Anoche soñé con Carola I

…y soñé que por fin era mía.

Mi prima Carola tiene 27 años, es alta (más de 1,70), piel canela, con unas medidas que le quitan el hipo a cualquiera (95, 59, 90), una linda sonrisa, hermosos ojos y de trato muy agradable.

Yo estaba solo en casa cuando ella llamó cerca del mediodía.

La invité a almorzar y ella aceptó. Le dije que trajera la malla para que después de comer nos metiéramos en la pileta, una forma sencilla de combatir las altas temperaturas de enero.

Después de un menú liviano (con abundantes vegetales), pero regado con mucha cerveza helada, hicimos sobremesa con un cafecito.

Ella estaba vestida con un pescador azul que llegaba hasta las pantorrillas de sus largas y bien formadas piernas.

Una remerita del mismo color pero muy ajustada y con un buen escote que dejaba ver, entre otras cosas, un corpiño blanco calado (con encajes) y el nacimiento de sus dos tremendas tetas.

Mientras yo preparaba el café ella pidió permiso para ir al baño y cuando desapareció de la cocina aproveché para espiar en su mochila.

Además de todo lo habitual en el bolso de una mujer (maquillajes varios, perfume, toallitas, espejo, cigarrillos, encendedor, billetera, llaves, etc.) di con su minúsculo traje de baño, una hermosa tanguita amarilla

¿Por qué no te cambiaste?, interrogué.

Es que salí tan apurada de casa… me dejé la toalla y la parte de arriba del bikini, contó preocupada.

No te hagas problema porque te puedo prestar una toalla. Y en cuanto a la parte de arriba podéis usar un corpiño y listo, propuse.

(después de dudar unos segundos) ¿te parece, bañarme en ropa interior?

Claro, Caro. No va a venir nadie y la pileta está bien cubierta por las tapias, la alenté.

(sin dudar) vengo en cinco minutos.

La primera parte de mi plan estaba en marcha.

Ahora había que improvisar sobre la marcha y cosechar la siembra.

Estuve tentado de ir a espiarla por la cerradura pero me arrepentí mientras iba en dirección a mi cuarto.

Hice bien porque a los dos minutos ella salió por mi puerta.

Si me hubiese arriesgado ella me hubiera encontrado con el ojo pegado a la cerradura y adiós al plan.

Le pedí que ella continuara con la limpieza de la pileta mientras yo preparaba unas bebidas.

Carola fue hasta el jardín y, sin saber que lo la miraba por la ventana de la cocina, dejó caer la toalla sobre un sillón.

Estaba espléndida: la tanga era diminuta y se le metía hasta lo más profundo de su cola y por delante… bueno eso era de campeonato.

Su depilada conchita se comía toda la licra de su tanga y sus pechos sostenían una dura batalla por no salirse del corpiño de encaje.

Apuré los tragos. ¿La receta? Una mezcla de hielo granizado, sidra, duraznos y un touch de vodka (también le pueden poner ron, pisco, gin o alguna otra bebida blanca). ¿El secreto?

Cuando serví los vasos largos le agregué una buena dosis de vodka al de ella y nada al mío. Le dije que me iba a cambiar y ella me preguntó si tenía loción bronceadora porque el sol estaba fuerte.

Dame un segundo que me cambio y te traigo el bronceador.

Desde mi habitación también se ve la pileta así que mientras me cambiaba para ponerme el traje de baño la espiaba para ver qué hacía.

Carola se subió al trampolín (una plataforma de madera apenas a medio metro del agua) y se zambulló.

La visión de su cuerpo al salir del agua fue fantástica.

Su tanga mojada era más transparente que un papel de calcar y ni hablar de su corpiño: sus rosadas aureolas y sus endurecidos pezones se notaban claramente.

Ella se debe haber dado cuenta porque intentó acomodarse un poco el sostén pero era inútil: se le veía todo.

Mi pija comenzó a erguirse por lo que debí esperar un poco para salir al patio.

Como llevaba un short ajustado de licra era evidente que tenía una terrible erección y no quería asustar a la caperucita antes de tiempo.

Cuando mi verga volvió al reposo (después de pensar en cosas desagradables como impuestos, trabajo extra y otras barbaridades), pasé por el toilette para recoger la crema bronceadora y por la cocina por las bebidas.

¿Qué tal está el agua, Caro?, pregunté haciéndome el ingenuo.

Bien, linda… aunque un poco fría, dijo mientras sonreía mirándose sus generosos pechos.

Ya veo, dije yo mientras pensaba de nuevo en impuestos para evitar que mi verga volviera a la carga.

¿Trajiste el bronceador?

Si, pero me vas a tener que pasar a mí por la espalda por que no llego.

Y tú después me pasas a mí, dijo ella y mi verga comenzó a cabecear

Tiramos las toallas al césped y comenzamos a pasarnos la crema.

Después de que ella me recorrió toda la espalda con sus manos (menos mal que estaba boca abajo porque mi pija parecía un misil), fue mi turno.

Lo hice suavemente, recorriendo cada cm. de su piel, tratando de disfrutar al máximo. Comencé por los hombros y llegué hasta el borde de su bikini. Tenía la tanga totalmente enterrada en los pliegues de la cola.

Hice un intento por ponerle crema en las nalgas y como no encontré oposición seguí con mi tarea.

Para no despertar sospechas lo hice «profesionalmente», le pasé crema por la cola pero sin detenerme demasiado y seguí viaje por la parte posterior de sus muslos.

La zona no era tan excitante como la anterior pero la visión (en perspectiva) era muchísimo mejor: su tanga se metía entre los labios de su vagina.

Charlamos de tonteras, contamos chismes sobre gente conocida y criticamos a unos y otros.

