Hace unos meses se mudó al departamento de al lado una nueva vecina, una morena, de ojos grandes, pelo corto y enrulado, de unos treinta y pico largos, muy bien conservada.
No había tenido la oportunidad de tratarla, pues ella trabaja y llega muy tarde, se mete al departamento y se la ve poco.
Un día de lluvia, era fin de semana, recuerdo, era una lluvia con viento y tormenta eléctrica.
Como a las 11 de la noche se cortó la luz. Cuando se corta la luz en este barrio, pude pasar dos cosas, o bien vuelve enseguida o se restablece recién al otro día.
Espere un largo rato y como no se restablecía el servicio, decidí acostarme porque no había nada que hacer.
Cuando estaba en esa, siento que golpean la puerta, era mi vecina nueva.
N — Hola vecino, mi nombre es Norma, soy su nueva vecina.
¿Veo que usted también está sin luz, demora mucho en volver la luz por aquí?
D — Mire, o vuelve enseguida o vuelve al otro día, por lo que demora parece que hasta mañana no tendremos suerte.
N — Bueno, gracias.
Se marchó a su depto. Me quedé en la puerta mirando esa hermosa silueta. Tenía puesto un vestido muy corto de esos que se abotonan por delante, lo que dejaba ver unas piernas robustas y como le quedaba bastante justo, permitía apreciar su voluminoso busto.
La tormenta no cesaba y era un relámpago y un rayo a cada momento. Al rato, golpean la puerta de nuevo, era ella otra vez.
N — Disculpe que lo moleste, pero es que le tengo terror a las tormentas eléctricas, usted no podría acompañarme un rato a mi casa, hasta que termine de cocinar, por favor.
D — Como no, por supuesto.
Y nos marchamos hacia su depto. Allí ella me comento, que estaba separada hacia un año, que tenía una hija de 18 años, que trabajaba de enfermera, en un hospital y que le tenía terror a las tormentas eléctricas.
Me preparó un té, y nos sentamos en la cocina a contarnos la vida. No podía sacar la mirada de su escote cuando estaba sentada y cuando se paraba para revolver la comida quería ver si tenía o no bombacha, ya que a pesar de lo corto de su vestido, no podía ver mucho, y la luz de la vela no me ayudaba en nada.
Me invito a cenar, yo dude para no parecer ansioso, pero quería que la luz no volviera y me quedé a cenar con ella. Después de cenar, la ayude a lavar los platos. Ella lavaba muy rápido, por lo que sus grandes tetas, subían y bajaban a un ritmo frenético. Entonces pude deducir que no usaba sostén. Cuando terminamos, no fuimos al living, para tomar un café y seguir la charla. En eso, un espantoso trueno la sobresaltó y pegó un grito y en el mismo impulso se aferró a mi brazo. Aproveche para abrazarla y decirle que no se asustara, que solo era un rayo.
Ella me dijo.
N — Si ya sé, pero es más fuerte que yo, cada vez que oigo uno me sobresalto. Mira tócame el pecho.
Tomó mi mano y la posó sobre su pecho.
N — ¿Ves, como me pongo?
D — Si, parece que se te va a salir el corazón.
N — Es horrible.
En ningún momento dejé de abrazarla y quedamos un largo rato así. Ella tumbada sobre mí, yo abrazándola.
Al rato me dijo.
N — Hay disculpa, me tiré encima de tuyo y vos estas incómodo.
D — Para nada, no hay problema, si así esta más tranquila, está bien.
N — ¿Estás seguro que no te incomoda?
D — Seguro.
Sonrió, se acomodó en mi hombro.
N — Sois muy cariñoso, o me parece.
D — Algo.
N — recién nos conocemos y parece que hace una vida.
D — Que bien, ¿no?
