Capítulo 10

Ya eran las nueve cuando Ángel despertó a Gabriela. Esta abrió los ojos y lo besó tiernamente.

¿Qué hora es?

Las nueve y cuarto.

Joder que tarde, he de estar en casa a las diez, mañana salimos de viaje.

Tranquila yo te llevo.

Gracias, eres un amor.

No creas que tanto, me tendrás que hacer una mamada de camino.

Jajjajaaj, por mi perfecto.

Gabriela se duchó, se vistió y bajó con Ángel hasta su vehículo. Nada más entrar en este, bajó su bañador, sacó su polla y empezó a mamarla. Lo hacía como él había hecho con su sexo, despacio y sin prisas. Ángel disfrutaba de las diabluras de esa boquita y se iba calentando muy lentamente. El tener a esa niña chupándole la polla en el auto, le excitaba sobremanera. Sujetó su cabeza y movió su pelvis, quería más ritmo. La niña lo entendió e imprimió más ritmo a su felación. Ya junto a la puerta de su casa, Ángel llenó con su esperma la dulce boquita de la niña, que no dudó en tragárselo todo. La niña se limpió con el dorso de la mano y llamó al timbre. Su madre salió a abrir.

Muchas gracias por traer a la niña.

Para mí es un placer, así puedo admirar su belleza.

La mujer se excitó a la vez que su rostro se tornaba en un rojo carmesí.

Muchas gracias, es usted muy amable.

No hay de que, no dude en pedirme lo que usted quiera, ya sabe que estoy a su disposición.

La mujer sonrió, entornó la puerta y terminó cerrándola sin dejar de mirarla.

Ángel sonriendo se subió en el vehículo y volvió a su casa. Por el camino pensaba cómo sería tener a la madre y a la hija, solas para él, ese cuerpo maduro, con esos pechos duros y ese juvenil cuerpo, el cual ya había disfrutado, con esos pezones como tetinas de biberón que tanto le excitaban. ¿Tendría la madre los pezones igual?, solamente de pensarlo, su polla se endureció.

Al día siguiente, tenía que ir a casa de Verónica, tenía unos días de duro trabajo por delante y esperaba tener alguna satisfacción. Al acostarse pensó en Verónica, prácticamente eran de la misma edad, ella escultural con un cuerpo bien formado. El creía que también se conservaba muy bien, podían hacer un tándem perfecto. Quedó dormido con el pensamiento fijo en esa mujer. Al día siguiente despertó como siempre a las siete de la mañana se duchó y tomó un desayuno ligero. Preparó las herramientas necesarias para ese nuevo trabajo y las cargó en la furgoneta. Mientras transitaba en camino a la casa de Verónica, pensaba en todas las mujeres que habían pasado por sus brazos, todas las mujeres que había hecho suyas y aquellas que fueron incapaces de apartarse de su polla. ¿Sería Verónica una nueva adicta? Tenía pinta de mujer caliente y poco atendida, podría ser una buena víctima, pero tendría que hacerla suplicar y sabía que eso no sería fácil. Ella también tenía sus armas y no era una niña. El camino se le hizo muy corto con sus devaneos. Llamó al timbre y la puerta se abrió, condujo la furgoneta hasta las traseras de la casa para tener la herramienta a mano.

Verónica salió a recibirle, pletórica y majestuosa, ella vestía una fina camisa de seda blanca, que dejaba transparentar un sujetador de encaje blanco que tapaba con total delicadeza sus pechos, insinuando su contorno, una falda de tubo muy pegada, marcaba su bien formado culo. La sonrisa escapaba de su boca haciéndole un rostro aún más hermoso.

Se acercó a Ángel, le tendió la mano y le ofreció pasar al jardín donde estaba también la piscina. Él observó la piscina más atentamente que la otra vez y le dijo.

No la recordaba tan sucia.

Pues llevo una semana por lo menos que me da cosa meterme al agua.

Lo arreglo para que hoy mismo pueda disfrutar de ella.

Ángel sacó las herramientas para limpieza de la piscina y procedió a pasar el limpiafondos.

¿Para qué hora la tendrás?

Ángel miró su reloj y respondió

Sobre las diez estará.

Muy bien tenía pensado bajar a la una que el agua estará más caliente.

He visto que tiene calentador, ¿se lo activó?

¿Qué es eso? el calentador digo.

