Capítulo 1

Capítulos de la serie:
  • La cena de Navidad I

Cuando tenía 22 años empecé a trabajar como administrativo en una empresa de paquetes. Éramos como unos 25 empleados y el jefe de nuestra oficina estaba muy pero que muy bueno.

Era un hombre de edad media. Era muy guapo y con un cuerpazo de escándalo, modelado por el gimnasio. Siempre venía con traje a la oficina y he de decir que los trajes siempre han sido mi fetiche; sus pantalones le marcaban un culo redondo y duro, y el bulto que marcaba en la parte delantera era tan prominente que parecía como si estuviera empalmado constantemente.

Me daba mucho morbo mi jefe.

Me pajeaba casi todos los días pensando en él.

Cada día cuando llegaba a mi casa por la noche, cachondo después de todo el día compartiendo oficina con ese magnifico semental, me cogía la polla con la mano derecha y la movía con suaves movimientos de subida y bajada y con los ojos cerrados imaginándome cómo sería ser follado por ese dios griego.

Me gustaba correrme imaginando que mi mano era la boca de mi jefe y que eran sus labios carnosos los que me recorrían arriba y abajo la polla hasta que mi leche salía disparada.

Incluso compré un masturbador con la forma de una boca.

Soñaba con la polla de mi jefe. Deseaba metérmela en la boca, chuparla, lamer sus huevos y mi única fantasía era que se corriera dentro de mi boca.

Es por eso por lo que cuando en la comida de navidad de la empresa me tocó sentarme delante de él en la mesa no podía estar más contento.

Tenía delante de mí al objeto de mi deseo, de mis fantasías sexuales.

Pero también estaba lejos, muy lejos de mí. En los cuatro meses que llevaba en la empresa apenas me había dirigido la palabra más que 5 veces.

Pero la Navidad es un periodo mágico. Los sueños se hacen realidad y los deseos se cumplen.

Cuando la comida terminó todo el mundo se fue yendo poco a poco. Como mi jefe no se iba yo también aguanté y esperé hasta el final. Había bebido mucho vino y estaba muy cachondo.

Y llegó el momento que nos quedamos solos mi jefe y yo en la mesa. Y también solos en la sala en la que estábamos. Era el reservado del restaurante y los camareros solo entraban cuando los llamábamos.

Entonces mi jefe me dijo:

  1. He notado como me miras. No me has quitado ojo en toda la comida

Yo me puse muy nervioso, pero el vino contestó por mí y le dije:

  1. Es que estás muy guapo hoy, y me pones

Y entonces mi jefe se abrió la bragueta del pantalón y señaló con su cabeza hacia su entrepierna.

Yo no podía creerlo. No lo dudé ni un momento. Me agaché y me metí debajo de la mesa y gateé a cuatro patas hasta llegar a él.

Le acabé de desabrochar la bragueta y metí mi mano dentro. Su polla estaba tan dura como me imaginaba.

Por fin podía cumplir mi fantasía: chuparle la polla a mi jefe.

Saqué su miembro del pantalón y con un ansia desmedida me lo metí en la boca. Era tan grande como me lo había imaginado, y estaba tan duro como si fuera de cemento.

Con mi lengua recorrí el tronco de su nabo desde abajo hasta arriba. Chupé y chupé su fantástico glande mientras que metía la mano izquierda dentro de la bragueta y le agarré los testículos, sacándolos también fuera del pantalón.

Eran los huevos más grandes que había visto en mi vida. Estaban depilados y tan suaves que necesitaba chuparlos.

Agaché más la cabeza y pasé la lengua por uno de sus testículos y luego por el otro.

Succioné hasta meterme uno entero en la boca. Notaba como mi polla estaba a punto de reventar. Podría haberme corrido sin apenas tocarme.

No paré de chupar y succionar el dulce manjar que tenía en la boca. Aspiraba ligeramente para que no se me saliera el huevo de la boca mientras que al mismo tiempo lo acariciaba con mi lengua.

A mí me encanta que me chupen los huevos, y me di cuenta de que a mi jefe también, ya que le oía soltar pequeños gemidos de placer.

Estaba claro que seguíamos solos, porque nadie me interrumpió.

La comida oficial de empresa ya había terminado, y yo estaba teniendo mi propia comida de empresa. Le estaba comiendo los huevos y la polla a mi jefe. Esto también cuenta como comida de empresa.

Me saqué su huevo de la boca y sujetando sus huevos con la mano izquierda volví a cogerle la polla con la derecha y comencé a metérmela y sacármela de la boca con calculados movimientos de vaivén de mi cabeza.

No era mi primera mamada y sabía exactamente lo que tenía que hacer.

En un momento dado me metí la polla entera en la boca. Mis labios llegaron hasta su vello púbico y sus pelitos me hicieron cosquillas en la nariz.

Su polla estaba tan dura y era tan gruesa que me entraron arcadas, aunque supe controlarme. Intenté retener la polla en la boca todo el tiempo que pude.

De repente noté que a mi jefe comenzaron a temblarle las piernas. Estaba a punto de correrse.

Sin sacar la polla entera de mi boca empecé a moverme con pequeñas oscilaciones de mi cabeza.

La punta de su polla rozaba con el fondo de mi garganta y se notaba que eso le producía escalofríos de placer.

Pocos minutos más tardó mi jefe en correrse. Los suaves movimientos de su polla metida completamente dentro de mi boca fueron la gota que colmó el vaso.

De repente noté un chorro que impactaba contra el fondo de mi garganta.

Ni siquiera pude saborearlo.

Entró tan dentro de mi boca que directamente me lo tragué. Solo pude notar un ligero sabor salado, como cuando tragas agua en el mar por la nariz y lo notas en la tráquea.

Las piernas de mi jefe temblaron y se estremecieron como si le recorrieran descargas eléctricas mientras se corría.

No oía gemido alguno, pero al no ver las manos supuse que se estaba tapando la boca para no gritar de placer.

Después de la monumental corrida me saqué la polla de la boca poco a poco mientras que la masturbaba muy despacio para prolongar el placer.

No dejé ni una gota de semen, me lo había tragado todo.

Salí de debajo de la mesa y me senté en mi sitio. Mi jefe se cerró la bragueta del pantalón, me miró con cara de pícaro y me dijo:

– Ha sido una perfecta comida de empresa. Ahora necesito comprobar si follas tan bien como la chupas. ¿Te vienes a mi casa?

Por supuesto que le dije que sí.