a Andrea que íbamos a una fiesta y que se alistara; yo hacía que me iba y me escondía en la casa, en un sitio donde nadie me viera y donde yo pudiera ver lo que estaba sucediendo; a la hora que pasara eso iba a llegar Rodrigo diciendo que había quedado en reunirse conmigo para ir a la fiesta, pero que yo le había llamado a indicar que me retrasaría un poco porque tenía un imprevisto de trabajo y que si Andrea quería nos encontrábamos en la fiesta o si no que me esperaran en casa para ir todos juntos; en ese momento, Rodrigo tenía que aprovechar para tratar de seducir a mi esposa.
Rodrigo aceptó el plan y quedamos en hacer eso el sábado en la noche.
Toda la semana siguiente estuvo de llena de bromas, insinuaciones, y tratos.
La apuesta fue la siguiente: si yo ganaba, él se convertiría en mi esclavo durante un mes; por otro lado, si él ganaba -cosa que yo consideraba imposible- él podría volver a estar con mi mujer un par de veces más, sin que yo interrumpiera.
El trato era claro y sin ninguna trampa ni nada por el estilo.
Durante la semana, el tema fue la apuesta.
Él me decía que el sábado iba a hacer gemir a mi esposa como nunca, yo le contestaba que mi esposa nunca le iba a hacer caso a alguien tan feo.
En verdad, Rodrigo no era feo, era considerado apuesto por las mujeres, trigueño, fuerte, muy velludo y pelo negro algo canoso.
Una y otra vez Rodrigo me tocaba el tema de cómo era mi mujer en el sexo.
Yo, riéndome, le contaba algunas cosas acerca de nuestra vida sexual, de que no le gustaba el sexo anal o que, por ejemplo, era yo el que siempre tenía que dar el primer paso para pasar de besos a sexo.
Llegó la noche del sábado y yo quedé con Rodrigo para que fuera a mi casa a eso de las 9 p.m.
Él accedió y dijo que a partir de ese momento mi vida sexual con Andrea iba a cambiar, y que la suya también, ya que le venía atrayendo Andrea durante mucho tiempo y que se moría por culiarsela y acariciar su cuerpo.
Luego de encargar a los niños en casa de mis suegros, y dar la noche libre a la empleada de servicio, le dije a Andrea que se cambiara de ropa y se pusiera algo muy sexy, y que además se pusiera la ropa interior más provocativa que tuviera porque la noche no iba a terminar allí.
Ella se rió y aceptó sabiendo que me calentaba su ropa interior pero con algo de descontento por el hecho de que yo tuviera todavía algo de trabajo por hacer.
En ese momento yo me fui y le dije que iba a regresar a buscarla a eso de las 8:30pm, que estuviera lista y que no quería llegar tarde.
Cuando pude, me fui, tiré de la puerta que da a la calle y me escondí para que mi esposa no se diera cuenta de mi presencia.
Me escondí en mi estudio, éste tiene unas ventanas que dan a la sala y que, gracias al vidrio polarizado, desde adentro se puede ver lo que pasa fuera, pero desde fuera uno no puede ver hacia adentro. Pasé el rato pensando en lo que podía pasar, en si Rodrigo conquistaría a Andrea o si esta lo iba a mandar a volar.
Eran casi las 9 de la noche cuando de pronto sonó el timbre.
Tenía que ser Rodrigo.
De las escaleras bajó la mujer más bella que conozco, y a la cual, hasta ese momento consideraba, completamente inocente.
Andrea estaba vestida con un vestido azul por encima de la rodilla, éste estaba completamente pegado al cuerpo y no dejaba espacio ni para una mosca.
Llevaba un escote que dejaba ver la mitad de sus senos, pero que dejaba lo demás para una noche de imaginación.
Además, sus zapatos de tacones altos, hicieron que me arrepintiera por no haberla llevado a una verdadera fiesta.
Cuando Andrea abrió, Rodrigo estaba en la puerta con una botella de champán y un ramo de rosas rojas.
Las caras en ese momento hicieron que soltara una carcajada que felizmente ellos no escucharon.
La cara de Andrea fue de confusión, ya que ella me esperaba a mí y a la vez Rodrigo se había quedado idiota al ver a Andrea, cosa que se le notó rápidamente en el pantalón.
Las primeras palabras fueron de Andrea:
– ¿Qué haces tú aquí?
