Capítulo 1

Prólogo

Tengo 29 años. Mi nombre es Tomás y soy propietario de un importante local de venta de videojuegos y accesorios informáticos. Mi vida es agitada entre el trabajo, la facultad y la construcción de mi casa; apenas tengo tiempo para nada más. Tanto mi vida sexual como mi vida sentimental están estancadas.

Uno de mis mejores amigos tuvo una idea para al menos reavivar mi vida sexual. Aunque no me agrada del todo, creo que es la única alternativa que me queda.

Tomás

Tengo 29 años y mi nombre es Tomás. Soy propietario de un importante local de ventas de videojuegos y accesorios para consolas. Estoy a mitad de mi carrera como analista de sistemas y en plena construcción de mi propia casa. Llevo más de 4 años intentando terminarla, pero entre la universidad y mi negocio en constante crecimiento, apenas tengo tiempo libre. Además, en estos 4 años he contratado a más de 12 albañiles que cobraron por adelantado y luego dejaron de presentarse a trabajar. No puedo creer la cantidad de gente que simplemente no tiene ganas de trabajar.

Tengo el sueño de ver mi casa terminada y poder formar una familia. Sin embargo, es todo un problema.

Nunca imaginé que sería tan complicado, y no me refiero al dinero, ya que por suerte tengo suficiente gracias a mi emprendimiento. El problema es la ecuación:

Facultad + Trabajo + Casa = vida social arruinada.

La falta de tiempo es constante en mi vida. No tengo tiempo para reunirme con mis fieles amigos, y mucho menos para mantener relaciones sexuales. A menudo intento encontrar algo en una de las muchas aplicaciones de citas gay que tengo en mi celular para saciar mi apetito sexual, pero como siempre, la falta de lugar y tiempo me frustra.

Tenía dinero, estaba feliz, pero no lograba encontrar a alguien con quien compartirlo. En estos momentos estoy en mi local preparando unos encargos que tengo, hace mucho tiempo que inicie con este emprendimiento y me alegra tanto ver cómo ha crecido, todavía no lo puedo creer, debo confesar que cuando decidí abrirlo tenía mucho miedo, en este tipo de negocios debes estar en constante innovación ya que todos los años la tecnología crece a pasos agigantados y si tu no haces lo mismo puedes quedarte atrás y en un simple abrir y cerrar de ojos desapareces, fui testigo de cómo mis competidores no pudieron adaptarse al cambio y fueron cerrando sus puertas, me duele ver eso, no puedo permitir que me pase a mí, por esa razón siempre estoy atento a los nuevos lanzamientos. Si quiero crecer siempre debo mirar para adelante. Por suerte no soy yo solo quien está trabajando aquí, aunque soy el dueño tengo a gente trabajando conmigo, ellos también están siempre atentos a cualquier cambio, sé que no hubiese llegado a donde estoy yo solo. La puerta del local se abre dejando entrar a unos de mis amigos. ‒Hola Marce. Marcelo es uno de mis viejos amigos, no recuerdo cuánto tiempo hace que nos conocemos, sé que son muchos, pero muchos años; es como un hermano para mí. Me acompañó en las buenas y en las malas. A veces me pongo a pensar que, si él no hubiese estado conmigo, yo no sabría dónde estaría. Ya que siempre me guio y nunca dudó en decirme las cosas de frente, aunque a mí muchas de las cosas que me decía no me gustara.

Tenía dinero y estaba feliz, pero no lograba encontrar a alguien con quien compartirlo. El deseo de ser amado y recibir amor es muy grande. No soy una persona complicada y siempre doy todo para que quien fuese mi pareja se sienta cómoda conmigo, pero no funciona… Simplemente no puedo encontrar a esa persona.

En estos momentos estoy en mi local preparando unos encargos que tengo. Hace mucho tiempo que inicié este emprendimiento y me alegra ver cómo ha crecido. Todavía no lo puedo creer. Debo confesar que cuando decidí abrirlo, sentía mucho miedo. En este tipo de negocios, la constante innovación es clave, ya que la tecnología avanza rápidamente cada año. Si no te adaptas, corres el riesgo de quedarte atrás y, en un abrir y cerrar de ojos, desaparecer. Fui testigo de cómo mis competidores no pudieron ajustarse al cambio y tuvieron que cerrar sus puertas. Me duele ver eso y no puedo permitir que me pase a mí. Por eso, siempre estoy atento a los nuevos lanzamientos y trato de mantenerme a la vanguardia siempre.

Si quiero crecer, debo mirar siempre hacia adelante.

Afortunadamente, no estoy solo en esto. Aunque soy el dueño, cuento con gente trabajando conmigo. Ellos también están pendientes de cualquier cambio. Sé que no habría llegado a donde estoy sin su ayuda.

La puerta del local se abre y entra uno de mis amigos.

‒Hola, Marce.

Marcelo es uno de mis viejos amigos. No recuerdo cuánto tiempo hace que nos conocemos, pero sé que son muchos, muchos años. Es como un hermano para mí. Me ha acompañado en las buenas y en las malas. A veces pienso que, si él no hubiera estado a mi lado, no sabría dónde estaría. Siempre me ha guiado y nunca dudó en decirme las cosas de frente, aunque muchas veces no me gustara lo que decía.

Pero valoro mucho su opinión y tomo muy en serio todo lo que me dice. Tenemos nuestras diferencias y discutimos mucho, pero siempre uno de los dos cede. La mayoría de las veces soy yo quien termina dándole la razón, y muchas de esas veces es porque él es una persona muy orgullosa. Prefiero tenerlo a mi lado que, en mi contra, la verdad es que no me imagino una vida sin su presencia, aunque a veces sea irritable.

Vino al local a saludarme, es la única forma en que mis amigos han encontrado para verme, ya que debido a mi falta de tiempo no podía juntarme con ellos para tomar unas cervezas, lo cual es su ritual de cada fin de semana sin excepción. Por mis estudios, no podía asistir a sus reuniones. Tengo muchos amigos y soy muy querido por todos ellos; la verdad es que no sé qué haría sin ellos.

−Hola, ¿cómo estás? ¿A tope por lo que veo? −me dijo al entrar.

Justo cuando entró, yo estaba levantando varias cajas de juegos para subirlas al depósito. Son cajas bastante grandes y pesadas; la mercadería al local entra dos o tres veces al mes. Tengo varias sucursales y para tener un mayor control del inventario y la mercadería que entra, uso este local como depósito central. Siento un fuerte apego por este lugar, ya que fue el primero que abrí, aquí empezó todo.

Los primeros meses fueron muy duros. No soy un gamer y apenas conozco de consolas. Cuando empecé a buscar qué hacer con mi vida, me encontré con este local que estaba por cerrar sus puertas. El dueño era mayor y ya no podía seguir el ritmo de la juventud de hoy en día. La primera vez que hablé con él, me dijo que este lugar era una mina de oro si se sabía administrar… realmente lo es, pero consume mucho tiempo.

Cuando me hice cargo del lugar, me costó darme cuenta de su potencial. Al principio pensé que había tomado una mala decisión y consideré cerrar las puertas al quinto mes debido a que el poco dinero que ingresaba se destinaba a pagar las deudas que generaba. Pero no lo hice, redoblé esfuerzos, cambié la fachada del local, invertí en publicidad y en muchas otras cosas más. Estaba decidido, y sigo decidido, a convertir este lugar en la tienda de videojuegos más grande del país. Lo que más me llena de felicidad es ver toda la mercadería entrar porque me hace creer que estoy un paso más cerca de lograrlo.

