Yamilé, ese era su nombre, un nombre exótico y la vez hermoso, sugerente, cálido.
Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi, era un miércoles lluvioso y frío, yo trabajaba como cada mañana en el despacho y Marta, mi secretaria, me comunicó que había una mujer en la sala de espera que deseaba hablar conmigo.
Le dije a Marta que me diera cinco minutos y que luego la hiciera pasar.
Ante mí apareció una joven de belleza arrebatadora, no era solo que tuviera un cuerpo espectacular, ni que fuera tremendamente atractiva de cara, tenía un algo especial, como un halo, su forma de moverse, sus gestos, su mirada, su dulce y musical voz cubana, todo en ella era mágico y seductor.
Hola buenos días, mi nombre es Jesús, ¿en qué puedo ayudarla? – Dije mientras la miraba profundamente a los ojos.
Buenos días, me llamo Yamilé García y necesito los servicios de un abogado, unos amigos me recomendaron su bufete.
Muy bien, dígame de qué se trata y veremos a ver que es lo que se puede hacer.
El asunto no era muy complicado pero llevaría algún tiempo solucionarlo, se trataba de una herencia que había recibido y una reclamación presentada por un pariente suyo que se entendía perjudicado.
Acepté el caso, le informé de cuales eran mis honorarios y le solicité que al día siguiente me entregase toda la documentación de que ella disponía, como así hizo.
Durante una semana no volví a verla, mantuve reuniones con el abogado de la otra parte, revise el testamento y le expuse mi opinión al juez.
Volvimos a vernos una tarde en la que yo le expliqué las actuaciones que había llevado a cabo y cuál era mi impresión respecto al tiempo que tardaríamos en tener un resultado definitivo.
Una vez terminada nuestra reunión la invité a tomar un café y ella aceptó, charlamos y nos contamos un poco de nuestras vidas, era cubana aunque llevaba ya 15 años viviendo en España, era profesora de Inglés en una conocida academia y por lo que yo entendí era soltera.
Es extraño cómo pueden desarrollarse los acontecimientos, durante toda nuestra charla no dejamos de mirarnos a los ojos, como si tras de ellos hubiese un abismo en el que quisiéramos estar.
Con la conversación y el embobamiento que yo tenía, unas gotas de café mancharon mi pantalón, ella rápidamente pidió un poco de gaseosa y un paño al camarero y me frotó con él.
La mancha estaba sobre un muslo cerca de la rodilla (para nada en un lugar «comprometido»), sin embargo notar sus manos sobre mi pierna hizo que se me erizara la piel y que un ligero escalofrío corriera por mi columna.
Quizás ella lo notó, o quizás solo fue un impulso, pero el caso es que sin darme cuenta ella me estaba besando, y a mí me parecía como lo más normal del mundo.
Pagamos y salimos del local, la agarré de la cintura y esta vez fui yo quien la besó apasionadamente, nuestras lenguas se unían y enlazaban con frenesí, exploraban las bocas, mezclaban nuestras salivas.
¿Quieres venir a mi casa?
No sé si podré aguantar tanto – dijo con una pícara sonrisa.
Cogimos mi coche y pusimos rumbo a mi piso, pero Yamilé como había dicho antes no podía o no quería aguantar hasta llegar a casa.
Sus manos acariciaron mi entrepierna, sobándome una y otra vez, hasta que notó como comenzaba a tener una erección bajo los pantalones.
Me bajó la cremallera y desabrochó los pantalones, su mano acariciaba ahora mi sexo por encima de mi ropa interior y hacía que mi erección fuera en aumento.
Pero ella quería más, lo quería todo, y lo tomó.
Su mano se introdujo bajo mis boxer y atrapó mi pene excitado y duro.
Sacó mi sexo de los calzoncillos y se quedó mirándolo unos segundos.
No es que tenga un pene enorme, pero tiene unas proporciones más que aceptables.
Es hermoso, me gusta y es mío! – dijo mirándome a los ojos.
Sonreí, sus manos comenzaron a acariciar toda mi polla, y poco a poco comenzaron una lenta y maravillosa masturbación.
