Me deje dominar… y ¡disfrute!
Lo conocí, ¿realmente lo conocí?, bueno no importa.
Todo empezó con una de esas decisiones impulsivas que tantas veces cambian nuestras vidas, estaba en una cafetería cercana a mi trabajo, ese día me había demorado, por trabajo, y me había tocado desayunar sola, sin mis compañeros que ya habían regresado a la oficina.
El lugar estaba más lleno de lo habitual, seguramente por la hora, mientras desayunaba intentaba leer el periódico entre el bullicio del lugar, lo de siempre, atentados, guerras,…., cuando alguien amablemente me pregunto
Disculpa, está todo lleno, ¿te importa si me siento contigo para tomar un café?
En una ciudad tan grande como es esta, donde que te salude el vecino es un éxito después de varios años, el que alguien te pida irrumpir en la intimidad de tu mesa me rompió los esquemas, estaba a punto de decir que lo sentía que estaba esperando a más gente, cuando al mirarle simplemente salió de mi garganta un
Por supuesto, además estoy casi terminando.
Muchas gracias, – me respondió – llevo un rato a la «caza» de un hueco y esta imposible.
Pidió su café y una tostada, por alguna razón no me atrevía a mirar su rostro y me limitaba a mirar sus manos, de reojo, mientras intentaba parecer muy interesada en el editorial del periódico.
No soy fea, tampoco os imaginéis que soy una musa, mido como un metro setenta con tacones llego sin dificultad al metro setenta y cinco, una altura muy aceptable para la gente de mi generación, tengo el pelo castaño oscuro y unos ojos azules que le encantan a todos los que me conocen, estoy casada, nadie es perfecto, pero no lo llevo mal, no estoy a punto de divorciarme ni nada por el estilo.
No penséis mal, pero lo que os acabo de contar era lo que pasaba por mi cabeza en esos momentos.
No estoy delgada, pero tampoco soy una «bolita» y tengo unos senos que a más de uno le han hecho volver la cabeza y cuando llevo blusas abiertas he pillado a algún que otro compañero tratando de ver más allá del sujetador.
¿Vienes mucho a esta cafetería?
La pregunta me llego de improviso, no esperaba escuchar nada de sus labios, suponía que terminaría de desayunar y con un cortes, adiós, se marcharía.
¿Perdón? – dije en un intento de ganar tiempo y ordenar las ideas –
Preguntaba si vienes mucho a esta cafetería.
Si, normalmente desayuno todos los días a aquí, ¿y tú?
En alguna ocasión.
Nuevamente el silencio, el silencio entre el bullicio de la cafetería, no se me ocurría nada inteligente que decir y preferí callar.
Ahora no lo podía evitar sus ojos estaban clavados en mis ojos, su rostro a la vez duro y suave, su forma de mover las manos mientras hablaba parecía querer decir más que su boca.
Yo había terminado de desayunar e intentaba llamar la atención del camarero, pero Manolo, como siempre, parecía mirar siempre al otro lado del local.
Simplemente miro, levanto la mano y Manolo se acercó rápidamente.
Me trae la cuenta, la de la señorita también.
Dirigió su mirada hacia mí
Si me lo permites.
Señora, y si te lo permito – por alguna estúpida razón me salió lo de «señora» –
Muchas gracias – una sonrisa afloro a sus labios, su cara pareció iluminarse y sus ojos grises centellearon –
Manolo ya estaba junto a la mesa con la nota de papel manchada de grasa de churros, tostadas y demás alimentos.
Pago rápidamente, y se dispuso a levantarse, por alguna razón yo empecé a recoger mis cosas lo más rápido que pude, bolso, gafas de sol, periódico,….
Es más alto que yo, parece que está en forma, un poco de barriguita, pero quien no tiene un poco, su traje está perfecto, con esas arrugas en la ingle,…, no sé por qué miro la ingle. Pensé.
Disculpa no te he preguntado si querías tomar algo más, he dado por sentado que habías terminado.
No, sí, quiero decir que ya había terminado, muchas gracias por la invitación, no tenías…
Permíteme que te invite a otro café, ¿si tienes tiempo?
Bueno, no… tengo que regresar…, bueno, si es rápido.
Caminamos un par de manzanas hasta un hotel cercano que tiene una cafetería de lo más simpática y acogedora.
Hablamos durante unos minutos mientras tomábamos un magnifico café, negro, puro y con ese amargor que hace revivir a los muertos.