A lo que Rodrigo respondió:
– Lo que pasa es que hablé con tu esposo y me dijo que lamentablemente tenía una complicación en el trabajo. Yo he venido de parte suya para acompañarte hasta que él llegue e irnos todos para la fiesta.
Andrea respondió que le parecía muy bien que él hubiese venido, porque si no se iba aburrir.
No me pareció raro que Andrea fuera como siempre, muy amable con él. Rodrigo decidió abrir la botella de champán para tomar algo mientras me esperaban y, como era de esperarse, Andrea no se negó.
Mientras tomaban el champán, Rodrigo no perdió tiempo y le dijo:
– Estás muy bella hoy, la verdad es que Jacinto tiene suerte de poder hacer el amor a alguien como tú.
Al oír eso, Andrea soltó una carcajada y le dijo lo que ya había notado en su pantalón y que él también iba a tener la oportunidad alguna vez de tirarse a alguien como ella.
«De repente es hoy», dijo ella, soltando otra risa que nos dejó a Rodrigo y a mí de una sola pieza.
Esas últimas palabras de Andrea me estremecieron, pero a la vez me excitaron mucho.
La noche fue transcurriendo muy normal, a veces habían insinuaciones de Rodrigo y a veces, en menor cantidad, insinuaciones de Andrea.
Las copas creo que le afectaron un poco a Andrea, ya que en un momento dado Rodrigo la invitó para bailar y ella aceptó.
Rodrigo no desaprovechó la oportunidad y puso una música suave y lenta.
Comenzaron a bailar pero, al comienzo, ambos guardaban sus distancias.
Después de unos 15 minutos y de casi 4 canciones, los senos de mi mujer rozaban el pecho de Rodrigo y las manos de éste estaban al límite entre la cintura y el culo de Andrea.
De pronto, una de las manos de Rodrigo empezó a bajar por el culo de Andrea, y ésta, en vez de rechazarlo, se pegó más a él.
En ese momento, el pene de Rodrigo era más notorio que nunca a través de su pantalón y, por momentos, se juntaba con la entrepierna de ella, que ya parecía muy excitada y dispuesta a dejarse llevar.
Cuando acabó la pieza dejaron de bailar, cosa que la verdad me pareció muy rara, ya que era la oportunidad perfecta para que Rodrigo aprovechara.
Se sentaron a conversar y a seguir tomando, cuando, de pronto, Rodrigo le preguntó si tenía cosquillas.
Ella respondió que sí y Rodrigo se abalanzó sobre ella.
En ese momento aprovechó las manos para manosearla todo lo que quiso, le sobó los senos, pasaba sus manos por su vagina y por su culo cuando él quería.
Ella, sin embargo, seguía sin responder y sólo reía y lanzaba ciertos gemidos de placer. Cuando estaba todo listo para que ella cayera en la trampa, él dejó de hacerlo.
Yo no lo podía creer, pero de pronto me di cuenta de algo que no había notado antes. Ella estaba cada vez más excitada y su respiración se aceleraba con cada roce con él.
Cuando todo pasó, él le dijo si podía ir a cambiar de música.
Ella se paró, caminó hacia el equipo de sonido y se inclinó hacia este, dejando todo su enorme culo a disposición de Rodrigo.
Rodrigo se paró y se puso detrás de ella con la excusa de que quería mirar qué música iba a poner.
Cuando miré bien, vi como la verga de Rodrigo, todavía dentro de su pantalón, se apoyaba en el culo de Andrea y ésta no decía nada, al contrario, se movía de un lado a otro, y cada vez que Rodrigo se alejaba un poco, ella inclinaba el culo para pegarlo más a él.
Estaba pidiendo a gritos que se la culiara y Rodrigo la estaba calentando hasta que explotara.
En ese momento, pensé en interrumpir, pues no podía pensar en ver a mi mujer siendo tirada por otro, pero cierto sentimiento de excitación me detuvo. De pronto, Rodrigo rompió el silencio, se alejó y la dejó con más ganas.
Le dijo: – Discúlpame si soy grosero, pero tienes un culo bellísimo y muy grande. Todas las noches sueño con poder tirarme algo así algún día. Cómo me gustaría que fueras esposa mía, y no de Jacinto, para poder culiarte.
