Capítulo 11
- Una mansión que acoge infinidad de orgías I
- Una mansión que acoge infinidad de orgías II
- Una mansión que acoge infinidad de orgías III
- Una mansión que acoge infinidad de orgías IV
- Una mansión que acoge infinidad de orgías V
- Una mansión que acoge infinidad de orgías VI
- Una mansión que acoge infinidad de orgías VII
- Una mansión que acoge infinidad de orgías VIII
- Una mansión que acoge infinidad de orgías IX
- Una mansión que acoge infinidad de orgías XII
- Una mansión que acoge infinidad de orgías X
- Una mansión que acoge infinidad de orgías XI
Lucas se despide de Lourdes. Se encontrarán en casa. Mientras espera a su relevo, a Araceli (sí, la primera segurata con la que nos encontramos al comenzar esta serie), se pega una ducha.
Araceli aparece por el umbral de la puerta con su melena morena lacia y larga hasta cerca de la cintura, sus tacones de 15 cm que la ponen en el 1,88 m, y su vestidito corto rojo adornado con flores blancas.
No tuvo tiempo de cambiarse en casa y lo hará en la garita, cuando su compañero Lucas abandone el establecimiento.
Lucas sale de la ducha ya vestido. Al ver a su compañera suelta un:
–Vaya ninfa de los océanos estás hecha. Lo que daría por amarte apasionadamente en este momento.
–Tuviste tu oportunidad hace un mes y la perdiste. No me quisiste comer la panocha ensangrentada por mi menstruación (con lo mucho que sabes que me gusta), y se me enfrió el interés por ti. Ahora ando detrás de Jorge. Cuando llegue mañana para hacerme el relevo, a ver si me lo calzo.
–¿Tienes en este momento la regla?
–No. ¿Por qué lo preguntas?
–Porque estaría dispuesto a comerte el chumino ahora y enmendar mi error de antaño.
–Aunque tuviera la regla ya es tarde. Tu momento ya se fue. Yo soy así de caprichosa. Enseguida me desintereso de un candidato. A esta diosa no la vas a catar nunca. Vete con tu loca rompe-pelotas y que te aproveche. Prefieres que te revienten los huevos a puñetazos y patadas a saborear un coño ensangrentado. Tú sabrás. Que Lourdes te haga feliz.
–¿Y si me ofrezco para lamerte el culo? Me trago todo lo que tengas pegado en la raja del trasero.
–No insistas. Ni comiéndote mis vómitos te admitiría como amante. Jorge es mi amor platónico en estos momentos y espero que mañana se cumplan mis deseos. Me lo tiraré como si fuera mi último día de vida. Me comportaré como un putón verbenero con mi macho alfa Jorge. Tú confórmate con pelártela a nuestra salud.
–No creo que Jorge acceda a acostarse contigo. Está muy enamorado de su recién esposa. Él prefiere a chicas decentes y no a putas baratas como tú.
–Tan barata no seré porque contigo no me pienso acostar. No acostumbro a follar con medio hombres, sólo con machos de verdad. Y vete ya, cornudo, que Lourdes te los pone pero bien.
Lucas salió de la garita con un fuerte ataque de celos. No soportaba la idea de que Araceli se follara a Jorge al día siguiente. Quería creer que era una simple estratagema para darle celos, pero que en realidad no pasaría nada. Ideó el aparecer de repente a la mañana siguiente de improviso, para comprobar por sí mismo si realmente Araceli y Jorge llegarían a acostarse.
Araceli se acomodó en su asiento y puso el monitor n.º 43. En aquella habitación se alojan cuatro lesbianas muy sexys, parecen top models. Son altas, delgadas, con unos rostros sin mácula (con pómulos bien perfilados). Sus pechos, espalda, cintura, nalgas, muslos, pantorrillas y pies parecen esculpidos por el mismísimo Miguel Ángel. Las cuatro llevan melena larga. Dos son morenas, una rubia y la otra pelirroja. Sus cabellos son lacios excepto en una de las morenas, que lo tiene encaracolado. Esta parece llevar la voz cantante.
A la pelirroja le tocó hacer el papel de esclava, de sumisa servicial. Sus compañeras se ensañan con ella. Le escupen en la boca unos considerables gargajos verdosos, le mean en la cara, le mandan que les lama sus respectivos traseros con sus rajas sucias. Caminan descalzas por la habitación y por el pasillo del segundo piso de la mansión y luego obligan a la esclava a lamerles las plantas de los pies y sus diez deditos. Algunos hombres, conociendo lo que ocurre en esa habitación, vacían sus condones cerca de la puerta de la habitación 43 (a modo de improvisado felpudo blanquecino y viscoso). Las chicas chapotean un buen rato en este prominente charco de esperma y luego se dirigen hacia su pelirroja esclava para que les chupe y sorba los restos seminales que llevan incrustados en sus pies, hasta dejárselos bien limpitos.
Araceli está decidida a llamar a esa habitación, para que, cuando acaben su sesión de humillación suave y hayan obtenido sus tres orgasmos cada una, le manden a la garita de control a aquella puta tan sumisa. Araceli esta vez no tiene la regla, lástima, le encantaría que aquella golfa tan guarra, tuviera el honor de tragarse sus restos menstruales.
