Capítulo 5

V

Cuando abrió los ojos esa mañana, en lo primero que pensó fue en qué consistirían las propuestas que el Gurú le indicaría hacer, ya que ella le había contestado que estaba dispuesta a continuar el “juego” hasta que se sintiera la más libre, la más zarpada, la más sensual, seductora, calentona, putona de las mujeres, venciendo de esa manera esa educación pacata, represiva que había recibido en su infancia y adolescencia.

Casi temblorosa conectó su notebook y rápidamente busco el correo deseado. En el mismo el Gurú le planteaba la primera “tarea” a realizar esa semana. Debía concurrir una tarde al cine que se le indicaba (que era uno de esos donde pasan en continuado, películas pornográficas para adultos), con pollera, y sin ninguna prenda interior. Permanecer allí durante dos horas en una de las últimas filas, al centro. Luego tendría que enviarla al Gurú un mail relatándole con lujo de detalles todo lo ocurrido y sentido.

Rio nerviosa y caliente, pensando ya que día y que ropa usaría. Ese día tuvo que masturbarse dos veces porque se sentía sumamente morbosa. Decidió que al día siguiente cumpliría con la tarea.

Esa tarde del martes salió de su casa con una minifalda infernal, botas, y un look que parecía que dijera: -¡vengan, cójanme, que estoy en celo!!. Llegó al cine, sacó el ticket mientras sentía que el empleado la comía con los ojos y se sonrió pensando que el objetivo se estaba cumpliendo al pie de la letra.

Entró a la sala con agitación, excitación anticipando lo que podría llegar a sucederle. Se sentó en la cuarta fila comenzando desde el fondo y bien al centro como se le había indicado. En la pantalla se mostraban escenas de una orgía infernal, de todos contra todos, y también el sonido de los suspiros y gemidos, rápidamente la hicieron lubricar. Al sentarse su minifalda se levantó más de la cuenta, cosa que ella no atinó a bajarla.

Fijó su vista en la pantalla y notó en pocos minutos, que empezaron a moverse alrededor de ella, algunas siluetas que no distinguió bien dada la oscuridad de la sala. Pero lo que sí notó enseguida, era que estaba rodeada por esas siluetas que ahora empezaba a ver con más claridad: se trataba de varios hombres, de diferentes edades que se habían acomodado al lado de ella.

En términos de segundos comenzó a sentir que muchas manos se desplazaban por todo su cuerpo y realizaban caricias y tocamientos, manoseos, apretones, sobeteos, pellizcos en sus pezones, masajes por sus partes más sensibles. Creyó que iba explotar de calentura lo que toda esa faena le producía. Estaba empapada y deseaba que todo se acrecentara.

Casi sin darse cuenta la habían levantado y acostado a lo largo sobre las piernas de cuatro hombres, donde cada uno le dedicaba un increíble morreo en cada porción de su cuerpo que le correspondía.

Por supuesto que ya le habían sacado las dos únicas prendas que llevaba. Besaban chupaban, mordían, lamían, varios dedos penetraban su vagina, su ano, mientras sentía labios diferentes que se turnaban para mamar su clítoris. La sensación por la que estaba atravesando Eva era indescriptible: nunca, pero nunca en su vida, pensó que podría llegar a un grado de goce tan inmenso, a una excitación tal que sentía que estaba en otra dimensión.

Poco a poco varios penes se acercaron a su cara, a los que ella engullía, acariciaba, pajeaba como poseída por una extraña agitación que la predisponía para todo lo que allí estaba sucediendo. Sintió que la penetraban penes de diferentes grosores y tamaños, y también comenzó a sentir el fluido de semen que salpicaba su cara y sus senos. Los orgasmos que tuvo fueron incontables, como en continuo, no paraban de sucederle, dado a la maratón que fue  asediada.

Durante dos horas (se dio cuenta del tiempo transcurrido al salir) cinco o seis hombres (nunca supo el número exacto) hicieron de ella y con ella, todo lo que nunca hubiera imaginado  posible en materia de sexo.

Llegó a su casa rendida, un tanto confundida, pero con un grado de relajación que jamás había sentido. Le alivió que todavía su familia no había regresado. Se preparó u baño de inmersión y ya acostada en la bañera, repasó todos y cada uno de hechos, de lo que nunca pensó que podría ser capaz,  de las sensaciones vividas, del goce alcanzado, de lo inmensurable que podía ser el placer sexual cuando se cruzan todo los límites que nuestra represión establece.

Esa noche escribió el mail más explícito y detallado que pudo. Al hacerlo, se calentó, se mojó, se masturbo y volvió a revivir, aunque de otra manera, toda esa experiencia que, sin  dudas, marcaría en su vida un antes y después.

Y a vos ¿te gustaría cruzar algún límite? ¿Qué fantasías tenes al respecto? Contarme alguna que guruayudador@gmail.com sabrá escuchar y comprender. Y eso hará que te sientas con más libertad en relación al sexo.

Continúa la serie