Capítulo 3

Una vez el ama de llaves abandonó el dormitorio Julia se acurrucó en posición fetal, desnuda y con la entrepierna dolorida por la penetración y desvirgamiento de su esposo. Comenzó a llorar en silencio. ¿Qué había hecho para merecerse ese trato? Poco a poco se fue sumiendo en un sueño del que se despertó por un sonido seco, al principio no identificó el sonido, luego se percató que era rítmico, cada pocos segundos y era en la planta baja de la casa. En seguida dedujo que eran azotes, no era la zapatilla, no sonaba igual…pero no era capaz de precisar el sonido, era parecido a cuando su padre le había pegado con el cinturón una vez que la habían pillado cogiendo dinero “prestado” de la cartera de su padre para las fiestas del pueblo, pero este sonido era todavía más intenso. En seguida le vino a la mente la joven María, el ama de llaves, pero también escuchaba el ruido de un grifo y de cacharros limpiándose en una pileta… o tiene más criados o esa debe ser María, pensó, entonces ¿a quién estarán azotando?

De repente recordó que Don Alberto le había dicho que su esposo era un viudo con dos hijos y pensó que quizás era uno de los hijos, pero cuando estaba elucubrando el sonido cesó y ella volvió a sumirse en un leve letargo.

Al rato volvió a sentir ruido en la habitación de al lado. Todavía no lo sabía pero eran sus hijastros, los mellizos, que en breve iban a tratar de espiarla. Ella siguió con los ojos cerrados y hundida bajo la sábana, pero pasado un rato comenzó a distinguir sonidos y voces…estaba María, la señora Carmen, un hombre y otra mujer que no identificó, escuchó al hombre protestar y oyó la palabra ricino y después una serie de golpes que esta vez sí le parecieron de zapatilla ¡Jesús en esta casa no paran! pensó para sus adentros… y dejó que el cansancio la venciera definitivamente.

Un golpe de luz al descorrer las cortinas le impactó en la cara y la despertó bruscamente, a contraluz distinguió al ama de llaves que la estaba despertando. Buenos días señora ¿Cómo ha dormido?

Bien…creo…bueno…no se…balbuceó Julia, he escuchado muchos ruidos…

Si, ayer los mellizos tuvieron unas sesiones de disciplina serias.

¿mellizos?

Si, Carlos y Marta, los hijos del señor, dos jóvenes de 16 años, hoy los conocerá.

Mellizos, 16 años, chico y chica, Julia estaba procesándolo todo… Está bien y ¿por qué los han castigado?

A Marta no podría decirle, solo oí la correa y a Carlos con la zapatilla por glotón y tomar mucha miel.

¿correa? Eso debió ser el primer ruido que escuché pensó para sus adentros Julia

Si, una correa de cuero que es reliquia de familia y que aplica su esposo en el despacho cuando lo cree conveniente… mientras decía esto María se movía por el cuarto arreglando y recogiendo, pero Julia se percató que caminaba con evidentes molestias.

¿Qué te ocurre María?

Nada…nada señora

¿Como que nada? Si cojeas ostensiblemente, déjame ver…

No señora, no se preocupe, …pero antes de que pudiera decir nada, Julia agarró a María por la muñeca y, tirando de ella, la tumbó en la cama boca abajo y le levantó la falda del uniforme a la espera de ver sus nalgas dañadas. Cuál fue su sorpresa cuando, al bajarle las bragas, observó que las nalgas no estaban marcadas. ¿Pero qué te duele María?, dímelo por favor que te quiero ayudar…

María, que se sentía profundamente avergonzada, no pudo resistir más y rompió a llorar…Julia la abrazó y la joven ama de llaves le narró lo que su esposo le había hecho la noche anterior…La joven señora se mostró horrorizada, jamás se hubiera pensado que su esposo fuera un sodomita y el hecho de que pudiera cogerla contra natura le producía terror.

Sea como fuere sacó fuerzas de flaqueza y se recompuso para ayudar a su joven amiga, con sumo cuidado le separó las nalgas y comprobó como tenía un pequeño desgarro en el agujero de atrás con restos de sangre seca. Rápidamente fue a su maleta y cogió una toalla en la que venía envuelto un bote de cristal con una pasta que su madre hacía con unas algas específicas que recogía en las playas y que servía para curar las heridas. Mas de una vez le habían aliviado con los cortes y heridas que se producía mientras cosía las redes de pesca de su padre, entre los anzuelos, las navajas y el salitre del mar provocaban un dolor horroroso y solo la pasta de su madre lograba aliviarla.

Con delicadeza cogió un pañuelo y lo empapó en agua de la palangana de su cómoda, limpió los restos de sangre seca, lo que provocó una pequeña protesta de la criada…

pssss tranquila María, tranquila…

luego se echó una pequeña porción de crema en la yema de su dedo índice y con un leve movimiento circular, la extendió por la fisura anal…María sintió un alivio casi inmediato sobre el picor que sentía en esa parte de su culo e instintivamente abrió las piernas, lo que dejó a la vista sus labios vaginales y el agujero de su sexo…esa visión comenzó a excitar a Julia, que era la primera vez que tenía a una mujer desnuda, así expuesta, delante de ella…

Mientras limpiaba los restos de crema de su dedo, dejo que la mano rozase furtivamente la nalga derecha de María. La joven notó el roce, pero no se inmutó, lo que alimentó el deseo de Julia y las ganas de seguir curioseando…el inicial roce casual se convirtió al momento en una caricia en toda regla que recorrió primero una nalga y luego la otra. María comenzó a producir un pequeño ronroneo de satisfacción y eso envalentonó a la joven señora que fue recorriendo todo el trasero de la joven hasta llegar al perineo, donde las cosquillas provocaron un movimiento brusco de la criada que hizo que su coño tocase la mano de Julia, mostrando una lubricación indicativa de que le estaba gustando.