La sensación era maravillosa, sus manos resbalaban por todo mi pene, acariciando el glande y bajando hasta la base, jugando con los testículos, lentamente al principio y poco a poco aumentando el ritmo de la masturbación.
Estaba en la gloria, pero debía de concentrarme en conducir.
Tengo hambre! – dijo de forma muy graciosa.
Sin darme casi cuenta agachó su cabeza hasta mi entrepierna y sus labios rozaron mi glande, luego su lengua lo rodeó y jugó con él, después sus labios atraparon todo mi glande mientras éste en el interior de su boca era agasajado por una lengua húmeda e inquieta.
Dios mío, eres increíble, una hermosa diablilla que me vuelve loco!!
Jajaja, y eso que aún no he empezado a enloquecerte!!!
Su boca subía y bajaba por toda mi erecta polla, su saliva empapaba mi pene e incluso mojaba mis testículos, su lengua daba lametones que me hacían gozar como nunca antes había experimentado.
Me volvía loco.
Tuve suerte y al lado de mi casa encontré un sitio para aparcar.
Hemos llegado cielo, subamos.
Te ha salvado la campana! Jaja, con el hambre que tengo quería acabarme el helado.
Jajaja, no seas glotona, tenemos todo el tiempo del mundo.
Entramos en el ascensor y coincidimos con un matrimonio que vive dos pisos encima de mí, yo me situé al fondo, Yamilé delante de mí un poco de lado y los vecinos pegados a las puertas.
Decidí que ahora era yo quien quería ser un diablillo.
Poco a poco puse mi mano en la cintura de Yamilé y la fui poco a poco bajando hasta su turgente culito.
Acaricié esa hermosa redondez sobre la tela de su ajustada falda, ella dio un ligero respingo pero mantuvo la compostura ante mis vecinos, mi mano siguió bajando y se introdujo bajo la falda acariciando sus braguitas, separando éstas e introduciendo mis dedos entre sus labios vaginales, los noté húmedos, viscosos, turgentes, ardientes.
Yamilé mientras se mordía los labios para que ningún sonido saliera de su garganta.
Mis dedos continuaban hurgando su intimidad, explorándola, excitándola, penetrándola y masturbándola lentamente.
Retiré mi mano y mirando a mi hermosa criatura olí su perfume más íntimo, derramado en mis dedos, y luego me llevé estos a la boca para saborear su esencia.
Ella me lanzó una mirada llena de fuego, una mirada que exigía que mi mano volviera a las profundidades de su entrepierna, pero ya no podía ser, llegamos a mi planta y el ascensor se detuvo.
Nos despedimos de mis vecinos y sin decirnos nada caminamos hasta la puerta de mi casa, la abrí y entramos.
¿Te apetece tomar algo? – le susurré al oído.
¡Sí! ¡a ti! – dijo con aquellos ojos brillantes y encendidos.
La atraje a mí por la cintura, la estreché entre mis brazos con pasión y la bese con auténtica lujuria.
Su mano bajó y apretó mi paquete, la tomé en brazos y la llevé a mi habitación. Lentamente se fue desnudando ante mí, con una sutileza y sensualidad increíble, yo mientras también me quitaba la ropa.
Los dos completamente desnudos, contemplándonos mutuamente durante unos segundos, observando en silencio cada centímetro de la piel del otro, silencio que rompimos al besarnos, uniendo nuestros cuerpos en un abrazo de brazos y piernas, acariciándonos la nuca, la espalda, los muslos.
Dedos que desean descubrir, bocas que se desean explorar, pieles que se desean unir, sensaciones, sabores, olores…
Lánguidamente nos fuimos recostando sobre la cama, besaba sus labios y su cuello, de su garganta salían pequeños gemidos, quería más….. mi boca bajó hacia sus pechos, hermosos, jugosos y puntiagudos, mi lengua lamió el derecho, acarició dulcemente su aureola dejando un rastro húmedo a su paso, jugó con un pezón tremendamente excitado, mis labios se apoderaron de él, lo absorbieron, como una vuelta a la niñez intentando extraer la leche materna, su respiración y sus gemidos se volvieron más acelerados. Repetí las caricias en su otro pecho.