La bebida fue haciendo efecto y logré en varios puntos llevar la charla para el lado del sexo. El calor

Caro, ¿alguna vez hiciste topless?

(ella me miró asombrada pero contestó sin dudar) Si, varias veces.

¿Y que tal?

No hay nada mejor que tomar sol sin el corpiño porque no te quedan marcas y te bronceas más parejo.

¿Y donde hiciste topless?

En el patio de la casa de Laura (su mejor amiga) o en la terraza del departamento de Guadalupe (una compañera de la facultad). ¿Por qué me lo preguntas?

No por nada…

Dale, ¿por qué me lo preguntaste?

Solo por curiosidad… aunque…

…aunque qué

…aunque acá podrías hacerlo porque nadie te va a ver.

Nadie salvo tú.

Pero somos primos y es como si no hubiera nadie… o una amiga.

Terminé de decir eso y ella se desabrochó el bretel y comenzó a sacarse el corpiño.

Mi corazón latía a mil pero intenté mantener la cabeza fría (las dos, el cerebro y la verga) para no arruinar todo.

Yo casi no la miraba pero seguía la charla con ella como si nada.

Una vez que entró en confianza pude disfrutar de ver esos hermosos manjares.

Después de media hora más de sol y bebidas, decidimos ir al agua.

Nos tiramos de cabeza, ella delante y yo detrás para no perder detalle de ese delicioso culito que tiene.

Jugamos un rato con una pelota gigante y yo aprovechaba cada oportunidad para acercarme un poco y poder tocarla.

«Sin querer» le toqué un par de veces la cola, otro tanto sus tetas e incluso una vez alcancé a apoyar un par de dedos de mi mano derecha en su conchita.

Ella quería salir del agua para seguir tomando sol pero yo la animé para que siguiéramos jugando (y de esa forma evitar salir de la pileta con una evidente erección).

Estuvimos tonteando un rato más hasta que Carola se fue hasta el borde

Seguí… seguí… por favor…, dijo en medio de gemidos.

¿Te gusta, no?

Claro, claro, pero no pares

Te prometo que no voy a parar hasta metértela, le susurré al oído mientras le apoyaba insistentemente la pija.

Después de un rato en esa posición ella se dio vuelta, abrió sus labios y succionó los míos.

Su lengua jugueteaba con la mía y me llegaba casi hasta el fondo de la garganta. Mi pija, dura como nunca, estaba en pleno contacto con su pubis.

Mi lengua dejó su boca y comenzó a recorrerle los lóbulos de las orejas, el cuello, los hombros hasta llegar a esas sensacionales tetas.

Ella tomó una con su mano y me la ofreció.

Primero la recibí casi tímidamente con la puntita de la lengua, después tomé su pezón con los labios y finalmente me tragué gran parte de su teta mientras mi lengua recorría incansable su aureola.

Sus gemidos fueron aumentando hasta transformarse en pequeños grititos y cuando llevé mis dedos a su sexo ella tuvo su primera explosión.

Con dos dedos separé sus humedecidos labios (más por la calentura que por el agua, creo yo) y dada la situación le metí el dedo del medio lo más profundo que pude.

Mientras le frotaba el dedo mayor con el pulgar acariciaba su inflamado clítoris.

Tuvo un orgasmo tras otro (esa tarde ella descubrió su multiorgasmia y yo lo experimente por primera vez) y me pidió que la dejara descansar un poco.

Para, para…

¿Qué te pasa, Carito? ¿No te gusta?

…Ahhhh!… me vuelve loca… Ahhhhh! Pero ahora es tu turno de gozar.

Terminó de decir eso y ya había acomodado su mano dentro de mi short para agarra mi pichula.

Que dura que está!

Vos me pones a mil, Caro.

Me senté en el borde de la pileta y ella ayudó a bajar mi malla.

Mi verga saltó como un resorte y ella pareció comérsela con la vista.

Pero finalmente terminó por comérsela con la boca.

Con su mano derecha comenzó a subir y bajar la piel que rodea mi glande y con la izquierda amasaba mis huevos.

Chupámela

Su lengua se movía como una serpiente rodeándome el tronco y llegando a pasarla por mis testículos.

Después se metió la cabecita de mi verga en la boca y finalmente se la tragó toda (y eso que mide más de 15 cm.).

La boca de Carola subía y bajaba por mi pichula.

Cada tanta descansaba las mandíbulas pero para no dejarme en el aire me hacía una suave paja con las manos.

Eso me dio una maravillosa idea.

Le pedí que me acompañara hasta las escalera de la pileta. Me senté al borde y la acomodé delante de mí.

Quiero metértela entre las tetas.

Ella me confesó que nunca lo había hecho pero que le gustaba la idea.

Apoyé mi estaca de carne entre sus globos. Ella juntó sus pechos e inició un suave movimiento hacia arriba y hacia abajo.

Yo la tenía tomada de la nuca para que no se perdiera detalle.

Cuando estaba a punto de llegar al clímax Carola sacó su lengua y mientras me pajeaba entre sus tetas ella me chupaba la cabecita.

No aguanté más y le llené las tetas, los labios, la boca y toda la cara con tres potentes chorros de mi leche. Satisfecha se echó de espaldas al agua para limpiarse mi semen.

Yo me quedé esperándola en la escalera y cuando llegó me dijo que tenía algo para mí.

Cerré los ojos, sentí el ruido del agua en movimiento y cuando me dijo que ya los podía abrir me encontré con su tanguita amarilla en la cara.

Estuvimos besándonos desnudos en la escalera de la pileta y cuando me imaginaba culiándomela en el agua me pidió dulcemente que la llevara a mi habitación.

Continuará…