Tenía esta imponente morena recostada sobre mi hombro y su boca a pocos centímetros de la mía, no podía resistir las ganas de comerle la boca a besos. Pero temía que lo tomara a mal y que se rompiera el clima que había. Esperé un rato más. De pronto suspiró y se acomodó de nuevo acercándose un poquito más a mi cara, tanto que cuando nos mirábamos estábamos tan cerca que percibía su respiración y apoyo su mano sobre mi pecho. En seguida, la subió hasta mi hombro y cuando quise decirle algo, pude ver sus ojos pidiéndome un beso. Acerque mis labios a los suyos, ella hizo un movimiento similar, estos se estrecharon en un fogoso y prolongado beso. La senté sobre mis piernas, la abrace fuertemente y comencé a besarla en la boca, en el cuello y comencé a bajar hacia su escote. Le desprendí un botón y sus pechos saltaron fuera de su vestido, eran marrones, sus pezones eran negros, estaban rígidos y erectos.
Cuando empecé a chuparlos, ella comenzó un suave gemido, desprendí otro botón, ella se tumbó hacía atrás dejándome hacer. Desprendí el último botón de su vestido e introduje mi mano dentro de su tanga blanca y acaricié su coño. Tenía su coño cubierto de bello. Ella sacó mi mano de su entrepierna y me dijo:
N — Ven (tomándome de la mano), vamos al cuarto, acá estamos muy incómodos.
Sin mediar palabra, de mi parte la acompañe. Se tiró boca arriba, abrió sus piernas e introdujo mi mano en su tanga.
N — Seguí, que estaba muy rico.
Me dijo.
Le saque la tanga, le abrí aún más las piernas con mis manos y comencé a chupa su coño.
Gemía y se contorsionaba suavemente, y me decía:
N — Si, así bebe, dame más, haaa… mmmmm, si más, más.
N — Déjame chupar tu pene.
Me puse en cuatro sobre ella y le acacomode mi pene en su boca. Se lo trago de una.
Continué chupando su coño y le metí un dedo, después dos. La masturbé un poco y seguí chupándola, mientras le metía un dedo en su ano y notaba como este atrapaba mi dedo cuando lo empujaba dentro. No pude más, estaba mil, me acabe en su boca y ella hizo lo mismo.
Le puse mi verga en su coño, ella levantó sus piernas, las cruzo por detrás de mi espalda y comencé a empujar con mucha fuerza, ella gemía y daba pequeños gritos. Una vez más acabe dentro de ella.
La bese en la boca, le chupe la lengua, ella chupo la mía como quien lame un helado, la puse en cuatro y con el semen que quedaba en mi verga lubrique la puerta de su ano. Ella se resistió.
N — No, para, eso duele, no estoy preparada todavía.
D — Déjame que te prepare.
Metí un dedo, metí dos dedos y comenzó a quejarse. Presione sobre sus hombros hasta apoyar su cabeza en la almohada, su culo se abrió más y pude ver como se había dilatado gracias al trabajo de mis dedos. Le apoye la punta de mi verga en su culo y de una la penetré; soltó un quejido y empezó a gemir como si fuera una virgen, su ano estrangulaba mi verga y esto me daba más placer, pronto me fui dentro de ella. Quedamos pegados, ella me pedía por favor que se la sacara.
N — Por favor sácamela que me duele.
D — Esta hinchada, no puedo.
N — hayyyy, me duele.
N — Uuuuuy.
Cada vez que tironeaba para sacar mi verga de dentro de su ano, esta soltaba un grito.
Ante la imposibilidad de despegarnos, le dije que tratáramos de relajarnos para que esta saliera naturalmente. Al rato su recto soltó el tronco de mi verga y esta fue expulsada hacia fuera.
Mi glande tenía un tamaño desproporcionado, se había hinchado de tal forma que parecía tener el doble de tamaño. La lubrique con saliva y le penetré su coño por detrás. Soltó un gemido agrave, sentí como los labios de su vagina se tensaban para que pasara mi glande. Cada vez que sacaba y metía mi verga de su coño, gemía como si la desvirgara un y otra vez.
Tuvimos un nuevo orgasmo y nos recostamos para dormir plácidamente hasta el mediodía del domingo.
