Cuando la contraté, no despertó en mí el deseo sexual que logró meses después.
Esto se debió a que entre tanta emoción de la oficina nueva, mi atención se centraba más a obtener grandes clientes para la firma.
Sin embargo, aquél día que la entrevisté para ser contratada, no dejé de admirar su cuerpo bien formado pero con unas libritas de más y su rostro angelical.
Por cinco meses la relación con ella fue profesional.
Pero eso no impidió a que admirara su belleza día a día.
Como una gran ayuda que fue para mí al inicio de la firma, la confianza fue creciendo poco a poco, hasta el punto de que la llamaba para que viera las fotos porno que me enviaba un amigo por Internet.
Un buen día, mientras discutíamos asuntos de la oficina, me daba cuenta que se le quedaba viendo al bulto que formaba mi polla en el pantalón.
Le hablaba, subía su mirada hacia mí y luego nuevamente la bajaba a la polla.
No quise decirle nada para no interrumpir el placer que posiblemente eso le despertaba a ella y yo no quería que dejara de verla.
Tan es así, que abrí mis piernas un poco más para que ella tuviera una mejor vista de lo que tanto deseaba.
Ese momento para mí fue el que hizo que no la viera más con ojos profesionales, y a que empezara a volarme la paja sólo en recordar ese momento y a imaginarme el deseo y los jugos que posiblemente segregó en su vagina.
Nada lento, a los días siguientes empecé a crear un ambiente de confianza entre los dos, más del que teníamos.
Comencé por darle masajes en la espalda, a hacerle cosquillas en la cintura pero a la vez tratando de tocar aquellas grandes tetas.
Ella respondía a estos juegos sexuales de manera complaciente, le gustaba, nunca se negaba a seguir la corriente de ellos.
Para mi sorpresa, meses más tarde Andrea ingresó al gimnasio, poniéndose más buena de lo que estaba.
Se miraba que centraba todo el esfuerzo del gym en los glúteos, pecho, pierna… bueno, prácticamente en todo su cuerpo.
Un martes, aun lo recuerdo con gusto, después de almuerzo me fui a hablar al cubículo con ella, y como siempre, fijaba su mirada en mi polla, pero esta vez miraba la lujuria emanar de aquellos ojos café. De repente me dijo:
-«Que bonita su camisa, Licenciado». A lo que respondí con un gracias y que si le gustaba, que me la podía pedir prestada. Respondiéndome ella inmediatamente:
-«Préstemela ahorita».
Yo, siguiendo un juego sexual, le dije:
-«Si la quieres, quítamela».
Para mi sorpresa, esa mujer escultural se levanta de su silla y me agarra la camisa y me la tira fuera de los pantalones con tremenda fuerza, aprovechando a desabotonarme la camisa con un tirón de sus manos.
Se pone en cuclillas y comienza a desabotonarme el pantalón. Mi corazón latía más fuerte cada vez.
Al ir desabrochándome el pantalón, su mirada estaba clavada en los ojos como diciéndome «ahora si te voy a hacer mierda tu polla con placer y lujuria».
Me bajó los pantalones y se le quedó viendo a mi polla, cuando salió un gesto de satisfacción de su boca junto con un suspiro, diciéndome: «-Así me la había imaginado…». Esa frase me puso a mil y pude ver mi verga irse levantando poco a poco frente a su cara, mientras yo imaginaba la gran chupada que me iba a dar Andrea en la polla.
Al instante, oímos hablar a mis socios cerca, y con tremenda rapidez me subí los pantalones y me arreglé como si nada hubiese pasado.
Les he de decir que para mí tristeza, ese martes terminó de esa manera, pues hubo reunión de socios y terminamos tarde. Andrea ya se había marchado.
Me quedé con tremenda calentura, que lo único que hice fue no esperarme a llegar a casa y entré al baño de mi despacho, lugar en el que me volé la paja como nunca, pensando en aquella cara que me deseaba, a mí y a mi pedazo de carne.
A pesar que me volé la paja de lo más increíble, estaba molesto porque el día siguiente era de feriado, no había que trabajar, por lo que definitivamente significaba volarme la paja martes y miércoles pensando en Andrea y en lo que me pudo haber hecho.
Llegó el jueves y para no hacer larga la historia, no pasó cosa alguna entre Andrea y yo, más que decirme que no había estado tranquila esos dos días por el momento que estuvimos compartiendo íntimamente.