Marce me está ayudando a buscar un local mucho más grande para usarlo como depósito, únicamente para eso. No me agrada mucho la idea, pero todos me dicen lo mismo: este lugar ya está quedando pequeño. El segundo piso que uso como depósito está completamente colapsado y las demás sucursales no tienen espacio para almacenar. Además, prefiero concentrar todo en un solo lugar. Pero sé que no me queda más opción que hacerles caso, será una gran batalla, pero esta vez estoy preparado.

Sigo subiendo cajas mientras veo a mi amigo ingresar y acomodarse. También noto cómo saca de su bolso una carpeta roja, odio esa carpeta. En ella guarda todos los potenciales lugares que podrían convertirse en mi depósito. Sabe que no me gusta hablar mucho del tema.

−Sí, hoy entró mercadería y otra vez Luis se enfermó… no pudo venir a ayudarme.

Luis, es otro de mis amigos, aunque en este caso, también es mi empleado. Él estuvo desde el inicio de este lugar, fue quien me apoyó, fue la persona que insistió en que no bajara los brazos, quien me escuchó y calmó las noches en que cerraba la caja de este lugar y no había logrado vender nada. Estuvo los primeros meses trabajando para mí sin cobrar un sueldo ya que no se vendía nada. Confío plenamente en él, pero a veces me dan ganas de matarlo; es una persona de la noche, le gusta andar de fiesta en fiesta y de cama en cama. Siento un poco de envidia, pero no sé si podría llevar la vida que lleva. Yo deseo conocer a alguien y formar una familia, deseo estabilidad.

Más de una vez me avisó que estaba enfermo y no podía presentarse a trabajar, pero en realidad, esas eran sus excusas cuando estaba de resaca o no había dormido bien por estar con alguien, o algunos hombres. Eso me enojaba muchísimo, sé que no lo hace de mala intención… en realidad, no sé por qué lo hace. Pretendiente y tiempo le sobra, pero no quiere atarse a nada ni a nadie, al menos no por ahora, él prefiere disfrutar de la vida.

−¿Otra vez? ¿Por qué no lo despedís, boludo?

Me sugiere Marce mientras preparaba el agua para tomar mate y me acerca esa maldita carpeta. Él cree que si no dice nada, yo no me voy a poner de mal humor, como siempre lo hago cada vez que quiere hablar del tema. Sé que lo necesito, pero aún no es el momento, aunque todos piensen que sí lo es.

En cuanto a Luis, lo consideré varias veces, especialmente cuando llamaba a las dos de la mañana para avisarme que no podía ir a trabajar. Pero no puedo hacerlo, no porque sea mi amigo, sino porque, cuando viene, hace maravillas en el local. Simplifica mi trabajo mejor que nadie. Tiene una forma de trabajar excelente; es el único que hasta ahora ha podido seguir mi ritmo.

−No… solo se enfermó unas… diez veces en lo que va del mes, nada más. No puedo despedirlo por enfermarse. Además, cada vez que viene, hace muy bien su trabajo; es muy eficiente y sabe mucho. −¿Sabes que sus enfermedades no son otra cosa que eso?… Y bueno, vos sabrás, che. ¿Te viste al final, este fin de semana con ese… que tenía cara de bobo?…. mientras me contás por qué no vas viendo los lugares que hay en la carpeta, encontré nuevas locaciones, y según mi App Gay hay varios hombres cerca de esas ubicaciones.

Típico de Marce, busca locaciones para mi depósito eligiendo la que tiene más chicos gais cerca. Tomé la carpeta y la miré muy por encima, mientras me cebaba un mate. Él es un gran cebador de mate, yo soy muy malo para esas cosas, los chicos me tienen prohibido ponerme a cebar.

−No, me dijo que no puede estar en la casa solo, o sea yo sin lugar + él sin lugar = paja cada uno en su casa.

Estaba algo enojado, aunque acostumbrado; en los últimos años esto ya era habitual, los pequeños músculos de mis brazos no son por ir al gimnasio, porque ni tiempo para eso tengo.

−Uh… qué cagada boludo … ¿y por qué no lo traes acá al local, en el depósito tenés un colchón inflable no?

−¿Quién va a querer venir al local?, aparte, ¿tendría que cerrar por unas horas para tener un encuentro sexual? Naaaa…

−No, unas horas, un ratito, para una rapidito, para sacarte las ganas.

−Lo pensaré.

Aunque no creo que lo haga, no es un lugar cómodo. Con toda la mercadería que hay actualmente en el depósito y la que está entrando, no hay espacio para caminar, y mucho menos para tener relaciones. No me puedo arriesgar a traer a alguien a mi lugar de trabajo.

Lo único que quiero es poder intimar con alguien. No es que quiera enamorarme y formar una familia… al menos, en principio no, aunque más adelante sí. Pero primero debo encontrar con quién sacarme estas ganas. A estas alturas no me importa quién sea.

No hice ningún comentario más, solo me concentré en subir toda la mercadería al segundo piso. Podía escuchar a Marce hablar sobre los lugares que había encontrado, sus ventajas y desventajas, la cantidad de gays que vio en ese vecindario y no sé de qué otras cosas más.

Sé que en realidad lo necesito. Cada vez que subo al segundo piso donde está todo el inventario, no solamente de mi local sino de todos los locales, me genera mucho estrés. Pero lo que más me estresa es pensar en todo lo que tendría que hacer si abro un depósito más grande. Eso significa implementar una administración que lleve el control del inventario, una logística que se encargue de repartir la mercadería, y otros factores más. Tener un depósito me ayudaría a crecer y sería un paso gigantesco que estaría dando… pero es demasiada responsabilidad y no sé si estoy listo para eso, aunque muchos piensen que sí.

A las 13:00 de la tarde salí del local y me fui directo a la facultad. Me quedé tranquilo cuando Luis me avisó que iría él por la tarde.

Tengo que reconocerlo, Luis es un gran amigo y un gran empleado, salvo las veces que se enferma. Le he dicho que vaya al médico, pero él siempre se niega.

Al llegar a la facultad, fui directamente a la cafetería a buscar algo para comer. Para llevar mi estilo de vida, estar siempre apurado, debo respetar todas las comidas:

Desayuno + almuerzo + merienda + cena = corazón contento.

Soy muy obsesivo con comer a la hora que corresponde. Si llego un minuto tarde, estaré de mal humor todo el resto del día.

A las 20:00 ya estoy en camino a mi casa, que comparto con mi inútil hermano y la insoportable de mi cuñada. La única razón por la que no los he mandado a la mierda incontables veces es por ese pequeñito de 3 años que camina por toda la casa y me abraza cada vez que llego. Mi sobrino es la luz de mis ojos. Siempre lo lleno de regalos, aunque los padres del enano, como les digo, me digan que roba corazones.

Amo a mi sobrino. Me propuse que, una vez que termine mi casa y mi carrera, me enfocaría en buscar una pareja y tener un hijo. Deseo con todas mis fuerzas tener un bebé y verlo crecer.

