Cisko

¡Agararrate nena, vamos a cabalgar!, gritó Roberto, apenas un segundo antes de comenzar una loca carrera montados en Cisko, un hermoso alazánn de enorme alzada codiciado por varios estancieros de la zona por su asombrosa capacidad reproductiva.

Carolina no dudó y se abrazó fuerte, alguna vez había cabalgado en su niñez en la estancia de un pariente lejano, pero era un recuerdo apenas. Roberto le había ofrecido ir en dos caballos pero Carolina, no solo no creía estar capacitada para montar sola, sino que además era una buena oportunidad para abrazar, aunque sea solo eso, al hombre con el que soñaba desde hacia mucho tiempo. La entusiasmaba la idea de la salida y cuando él la invito ella presumió algo que le convenía tras la mirada de su hombre.

La inseminación artificial era el fuerte de la cabaña pero cada tanto Roberto prefería que su semental tuviera contacto con alguna yegua real y no con esa máquina que masturbaba a Cisko hasta dejaralo exhausto y vacío de semén. Precisamente hacia allá iban, en un campo vecino había un par de yeguas en celo para servir y Leandro se las había ofrecido a Roberto para que Cisko vaciara sus instintos.

Carolina alguna vez habíaa llegado al orgasmo, con sus deliciosas y dulces manos, pensando en Roberto como un caballo que la cogía burdamente y durante horas sin parar, ahora iba a ver con su propios ojos al caballo más amado de su amor sirviendo inescrupulosamente a una yegua. Sí, tal como se imaginaba ella entregada a su hombre.

La sola idea le había logrado acelar sus latidos y su bombacha estaba ya algo mojada, cuando Roberto ordenó a Cisko iniciar su cabalgata frenética, ella se abrazó fuerte a é, sintió aún más la humedad entre sus piernas y sin quererlo, mientras olia la mezcla de sudor de hombre y animal, le rozó el miembro. Se sonrojó para sí, pero después ya no pudo evitar volver a rozarlo un par de veces más. En la última notó que Roberto a pesar de su concentración en la cabalgata, se había dado cuenta y el tamaño ya no era el mismo. Sin embargo el prefería ignorarla y castigó con la fusta a Cisko para que aumentara la velocidad.

Apenas 10 minutos tardaron en llegar al establo indicado, suficiente para que la excitación de Carolina fuera tal que su bombacha estaba como si se hubiera meado encima de la humedad que contenía. Cuando desensillaron y entraron al establo encontraron una afectuosa nota de Leandro disculpándose por no estar y les rogaba lo visitaran por la noche para transmitirle la información de la copula de Cisko con las yeguas y cenar juntos.

Allí estaban las yeguas pialadas listas. Cuando olieron la presencia de su caballo se mearon largamente como lo hacen cuando están excitadas y listas a recibir la visita en su interior. Carolina imaginaba que mientas Cisko cumpliera su tarea quizas Roberto ante la ausencia de Leandro se encargara de ella y se exitaba aún más, mientras tanto Cisko relinchaba y era dificil contenerlo, las yeguas lo hacían aúnn más fuerte, como si adivinaran el tamaño que segundo a segundo tomaba el glande de Cisko que parecía no dejar de crecer.

Carolina lo miraba e imaginaba que a Roberto le pasaba lo mismo que a Cisko y debió hacer un esfuerzo supremo para no comenzar a masturbarse allí mismo. Su clitoris chorreaba como una canilla y no podía dejar de pensar en el pene duro y tieso de su estanciero. Pero algo le llamó la atención y la desconcentró, Roberto en vez de llevar a su caballo hacia las yeguas lo pialó de adelante y atrás y lo ató a un palenque cerca de ellos. Luego se acercó a Carolina la agarró y la beso con pasión inusitada. «Perdí el espectáculo de los caballos pero gané uno mejor» se dijo y sin pensar manoteó el bulto de Roberto, de proporciones inusitadas.

Sintió cómo él arrancaba la camisa y le sacaba los pantalones, para depués arrancarle la bombacha. A Carolina no le molestaba que no hubiera preambulos, ni juegos, estaba tan excitada que le hubieran entrado dos penes del tamaño del de Roberto.

El la tiró al piso y allí cambió la historia, depositó su bota derecha de estanciero rico y poderoso sobre el cuello de Carolina, descubrió su pene, la meo prolijamente en toda la espalda y con la fusta comenzó a castigar las nalgas de la rubia mujer. Su culo era perfecto y por lo tanto recibía con exactitud los mandobles de Roberto. Los primeros dos los recibió de buen grado como parte del juego, y le pidió que parara y por favor la penetrara por que no daba más. Sin embargo Roberto con la misma voz que mandaba a sus peones le ordenó pararse mientras le tironeaba la cabellera.

Cuando la tuvo de frente la ató sin más a una de las columnas del establo y con su fusta azotó los promientes senos. Carolina no sabía si llorar o gritar, el relincho de los caballos tapaba toda posibilidad de pedir auxilio. Sin embargo cuando vio que Roberto le mostraba su pene y comenzaba a tocarse, descubrió que aún había crecido más y se entusiasmo con la posibilidad de que eso siguiera ocurriendo para después, cuando la penetrara, tuviera dimensiones descomunales.

Prefirió los golpes, eran duros pero soportables, y el tamaño del pene de Roberto la calentaba aún más. Cuando la soltó ya estaba para recibir lo que sea, su desesperación era tal que rapidamente sus uñas rojas y cuidadas comenzaron a frotar su clitoris, el inmediatamente le sacó las manos de allí y con voz de mando le ordenó «masturbate con eso» y señaló los 80centímetros de pene de Cisko. Carolina intentó negarse pero Roberto comenzó a castigarla nuevamente y esta vez dolía en serio. A la rastra la llevó hasta Cisko y la obligó a comenzar la función.

De repente se había transformado en la yegua que ella misma habia soñado, comenzó a acariciar el grueso instrumento de sometimiento y vio que Roberto comenzaba a masturbarse, eso la entusiasmo y un poco por placer, y otro por miedo al castigo, comenzó a masturbarse y masturbar a Cisko. Ponía el trozo entre sus piernas y lo agarraba con ambas manos, lo subia, lo bajaba, todo debajo del caballo, trataba de pasar su lengua en algunos lugares pero resultaban minuscolos, ante tamaño pedazo de sexo. Así estuvo más de 15 minutos mientras Roberto seguía masturbándose.

Cisko comenzó a temblar y de repente como si fuera una manguera a presión largo su semen con una fuerza que lastimaba la delicada piel de Carolina, Roberto también derrochaba leche por su pene y Carolina gritaba desesperada por que no lo podía alcanzar, algo más fuerte la impulsaba a quedarse con el sexo y el semen del caballo de su hombre mientras tenia su orgasmo multiplicado por cientos.

Cayó exahusta, sin poder comprenderlo, pegoteada entre litros de semen, quizo limpiar, aunque sea, con su lengua el pene de Roberto pero este con un golpe fuerte se lo impidió, le ordenó vestirse y prometió algo muy especial para la noche.

Ya en el casco de la estancia mientras Carolina se bañaba y con crema intentaba curar las marcas de la fusta y la leche de Cisko, no pudo evitar masturbarse nuevamente pensando lo que le esperaba por al noche. Sin embargo una vez más se iba a equivocar. Pero esa es otra historia.