Mejor no me lo hubiera dicho, porque eso me puso a mil y ya no aguanté ir al baño a volarme la paja, sino que en plena oficina lo hice, sólo cerrando la puerta con llave.
Pero el día viernes fue el que hasta la fecha no olvido, y que muy difícilmente será superado por otra mujer.
En la mañana, puse a Andrea a trabajar en un contrato de sociedad, estaba tan difícil hacerlo que mejor fui a su cubículo a ayudarla un poco. Halé una silla y me senté a su lado izquierdo. Les soy sincero, estaba tan centrado en ese contrato que lo menos que pensaba era de los días pasados con Andrea y las pajas que me había volado. Mientras yo le dictaba los datos, ella frente al ordenador iba escribiendo lo que le decía. De repente siento que su mano empieza a masajearme la polla. Me olvidé del contrato y de los clientes, y empecé a disfrutar del momento, con cierta timidez y miedo pues cualquiera nos podía pescar en pleno polvazo, pero al igual que el contrato y los clientes, mandé a la mierda la situación y me centré más en el trabajo que me hacía Andrea. De repente veo que se inclina hacia mi polla y comienza a bajarme la cremallera del pantalón. Sin que le cueste comienza a buscar la abertura de mi calzoncillo para toparse con mi verga que para ese entonces ya estaba más dura que el aspa que sostiene la bandera que tengo en mi despacho. Logra sacar del calzoncillo y pantalón mi verga y se la empieza a tragar junto con movimientos de arriba hacia abajo, ensalivándomela y lubricándomela con los jugos que emanaban de la misma. Se la sacaba de la boca y me la lamía como si fuera un helado. Con su típica mirada lujuriosa me dice: -«Ahora si me voy a vengar de que me dejaste caliente por tres días», a lo que por supuesto no me resistí. Seguía clavándose mi verga hasta el punto que le provocaba nauseas, pero se acostumbró tan rápido a ella que parecía como si le estuviera haciendo una endoscopia con mi polla.
Aun con temor a ser vistos en tal labor, le dije que era mejor si la esperaba en mi oficina para «un dictado». La otra, ni lenta ni perezosa, agarró un bolígrafo y su libreta de apuntes, siguiendo mi rápido andar pues estaba que ya explotaba. Así que entramos a la oficina, cerré con llave la puerta y corrí las persianas del ventanal. De repente siento un empujón por detrás que me tira hasta la pared. Andrea se había vuelto agresiva. O era su naturaleza o de verdad estaba como una perra en celo esperando a ser complacida.
Al quedar yo de cara a la pared, ella me tomó por detrás y empezó a tocarme el culo, a darme una especie de masaje. Luego buscó la hebilla de mi cincho y de un jalón me bajó el pantalón para quedarme nada más en calzoncillos. Le pregunte si no quería bajarme también el calzoncillo, a lo que ella respondió que no, pues le parecía más sexy dejar a su imaginación el paquetazo que tenía. Se encuclilló nuevamente y empezó a masajearme el culo metiendo sus manos dentro del calzoncillo. Con un movimiento de arriba hacia abajo tocaba cada parte de mis glúteos, y para descansar un poco de ese sube y baja me abría las nalgas. Estando así un buen rato, sus manos empezaron a juguetear en la parte de adelante. Sintió un poco de temor, pero un temor de ansiedad al tocarme por adelante, pues no me rasuro completamente la polla, así que empezó a jugar con mis vellos. En cada cambio de escenario, Andrea se entretenía por unos buenos minutos con cada parte, en el pecho, en mi culo, en mis piernas, etc., por donde quisiera y pudiera. Pues entre tanto masajeo, de repente me dice: -«¿Qué estás pensando?» A lo que contesté: «Pues estoy pensando en que lo que tú me estás haciendo es lo que yo te estaría haciendo.» Sin pensarlo dos veces, me dijo: «Pues hazlo, haz más cosas todavía». Esa frase me puso a mil, así que me puse detrás de ella y sobre la ropa empecé a recorrer con mis manos todo su cuerpo. Empecé dándole besos en el cuello mientras mis manos empezaban a deslizarse por sus hombros para llegar a sus tetas, que como dije, son hermosas y grandes. Luego mientras que con la mano izquierda me quedé masajeando sus tetas, con la mano derecha empecé a tocarle su sexo, siempre sobre la ropa. Recuerdo que ese día llevaba una minifalda que dejaba