Varias veces una de mis amigas me había dicho que ella me ayudaría con mi sueño. Ella quería tener la oportunidad de pasar por la experiencia de estar embarazada, pero no criar un hijo. Lo llevaría 9 meses en su vientre, pero yo me encargaría del resto. Esa idea no me disgustaba del todo, el único problema que veía era que el niño tendría que pasar la mayor parte del tiempo con una niñera o en una guardería. No quiero eso, quiero pasar la mayor parte de mi día con él o ella y dividirme las tareas del cuidado con mi pareja.

No entiendo, pero respeto a las familias que tienen hijos y ambos padres salen a trabajar, dejando al niño con una niñera o en una guardería.

No quiero eso, quiero estar en cada primer paso, cada primera palabra, cada primera cagada, cada primer tropezón. Buscaré la forma, con mi pareja, de dividirnos los tiempos para estar ahí para mi hijo.

Con ese pensamiento me fui a dormir. Me encantaba imaginar cómo sería mi vida siendo padre y esposo. Es algo que anhelo mucho. Muchas personas lo logran sin esforzarse, ¿por qué a mí me tiene que costar tanto? No soy un mal partido. Tengo un buen físico, un trabajo que está creciendo sin parar; podría hacer feliz a cualquier persona si tan solo tuviera la oportunidad.

A la mañana siguiente, me levanté con el mismo problema que me despierto otras mañanas entre mis piernas. Otra vez, me vi obligado a masturbarme. Por suerte, tengo gigas y gigas de porno en mi computadora; no me gustaba tener que hacerlo, pero era la única forma de no estar todo el día pensando en eso.

Al llegar al local, me encontré con Luis, quien ya tenía el mate preparado. Mientras tomábamos, me contó cómo la noche anterior había conocido a alguien y lo había llevado a un hotel para tener sexo. Al escucharlo, el deseo que había experimentado momentos antes volvió a surgir, pero se desvaneció rápidamente cuando me detuve a reflexionar. «¿Luis ayer a la mañana no vino a trabajar porque estaba enfermo, y a la tarde/noche fue a un hotel a tener relaciones toda la noche?», pensé para mí. Sin embargo, decidí no decir nada. A pesar de mis pensamientos, quería a mi amigo; si esa era su forma de mejorar, la aceptaba y la tendría en cuenta la próxima vez que estuviera enfermo. Aunque sinceramente, ni tiempo para enfermarme tengo.

Un llamado telefónico interrumpió mis pensamientos. Era el albañil, otro problema en mi futura casa. Tuve que ir a verlo. Seguramente para recibir malas noticias, como siempre, las personas que realizan este tipo de trabajo solo una cosa saben hacer bien y es dar malas noticias.

−Hola Tomás.

−Hola.

Lo saludé de manera breve. Ya había tenido tantos problemas con tantos albañiles que ya no me importaba llevarme bien con ellos. ¿Cuánto tiempo me duraría este albañil? Era el pensamiento recurrente cada vez que contrataba a uno nuevo.

−El problema que tenemos es que los pisos de la cocina y la habitación de su hijo están desnivelados.

Sí, ya había planeado en mi futura casa una habitación para mi hijo, incluso tenía una lista de todo lo que le compraría.

–Hay que romper y volver a hacerlo.

−¿¡¡¡Qué!!!? ¿Es una broma? ¡¡¡Hace dos años están los pisos hechos; cómo es que con tantos albañiles que pasaron por aquí ninguno se dio cuenta de eso!!!!

Estaba furioso, solo de pensar en el tiempo que esto retrasaría todo. No por el dinero, ya que económicamente estoy bien, el problema era el tiempo, siempre fue el tiempo y siempre lo será.

−No sé cómo trabajaban los otros, pero si es por lo que usted me contó, me temo que no hacían bien su trabajo y se aprovecharon.

−¿Como usted?

−No señor, yo no le pedí nada de dinero para empezar el trabajo.

−Y tampoco la va a tener. Arregle esto lo antes posible.

Salí de ese lugar muy enojado. Quizás comprar una casa sea mucho más fácil que construir una. Marcelo es agente de bienes raíces; tendría que pedirle ayuda, así dejaría de estar peleando con tantos albañiles y finalmente tendría mi propia casa. Esta idea había pasado por mi mente muchas veces, pero siempre la descartaba, no sabía por qué. Siempre pensé que había una razón por la cual mi futura casa no se concretaba, como si aún no fuera el momento. Tal vez, el destino no quiere que mi casa esté lista porque aún no conozco a la persona con la cual voy a vivir el resto de mi vida.

¿es lógico pensar en que vas a conocer a alguien, y con ese alguien vasa a vivir toda tu vida? Tal vez esté equivocado y deba estar solo para siempre.

Subí a mi auto y me puse en marcha sin un destino específico, necesito pensar, reflexionar sobre mí vida. Paré en un lugar de comidas rápidas, no para comer, sino porque tal vez en los baños pueda encontrar una forma de liberar mi enojo. O mejor dicho, encontrar a alguien que me ayude a liberarlo.

Sé que ese lugar es frecuentado por miembros de la comunidad gay para lo que ellos llaman “Teteras”. He visitado algunos en el pasado, pero no son mi preferencia para encontrar compañía. Puedes ser visto por todos y podrías generar muchos problemas, incluso podrías ir preso. Aun así, estos lugares me dan morbo y de vez en cuando vengo.

Entré al lugar y fui directo a los baños. Había tres chicos, no tan atractivos, pero… «algo es algo y a estas alturas cualquier cosa me vendría bien», pensé.

Me acerqué y me puse en el lugar vacío, dos a mi derecha y uno a mi izquierda, ambos sacaron su pene. Si había algo de lo que me sentía orgulloso era del tamaño de mi herramienta. Las pocas veces que pude estar con alguien, fui elogiado por eso.

El chico a mi derecha se dispuso a hacerle sexo oral al otro chico que estaba a su lado. Me concentré en eso, olvidando al chico que estaba a mi izquierda, quien, al ver que mi pene estaba tomando un tamaño bastante aceptable y apetecible, se agachó para hacer lo mismo. Pegué un pequeño salto cuando sentí los labios del otro chico tomando mi miembro. Me había olvidado de él, estaba concentrado en el espectáculo que estaban ofreciendo los otros dos, y no me di cuenta de que el tercer chico estaba interesado en mí.

Rápidamente puse mis manos en su cabeza y lo obligué a tragársela toda, olvidándome que estaba en un baño y que podría entrar cualquier persona. Al sentir esa boca tan caliente y esa lengua tan juguetona, no aguanté más e inundé la boca del desconocido con gran cantidad de semen, el chico medio atragantado lo escupió en el mingitorio, me miró a los ojos y me dijo−: Podrías haber avisado que te venías, puto. – Se alejó con cara de fastidio. Eso me enojó más ¡¡para qué mierda me la chupa de esa manera si no quería que le acabe en la boca!!; ¡¡por Dios, los putos están cada vez más histéricos!! Al salir del baño con más mal humor del que había entrado, divisé en una mesa a la persona que me había estado haciendo la mamada, segundo atrás, estaba sentado con una mujer, tomados de las manos, muy acaramelados. −Con razón –pensé y seguí mi camino.

