Como la historia anterior tuvo más repercusión de la que creía y últimamente ando bastante caliente, aquí les va otra historia.
Este es un relato verídico propio. Como ya les conté, tengo 20 años y mido 160 cm.
Ayer estaba en la casa de una amiga que me había prestado para estudiar, ya que en mi casa no había internet.
Resulta ser que estudiar me sube la temperatura de una forma incontrolable; mientras más leía, más se me iba la cabeza a otras cosas más subidas de tono.
Tenía que concentrarme porque tenía examen al otro día y porque estaba en lo de mi amiga, no había forma de hacer nada.
No hubo nada que pudiera hacer para contenerme, mis manos lentamente empezaron a recorrer mis pechos y a masajearlos.
Poco a poco fueron bajando hacia mi vientre.
Tenía puesta una pollerita corta, así que fácilmente pude tocar mis bragas.
Para mi sorpresa, ya estaban bastante mojadas.
No me quiero imaginar lo que había por debajo.
Inhalé y exhalé un par de veces porque mi amiga seguía en su casa; no podía tocarme con ella ahí.
Seguí estudiando un poco, hasta que me di cuenta que a mi derecha tenía un espejo gigantesco al lado del escritorio en el que estaba.
Mi amiga estaba en el living y mi mente perversa empezó a pensar que quizás no sería mala idea, un rato, bien discreto.
Así que giré mi silla y quedé enfrentada al espejo, subí mis pies al asiento y bajé mis bragas hasta los tobillos.
Vi mi vientre expuesto, completamente abierto de par en par y empapado.
Comencé a meter un dedo en mi vagina, entraba y salía como si nada, estaba tan mojada. Así que metí uno más, entraban y salían, poco a poco fui metiendo el tercero.
Admito que un ruido se escapó por mi boca, pero intenté contenerme lo máximo posible.
No podía parar de pensar en cómo me gustaría que fuera un pene en vez de mis dedos, pero a veces hay que conformarse.
Mis dedos entraban y salían, cada vez más rápido, alternándose con el clítoris.
En un momento mi cuerpo me pidió dos manos, así que con una metía los dedos y con la otra el clítoris, no podía parar, me movía cada vez más.
No podía controlarlo, veía mis piernas abiertas dejando al descubierto todas mis partes, la idea de que mi amiga me podría ver.
Todo me calentaba más y más, mis manos cada vez iban más rápido, hasta que no me pude contener más y acabé.
Me subí mis bragas y me acomodé, había mojado toda la silla e incluso un poco de mis jugos cayeron al piso, pero valió la pena.