Pues es un aparato que mantiene el agua siempre a una temperatura, por lo que el agua siempre tiene los mismos grados, aunque fuera esté nevando.

Qué curioso, no tenía ni idea, por supuesto, conéctelo a veintisiete grados y muchas gracias.

Este hombre es una caja de sorpresas, pensó Verónica, hace unos años que compre la casa y no he podido disfrutar de la piscina, pensando que el agua estaría helada. Luego probaré a ver qué tal está el agua, estos días tendría que estar fresquita, que por la noche ya refresca.

Ángel pensaba que menudo jeta el anterior jardinero, no tendría mucha idea o no le gustaba mucho trabajar. Cebó la bomba que sacaba y traía el agua caliente y conectó todo al calentador eléctrico, en unas cinco horas, la temperatura estaría perfecta.

Este proceso le había llevado más tiempo de lo pensado, por lo que sobre las doce empezó a trabajar en el parterre más cercano a la casa. Lo limpió al igual que tendría que ir haciendo con todos los demás. Después recortaría los setos y finalmente terminaría plantando las nuevas flores. Tuvo que hacer inventario de las flores que necesitaría para comprarlas al día siguiente y poder preparar un parterre para que Verónica pudiese ver cómo iba a quedar todo.

El sol apretaba y el esfuerzo era arduo, por lo que Ángel sudaba copiosamente y esto imprimía a su cuerpo un brillo especial que resaltaba sus músculos. Verónica lo miraba anonadada, observando esos músculos definidos y ese brillo en la piel.

Verónica se había cambiado y ahora portaba un bikini blanco mullido en el pecho, lo que resaltaba sus formas. La braguita también era blanca y se cerraba por atrás sin llegar a ser tanga, pero dejaba una buena parte de su culo al aire.

Verónica se acercó a Ángel y le ofreció algo de beber, pero él sólo bebía agua cuando trabajaba.

Ángel se fijó en ese trabajado cuerpo que ahora se le ofrecía casi desnudo. Los pechos erguidos y ese culo respingón pusieron su miembro en erección. Esto no pasó desapercibido para Verónica que pensó que su amiga no le había engañado y el hombre tenía una buena polla. Por un momento quedó ensimismada y Ángel se dio cuenta de cuál era el origen de sus devaneos. Ese día Ángel solamente se había puesto un bañador bastante fino que marcaba su erección con una gran claridad.

Verónica volvió a la realidad y se ruborizó, a la vez que notaba como sus pezones se ponían duros dentro del bikini. Menos mal que con el refuerzo no se le notarían. Turbada se dio la vuelta para salir de ahí, pero Ángel la llamó.

Perdone, luego he de salir, ¿cómo se abre la puerta?

Tenga, con este mando la puede abrir y cerrar

Muchas gracias.

Ángel había notado la turbación de Verónica y eso significaba el uno a cero.

Sobre las dos menos cuarto, justo antes de que cerraran, Ángel salía por la puerta de la mansión, camino del vivero.

Su furgoneta bajaba hacia el pueblo sabiendo que aún le sobrarían unos minutos para recoger el pedido que minutos antes había hecho por teléfono.

Ángel conducía pensando en lo buena que estaba su nueva clienta y, en, qué tenía que follar como una verdadera perra. Sabía que tenía que ser cauto, y también sabía que ella más pronto que tarde, quemaría todas sus naves. La tenía muy cerca del límite, pues sus ojos abultados y sus pezones de igual forma, le habían delatado. Le había visto fija en su polla y casi relamerse, su mirada perdida y su rubor, le daban pistas. Él sabía que ese día sería crucial y tenía que aguantar como fuera, mañana sería otro día y entonces aprovecharía su oportunidad. Recogió las flores y las cargó en la furgoneta, encargó varias más, sujetas a la orden que daría mañana por la mañana.

Ángel condujo de vuelta a la mansión, entró y aparcó la furgoneta en el mismo sitio donde la había dejado por la mañana. Miró en la piscina y ahí estaba Verónica, a punto de meterse al agua. La saludó y le dijo.

Ve despacio, que aún no está a la temperatura adecuada.

Está bastante bien, calentita.

Ángel la miró sumergirse y vio como levantaba su culo, mostrándole la unión de sus piernas.

Ven metete al agua, está fenomenal.

Aún tengo cosas que hacer y prefiero hacerlas y luego darme un baño, a la tarde.