A la noche llegué a mi casa, y, otra vez el pequeño me esperaba; ver esos ojos, esa sonrisa, me dio fuerzas y me sacó todas las malas energías, me cambió el humor. Era todo lo que necesitaba, unos minutos con mi hermoso sobrino. El niño más hermoso del mundo (hasta que naciera mi hijo). El ruido de mi celular me sacó de la bola de cristal que había formado junto a este niño, obligándome a dejar a mi pedacito de felicidad con su padre que, ya me miraba de mala gana.

Voy hasta mi cuarto y atiendo mientras me desvisto y prendo mi computadora para revisar mi correo electrónico. Estoy tan cansado que podría dormir por varios días; escuchar la voz de mi amigo al otro lado de la línea me relaja un poco, pero no lo suficiente.

−Hola pibe no sabés lo que me pasó –decía Marcelo desde el otro lado del teléfono.

−Me imagino; conociste a otro chico por la aplicación de levante, lo llevaste a tu casa y te cogió como los dioses.

Ya conocía a Marce, si me llamaba a esa hora era para contarme de la nueva conquista de ese día, y daba la casualidad que todas sus conquistas son iguales y no tenía ganas de escuchar la misma historia.

−Marce disculpá, pero tuve un día muy malo y quiero dormir.

−Pará boludo, para que te cuento la mejor parte y te digo la idea que se me ocurrió para solucionar tu problema de falta de sexo.

−¿¿Qué??

Eso logró llamar un poco mi atención, aunque en realidad, a estas alturas, es algo que creía que ya no tiene solución. Lo único que me queda es sentarme a esperar para ver cómo todos consiguen pareja y forman su familia, menos yo.

−Este flaco con el que estuve anoche ¡¡¡es un Taxiboy!!!

−¿Y eso qué? ¿Pagaste? Marce, con tantos flacos que hay afuera vas a pagar por un chongo para ponerla, dejate de joder. En serio, tuve un día complicado, estoy cansado, tengo hambre y sueño… ¡necesito con urgencia una ducha!

−¡¡¡No boludo pará!!! El flaco no me cobró. Me dijo que le gusté. Me habló por la App, no yo a él; no sabía que él era taxy. Se me ocurrió que vos podrías contratar uno para sacarte las ganas; imaginá, llamás, lo contratás, elegís el día y el lugar, vas, tenés relaciones con él y listo, a otra cosa mariposa; es ideal para vos, después no hay más contacto, nada de nada.

−Chau Marce me voy a dormir.

-Espera, aunque sea decime si viste la carpeta con los lugares que te deje hoy……

Corté la llamada, no tenía ganas de escucharlo. Tal vez sea una buena idea o tal vez no. No tengo fuerzas para razonar. Sé que mañana aparecerá en el local para reclamarme por haberle colgado y por no haber revisado esa estúpida carpeta.

Dormí hasta que la mañana me sorprendió; haciéndome sentir que, solo habían transcurrido un par de horas desde que llegué a casa. Me levanté y fui directo al local, hoy tiene que ser un mejor día y tal vez encuentre alguien con quién hablar por algunas de las tantas App que tengo instaladas en mí celular, por suerte mí celular es uno de los modelos más reciente que hay en el mercado, tengo tantas aplicaciones instaladas que uso diariamente que no puedo permitirme andar con un celular básico, además el dinero nunca fue un problema para mí.

Una vez que llego al local, tomo mí café y empiezo a responder los mail que me envían los distintos proveedores. Toda la mañana que estuve aqui, la idea de Marce me sonaba en la cabeza, no creí que fuera necesario pagar por un chongo habiendo tantos peces en el agua, ¿por qué tendría que ir a la pescadería? -pensé- pero, viéndolo de otro modo me evitaría un montón de problemas, o sea, ¿cuántas veces había tenido relaciones sexuales en estos últimos 10 meses?

1 −Que no cuenta porque no hubo penetración, solo beso y caricias.

2 –Aunque, solo el chabón se había puesto en cuatro, yo solo introduje mi pene en él, acabé y se fue, ¿cuenta o no cuenta?

3 −El flaco era virgen y no pude penetrarlo porque le dolía mucho.

4 −El flaco en pleno acto empezó a decirme te amo, sos hermoso, ¿vamos a ser novios no?…

Esas fueron mis últimas veces y habían sido un desastre, no recuerdo cuándo había tenido buen sexo. Agarré mi computadora y me metí en Internet a buscar un acompañante masculino. Total, mirar no tiene nada de malo, no es que lo vaya a contactar.

Encontré un sitio donde tenía, fotos de acompañantes. Me llama mucho la atención la cantidad de personas que ofrecen sus servicios como Taxiboy, hay todo tipo de hombres, desde rubio a pelirrojos, altos y petisos, peludos y lampiños, las fotos que aparecen son fotos muy provocativas, mí pene empieza a reaccionar sin la necesidad de ver algún culo o alguno pene.

Ver las imágenes de estas personas haciendo poses provocativas y con muy poca ropa hace que me excite demasiado. Miré casi sin ganas hasta que vi a uno que me llamó la atención.

Una persona de 29 años, pelo negro azabache, y una barba tipo candado. Me vuelven loco ese tipo de barbas –en realidad todas las barbas–, su físico estaba bien, parecía lampiño, y se notaba trabajado, no tanto, algo me hizo darle clic en el botón que dice “ver más” al hacerlo aparecieron imágenes de su cuerpo sin ropa –¡mierda! −grité mientras miraba ese hermoso trasero sin pelos y ese pene tan erecto sin ni un pelo. Esas piernas, esos ojos y esa barba. Sin darme cuenta ya había terminado de hacerme una paja en el depósito del negocio.

Levanté el teléfono con miedo y marqué el número esperando que no contestara…

Para mi desgracia, sí contestó. Ya es tarde para dar marcha atrás, si cuelgo quedaré como un idiota aunque él no me conozca y yo a él menos. Pero aun así, debo hablarle, decirle algo, tal si me animo salga algo bueno de esto. Quizás conozca al amor de mi vida… jajaja, eso lo dudo. No creo poder estar con una persona que vende su cuerpo y se acuesta con miles de hombres.

Además, él es hermoso y yo, solo soy una persona común y corriente que en este preciso momento no sabe qué hacer. Me siento tan patético…

–Hola.

–Hola… sí… yo… saqué… tu… número de una página… quería saber… – me encontraba muy nervioso, las palabras salían de mi boca y a los segundos me arrepentía de haberlas dicho. Lo mejor sería cortar la llamada y hacer de cuenta que nada pasó, y seguir con mi vida. Sé que tarde o temprano todo se arreglará y será como yo quiero… aunque pensándolo bien, ya estoy aquí, ¿qué puedo perder?

–Sí. Me llamo Germán, trabajo en la capital, en mi domicilio. Son $12000 por 60 minutos. Tengo disponibilidad para dentro de dos horas.

Este chico parecía algo molesto al darme esa información. Como si mi llamada lo hubiera molestado; o tal vez decir lo mismo una y otra vez ya lo tenía fastidiado, o quizás sonaba idiota y eso lo molestó… no lo sé con certeza, aunque pronto lo averiguaré.

–Eh… sí… genial… sí.

–La dirección es Uruguay 1995, 5 B. Te espero.

Después de proporcionarme esa información, colgó la llamada. Me quedé unos segundos sin saber qué hacer. ¿Concerté una cita con un hombre que no conozco para tener sexo y voy a pagar por eso?

–¡Mierda! ¡Mierda! Ni siquiera preguntó mi nombre.