Su mano tiró dulcemente de mi cabello y me hizo abandonar sus pechos, volvimos a besarnos, a mezclar nuestras salivas, a luchar con nuestras lenguas.
Nuevamente mi boca bajaba por su cuello, esta vez no se detuvo en sus pechos, pasó entre ellos y se detuvo en su vientre, besándolo, lamiendo con deleite las proximidades de su precioso ombligo, empapándolo, penetrándolo lentamente con mi lengua, notando las contracciones que ella experimentaba con cada caricia de mi lengua.
Bajé mi rostro a las profundidades de sus piernas, comencé besando suavemente sus muslos, mis manos acariciaban los rizos ensortijados de su vello púbico, el olor de su sexo era penetrante, atrayente, aproximé mis labios a su sexo y recorrí con mi lengua sus labios vaginales, empapándolos, separándolos poco a poco, su vulva sonrosada era un imán para mí, lamía con pasión, con deleite, con locura…
Mi lengua la penetraba en círculos, sus jugos comenzaban a fluir, uniéndose a mi saliva, su clítoris ya muy excitado me llamaba para que le prestara la dedicación adecuada, mis labios se apoderaron de él, muy suavemente, mi lengua lo martirizaba dulcemente a la vez que mis dedos la penetraban, su orgasmo se aproximaba muy veloz, aumenté el ritmo de penetración de mis dedos, mi lengua lamía con velocidad su clítoris… de pronto estalló, el orgasmo se apoderó de ella, sus flujos viscosos empaparon sus nalgas.
Levanté la vista y la contemplé, con los ojos cerrados, mordiéndose el labio inferior, con la frente perlada de gotas de sudor, las mejillas encendidas… era la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra.
Abrió los ojos, me miró.
Ven, bésame – dijo en un susurro.
Obedecí, nuestras bocas se unieron de nuevo durante unos minutos, rodando ambos sobre la cama.
Se colocó sobre mí, sentada sobre mi vientre, notaba la humedad de su sexo sobre mi piel, era la criatura más sensual que había visto nunca.
Ahora me toca a mí hacer que disfrutes.
Estoy en tus manos, me entrego por completo a ti.
Se bajó de encima de mí, sus delicadas manos tomaron mi pene ya excitado, lo acariciaron con dulzura y muy despacio su boca se apoderó de mi polla, me volvía loco, sus labios y su lengua se enseñaban con mi glande, mi pene estaba tieso y duro como una roca. Su mamada era increíble, lamía todo el tronco de mi sexo, chupaba con deseo mi glande y era capaz de introducir prácticamente la totalidad de mi polla en su boca, sus manos masajeaban mis testículos… me estaba llevando al clímax.
Estaba a punto de correrme.
Cielo, voy a terminar – dije entre jadeos.
Mmmmmmmm – esa fue toda la respuesta que obtuve.
Y lo que tenía que suceder sucedió, estallé dentro de su boca y ella no dejó que prácticamente nada de mi semen se escapara.
Jamás ninguna otra mujer me había hecho gozar tanto con el sexo oral, ella lo hacía con deleite, con una pasión y un dominio increíbles.
Se recostó a mi lado, nos acariciamos tiernamente, dejando que nuestros cuerpos se relajaran y descansaran un poquito, al cabo de un par de minutos se levantó de la cama y fue al cuarto de baño.
Apareció unos segundos más tarde, se apoyó sensualmente en la puerta.
¿Preparado para otro asalto?
Por supuesto, acabamos de comenzar! – le dije sonriendo pícaramente.
Gateó sensualmente sobre la cama hasta colocarse sobre mí, nos besamos lascivamente, notaba el calor de su sexo sobre mi vientre, su humedad, mi sexo comenzaba a dar muestras de excitación.
Mmmmmm, parece que algo empieza a crecer entre nosotros dos! Jaja.
Jajaja, pues al parecer sí! Jaja.