Cuando desperté y vi a esa morocha impresionante durmiendo totalmente desnuda a mi lado no lo podía creer. Nos despedimos con un beso muy prolongado y quedamos de repetirlo el fin de semana siguiente. El jueves por la tarde se había largado una llovizna intensa. Parecía repetirse la semana anterior, arrancaba una llovizna intensa el jueves y terminaba en tormenta el domingo.
De pronto, alguien golpea la puerta, una chica morocha, de ojos grades, de pelo largo negro y rizado. Supe enseguida que era Gabriela, la hija de Norma.
G — Hola, disculpe que lo moleste, mi nombre es Gabriela, soy la hija de la señora que se mudó aquí al lado. Pero parece que no está. ¿Usted sabe algo?
D — Si, pasa, mira tu madre viene tarde, porque hace doble turno el hospital.
G — Pá, y ahora qué hago, no me dejó llave y me dejó afuera, seguramente se le olvido que yo venía.
D — No te preocupes, podes quedarte aquí hasta que ella llegue, tu madre y yo somos buenos amigos.
G — Que bien, está seguro de que no molesto.
D — Claro que no.
Esta hermosa chica, vestía jeans, una remera blanca, que estaba empapada y se le adhería al cuerpo.
Me parecía estar viendo a su madre pero en versión adolescente.
D — Si quieres anda al baño y sécate.
G — No está bien así.
D — Dale, estas temblando y te va a hacer mal quedarte con la ropa mojada. Anda al baño, sécate, sácate esa remera que te presto una de las mías para cambiarte.
G — Está bien. Dijo regalándome una sonrisa.
Le alcance la remera y me disponía a buscarle un short o algo para que se quitara el pantalón que también estaba empapado, cuando apareció en mi living, con la remera puesta y sin pantalones.
Aun se notaba que tenía frío y me dispuse aprender la estufa a leña. Me dijo:
G — Mmmm, que lindo una estufa a leña.
Cuando está encendió, acerque el sofá, me senté en el para controlar la llama y le dije:
D — Ven, acércate a sentir el calor.
Que se acercara a la estufa y ella no me entendió.
Por lo que se acercó a mí y apoyo su cabeza sobre mi pecho, tal como lo había hecho su madre aquel día.
No le dije nada. La abracé y le di calor.
Sus tetitas bien duras, presionaban sobre mi pecho, comenzó a buscar mi calor, sin querer puso una pierna sobre mi falda y se fue acomodando hasta arrimar su pierna mi verga. A pesar de que el jeans que yo tenía puesto era grueso, era inevitable que el roce de su pierna no hiciera que tuviera una erección. No hablaba, se quedó así un rato, como sintiendo mi erección. Me preguntó:
G — ¿Tenéis novia?
D — No, vivo solo.
D — ¿Y vos tenéis novio?
G — He salido con varios chicos, pero ahora no.
G — ¿Qué te pareció mi madre?
D — Una buena mujer, buena mina, labradora, buena cocinera, en fin.
G — Si, eso ya lo sé, yo te digo físicamente. Esta buena, ¿no?
D — ¿Por qué me preguntas eso?
G — Es que desde que se separó de mi padre, la veo un poco sola y me gustaría que se enganchara con un alguien.
G — ¿Y yo que te parezco?
D — Sois muy linda.
G — Gracias, ¿pero pensáis que puedo gustarle a un tipo?
D — Claro que sí y debes temer muchos chicos detrás de ti.
G — Si, chicos sí, pero me gustan más mayores, y a vos ¿te gusto?
D — Vos sois media picaflor.
G — No, es que no encuentro el chico que me llegue.
D — No me respondiste, si te gusto.
D — Ya te dije, sois muy linda.
G — Si pero yo te hablo de que si te engancharías conmigo, si me tendrías como novia.
D — Creo que sí.
G — Sabes, mi sueño es hacer el amor con un hombre, porque hasta ahora lo he hecho con chicos.