Cuando terminó de decir eso, miró en dirección al estudio en señal de que ya había notado mi presencia en ese lugar. Los ojos de mi mujer brillaron como nunca y le respondió:
– ¿Acaso que yo sea esposa de Jacinto impide que tú y yo podamos echarnos una buena revolcada?
Yo no podía creerlo. Mi esposa, a la cual yo consideraba santa y pura, le estaba rogando a mi mejor amigo que se la tirara. Rodrigo, como no es tonto, respondió:
– No tiene por qué ser un impedimento. Aparte, tengo ganas de echarte un buen polvo hace tiempo y quiero metértela hasta que llores de placer.
Cuando terminó de decir esto, mi esposa se abalanzó sobre él, y comenzaron a besarse.
Las manos de Rodrigo recorrían el cuerpo de mi esposa suavemente, hasta llegar a sus senos.
Cuando llegó a estos le bajó el vestido a la cintura y se llevó la sorpresa de que Andrea no llevaba brasier.
Sus tetas estaban majestuosas -como ya he dicho, son redondas y muy bien formadas -, sus pezones estaban completamente parados y duros. Rodrigo, al comienzo, se sorprendió, pero, cuando se recuperó, le comenzó a chupar los senos.
Andrea comenzó a gemir y a decirle lo bien que lo hacía. Se los metía en la boca como si fueran un par de melones y los mamaba como un bebé esperando su leche. En ese momento, Andrea se paró y le dijo:
– Ahora me toca a mí, te voy a hacer la mejor mamada que jamás te hayan hecho. – Nunca pensé que lo hicieras tan bien. Parece que no eres tan inocente como dice Jacinto – respondió Rodrigo-. Eres toda una perra en celo.
Andrea se agachó y le bajó la cremallera.
Cuando lo hizo, metió la mano dentro del pantalón de Rodrigo y sacó la verga de este.
La verdad es que todo lo que hablaba él de su verga no era mentiras.
La mía es la mitad de gruesa que esta, y eso que la mía es de un tamaño normal. La cara de Andrea reflejó lo mismo que yo pensé, la miró con una cara de provocación y le dijo a Rodrigo que era la verga más grande que había visto y que no podía esperar para tenerla dentro de ella.
Nunca la había escuchado hablar así, parecía una puta. Miró a Rodrigo con una cara de excitación que nunca había visto en ella. Eso me excitó más. Andrea habló de nuevo:
– Sabes he esperado este momento. No sabía como hacerlo, nunca le he sido infiel, pero mi atracción por ti es superior a mi pudor. Quiero…
Cuando Andrea estaba hablando, Rodrigo la interrumpió, le agarró la cabeza y le metió la verga en la boca y le dijo:
– Chúpame y cállate, que estoy esperando esto hace mucho. No quiero perder tiempo. Aparte, en cualquier momento puede llegar tu marido.
No entendí por qué le dijo esto. Luego, él me explicó que fue para excitarla, ya que el hecho de que yo llegara y les viera haciéndolo la excitaría más.
Ella no dudó y se la metió entera en la boca. La movía dentro de su boca como si fuera un caramelo.
Conforme la verga de Rodrigo iba creciendo, salía cada vez más de su boca, hasta que quedó totalmente dura y de un tamaño que excitaba a mi mujer.
Ella se sobaba los senos y pasaba la mano constantemente por su vagina.
Cuando estaba completamente dura y sin posibilidad de crecer más, la acercó a sus tetas, la puso entre las dos y le hizo una paja rusa.
Movía sus tetas de arriba abajo y, cuando podía, se la chupaba.
Eso nunca me lo había hecho a mí y me excitó aún más. Yo ya me encontraba con la verga al máximo de erecta por la excitación que esto me causaba.
En la sala, Rodrigo no paraba de gritar y de decirle a Andrea lo bien que estaba.
En eso, parece que estaba a punto de venirse porque comenzó a gritar como nunca. Andrea también se dio cuenta y se metió la punta de la verga de Rodrigo en la boca.
Por los gritos de él, parece que se corrió en la boca de Andrea.
Descansaron un momento, ni siquiera pasó un minuto cuando Rodrigo se volvió a abalanzar sobre Andrea, pero esta vez se dirigió a su vagina.
Fue bajando por sus senos, besándoselos y bajando hasta llegar a dónde quería. Con ayuda de Andrea, se deshizo del vestido y la dejó solamente en un pequeño tanga que tapaba su peluda y caliente vagina.