Algo nervioso, tomé mis cosas y me di cuenta de que en una hora tenía que estar en la facultad, solo por hoy – pensé – Mandé un mensaje a mis compañeros avisando que no iría a clase, que me sentía mal, que estaba enfermo. ‘Pondré en práctica lo que hace Luis cada vez que se enferma’, me dije para mí mismo con una sonrisa.

Llegué media hora antes a la dirección. Estaba muy nervioso, pero no sabía porque, Solo tendré sexo con él, no estoy cometiendo un error. No sé por qué estoy en este estado. Todo está bien. Me repetía mentalmente; le voy a pagar por su servicio. O sea que, si a él no le gustaba, no me importaría. No tendría por qué sentirse incómodo e inseguro, estoy pagando por este servicio.

A la hora indicada, estaba tocando la puerta. Mis manos estaban un poco sudadas. Sentía un nudo en la garganta. No recuerdo la última vez que estuve tan nervioso. Normalmente, cuando me encuentro con alguien, llevamos bastante tiempo hablando y conociéndonos, para que ambos sepamos con qué nos encontraremos. Pero en este caso es diferente. No sé quién es. Si vi sus fotos y leí su perfil, quiero creer que, si está en ese tipo de páginas, es porque es un profesional… o no.

La puerta se abrió lentamente, era una tortura. ¿Debería salir corriendo ahora?

–Hola ¿cómo va? Soy Germán.

Germán abrió la puerta y casi me desmayé, era un dios. Vestía un jean ajustado, una camisa negra y unas zapatillas de marca. Sus ojos azules me tenían hipnotizado, y su barba… por Dios, su barba era una obra de arte. Al ver que no reaccionaba, Germán dijo: ¿Vas a pasar? Su voz era gruesa, tan varonil que me trajo de vuelta a la realidad y me di cuenta de que estaba haciendo el ridículo.

–Eh, sí, disculpa.

Entré y observé la habitación; estaba muy descuidada. Había un televisor, una cama King, una radio y las paredes estaban desgastadas. No era un lugar romántico como me lo había imaginado.

Durante el viaje, me tomé el tiempo para visualizar cómo sería su casa: romántica, bien cuidada, limpia, con un agradable aroma y velas por todo el lugar, con música suave de fondo, y él esperándome en la puerta, sin camisa y con una sonrisa seductora. Pero nada de eso ocurrió.

La forma en que me recibió fue bastante descortés y el lugar era muy deprimente. Si no fuera porque él es realmente atractivo y porque tengo un inmenso deseo sexual, habría inventado una excusa para irme. Pero ya estoy aquí, así que decidí entrar, enfocándome en el hombre con el que estoy a punto de tener relaciones sexuales.

−Deja el dinero en la mesita de luz.

Germán hablaba de forma tan autoritaria que no daban ganas de hacer nada; parecía molesto al realizar cualquier acción, pero aun así, era hermoso. Seguramente debe estar cansado de hacer esto todo el día… ¿Tendrá muchos clientes? ¿Tendrá novio? ¿Por qué trabajará en esto? Mi mente empezó a hacerme muchas preguntas mientras caminaba con el dinero en mi mano hacia la mesita de luz que me indicó.

Volví a sentirme nervioso.

Hice lo que ese hombre tan lindo, tan varonil, tan… Ya no tengo adjetivos para describir su belleza, me pidió que hiciera.

Dejaré de pensar… me dejaré llevar. Como dije antes, estoy pagando por sus servicios, tiene que complacerme, no importa si yo le resulto feo, está cansado o no tiene ganas. Yo contraté un servicio, quiero hacerlo sin dar tantas vueltas.

Una vez depositado el dinero en el lugar indicado, Germán se acercó por detrás y comenzó a besarme lentamente el cuello. Eso envió una sensación electrizante por todo mi cuerpo, desde la punta de mis pelos hasta mi pene, que se endureció como nunca. No podía creer cómo un simple beso en el cuello lograba dominarme y ponerme en ese estado.

Y esto recién empezaba.

Germán me tiró a la cama para empezar a desvestirme. Lo hacía despacio y delicadamente mientras besaba cada parte de mi cuerpo que iba desvistiendo.

Con un susurro me dijo: «Eres hermoso». Lo escuché, pero pensé que lo decía por obligación. Muchas veces le digo a mis clientes cosas que no siento, solo para quedar bien. Por lo tanto, no le di importancia a lo que ese hombre, que me estaba besando, dijo. Quería seguir disfrutando y no ponerme a pensar en cosas triviales.

Cada gesto de Germán, cada momento compartido, era como entrar en un mundo aparte. A medida que Germán me ayudaba a quitarme la ropa, lo hacía con suavidad y delicadeza, acompañando cada prenda con un beso en la piel al descubrirla.

En un susurro, volvió a reperir «Eres hermoso». Aunque escuché sus palabras, no las tomé en serio. A veces, en este tipo de situaciones, uno puede decir cosas sin sentir realmente lo que expresan, solo para mantener una atmósfera agradable. Preferí no darle mucha importancia y concentrarme en disfrutar el momento.

Cada caricia de Germán parecía transportarme a otro lugar, me dejaba llevar por la experiencia. Cuando terminó de desnudarme, él mismo se despojó de su ropa con una sensualidad cautivadora, permitiéndome admirar su figura. En ese instante, sentí una excitación inusual, aunque apenas había pasado tiempo desde que empezamos.

Cuando Germán quedó completamente desnudo se subió encima de mí, tomó mis dos manos y las pasó por detrás de mi cabeza, dejándome completamente inmóvil. Mientras con su trasero, se refregaba en mi cintura dejando escapar varios gemidos.

Germán bajó para besarme, luego paso su lengua por mis pezones, mordiéndolos dejándolos rojos, erectos, estaba en estado de shock, no podía creer lo que estaba pasando; ¿cómo un hombre tan bello podría estar haciendo el amor con alguien como yo? Miré para un costado y vi en la mesita de luz el dinero que había dejado, recordé y encontré mi respuesta –claro que sí, porque pagué por él. Pero no me importó, me dejé llevar por las caricias, los rasguños y las mordidas que recibía de este ejemplar de hombre.

Germán me tomó y me puso en cuatro. ¿Qué está pasando? Pensé. Yo soy activo. Lo miré por encima de mi hombro.

−Disculpa… eh… yo… quiero penetrarte…

Germán se rió descaradamente y negó con la cabeza.

–Lo siento, bonito. Yo soy el activo, lo dice mi perfil en la página de donde me sacaste.

¡Qué! ¿Cómo se me pudo haber pasado por alto ese detalle? No recuerdo la última vez que había entregado, de hecho, jamás lo había hecho, nunca pensé en hacerlo. Fui un idiota por no fijarme en ese detalle; la desesperación que sentía no me dejó razonar. Debería haberlo hecho, siempre fui un hombre que se tomaba su tiempo para analizar las cosas. Esta vez, me dejé llevar por el deseo.

-Tranquilo, bonito. Te va a gustar. Soy muy bueno en mi trabajo – dijo Germán. La palabra «trabajo» me desilusionó; hubiera preferido que no la usara, al menos que fingiera que estaba haciendo esto porque lo quería hacer.

-Está bien, señor, pero por favor, con cuidado. Yo… eh… nunca… Eh..