Ellos se te suben arriba te la ponen entre las piernas gozan y se van. Yo quiero alguien que me haga sentir mujer, me deje satisfecha. Le acaricié la cara y su piel morena, tersa y me dieron la impresión de estar tocando una piel de terciopelo. Era hermosa. Mi verga estaba a mil y se notaba el bulto que hacía en mis pantalones.
D — Decidme, ¿qué es lo que vos queréis?
G — Que me hagas sentir lo mismo que le hiciste sentir a mi madre.
D — ¿Cómo? Yo no salía de mi asombro.
G — Si, mi madre y yo no tenemos secretos, el martes hablamos por teléfono y ella me contó todo.
Ahora entendía lo que pasaba. La nena no se conformaba con el cuento, quería vivirlo.
La tomé en mis brazos y la llevé a mi cama. Le saqué la remera y sus pezones negros y erectos rogaban que los chupara. Mientras me dedicaba a ellos, mi mano fue directo a su coño, no tenía ni un bello, la nena se depilaba totalmente y cuando abría sus piernas se veía la raja rosada. Pronto me fui a chupar su coño, lo abrí con mi lengua hasta sacar su clítoris hacia fuera, le puse un dedo en su ano y comenzó a gemir como lo hacía su madre.
Sentí como su coño se contraía y gimiendo decía:
G — Hayyyy.
G — Me voyyyy
G — Ahhhhhh, me voy, si, si, seguid así, ahhhh.
Había tenido su primer orgasmo.
Me pidió la verga, se la puse en la boca, la fue chupando de a poquito hasta tragársela toda.
No aguante y me corrí en su boca, se tragó el semen. Me pidió que me pusiera boca arriba y luego tomo mi verga con su mano, corrió la piel hacia atrás y con la otra separó lo labios de su vagina y fue introduciéndola un poquito.
Cuando tuvo la mitad adentro, comenzó un lento sube y baja.
Le tome las tetitas con mis manos y comencé a pellizcar lo pezones y gemía cada vez más fuerte.
Me senté en la cama, por lo que mi verga se ensancho un poco más y la abracé empujándola hacia abajo. Se colgó de mi cuello, me puse de rodillas, cruzó sus piernas por detrás de mi espalda y terminé de clavársela toda. Cuando lo hice, ella soltó un grito de dolor y tiro su cabezal hacia atrás. Se había ido de nuevo. Acto seguido, se aflojó y quedó tendida sobre la cama, exhausta, su respiración agitada y con una sonrisa en sus labios. La bese y se la puse de nuevo en su coño, me abrazo, al rato está gimiendo de nuevo, hasta que clavo sus uñas en mi espalda en señal de que mi verga había entrado totalmente en su vagina; se la saque a pesar de que aún no había acabado la puse en cuatro y le penetré la vagina por detrás. Se la puse de una hasta el fondo, dio un grito, soltó una lágrima, inclinó su cabeza hacia la almohada y clavo sus dientes en ella. Yo estaba en el mete y saca, cuando vi su ano abrirse, un dedo mío bastaba para llenarlo. Le puse un dedo, dos y soltó un llanto, pero me dijo:
G — Dale, quiero que me la pongas, dale.
D — No podía negarme, de modo que se la puse, suave, hasta que entrara toda, pude sentir como mis huevos golpeaban su coño, lo cual le causaba una excitación extra. Para evitar quedar pegados (no quería que me pasara lo mismo que con su madre, pues ella no resistiría el dolor), la saque, la lubrique con bastante saliva y se la puse de nuevo, noté que entraba con cierta facilidad, su ano se había dilatado totalmente. Ahora no gritaba, gemía, como su madre, un gemido grave, cuando esta pronto, la saque y me acabe en sus nalgas. Vi como parte del semen corría hacia el inmenso agujero de su ano dilatado. Cuando terminamos, se puso boca arriba, con las piernas abiertas y le pregunte si quería que la penetrara de nuevo y me dijo que no, que estaba satisfecha, que solo quería que le acariciara los labios de la vagina.
El sábado siguiente tú mi primera experiencia con dos mujeres a la vez, pero eso se los contaré en la próxima.