Capítulo 2

¡Hola a todos! Si quieren saber cómo empezó esta historia, recomiendo que puedan leer mi anterior relato. De todos modos, vuelvo a presentarme: soy Miguel, peruano de 34 años, y esto sucedió hace algunos años con mi primo Alberto.

Luego de esos juegos de seducción constantes, encontramos una manera de estar solos: cuando todos dormían. Teníamos un televisor en la sala de la casa, así que los fines de semana, con la excusa de ver una peli hasta tarde, nos fuimos para la planta baja (todos dormían arriba).

Había un sillón personal frente al televisor y otros sillones a los lados. Yo estaba en uno de estos y Alberto se acomodó en el personal. Mientras pasaba los canales, yo estiré mis pies y los puse en el apoyabrazos del sillón de Alberto.

En un inicio no hizo nada. No sé si no se percató o algo esperaba, pero estuve así por varios minutos. Cuando encontró algo para ver, se acomodó y mis pies rozaron su brazo. Me quedé quieto, pero en cuestión de minutos empecé a acariciar su brazo con uno de mis pies.

Volteó su cabeza y al ver que no había nadie, empezó a masajearme los pies. Para esto, las manos de Alberto eran muy suaves, así que empecé a sentirme en la gloria. Pasaron unos minutos, y llevé uno de mis pies a su cabeza, como acariciándolo y en un acto instintivo volteó la cabeza y me empezó a chupar el pie. La planta, dedo por dedo. Yo empezaba a retorcerme y llevé mi otro pie a su polla.

Su polla no era tan grande, pero para mí era perfecta. En una de esas, no aguanto más, me acerco, me siento encima de él y empiezo a besarlo con locura mientras cabalgaba sobre su verga con la ropa puesta.

Yo empezaba a gemir y a sacar mi lado femenino.

«Qué rico, mi amor, me encanta besarte, hazme tuya».

Cuando dije eso, empezó a tratarme como su hermbra. Me decía cosas como qué rico culo tenía, que le encantaban mis pies, que quería que se la chupe. Ni bien escuché esto último, paré de cabalgar, me agaché, le bajé el pantalón y me la metí toda a la boca.

Empezó el mete y saca. Me follaba la boca, luego la sacaba y le chupaba y lamía los huevos. En una de esas, volví a la carga y me la metí a la boca mientras él tenía sus brazos en la cabeza.

«Ahhhh, que rico la chupas mi amor, sigue, aahhhh arggg».

Y empecé a sentir cómo chorros de leche caliente invadían mi garganta. Me la tragué, se acomodó, nos paramos y me dio un beso y una nalgada.

«Qué rico la pasé. Mañana en la noche somos».

Yo también la pasé muy rico, pero no me había venido, así que me quedé un rato más «viendo» TV para hacerme una paja. Al terminar, le encontré sentido al «mañana en la noche somos»: la familia iría a una fiesta y nos quedaríamos solos…

¡Gracias por leer! Ya saben que pueden escribirme a miguelfeet@gmail.com

¡Los veo en la continuación!