Me avergonzó decir algo así a un completo extraño, que estaba a punto de introducir su miembro dentro de mí.

-Bonito, tienes un culo muy lindo. Te va a gustar lo que voy a hacer con él.

¿Por qué tengo que entregarme? Estoy pagando por sus servicios. Una suave nalgada que me dio Germán me sacó de todos los pensamientos, no solo eso, sino que también logró hacerme olvidar de todo, absolutamente de todo. Una segunda nalgada me hizo escapar un gemido de pasión; una sensación muy fuerte corría por mis vértebras. Quería más, quería otra nalgada.

-Por favor, vuelve a pegarme – logré decir.

-Usted es el jefe – respondió Germán, y continuó con otras nalgadas mientras yo solo gemía. Sentí cómo una lengua era introducida entre mis nalgas, haciéndome explotar de placer. Germán estuvo un buen rato jugando con su lengua en mi ano, no pude evitarlo: me corrí sobre las sábanas.

-¡Mierda! – dije, tratando de ocultar mi vergüenza. ¿Me corrí sin tocarme? ¿Cómo puede ser? ¿Será que hace tanto que nadie me toca de esa forma que acabé sin pensarlo? Estaba entrando en una crisis.

-Bonito, tranquilo.

Él se dio cuenta de que algo no estaba bien, de que me estaba poniendo tenso. Me besó en toda la espalda y con las yemas de sus dedos empezó a recorrer mi columna vertebral; sus movimientos eran suaves, delicados. Nunca nadie me había hecho algo así. Estaba logrando que volviera a ponerme erecto.

−Aún faltan 40 minutos.

¿En serio está contando los minutos? Claro, es su trabajo. Debe ser muy cuidadoso en eso. Seguro que yo me iré y entrará otro, y después otro. ¿Quién sabe cuántos clientes atenderá en un día y les hará lo mismo que a mí?

−Te aseguro que vas a acabar una segunda vez, o hasta tres, si hago bien mi trabajo.

Agarrando mis nalgas, ya rojas para estas alturas, las abrió, dejando a la vista mi pequeño agujerito. Sin pedir permiso, usó su profesional lengua para dilatarlo. Agradecí haberme bañado y lavado todas las partes de mi cuerpo, incluso aquellas que no pensaba usar.

Después de un buen rato con la lengua de Germán en ese lugar, usó uno de sus dedos para comenzar a abrir esa cerrada entrada, mientras con la otra mano me daba nalgadas en mi roja colita que, creí que nunca usaría. Un segundo dedo entró llevándome al borde de la locura, mi pene estaba duro de nuevo.

Cuando Germán introdujo un tercer dedo, se dio cuenta de que ya estaba listo. Retiró los dedos, preparó su herramienta con bastante lubricante y un preservativo extra fino. Apuntó y se preparó para penetrarme poco a poco, a pesar de que yo era virgen, aunque no parecía.

Mientras Germán continuaba con las penetraciones, por dentro me sentía morir. Estaba caliente, me dolía, pero no quería detenerlo, aunque si seguía así, dudaba poder volver a sentarme en mucho tiempo.

Después de un rato, el hombre barbudo me giró para que me sentara sobre él mientras se acostaba en la cama. Las penetraciones eran más profundas y podíamos ver el deseo reflejado en nuestros ojos. Rasgué los pezones de mi amante dejándole diminutas marcas. Estaba gozando como nunca en mucho tiempo. Llegué al segundo orgasmo y una cantidad considerable de semen salió de mi pene, manchando el pecho de mi amante pagado.

−Yo también acabé.

−¿Cuándo? No me di cuenta.

Germán, salió poco a poco de mi interior sacándose el preservativo antes de que lo viera. Ignorando mi pregunta, Tengo la sensación de que no acabó.

−Tienes un lindo culo, pensé que podría penetrarlo.

−Jajá, no bonito, soy activo, pero te dejo que juegues con él, sin penetrarlo.

Germán se puso en cuatro moviendo de forma sexy su redondo y perfecto trasero.

−¿Te gusta?

−Sí, me encanta, −dije sintiendo que mi pene se ponía duro de nuevo.

Por Dios, es hermoso este hombre, su cuerpo me pone a mil.

−Mastúrbate para mí −ordenó Germán, obviamente no dudé en tocar ese firme culo, besarlo, hasta darle unas nalgadas, logró hacer que llegara a mi tercer clímax.

Pero antes de que acabara le ordené.

−Date vuelta, quiero acabar en tu perfecta barba. Él obedeció sin poner resistencia.

–Te dije que hago bien mi trabajo. Podrás acabar varias veces −dijo una vez que terminé y me acosté a su lado. Estaba completamente exhausto.

−Aquí tienes una toalla para limpiarte −dijo Germán, retomando el tono de voz que usó al principio, y se dirigió a la mesita de luz para tomar el dinero.

-Bueno, fue un gusto. Cuando quieras me llamas y si tengo disponibilidad, arreglamos. ¿Ok?

-Eh… sí… ok…

Me levanté, me vestí, caminé hacia la puerta, Germán la abrió y me dijo adiós. ¿Eso era todo? ¿Ni siquiera le dije mi nombre? ¿Le había gustado? No importa. Lo más importante era que a mí me había encantado, aunque me dolía mi trasero.

Llegué a casa más contento que nunca, estaba feliz, muy feliz. Me acosté en mi cama y llamé a mi mejor amigo.

-¿Hola Marce? – dije con un tono eufórico.

−Contame todo – respondió Marcelo. Él ya me conocía bien; sabía que recibir una llamada a esa hora significaba que algo había sucedido. Siempre es la primera persona en enterarse, porque no solo es mi mejor amigo, sino que también es como un hermano para mí y siempre le cuento todo y él a mí.

Los días transcurrían con normalidad, pero ahora llevaba una sonrisa de oreja a oreja que nada, absolutamente nada, podía borrar.

Un albañil me dejó plantado, no me importó. Busqué otro. Luis se había vuelto a enfermar, así que le di dos días para que se recuperara. En la facultad, los trabajos prácticos me estaban matando, pero eso no me importaba…

Me sentía feliz.

Durante dos meses, cada semana visitaba a mi nuevo amor platónico. Aunque él no me veía de la misma manera, lo que sentía por él era suficiente para mí. Había imaginado innumerables escenarios en los que nuestra relación evolucionaba, pero su actitud seguía siendo la misma. Entraba en su departamento, dejaba el dinero y nos entregábamos a la intimidad. Germán dirigía la situación, apenas hablábamos.

Aunque nunca lo había visto acabar a mi amante pagado, yo sí lo hacía varias veces antes de marcharme. Sin embargo, eso no me importaba; me sentía feliz. Había inventado mil excusas para encontrar el tiempo y visitarlo regularmente. También probé con otros taxiboy del mismo sitio, pero ninguno lograba satisfacerme como él. A pesar de que los lugares eran más limpios, sus servicios más económicos y su trato más amable, a la hora del sexo, dejaban mucho que desear. Por eso, decidí que mi única opción era Germán. A pesar de sus defectos, hacía su trabajo muy bien y superaba a todos los demás.

Creo que en este mes, esta debe ser la quinta vez que lo visito. Normalmente, me cambio rápido para evitar incomodarlo, ya que siento que mi presencia puede molestarle. Pero hoy su actitud es diferente; mientras me termino de poner la remera, lo veo parado mirándome. Parece nervioso, algo que no es común en él. Además, no tomó el dinero de la mesita de noche como siempre hace, solo me observa fijamente.