Las bragas de Andrea estaban totalmente mojadas. Nunca en mi vida la había visto tan excitada. La agarró por el culo y comenzó a chupar la vagina de Andrea, primero en círculos, dando vueltas alrededor de los labios de esta, para que ella se excitara más.
Cuando Andrea no soportaba más, fue directamente a su vagina, mordiéndosela para que mezclara su excitación con un poco de dolor. Andrea gritaba y pedía más. Él comenzó a lamerla con mucha pasión.
Rodrigo se paró y se echó sobre mi mujer, poniéndole la verga sobre la cara, y chupando su vagina.
Estaban haciendo un 69 en el piso de mi sala. Mientras esto sucedía, yo seguía mirando con una excitación tremenda que casi no me cabía en el pantalón.
Rodrigo se movía como si se la estuviese culiando. En pocas palabras, se la estaba culiando por la boca. Andrea gemía de placer.
Rodrigo, al parecer, encontró el clítoris de Andrea, ya que ésta tuvo un orgasmo y gritó como nunca. En ese momento le pidió a Rodrigo que se la culiara.
– Culeame, culeame…, por favor, te quiero dentro de mí, quiero que me perfores hasta el fondo y que me tires como nunca antes lo han hecho.
Mis oídos no creían lo que estaban escuchando. Mi mujer estaba rogando que se la tirasen.
En ese momento, mis celos no podían más. Quería entrar y matar a Rodrigo y sacar a mi esposa de ahí, pero no podía, tenía que seguir mirando y cumplir con mi promesa.
Rodrigo sacó un preservativo de su maletín y, cuando iba a abrirlo, Andrea lo cogió y lo botó. Le dijo: – Te quiero bien adentro de mí y te quiero sentir completo…
Cuando Rodrigo escuchó las palabras de Andrea, le ordenó que se pusiera en cuatro patas, que quería poder ver bien ese culo que tanto había deseado. Andrea se apuró para ponerse en cuatro, nunca la había visto tan arrecha. Andrea soltó un par de palabras:
– Culeame, por favor, no puedo esperar más…
En ese momento, Rodrigo la penetró fuertemente por la vulva y Andrea soltó un gemido que pudo haber sido escuchado en toda la ciudad. Rodrigo, al escuchar el grito de Andrea se excitó más y siguió penetrándola con más fuerza.
Le metía la verga y la sacaba, con una gracia que parecía un experto en la materia.
Mi esposa no daba más, parecía que la garganta se le iba a salir, sólo la había escuchado gritar así cuando nos peleamos, gritaba como si la estuvieran matando pero de placer, parecía una tigresa.
Rodrigo siguió penetrándola, pero esta vez con mucho más fuerza y rapidez.
Utilizaba sus manos para sobar las nalgas y los senos de Andrea. Me parece que en ese momento Andrea tuvo múltiples orgasmos.
Estuvieron en esa posición durante 30 minutos aproximadamente, hasta que Andrea le dijo que se lo quería montar.
Rodrigo aceptó y se echó boca arriba en el sofá de la sala. Su verga estaba más erecta que nunca, la mía también, apuntaban ambas al techo y estaban a punto de explotar.
Andrea dio un salto y cayó sobre la verga de Rodrigo. La primera penetración al parecer fue increíble porque Andrea dio un grito como si le hubieran clavado un puñal en la vagina.
Ella estaba sentada de forma que sus tetas quedaban a la vista de Rodrigo.
Andrea empezó a cabalgar con una maestría que parecía una experta en la materia, sus tetas se movían de arriba abajo como un par de globos y las manos de Rodrigo recorrían el cuerpo de mi mujer.
Ambos tuvieron un orgasmo al mismo tiempo, se movían como si estuvieran amarrados y se quisieran soltar el uno del otro.
El semen de mi amigo inundaba la insaciable y hambrienta vagina de mi amada esposa, y mezclado con los jugos de ella se derramaba por los pocos espacios libres sobre los testículos de mi amigo formando una película lubricante entre el sexo de ambos.
Después de unos veinte minutos, Rodrigo dijo que ya no soportaba más y que se iba a venir nuevamente. Andrea le dijo que se saliera de ella y que se viniera en su cara.