Ángel sabía que ella quería jugar, pero él tenía que jugar muy bien todas sus cartas. Con su polla erecta, pasó por toda la piscina el quita hojas y se fue al jardín.

Verónica mientras tanto, en el agua, pasaba mejor su calentura. Menuda polla tiene el cabrón y yo hace casi un año que no me como nada, me tiene excitada desde que ha llegado, me tengo que comer esa polla como sea. Verónica nadó tres largos de la piscina y salió, sabía que la braguita del bikini, con el agua, se transparentaba un poco. Mañana se pondría el amarillo que, sin refuerzo, mojado era una segunda piel. Con la toalla enrollada en el pelo se acercó a ver los avances de Ángel. El primer parterre, el de prueba, a falta de unos pocos retoques, ya estaba muy bien perfilado y daba una perfecta idea de cómo quedaría una vez terminado.

Verónica se acercó, inhaló el aroma de macho que desprendía el cuerpo de Ángel y su sexo empezó a destilar sus propios jugos. Se acercó tímidamente y contempló esos músculos que se tensaban cada vez que el hombre realizaba alguna acción con las plantas. Los labios de Verónica, tanto los de arriba como los de abajo, se mostraban hinchados, sus pupilas estaban dilatadas y sus pezones se rozaban contra la dura tela de su bikini.

Le está quedando muy bonito.

Ángel se giró y la pudo ver totalmente excitada y casi entregada. Pero él solamente le dio las gracias y se giró para seguir con su trabajo.

Voy a ducharme en una media hora estará la comida.

Muchas gracias, aligeraré con esto e iré a ducharme.

Verónica marchó hasta la ducha donde dejó que el agua tibia recorriera su cuerpo. Dejó que las gotas de agua resbalaran por su cuerpo, creando mil sensaciones en su piel erizada. No podía quitar de su cabeza la imagen de ese hombre sudado, su cuerpo brillando y sus músculos totalmente hinchados. Mientras se enjabonaba, también acariciaba su cuerpo y se excitaba. Acarició con ternura sus pechos, rodeando su volumen y acariciando sus pezones, esos pezones en forma de cono que daban a sus pechos un aire muy morboso. Al igual que el agua, su mano bajó a su sexo y se extendió por el en una caricia lente y suave. Gimió, gimió fuerte al introducir uno de sus dedos en el interior de su cuerpo. Su otra mano, bordeo su culo para introducirse en él, extrayendo una oleada de placer. Su mente era un torbellino de imágenes de ese hombre, su cuerpo, sus músculos su erección. Sacó la mano de su sexo y la llevó a su boca. La lamio, la chupó y la acarició como si fuera una buena polla, su polla. La mano de su culo se movía con fuerza y lentamente, Verónica dio con sus rodillas con el suelo de la ducha y en un grito ahogado por su propia mano, se corrió sobre ese suelo ya húmedo por el agua de la ducha y ahora, húmedo de sus propios jugos. Jadeando, dejó que el agua de la ducha la fuerza volviendo a la realidad. Cuando terminó, se secó, se enrolló en una toalla y salió hacia su habitación con la cara totalmente satisfecha.

Ángel había terminado su labor y creía que le había quedado fenomenal. Entró en la casa y se fue directo a la ducha. Entró en esta sin cerrar la puerta, en su casa no lo hacía nunca y no se acordó que estaba en casa extraña. Se metió en la ducha y procedió a darse una buena y refrescante ducha. Se enjabonó con lentitud y se lavó muy bien la polla, tan bien que adquirió una buena dimensión y textura. En estas estaba, absorto en su limpieza con sus ojos cerrados y cara a la puerta, cuando Verónica pasó por ahí. Lo vio, musculado, fuerte y erecto. Menuda polla se gastaba, larga, más de veinte centímetros y gorda, tan gorda que su mano, estaba segura, no la abarcaría. Cuando le vio meneársela, se mojó, se mojó mucho y gimió, gimió lo suficientemente alto para hacer que Ángel abriera los ojos y la viera ahí, frente a él. Ángel la vio, pero no hizo nada, siguió con su lento sube y baja, observando como esa mujer acompañaba sus movimientos con su cabeza, a la vez que mordía su labio. Ahora sí que los pezones de Verónica se marcaban claramente en su camiseta morada. A Verónica ya le daba igual todo y no disimuló su excitación, aunque se volteó y fue directamente al comedor.