ver las exquisitas piernas que tiene. Ella gemía de placer, pero un gemido que sólo se quedaba en ese cuarto. De repente me dice: «Soy tu puta, cógeme» Pero yo no quería llegar rápido al final, no quería sólo tener sexo y llegar al orgasmo. Quería que ella lo disfrutara, y por supuesto yo también. Así que me puse en cuclillas, siempre detrás de ella y empecé a masajear sus piernas ejercitadas. Eran duras, bien formadas y rasuradas. Empecé por los tobillos, por los gemelos, cuando llegaba al muslo ya no aguantaba a llegar a su sexo. De repente veo que corre un hilo de líquido por su pierna derecha. Era el manjar de su sexo que ha de haber estado demasiado húmedo. Definitivamente sin llegar a mucho tuvo su orgasmo. Seguí subiendo lentamente, besando poco a poco cada parte, hasta que me encontré con un hilo dental blanco que estaba prácticamente follándola por el culo. Ella, sin pensarlo, abrió sus piernas para facilitar que pudiera lamer tanto su ano como su chocha. Comencé a darle besos en el culo, a lamer fuertemente con mi lengua, y hasta me permití el morder las nalgas. Succionaba fuertemente sus glúteos. Haciendo a un lado ese hilo dental que estaba violándola, ya empecé a mamarle la vagina como si se tratara de un helado. Prefería no ver lo que tenía enfrente, todo lo dejaba a la imaginación. Con mi lengua iba buscando su clítoris, hasta que lo encontré. Ella entre suspiros y gemidos me dijo: «Come mi sexo», a lo que como su esclavo obedecí y empecé a morder el sexo y a prensar con mis labios su clítoris. Decidí abrir los ojos y vi que su sexo era rosado y estaba jugosísimo. Me excitó tanto que empecé a penetrarla con mi lengua, la puse lo más duro que podía y como si se tratara de mi verga, mi lengua comenzó a penetrarla, ella disfrutaba cada momento. Cómo se quejaba mi putita, la estaba haciendo disfrutar como nadie en su vida lo hizo, hace y hará. Ella empezó con espasmos, como que ya tenía el chorro de su semen en la punta de su sexo, ya era hora de que mi leona tuviera su orgasmo, por lo que la ayudé a que lo alcanzara metiendo toda mi boca en su sexo. Se corrió en mi boca, probé su exquisito manjar. Ella se quedó un poco quieta y se dio la vuelta. Poniéndose de cuclillas, bajó hasta mi polla, prácticamente me arrancó el calzoncillo y comenzó a trabajar con su boca y mi verga. He de decirles que no estoy circuncidado, es una gran ventaja, pues al no estar la verga expuesta al roce directo con la ropa, hace que cuando estés teniendo relaciones se sienta de maravilla. Así que mi Andreita comenzó a darle besitos tiernos a mi verga. Como si mis huevos fueran dos bolas de helado, hizo mi verga para arriba y comenzó a chuparlos y succionarlos, primero el izquierdo, de allí el derecho, y como si su boca fuera de hule, se metió los dos y jugó con ellos un buen tiempo mientras masajeaba mi verga con un movimiento como si me estuviera volando la paja. Al terminar de mamar mis testículos, puso mi verga frente a ella y yo ya estaba por correrme, así que se lo advertía a lo que ella suplicante me pidió que aún no quería que me corriera. A lo que con muchísimo esfuerzo logré contener. Como les dije que no estoy circuncidado, ella empezó con un masaje lento a tirar del prepucio hacia adentro, para que quedara el glande expuesto al aire libre. Fue fácil pues con su saliva y mis primeros líquidos seminales hacía que el prepucio se hiciera hacia atrás sin problema alguno. Quedó expuesto mi glande al aire y empezó la mamada más grande que ella o cualquier otra me hubiera podido dar. Se tragaba mi verga, desaparecía dentro de ella. Le advertí que se la sacara de la boca porque ya estaba a punto de explotar, a lo que ella con una simple mirada me quiso dar a entender que lo que quería era tener mi leche dentro de su boca. Así que me corrí dentro de ella. Parecía como si se tratara de un chorro, no dejaba de bombear mi líquido blanco-amarillento dentro de ella, no podía creerlo, era incontenible aquella pajeada dentro de ella, ni yo lo creía. De un solo golpe, se tragó mi semen. Yo débil, me dejé caer a la alfombra de mi despacho, y junto a mí, Andrea se acostó. Sin mediar palabra, nos quedamos dándonos caricias el uno al otro.
