Lucía, mi cuñada

Cuando Lucía, mi cuñada, me llamó porque quería que le aclare nuestra conversación anterior, tuve la certeza de que algo sucedería.

Con Lucía nos encontramos periódicamente para charlar y contarnos nuestras cosas, con la bendición de nuestras respectivas parejas, y si bien yo me sentía atraído por ella, siempre escondí esas emociones.

Su amistad, su sinceridad, no valía la pena ponerlas en riesgo, no mezclarlas con tracciones o sentimientos que hicieran peligrar esa hermosa camaradería, que permitió confidencias acerca de su desdicha matrimonial.

Ella, a su vez, se enteró de mis infidelidades, a pesar de ser la hermana de mi mujer.

No pienso describir a mi cuñada por la sencilla razón que no es importante, después de todo es una mujer y eso alcanza, no tiene porque tener un cuerpo escultural ni ser una modelo de pasarela, solo importaba lo que sentíamos el uno del otro.

En nuestra última cita, cuando ya nos despedíamos, le pregunté si no tenía fantasías, ella me respondió que no, que a pesar de trabajar rodeada de hombres, nunca había fantaseado con nada.

Como de costumbre, antes de separarnos nos besamos en la mejilla, bajó del coche más apurada que de costumbre y se perdió entre la gente sin mirar hacia atrás.

Conociéndola como la conozco me llamó la atención, pero no le di importancia.

Y ahora, ahí estábamos lo dos, frente a la taza de café, mientras me preguntaba qué había querido decir con eso de las fantasías. Le aclaré:

-Simplemente eso, si tenías fantasías…, todos las tenemos y como su costumbre es ahondar cualquier conversación que sostenemos, me preguntó directamente si yo no tenía fantasías con ella.

-Si, tengo fantasías contigo respondí.

Me contestó que estaba loco y cambió de tema.

Ya en el coche volvió a la carga reprochándome que era una locura, que la hacía sentir culpable.

Estábamos sentados, enfrentados en el asiento delantero de mi auto.

Le tomé de las manos y le rogué que no sintiera mal. Pendiente de todas sus reacciones le insistí que las fantasías eran solo eso, fantasías, que no le hacían mal a nadie, y en el momento que me estaba diciendo que deseaba que le prometiera algo, sus manos, que estaban quietas entre las mías, apretaron mis dedos.

Nunca antes nos habíamos tomado de las manos.

Yo la atraje apenas hacía mi y nos besamos en la boca.

Nunca había sentido tanta pasión ni que alguien me la transmitiera de esa forma.

-Tengo miedo – alcanzó a murmurar antes de fundirnos en un nuevo beso.

Lucía es mayor de edad y contextura física que su hermana y lo comprobé cuando tomando uno de sus pechos por encima de su blusa, no alcancé a abarcarlo por completo.

Cada tanto decía: -¡Pedro…. no por favor… no…… pero volvíamos a besarnos cada vez más apasionados y húmedo Sácame de acá Pedro… quiero estar con vos solos. Puse el auto en marcha y nos dirigimos al hotel más cercano.

Con nuestros miedos, inseguridades y sentimientos confusos, nos desmoronamos sobre la cama.

Entre besos y caricias ásperas nos despojamos mutuamente de la ropa, me prendía de sus pechos y me hundía entre sus olores, sabores y sudores y sentí su mano acariciándome la pija, para ese entonces estaba mas dura que una piedra y caliente, mi boca dibujaba un hermoso camino por todo su cuerpo hasta sus pezones morados y excitados.

Ella me besaba por todo el cuerpo también y nos fuimos corriendo sobre la cama hasta quedar en la hermosa posición del 69, tenia una vagina hermosa, estaba hinchada por la excitación y muy húmeda.

Sentía como su lengua devoraba mi pija, corrí mi cabeza para poderla verla.

– ¿Te gusta papito? yo estaba mas que caliente.

– ¡Claro amor, me encanta como me la chupas-

– Mmmmm amor vos tampoco lo haces mal…. seguí por favor… seguí que quiero llegar en tu boca

Esta frase me ayudo a concentrarme mas en su concha, que ya estaba mas que caliente, le separe bien las piernas y muy despacio mi lengua fue abriendo sus labios vaginales mientras mis dedos se paseaban por dentro su concha.

Ella apretó sus piernas alrededor mío presionándome mas hacia ella, mi lengua ahora ya estaba toda metida dentro suyo y dos dedos mío también, entrando y saliendo, cada vez más rápido.

Le estaba dando unos suaves masajes a su clítoris con mi lengua, mordiéndolo muy suavemente.

-Sí mi amor… me encanta lo que me haces, estoy por llegar… sigue… ¡Ahhhhh!, eres terrible me encanta… sigue….. así………… sí dale… más rápido así…. sí….. Levanto sus pelvis y sabia que estaba por llegar.

-Sí mi amor…. si….. estoy por llegar…. así…. si……. un poco más…… siiiiiiiiiiiiii……… tómala toda amor……… seguí comiéndome toda…….. que después Mamita te va a recompensar amor.

Sentí una oleada de calor en mi cara y me comí todo lo que ella me estaba dando…… nunca le hice el amor a una mujer que se mojara tanto como mi cuñada.

-Ahora te toca vos Pedro gozar: Perdóname por llegar primero pero hace rato que nadie se dedicaba a mi concha tan bien como tú.

Me hizo recostar sobre la cama y como una gata se fue acercando a mí.

Mientras subía hasta mi boca me pasaba los pechos por todo mi cuerpo y sus pezones estaban tan duros que los sentía.

Llegó hasta mí y me dijo:

-Vos quieto, ahora eres todo mío. Esta frase hizo que se me erizara todo el cuerpo. Fue bajando por mi cuero y dando pequeños besos y mordiscos suaves, hasta llegar a mi pija que estaba pidiendo a gritos unos mimos.

Se la trago toda, bien hasta el fondo de una sola vez, no lo podía creer, era le mejor mamada que me estaban dando en mi vida.

Mi pija entraba y salía de su boca cada vez con más brillo, gracias a la salivaba que le iba dejando su boca, se la estaba pasando por toda su cara mientras me decía que no pensaba dejarme ni una gota de mi acabada.

Yo no podía más, ella ahora se estaba masturbando con una mano mientras que con la otra subía y baja por mi verga.

-La tienes muy, pero muy dura amor.

-Estoy por terminar, me viene- dije mientras abría los ojos y la miraba directamente a los de ella.

-¡Oh, sí, mírame, quiero que me mires como me trago toda tu lechita amor- y el movimiento de su boca se aceleró.

No aguante mas y me deje ir, sentí como mi leche estaba saliendo a montones de mi verga mientras que ella se estaba masturbando cada vez más rápido y su boca no dejaba nada sin tragar

-¡Ohhhhh amor! Que rica lechita me diste bebé….. me encanto tu sabor. -¡Mmmmm!

Amor…. fue hermoso…. la mejor mamada que recuerdo- y era verdad lo que decía.

No voy a andar mintiendo diciendo que enseguida nos recuperamos.

Nos tomamos nuestro buen tiempo lleno de mimos, besos abrazos y por sobre todo contención.

No sentíamos acompañados uno del otro.