-Hoy has acabado cuatro veces, hago bien mi trabajo, ¿no lo crees? –dijo, titubeando un poco–Una pregunta… ¿cómo te llamas?

-¿En serio, después de todos estos meses de vernos, me preguntas mi nombre? – respondí.

-Jajaja, sí, perdón. Debería haberlo preguntado desde el principio, pero tú tampoco me lo dijiste. Recuerdo la primera vez que te vi, cuando te abrí la puerta y te quedaste mudo por varios segundos sin decir una palabra jajaja.

Su comentario me avergonzó profundamente. No se dio cuenta de que era un novato en esto y no sabía cómo reaccionar. Sentí como si el suelo desapareciera debajo de mis pies, muriendo de vergüenza

−Eh… eh… bueno… sí… yo… es que…

−Jajá, solo dime tu nombre− me interrumpió Germán con una gran sonrisa, sonrisa que nunca había visto antes.

−Me llamo Tomás.

−Genial, Tomás. ¿Te gustaría ir a cenar al restaurante de la esquina?

¿Estoy escuchando bien? ¿Me está invitando a cenar?… Debo estar soñando, durante todo este tiempo me he preguntado si podría haber algo más entre nosotros, o si podría invitarlo a comer o tomar un café, algo que nos permitiera hablar más. Y ahora él me está proponiendo una cita. Tiene que ser una broma, ¿verdad?

−¡Ey! ¿Quieres o no?

−Sí, claro que quiero.

Obviamente, mis nervios me dejaron en modo «standby», volviéndolo todo lento, incluso no pude articular palabras. A él parecía no importarle, parecía estar divirtiéndose con todo esto.

Terminé de cambiarme y fui a la puerta, él ya estaba listo con una remera y pantalón negro, algo muy sencillo pero que le quedaba bien. ¿Qué no le queda bien a él? Es como un dios griego, un dios griego que me invitó a cenar… Voy a tener una cita con él, estoy muy emocionado.

Fuimos a un restaurante bastante sencillo. Él pidió una mesa apartada de la gente. Al sentarme, hice una pequeña mueca de dolor; aún no me había acostumbrado al tamaño del pene de este hombre.

−Esta noche te pondré una crema para que no te duela.

−¿Esta noche?

¿Escuché bien? ¿Esta noche? ¿Acaso estoy en un sueño o me están gastando una broma?

−Eh… sí… Pensé… eh… como es muy tarde, quizás puedas quedarte a dormir en mi casa, si tú quieres.

−¿Cuánto me vas a cobrar?

−Jajá, no bonito, piénsalo de esta forma, son millas que acumulaste para ganarte un viaje de placer.

Lo último lo susurró. Estaba al borde de la locura; no podía creer lo que mis oídos escuchaban. Torpemente, tiré el vaso de cerveza que la mesera había puesto a mi lado. «Súper torpe», pensé, tal como me decían mis amigos.

Germán no pudo aguantar la risa y se echó a reír, llamando la atención de todos los presentes. A este hombre le gusta avergonzarme.

Me puse rojo de vergüenza y él seguía riéndose, sin importarle el lugar en el que estábamos. Ahora que lo pienso, nunca lo había escuchado reír. Dejé de sentirme humillado para sentirme complacido, su risa es como el canto de los ángeles, es perfecta, él es perfecto.

Después de una cena tranquila y sin más incidentes, nos dirigimos de vuelta al departamento. Cuando llegamos, Germán se encaminó hacia una puerta diferente a la usual, continuó hacia su casa.

Al entrar, me encontré con un espacio moderno, limpio, equipado con tecnología de última generación, cuadros eróticos pintados a mano y un par de guitarras.

−¡Guau! Qué hermoso lugar. ¿Tocas la guitarra? – pregunté admirando el espacio.

−Sí, también canto… aunque hace mucho que no lo hago. Tal vez algún día te dé un concierto privado.

−¿Alguna vez cantarías algo para mí? – pregunté, esperanzado.

−Sí, ¿por qué no? – respondió Germán, mientras observaba el lugar y nos dirigíamos a la terraza, que ofrecía una vista impresionante de la ciudad.

−¿Traes a muchos clientes aquí cuando juntas bastantes millas? – pregunté curioso.

−En realidad no, trabajo durante todo el día, pero no traigo a cualquiera a mi casa, solo a quien se lo merezca… ¿Cómo está esa cola, todavía duele? – preguntó, cambiando el tema.

−En realidad, ya no. Pero unos masajes o nalgadas no me vendrían nada mal – respondí, intentando relajar el ambiente.

−Esta noche quiero hacerte el amor – dijo de repente, tomando mi cintura y acercándose para besarme.

La emoción y la sorpresa se mezclaban en mi interior. Era un cambio tan drástico en comparación con nuestras citas anteriores. Estaba nervioso pero emocionado, y al mismo tiempo, lleno de preguntas. ¿Sería esto el comienzo de algo más que encuentros pagados?

Sin más palabras, ambos nos sumergimos en un beso intenso, cargado de pasión. Ninguno de los dos sabía qué había ocurrido exactamente, pero cuando nos separamos para recuperar el aliento, nos encontramos en la habitación, desnudos y tendidos en la cama. Antes de que Germán tomara el control, fui yo quien lo giró y lo puso en posición de cuatro, dejando al descubierto su trasero.

−Esta vez déjame darte placer a ti primero – le dije.

Le propiné una nalgada que resonó en toda la habitación, incluso más fuerte que las que él me daba.

−Eres un hombre rudo… Me gusta… sigue, pero no dejaré que me penetres – dijo.

−No importa.

Mordí una de sus nalgas, dejando una marca, y continué con los golpes hasta dejarla completamente roja. Luego, lo giré y, sin dudarlo, me dirigí a su miembro. Ya lo había probado antes, pero esta vez era diferente, sabía mejor, más… ¿grande? Subí por su pecho, dejando besos y marcas.

Nos besamos de nuevo. Una vez que estuve sobre Germán, él me besó el cuello y dejó una marca terrible, lo que me desconcentró, perdiendo el control. Germán aprovechó y me puso en posición de cuatro, introduciendo su pene en mi trasero sin preparación.

Grité de dolor, un dolor que se mezclaba con placer. Comenzó un vaivén rudo, como nunca antes había sentido.

Germán parecía transformado. En un momento, sus movimientos se volvieron más rápidos y sentí algo cálido correr dentro de mí…

Jamás había experimentado esa sensación, era tan cálida, tan placentera. Pasamos toda la noche entregados al amor, ambos perdimos la noción de cuántas veces habíamos alcanzado el clímax. Cuando la mañana llegó, ninguno de los dos escuchó el despertador.

−Arriba, dormilón. Un beso suave en mi mejilla hizo que abriera los ojos, solo para encontrarme con aquel hermoso rostro y esa barba perfectamente recortada.

−¿Qué hora es?

−Son las 13:30, dormimos mucho.

−¿Qué? Oh por Dios, hoy llegaba nueva mercancía al local y tenía que estar allí para recibirla… Espero que Luis no haya metido la pata.

Miré a mi amante, quien ya no era un cliente pagado. O eso creía.