Ángel reía triunfante, dos cero, pero aún quedaba mucho partido. Se secó y se vistió con un bóxer negro muy apretado y una camiseta de tirantes, la guerra continuaba. Se presentó en el salón, como descuidado.

Perdón, perdón, los pantalones estaban muy sucios y me olvidé la maleta en la furgoneta.

No se preocupe, dijo Verónica sin dejar de mirar ese paquete que la tenía subyugada. Se sentaron a la mesa, donde una joven y bonita criada, les fue sirviendo la comida. La muchacha turbada y sonrojada, no podía dejar de mirar la polla de Ángel.

Colocados uno en cada lado de la gran mesa, estaban a una buena distancia uno del otro. Ángel, viendo las ganas con las que la chiquilla miraba su polla, la sacó de su prisión y la dejó circular por encima de su bóxer. Cuando llegó la muchacha, casi deja caer la fuente con el pescado, al ver el enorme esturión que nadaba bajo la mesa. La sonrisa de Ángel apareció socarrona en sus labios. Los ojos de la chiquilla se abrieron desmesuradamente y sus pezones se irguieron bajo su mandil. Sirvió a Ángel con rapidez y procedió a servir a su señora. Ángel reía ladino ocultando su cara tras la servilleta, mientras Verónica, ajena a la escena, comía plácidamente. La muchacha totalmente ruborizada entró presta en la cocina y hubo de apretar sus piernas con fuerza, pues esa visión la tenía excitada.

La cena continuó su curso dentro de la propia tensión que se vivía en el aire. Ángel aún no había guardado su polla que permanecía erguida buscando los ojos de la muchacha que debería recoger los platos y servir el postre. La muchacha se asomó en la puerta para comprobar que los platos ya estaban vacíos. Se acercó y primero recogió el de su señora y después el de Ángel, se acercó temblando con sus ojos fijos en el borde de la mesa y ahí estaba ella esperándola con su cabeza brillante. Los ojos de la muchacha se abrieron desmesuradamente cuándo Ángel sujetó su polla y la meneó para ella. Ella, jamás había visto nada igual y le dieron ganas de tocarla, de sentirla entre sus manos, sentir su calor y sus latidos. Ángel le sonrió y lentamente la guardó de nuevo bajo el bañador. La muchacha hizo un gesto leve de contrariedad y se volvió hacia la cocina para proceder a servir el postre.

Verónica miraba intrigada a Ángel y lo veía sonreír sin saber por qué. Se levantó y se excusó diciendo que había de ir al baño. Al volver la muchacha con el postre, se asustó al ver a Ángel solo y miró donde su señora, se acercó a servir a Ángel.

Tranquila, tu señora volverá enseguida. Te espero esta noche en mi cuarto, no se te ocurra faltar.

La muchacha tuvo que pararse en su camino hacia el lado de su señora y apretar las piernas, pues temía que sus jugos discurrieran por sus piernas, haciendo evidente su excitación. Ya eran casi las once y media cuando Verónica propuso tomar una copa en el salón. Ángel la miró con fijeza a los ojos y vio como de los de ella salían chispas. Esa mujer estaba como un volcán, pero tendría que dejarla madurar.

Cuando Verónica le entregó su copa, Ángel deslizó sus dedos sobre la mano de ella. Verónica tembló y se estremeció dejando palpable su excitación.

¿Te gustó cómo quedó el parterre?

Me encanto, está muy bonito. ¿Serán todos en ese estilo?

Si creo que sí, ya la época del año está avanzada y hay pocas flores que soporten las frías noches.

Bien, me gusta así, sí. Por cierto, no sabía lo del agua de la piscina.

Pues ya verás qué diferencia cuando en invierno veas nevar desde dentro de ella.

No lo puedo ni imaginar.

Verónica se relamía por dentro mientras soñaba con la polla de Ángel entrando en ella en la caliente agua de la piscina.

Ángel tras dar tres largos sorbos a su copa, se despidió de Verónica. Esta se quedó sorprendida y Ángel le comentó que estaba muy cansado, que la noche anterior apenas había dormido y necesitaba estar fresco.

Verónica asintió con la cabeza y se revolvió en su asiento nerviosamente. Ese hombre la excitaba sobre manera, hasta tal punto que estaba dispuesta a todo, por tenerlo en su cama.