De repente fuera de conversación lo dijo.
Acompáñame a una habitación.
¿Cómo?
No dijo más, simplemente se levantó, tendió su mano, mano a la que yo me agarre sin más
Caminamos hasta la recepción, todo fue muy rápido como en una película que pasa a doble velocidad.
El número de la habitación estaba, en números de latón, en la puerta, 745…, 745…, 745… Abrió la puerta y me cedió el paso.
Corrió las cortinas, encendió la lámpara de las mesillas y se sentó en una de las butacas de la habitación, mientras yo permanecía como congelada en el centro de la habitación, mirando con cara de «no soy yo» a todos lados.
Escuche su voz como si viniera del fondo de mi cerebro.
Desnúdate.
No sé qué piensas, pero…
Comencé a decir mientras dejaba el bolso junto a la televisión y comenzaba a quitarme la chaqueta.
No pienso nada, simplemente te pido que te desnudes.
No me llegaban las palabras a la boca, mi cerebro me decía ¡sal corriendo!, mis piernas no obedecían, y mis manos ya estaban desabrochando la camisa.
En un momento estaba mi camisa, mi sujetador, el pantalón a juego con la chaqueta y las bragas en el suelo, las medias cortas estaban aún en mis pies.
Del todo…. – un silencio que me pareció eterno – , por favor
Me agache a quitarme las medias y sentí como mis senos quedaban colgando, como oscilaban con mis torpes movimientos a la pata coja.
Nuevamente, ahora si totalmente desnuda, me quede quieta en el centro de la habitación. Él me contemplaba sentado en su butaca, una de esas sillas con brazos que hay en casi todos los hoteles.
¿Hasta dónde? – pronuncio esas dos palabras, esa pregunta, como quien pronuncia una orden –
¿Perdón? – nuevamente queriendo ganar tiempo –
Que hasta dónde quieres llegar.
No me hagas daño, por favor. – fue más una súplica que una petición –
Ven aquí
Camine los tres pasos que me separaban de donde él se encontraba.
Arrodíllate
Me arrodille, quedando frente a él
Un poco más cerca.
Arrastre las rodillas por la alfombra hasta quedar entre sus piernas separadas.
Hazlo
No penséis que esto es algo de hipnotismo, alguna facultad paranormal o que se trata de alguien con poderes sobrenaturales , yo sabía perfectamente lo que estaba haciendo, y lo estaba ¿disfrutando?, no sé si disfrutando pero me sentía húmeda, muy húmeda y con un nivel de deseo como hacía tiempo que no sentía.
Sin preguntar que debía hacer comencé a bajar la cremallera de su pantalón y a sacar su polla, estaba medio dura, en esa pose que muchas de vosotras conocéis.
Agache mi cabeza y comencé a lamerla poco a poco, hasta que creció y trasformo en una preciosa polla, grande, dura, consistente.
Métela en la boca, toda, hasta el fondo.
Le he mamado en múltiples ocasiones la polla a mi marido, a él como a todos los hombres, yo creo, le gusta que se la chupen, nunca me ha gustado que eyaculen en mi boca y las pocas veces que lo ha hecho he tenido que salir corriendo a escupirlo todo. ¿Querrá hacerlo en mi boca?, no, no quiero, si me lo pide le diré que no, pensaba mientras comenzaba a introducir su sexo en mi boca y a subir y bajar la cabeza rítmicamente, mientras se la sujetaba con mi mano derecha.
Pon tus manos en la espalda.
Solté su polla como si me hubiera dado calambre, enlace las manos en mi espalda mientras seguía bajando y subiendo la cabeza,… durante unos largos minutos, el seguía con las manos sobre los reposabrazos de la butaca, según veía de reojo, mientras yo seguía con mi tarea.
Métela toda, no dejes nada fuera.
Me detuve por un momento mientras mi cerebro intentaba «digerir» sus últimas palabras. No podía, es imposible, me haría vomitar, debía faltarme como tres dedos y ya la notaba chocar contra mi garganta, no, no estaba dispuesta…
Mi cabeza lentamente comenzó a bajar, más y más, hasta que nariz choco contra la tela del pantalón, sentía como entraba en mi garganta, como la llenaba, me faltaba la respiración, pero sin embargo continúe bajando la cabeza con mis manos entre lazadas a la espalda, hasta quedar «empalada» por su sexo.
Pasaron unos eternos segundos cuando note su semen espeso, caliente, estrellarse contra mi garganta.