−Anoche no usamos protección.

Cada vez que venía, él usaba el preservativo. Por eso no pude contenerme y tuve que preguntar.

−Sí, lo sé. Sobre eso… aunque lo use, no sé por qué no funciona bien, y no logro acabar.

−¿Así que todas las veces que estuvimos juntos nunca acabaste?

−Eras solo un cliente, lo importante era que tú te sintieras feliz. No importaba si yo acababa o no.

−¿Y ahora qué soy?

Hubo un silencio incómodo, los engranajes en la mente de Germán parecían trabajar a toda velocidad. Me asusté, tal vez no debí preguntar, no debí abrir esa puerta. Me apresuré demasiado, debí mantener mi boca cerrada y dejar que las cosas fluyeran naturalmente.

Cuando finalmente respondió, sentí cómo mi corazón se rompía en mil pedazos.

−Alguien que debe irse a su casa, disculpa, pero dentro de una hora tengo que atender a un cliente, lo siento.

Se levantó y se dirigió al baño. Noté un cambio en su tono de voz y en su expresión, ya no era la misma persona que me había despertado.

Mi mundo comenzó a desmoronarse. ¿Qué había pasado? ¿Qué había hecho mal? A regañadientes, me vestí y salí de su departamento. Caminé dos cuadras antes de que las lágrimas empezaran a fluir sin control. Me apoyé en un árbol tratando de calmar mi llanto. Tenía que dejar de sentirme una basura, aunque me costara. Me había ilusionado con algo que nunca sería real, había forzado las cosas.

Una vez que logré calmarme, me encaminé hacia el local, tratando de aparentar que estaba bien, que mi vida era perfecta…

Pero al llegar, me encontré con Marce y Luis. Volví a derrumbarme, lloré una vez más, odiándome a mí mismo y a él. ¿Por qué? Una pregunta que no tendría respuesta.

Un mes después…

Durante los días subsiguientes, me sumí en un estado de mal humor constante, peleando con cualquier persona que se cruzara en mi camino. Me deshice del terreno, mandé al diablo a los albañiles y adquirí un departamento cercano al local.

También estuve a punto de despedir a Luis por sus constantes ausencias, provocadas por noches de fiesta; pero al final, no lo hice. Sabía que no podía desquitarme con ninguno de mis amigos.

En cuanto a Germán, no supe nada más después de que me echara de su casa. Intenté llamarlo varias veces, pero no respondía, y su perfil en línea había desaparecido. A menudo me tentaba con la idea de ir a su departamento, pero la duda me detenía. ¿De qué serviría? No quería volver a salir lastimado.

2 años después…

Han ocurrido muchas cosas en este tiempo. Logré abrir una segunda sucursal de videojuegos, un logro que me llena de satisfacción. Mis amigos Marce y Luis me ayudaron a salir del pozo en el que me encontraba por culpa de Germán, aunque reconozco que la mayor parte de la culpa fue mía por ilusionarme demasiado.

Increíblemente, Luis y Marce celebraban su primer año como pareja y estaban buscando una casa para mudarse juntos, no me pregunten como ocurrió eso, hasta yo estoy sorprendido.

Después de mucha insistencia por parte de mis amigos, finalmente abrí el depósito que tanto necesitaba. Era enorme; por un momento, pensé que jamás lograría llenarlo. Sin embargo, en tan solo unos cinco meses, el lugar estaba a rebosar y funcionando las 24 horas, los 7 días de la semana. No podía creerlo. La apertura de este lugar hizo que mis ventas se dispararan a niveles que nunca imaginé alcanzar.

Por otra parte, me gradué y ahora disponía de más tiempo libre. Salgo todos los viernes de fiesta, encontrando compañía fácilmente, y al despertar por las mañanas, repetía la misma frase que Germán solía decirme.

De él no supe nada más. Intenté buscarlo, pero no obtuve respuesta. Llegó un punto en el que dejó de importarme; si quisiera volver a verme, tendría que dar el primer paso. Ya no me importaba. Me dejé llevar una vez por él, pero no permitiría que eso volviera a suceder.

5 años después…

−Llegué.

−Hola amor, ¿cómo te fue hoy?

−Bien, estoy agotado, solo quiero comer, bañarme y descansar… y, bueno, tal vez algo más.

−Ja ja, si te portas bien, quizás… Además, mañana tenemos que ir al instituto por nuestro hijo… deberíamos acostarnos temprano.

−Exactamente por eso… quiero celebrar esta noche porque después será complicado.

−Tienes razón… por cierto, ¿terminaste de ordenar las cosas en la habitación del niño? Después veremos qué podemos hacer tú y yo juntos…

−Sí, jefe, ahora mismo voy.

Antes de salir de la cocina rumbo al cuarto de mi futuro hijo, le doy una nalgada en la firme cola a mi novio, que está preparando la comida. Disfruto haciendo eso, aunque a él le molesta un poco, ya no me dice nada al respecto. Aunque me mira con una expresión que no logro descifrar… aun así, continúo haciéndolo…

He logrado encontrar a la persona perfecta para mí, su nombre es Alexis y es un poco más joven que yo. Por el momento, está estudiando, lo cual no me molesta en absoluto. Al igual que yo, él también desea formar una familia y mañana nuestro sueño se hará realidad.

Hoy puedo decir que me siento completo.

Al entrar en la habitación destinada a mi hijo, encontré mi antiguo celular; como mi negocio creció mucho, tuve que cambiarlo por uno mejor para estar siempre conectado, y obtuve una nueva línea empresarial para obtener beneficios. Cuando lo encendí, vi que tenía un mensaje de voz, de hace algún tiempo.

Hola, soy Germán. ¿Me recuerdas? Han pasado tantos años desde la última vez que hablamos. La otra vez te vi en el centro, estuve a punto de acercarme… pero detuve mis pasos. Recordé cada llamada que ignoré, cada mensaje al que no respondí. No quería arriesgarme a ser rechazado, no quería sentir eso, no puedo imaginar cómo se siente cuando alguien a quien quieres te rechaza.

Hoy, me comunico para pedir disculpas por esa mañana. No quería causarte dolor. Mi estilo de vida es tan distinto al tuyo. Soy… soy algo que quizás nunca podrías entender. Trabajo de formas que quizás nunca aceptarías. No tengo estudios, ni una vida establecida. Mi existencia es un laberinto de desconocidos y encuentros efímeros, una vida que no podría compartirla contigo… soy un puto, un prostituto, un Taxiboy. ¿Habrías aceptado eso de mí?

Tú mereces algo mejor, alguien que esté siempre a tu lado, y yo no puedo darte eso. Esa mañana me di cuenta de que me enamoré de ti de una forma que ni te imaginas, pero lo nuestro no puede ser. No tengo nada que ofrecerte, me duele decirlo, pero sé que es lo mejor… adiós… sé que encontrarás a alguien que te haga realmente feliz… Te amo.

Lágrimas imparables rodaban por mis mejillas. Por supuesto que habría aceptado su estilo de vida, habría hecho cualquier cosa por estar a su lado, pero ya era demasiado tarde. Aunque mi corazón aún lo anhelara, me dolía admitirlo. Tenía una vida feliz con mi pareja, y un futuro hijo por venir. Eliminé el mensaje, apagué el celular y me dije a mí mismo, en un susurro entrecortado: ‘Sigue adelante’

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