Sus manos tomaron mi ya más que excitado pene, lo acercaron lentamente hacia su sexo y comenzó poco a poco a pasarlo sobre sus labios vaginales, acariciándolos, frotando mi polla sobre ellos y consiguiendo que éstos se fueran entreabriendo poco a poco a la vez que se humedecían tremendamente.
Nuestra excitación era máxima, tenía unas enormes ganas de penetrarla pero no quería demostrarlo, quería que fuera ella quien me lo pidiese, nuestros gemidos eran cada vez más profundos y subidos de tono.
Acercó su boca a mi cuello, me besó, me lamió con desesperación mientras mi pene la masturbaba como si de su mano se tratase, acercó su boca a mi oreja y me susurró en un gemido:
Dios mío, hazme el amor, no puedo aguantar más sin sentirte en mí, mmmmmm.
Acerqué mi polla a la entrada de su empapado sexo, muy lentamente la comencé a penetrar, introduje tan solo mi glande y me quedé quieto, quería que notara nítidamente como cada centímetro de mi sexo horadaba su interior, con una tremenda parsimonia la penetré centímetro a centímetro, su desesperación y ansia iban en aumento.
Másss, máaasssssss, todaaaaa.
Tranquila cielo, tranquila, tenemos todo el tiempo del mundo para disfrutar.
Mi pene por fin la penetró por completo y durante unos segundos me mantuve en una absoluta quietud en su interior, para después, y nuevamente muy despacio, salir centímetro a centímetro de su tremendamente lubricada vagina.
Cuando mi polla estaba a punto de salir de su sexo la penetré completamente con un golpe de cintura y comencé a penetrarla a un ritmo duro y frenético.
Ahhhhhhh, ssiiiiiiiii, massss, masssss.
Volví a alterar el ritmo de mis embestidas, ahora el ritmo era acompasado, uniforme.
Dios mío, eres maravilloso, no te detengas nuncaaaaaaaaaa.
No mi vida, tú eres la maravilla, me absorbes, me exprimes, y me encantaaaaaaa!
Nuevamente aumenté la velocidad de mis penetraciones, cada vez más rápidas, más profundas, más duras, sus uñas se clavaban en mis hombros, sus gemidos eran roncos, ahogados, como si se quedase sin respiración.
Sus dientes mordían su labio inferior, el sudor nos cubría por completo, arroyaba por su espalda.
Dios, era el mejor polvo de mi vida, así estuvimos durante no sé cuánto tiempo, cambiando los ritmos y la fuerza de las penetraciones, impidiendo que nuestros cuerpos se acostumbraran a una frecuencia establecida, a veces mi mano se colaba entre nuestros cuerpos y masturbaba su clítoris tremendamente duro a la vez que la penetraba, otras veces mis manos bajaban por su espalda hasta su hermoso culo y lo amasaban, lo pellizcaban, lo azotaban sin rudeza, incluso en alguna ocasión alguno de mis dedos se colaba entre sus nalgas e intentaba penetrarla analmente.
El clímax se acercaba, la crispación era máxima, las venas del cuello de Yamilé se veían tremendamente hinchadas, el sudor lo empapaba todo, el orgasmo se aproximaba como una locomotora sin frenos…… y de repente una tremenda humedad empapó mi sexo, Yamilé había estallado, sus fluidos viscosos, calientes y olorosos me empapaban y yo ya no podía más así que me dejé ir, la inundé, creo que nunca antes había experimentado un orgasmo tan devastador, por unos segundos fue como si el tiempo se detuviera y la tierra dejara de rotar.
Los dos, desmayados, exhaustos y entrelazados nos acariciamos como si fuéramos unos gatitos para unos minutos después abandonarnos a un ligero y reparador sueño.
Mi relación con Yamilé duró un par de años en lo que se podría considerar una relación normal y otros dos años de forma intermitente como si de un par de amigos especiales que se reúnen de vez en cuando para disfrutar de la vida se tratara, luego el destino nos separó y ya no hemos vuelto a vernos, aunque siempre estará presente en mi memoria.