No, no podía vomitaría, iba a vomitar, seguro que lo haría.
Con un gesto casi brusco retire mi cabeza, la lance para atrás hasta sacar su sexo completamente de mi boca.
En la boca quedaba una mezcla de saliva y semen, por un momento pensé en escupirla, en correr al cuarto de baño para deshacerme de aquellos líquidos que ocupaban mi boca.
Desde mi postura, arrodillada frente a él, con las manos enlazadas a la espalda lo mire, vi sus ojos, su gesto tranquilo, y… me trague el contenido de la boca, lo trague todo, como nunca pensé que podría hacerlo. Mi sexo estaba húmedo, deseando recibir ese sexo que había tenido en mi boca, que había mimando, que me había llenado.
Lentamente se levantó de la butaca, aun vestido con su traje y con la polla saliendo por la bragueta, se acercó a la cama y comenzó a desvestirse, tranquilo, sin prisa, dejando la ropa bien colocada en la silla que estaba junto a esta.
Yo seguía en la alfombra, desnuda, de rodillas, con las manos enlazadas a mi espalda, esperando, con mi sexo húmedo, con los ojos fijos en su figura,….
Por fin termino de desnudarse, se tumbó en la cama, con su polla medio flácida, y…
Ven aquí, túmbate a mi lado.
Lo esperaba, lo deseaba, lo temía,…
Lentamente me incorpore y me tumbe en la cama, a su lado, reposando mi cabeza en su pecho, sintiendo su respiración y su corazón. Su mano se posó en mi hombro, sentía pasar su brazo por mi espalda, con ese sentimiento de protección que necesitaba, que añoraba.
Paso el tiempo, casi me adormecí, mi sexo seguía húmedo, deseando que me penetrara, sentirle en mi interior, sentía ganas de acariciarme, como hacía muchos años que no lo sentía, desde niña casi.
Tome su sexo en mi mano y lentamente con suavidad comencé a acariciarlo, a «pajearle», su polla respondió poco a poco, poniéndose dura, tan dura como la había notado en mi boca, tan dura como la deseaba en mi sexo.
Arrodíllate en la cama.
No lo pensé, me puse en cuatro, como dicen, él se levantó y vino a ponerse tras de mí, con una mano en mi espalda me indico que quería que mi cabeza quedara sobre la cama, sus manos tomaron mis manos y las llevaron a mi espalda, mis manos se enlazaron ellas solas sin que ni siquiera tuviera que insinuarlo.
Sentí su polla en la entrada de mi sexo, entrar poco a poco, un poco más, cada vez más dentro cada vez más llena, empezó a salir y a entrar, una, dos, tres…. Perdí la cuenta mi cabeza cada vez más llena de placer, se sensaciones, me llego, me llego el placer, me inundo el placer, como nunca antes había sentido como deseaba sentir, como sabía que se podía sentir.
Su polla salió, salió de mí, por un momento sentí ganas de gritar de decirle que no se fuera que siguiera que aun podía sentir más, más,…
¡¿Qué hace?! no, por el culo no, nunca lo he hecho por el culo, ¡no!, me dolerá,
¡¡No!!, por favor, ¡No!- las palabras salieron por mi boca, pero no me moví, seguí en aquella posición en la que le ofrecía mi sexo, mi culo y mis palabras sonaron como una suplica y no como una orden.
Silencio, no hables,…
Su polla, húmeda con mi humedad, comenzó a entrar en mí. Sentí como se abría paso, como me penetraba, lentamente como ante su dureza mi ano se rendía y se hacía cada vez más y más ancho, más accesible.
Estaba dentro, totalmente dentro, su sexo me llenaba sentía un sabor en mi boca que nunca antes había sentido, su mano comenzaba a acariciar mi clítoris, y el placer mezclado con un cierto dolor me llenaba el cerebro, hasta que estalle, y él en mi sentí como me llenaba, como me saturaba.
Me deje caer, sobre la cama, sentí como se salía, como me quedaba vacía, tranquila, relajada,….
El resto fue rápido, la ducha, vestirnos, el ascensor, una despedida en la puerta del hotel y de regreso a la oficina, sintiendo como mis bragas se impregnaban de él, mientras se salía de mi ano, de mi sexo.
La mañana siguió, mis compañeros siguieron con sus bromas y yo, pensando en lo que había pasado sin saber claramente que es lo que había pasado.