La esclava, ya casi al final de la sesión, se tumba boca arriba en el suelo (sobre una colchoneta). Las compañeras se van turnando para ponerse en cuclillas sobre su cara y aplastarle bien fuerte el chocho en su nariz y boca. Se corren soltando unos buenos squirts. La pelirroja se lo bebe todo y se relame. Esta no pierde el tiempo y también se masturba llegando a un orgasmo tan intenso y salvaje , que llega a decir un “Poneos unos arneses con buenas pollas y folladme duro, sin piedad, como a una zorra de veinte pavos”.
Esta sugerencia le dio una idea a la morena de pelo encaracolado, que es la mandamás del grupo.
Las chicas cogieron de un armario unos arneses y les colocaron las pollas de látex más grandes y gordas que encontraron en los cajones. Se dirigieron a la esclava y la mandamás dijo:
–Vamos a practicar un buen sándwich con esta puta. La vamos a dejar bien saciada de polla… por lo menos por un día. Mañana habrá que volver a follarla duro. Es una perra que demanda mucho sexo.
La rubia se tumba en el suelo. La esclava se sube a ella y se incrusta en el coño la polla de la compañera. La Ama se acerca por detrás y le endosa, por el culo, en cinco estocadas (sin vaselina ni saliva), todo el pollón que se había colocado en el arnés.
–Rocío, métele tu polla en la boca a esta furcia, para que no chille tanto, que es muy escandalosa y exagerada esta puerca –le sugiere la mandamás a la otra morena, la de pelo lacio.
Se trajinan en esta pose a su pelirroja sometida durante veinte minutos. Después la esclava se da la vuelta, se clava esta vez en el culo la polla de la rubia mientras la Ama le zumba fuerte el chumino. La morena de pelo lacio, siguiendo las indicaciones de la mandamás, le practica un buen Garganta Profunda a la dominada.
Se pasan, en esta pose, otros veinte minutos follándose a esta guarra sometida. La pelirroja enlaza orgasmo con orgasmo, llegó a alcanzar siete orgasmos seguidos. Fue un récord para ella.
Las compañeras se pusieron tan cachondas que volvieron a la pose del inicio: la esclava tumbada en el suelo y ellas, turnándose a la hora de aplastar sus respectivos chochos en la cara de la pelirroja, buscando un segundo y tercer orgasmo.
La esclava no se saciaba de tragar squirt tras squirt. Cuando terminaron, a la pelirroja le pasaron el recado de que fuera a la garita, que Araceli le iba a dar su ración de chumino y culo.
Araceli mientras espera la llegada de la golfa servicial, cambia al monitor 42, que corresponde a la habitación contigua.
Allí había un grupo de cinco hombres, de entre 25 y 50 años. Todos muy masculinos y musculosos. Primero hicieron un trenecito (cogiéndose fuerte por las caderas y perforándose sus culos con saña), y luego montaron un castillo de cuatro pisos mientras el quinto hombre, colocándose enfrente, hacía de mamporrero e iba comiendo pollas y ojetes a su capricho.
Cuando decidieron correrse, uno de ellos adopta el papel de tragaesperma colocándose de rodillas en el centro de la habitación rodeado de sus cuatro compañeros. Después de chupar polla tras polla (dejando aquellos cuatro rabos bien ensalivados), le descargan tal cantidad de semen, que la cara le queda irreconocible a aquel pedazo de maricón.
Araceli escucha unos toques en su puerta, la abre y allí está su puta barata ofreciendo sus servicios de esclava a su nueva ama.
–Si no quieres que te mande junto a esos guarros para que le sorbas todo el esperma a ese asqueroso chapero, el cual ya ves, lo tiene esparcido por toda la cara, vas a tener que hacer todo lo que yo te diga –le suelta Araceli a su nueva esclava.
–Sí, mi ama –dice la chica, escuetamente.
–Pues vente, que me tienes que chupar unas ampollas que me han salido en los pies por hacer senderismo durante cinco horas. Mordisquea esas bolsas y bébete todo el líquido que suelten. Tengo cuatro o cinco ampollas en cada pie. Tienes trabajo, ¡cacho puta!
Araceli se sienta en un sofá y su sierva la descalza. Se agacha y lame las plantas de los pies de su Ama. Acerca su boca a una de las ampollas, la muerde ligeramente, y sorbe todo el líquido que suelta. Araceli suelta unas carcajadas y masculla “Eres muy guarra y asquerosa. Serás una buena puta”.
Mientras la sierva le lava los pies con su lengua y sorbe el contenido del resto de las ampollas, Araceli coge el mando a distancia y marca el monitor -13 (que se corresponde con la habitación -13, en el sótano). Allí, una dómina con un strapon fijado a la cintura le pega unos buenos caderazos a un maricón. La polla de látex que la hembra posee es enorme. El hombre está a cuatro patas y la mistress o madame le penetra el ojete con ímpetu desmedido. La mujer se ríe a mandíbula abierta cada vez que el hombre suplica que baje el ritmo.
Araceli también se carcajea viendo el espectáculo y suelta:
–Se me acumula el trabajo. Hay tantas mujeres y hombres sumisos y dóciles dispuestos a ser sometidos y humillados por machos y hembras dominantes y con carácter, que no doy abasto.
Cuando Araceli constata que su sierva le ha dejado los pies como los chorros del oro y sin rastro de ampollas, la deja ir. No sin antes escupirle en la cara tres buenos salivazos.
Eran ya las seis de la madrugada. Jorge, su relevo, llegará a las ocho. Araceli decide pegarse una ducha y arreglarse un poco. De este día no se le escapa. Por muy enamorado que esté de su reciente esposa, Araceli tiene mucho orgullo y no permitirá que esa presa se le escurra de las manos.
Mañana será otro día.