Estando yo boca arriba, ella empezó a limpiar mi verga con su lengua, dejándola libre de todo resto de semen y pegando una succionada tremenda me ha de haber dejado limpia la polla por todo el conducto seminal. Con suavidad, ella nuevamente empezó a darme un tremendo sexo oral. «Eres incontenible, verdad putita» le dije. Ella me dijo: «Te jodiste cabrón conmigo, seré tu puta por siempre». Sus palabras obscenas me ponían a mil, así que vi cómo mi verga nuevamente se ponía más dura que el tronco de un roble. Cuando Andrea hubo calculado que mi polla estaba al 100\%, se levanta de mí y se pone de cuatro, dejando frente a mi vista su agujerito oscuro y su sexo ya con su líquido, y diciéndome: «Reviéntame hijo de puta, partirme el culo por la mitad». Sin pensarlo, me fui a gatas hasta ella y con un jalón brutal la llevé hacia mí. Nuevamente haciendo uso de mi lengua, empecé a mamarle el ano. Tenía un sabor exquisito, a perfume. Estaba limpio, nunca me imaginé que un ano podía oler tan bien y verse tan limpio como el de ella. Ella sin hacer esfuerzo, dejaba que mi lengua la fuera penetrando poco a poco por atrás. «Espérame» dijo Andrea, a lo que yo extrañado vi que se levantaba y se iba a recostar sobre mi escritorio. «Cógeme cerote» me dijo. Con pasos agigantados me fui sobre ella. Agarré mi verga y con la punta empecé a frotarle su sexo mojado, pues había tenido otro orgasmo mientras le mamaba su agujero negro. Humedeciendo con sus propios líquidos su ano, empecé a hacer un movimiento de cadera, a lo que ella respondió inmediatamente, pues quería definitivamente tenerme dentro. No quería penetrarla inmediatamente, pues me di cuenta que era virgen por atrás. Eso me excitó aún más porque me dije que era el primer hijo de puta que se la agarraba por el culo. Así que poco a poco fui dilatando su ano, hasta que me cercioré que tenía un diámetro adecuado para ser penetrada, de un solo golpe se la metí toda. Ella con tremendo grito comenzó a balancearse hacia atrás y hacia delante, suavemente. Como si de las riendas de una yegua se tratara, la agarré de su pelo haciendo su cabeza hacia atrás. Eso parecía excitarle también. Con una mano sobre su culo, comencé a darle de nalgadas. Ella lo disfrutaba. «Más hijo de puta, más… me he portado mal. He sido una hija de puta. Castígame… castígame hijo de puta» repetía Andrea. Con la mano que le estaba dando de nalgadas, la llevé hacia el frente de ella para empezar a masturbarla. Con la otra mano le masajeaba las tetas y de vez en cuando le metía los dedos dentro de la boca. Así que con mi mano sobándole el sexo, comencé a meterle un dedo, luego otro. Parecía una masa su sexo pues fácilmente se tragaba los dedos que le metía.
Para ver cómo iba mi trabajo con su culo, le saqué la verga para ver ese orificio sin final. Estaba rojo, le había dado suficientemente duro. Ella suplicante, me pidió que se la volviera a meter y que me corriera dentro de su culo, pues quería sentir mi líquido por allí. Yo procurando correrme al mismo tiempo que ella, fui calculando cada momento de aquella penetración anal que le hacía. Una cosa que me excito en gran manera fue que mientras nos movíamos al mismo ritmo, ella se llenaba de gases en su estómago y dejaba escapar unos pedos. Eso me ponía a mil. Después de tanto jalonear con su culo, ella me advirtió que ya estaba por correrse, a lo que desesperadamente yo apresuré el paso para corrernos al mismo tiempo. Y así fue, al mismo tiempo que yo sentía sus jugos deslizarse por mis dedos que tenía dentro de su chocha, yo me corría dentro de su culo, dejando escapar mi líquido como si de una presa de agua se tratara.
Sudados los dos, nos fuimos a acostar al sofá de mi despacho y allí nos quedamos rendidos.
Como les dije al principio, nadie ha podido superar aquel día que pasé junto con mi putita en intimidad. Muy difícilmente será superada.
Ahora Andrea ya no está en mi despacho, pues está con otro colega. Sin embargo la comunicación con ella continúa sólo que por teléfono, y lo que es mejor, teniendo sexo por ese medio de comunicación. Pero esa es otra historia que les contaré.