Rodrigo se paró, puso su verga en dirección a la cara de Andrea y soltó un chorro de leche que fue directo a la cara de ésta. Mi esposa parecía una puta.
Tenía la cara llena del semen de Rodrigo y, no satisfecha con eso, siguieron haciéndolo. Lo hicieron en todas las poses posibles que existían. Rodrigo se corrió como tres veces más, dando creencia a su reputación.
Mientras se la chupaba para que la penetrara una vez más, Andrea le dijo a Rodrigo:
– Quiero que me rompas el culo…
A Rodrigo se le paró en un segundo y le dijo a mi mujercita que se recostara boca abajo en el sofá.
Andrea obedeció. Rodrigo le paso vaselina por el culo para que estuviera bien lubricado, ya que Andrea nunca lo había hecho por ahí, y peor con una verga de tales proporciones.
Cuando estuvo bien lubricado, se recostó sobre ella, puso una mano en sus senos y, con la otra, cogió el pelo de Andrea y la agarró como si fuera un caballo.
Al parecer la penetró, porque Andrea al dilatarse sus caderas soltó un grito de dolor mezclado con placer que de seguro despertó a todos los vecinos.
Ella puso sus manos hacia atrás, sobre las nalgas de Rodrigo, como para darle más potencia en cada envestida.
Yo no cabía en mi asombro. Rodrigo se estaba tirando a mi mujer por un orificio que hasta el momento yo consideraba de exclusividad mía.
Ni yo, su esposo, había podido gozar con tanta entereza de ese orificio.
Rodrigo, al comienzo, actuó con tranquilidad hasta que los gritos de Andrea pasaron de ser de placer.
Cuando esto pasó, Rodrigo la penetró fuertemente y al parecer se olvidó por dónde le estaba dando a mi mujer.
Ésta, en vez de quejarse, lloraba pero de placer. Las lágrimas se le salían, pero pedía más. Rodrigo no resistió más y se corrió dentro de mi mujer.
Los dos estaban casi muertos. Rodrigo se paró, se vistió y dijo:
– Bueno, gracias por esta velada. Al parecer, tu esposo no viene, así que yo me voy porque las ganas de ir a la fiesta ya se me quitaron.
Andrea respondió: – ¿Y me vas a dejar así no más, como si fuera una puta?
– ¿Y qué acaso no lo eres? – respondió Rodrigo.
Una mujer que cuernea a su marido lo es, pero tu eres la mas rica de todas las putas.
Cuando terminó de vestirse, le dio un beso en la boca a Andrea y se fue. Andrea se paró y, sin limpiarse ni nada, se fue a la recámara y se acostó en su cama.
Yo hice como si llegara al momento. Cuando entré en la habitación, encontré a mi mujer completamente desnuda.
Felizmente, ya se había limpiado el semen de la espalda, el culo, la cara, la boca, el pelo, etc.
Yo me excusé por no haber podido llegar para ir a la fiesta y le pregunté si había venido Rodrigo, a lo que ella respondió que sí y que lo habían pasado de maravilla, pero que se había ido temprano y ella había aprovechado para descansar.
Le pregunté si podíamos hacerlo, a lo que ella respondió:
– Ay amor, estoy demasiado cansada. Pero si tu quieres, ya sabes que soy tuya.
Yo me puse a la carga, y penetre su dilatada y húmeda raja por mi excitación no tardé mucho en venirme pero allí se sentía un calor muy inusual.
Ella supo que me di cuenta de lo sucedido con Rodrigo, pero no nos dijimos absolutamente nada, los dos éramos culpables, seguramente por eso callamos. Entiendo que para compensarme de alguna manera ella se metió mi verga en su boca y comenzó a chuparmela. A pesar de estar cansada lo hizo como nunca antes lo había hecho.
Después de eso, nuestra relación nunca fue igual, mejoró notablemente. Rodrigo cumplió con lo que le tocaba y las siguientes veces fueron tan excitantes como esta.
Mi mujer mejoró mucho en el sexo, lo hicimos en dúos, tríos y organizamos una orgía después de eso. Hasta lo hicimos de tres con Rodrigo.
Creo que, de todas las experiencias con Rodrigo, esta fue la mejor, pero hay muchas más y que a algunos le van a parecer más excitantes.
Mi esposa se enteró de la apuesta un par de semanas después, y nos agradeció a ambos por la idea.