La tarde comenzó como cualquier otra, y mi mamá me dejó una montaña de revistas que necesitaba para una actividad del colegio. Ya era mi último año, y a pesar de tener 18, mandaban a hacer estas actividades arcaicas.
Lo que menos me interesaba en ese momento era sentarme a revisar publicaciones de revistas de la farándula, pero necesitaba sacar recortes de personas para aprender a dibujar sus proporciones, para la clase de dibujo.
Debía buscarlas en distintas posiciones, con distintas prendas de vestir, mirando hacia distintos lados, con distintos cortes de pelos, facciones del rostro, distintas edades, etc.
Simplemente quería terminar rápido e irme a jugar a la play. Así que me puse a hojearlas, hasta que una foto se me cruzó y, de repente, todo cambió.
Abrí la revista y ahí estaba: una mujer embarazada, con las tetas descubiertas.
La imagen era supuestamente informativa, pero en ese momento un cosquilleo me bajó a la entrepierna.
Es válido aclarar algo:
Hasta ese momento, mi aproximación más grande al mundo sexual fue mi encuentro con mi vecinita, donde le había mostrado mi diminuta pija.
No sabía ni siquiera lo que era hacerme la paja. Hasta este día.
Me quedé un rato mirándola, mis ojos recorriendo cada detalle:
Era una mujer de pelo castaño, tez morocha pero clara, y tenía dos tremendas señoras tetas:
Las areolas bien grandes, y unos pezones perfectos: ambos sobresalidos lo justo. Bien marrón oscuro.
Por alguna razón, sentí que no podía despegarme de esa página, era según recuerdo la primera vez que veía unas tetas.
Esta full hipnotizado… Hasta que escuché unos pasos. Cerré la revista de golpe justo cuando mi mamá entraba.
—¿Todo bien? —me preguntó, sin notar nada raro.
—Sí, sí, todo perfecto —respondí, sintiendo el corazón latir a mil por hora. Ella se fue y cerró la puerta nuevamente.
Esperé a que estuviera lejos, y, sin pensarlo dos veces, volví a abrir la revista.
Tenía que verla de nuevo.
Me atrapaba.
Corrijo: me atrapaban*.
Más la miraba, más cosquillas en la pija sentía.
Ese mismo día no pasó nada más. La guardé eso sí, abajo del colchón. Escondida del resto.
Desde ese día, cada vez que estaba solo en mi habitación, sacaba la revista.
La curiosidad pasó a otra cosa cuando empecé a desear e imaginar tocar esas tetas con mis manos. Una con cada una.
Me imaginaba poniendo mi cara y apoyándola en medio, y obvio, chupando cada pezón hasta que queden bien hinchados de tanta succión.
Así, entre pensamiento y pensamiento, un día me vi refregando mi mano encima de mi pantalón.
Uf.
Se sentía riquísimo, pero a la vez quería más. Era insuficiente.
Lo hacía cada vez más fuerte y rápido.
Se me ocurrió bajarme el pantalón y refregar sobre el calzoncillo.
Así lo hice por varios minutos hasta que probé, torpemente, agarrar por encima del calzoncillo con mi mano derecha, y apretar, repitiendo movimientos de arriba hacia abajo y de un lado a otro.
En menos de un minuto, un cosquilleo me PARALIZÓ.
Sentí ganas de orinar, y me asusté pensando que me hacía encima. Me levanté corriendo al baño pero me sorprendí al ver que no hubo ningún chorro de pis.
Eso sí: había una gota saliendo de la punta de mi pijita: era un líquido transparente pero viscoso.
Me di cuenta, también, que la sensación de cosquilleo de mi pija, se había ido y la adrenalina e interés por la foto comenzaban a bajar.
Así, señoras y señoras, fue mi primera paja (sin aún saber que lo era).