La joven señora también empezó a sentir un cosquilleo en la entrepierna fruto de la excitación de la situación, su demonio interior la incitaba a meter el dedo en el coño de la criada pero sabía que eso no era normal, las mujeres están para servir a los hombres y no a otras mujeres…sin embargo la tentación estaba ahí, María poco a poco ensanchaba la abertura separando más las piernas…Julia amagó un par de veces pero finalmente, y, sin poder retener ese frenesí, introdujo un dedo de manera un poco torpe e impetuosa…

¡Dios señora, que hace! Exclamo la joven ama de llaves

No lo sé…lo siento, lo siento se apresuró a decir la joven mientres sacaba bruscamente la mano de la entrepierna

Uffff no la saque por Dios!

¿te…gusta? Replicó dubitativa

Siiii, pero más suave, por favorrrr

Julia sacó el dedo y lo volvió a meter, esta vez más suave…ufffff resopló María, quien esta vez comenzó a cerrar las piernas y a apretar el brazo de su joven señora. Julia asistía atónita a ese momento, con su dedo metido en el interior de María y ésta haciendo movimientos de presión sobre su brazo mientras amortiguaba gemidos de placer contra la colcha…antes de que ambas jóvenes pudieran plantearse nada más llegaron una serie de rápidos espasmos en la entrepierna de María que apretaron la muñeca de Julia hasta hacerle daño, ¡Diossss! suspiró María, mientras la mano de su señora se empapaba de sus jugos…

¡Jesús!, replicó Julia mientras tiraba con fuerza de su mano para abrirse paso entre los muslos apretados de su criada. Una vez fuera se dejó caer en la cama pensando todavía en lo que había sucedido…

María se recompuso rápidamente y tras un beso rápido y furtivo a su señora, se puso de pie de un brinco y se subió las bragas y adecentó el uniforme. Hay que prepararse para el desayuno o nos la ganaremos, expresó vehementemente, tratando de pasar por alto lo que acababa de suceder…

Tranquila, será nuestro secreto…le sonrió pícaramente Julia.

Al momento la joven ama de llaves sacó del armario una falda larga negra, unas alpargatas de esparto y una blusa de color gris perla.

¿y esta ropa?

Es la que ha dicho Doña Carmen que debes ponerte, en esta casa impera el luto o el alivio en tu caso por la muerte del marido de Doña Carmen y la primera esposa de D. José.

Julia se vistió de manera resignada con dichos ropajes.

Tras asearse bajó las escaleras y guiada por María se dirigió al comedor, donde ya estaban esperando su esposo, Doña Carmen y los dos mellizos.

¡Ya era hora! ¿se puede saber que estabais haciendo? Dijo Doña Carmen en tono muy serio

Ha sido culpa mía Señora madre, lo siento

Está bien, está bien, ven a sentarte

Nada más acercarse a su asiento, D. José se levantó y se dirigió a su joven esposa. Hola Julia, soy D. José, tu esposo. La agarró por los hombros y le dio un beso en cada mejilla.

Julia lo miró con cierto temor, tenía en mente su desfloramiento y la sodomización de María. Sin embargo no le pareció ni tan viejo ni tan desagradable como lo había imaginado.

D. Jose apoyó su mano en la espalda de Julia y la giró para que pudiera ver al resto de integrantes de la mesa. Estos son nuestros hijos: Marta y Carlos. Muchachos saluden a su nueva madre, y mientras lo decía bajo su mano de la cintura a las nalgas de su nueva esposa.

Julia aguantó el tocamiento de su esposo, sabía que era de su propiedad y podría hacer con ella lo que quisiera.

Los mellizos se levantaron de sus sillas y, con evidente desgana, hicieron una leve reverencia con la cabeza a modo de saludo.

La mirada de desaprobación de su padre fue evidente pero en ese momento no dijo nada. Le dio un cachete a su joven esposa y dijo. Muy bien, una vez hechas las presentaciones pasemos al desayuno.

Sin más preámbulos comenzaron el desayuno, el silencio reinaba en la mesa, mientras María iba sirviendo el café y poniendo las hogazas de pan recién horneado. D. José leía el periódico ajeno al resto de la familia desde su posición de dominio en la mesa. Julia estaba asombrada por la cantidad de cosas que había sobre la mesa, café con leche, pan, miel, mermelada casera, mantequilla, ¡eso era mucho mas de lo que ella tenía para comer muchos días en su casa!

En esas estaban cuando sonó la puerta. Al instante apareció en la entrada del salón un hombre canoso, alto, más bien fibroso, con unas gafas muy delgadas redondas, vestido con una sotana negra con alzacuellos, y rostro serio que infundía miedo (o eso al menos pensó Julia)

Buenos días D. Gabriel, pase por favor, se apresuró a decir Doña Carmen.

D. Gabriel era el confesor de la familia, había sido el cura de referencia de la finca desde que Doña Carmen contrajo matrimonio con D. José María Gomez de Lasarte y Salazar. El padre de D. Jose había sido un brillante terrateniente y hombre de negocios que había amasado una gran fortuna, era una persona muy dispuesta en el plano profesional, pero en su vida personal había sido un pusilánime y Doña Carmen, de puertas de su dormitorio para adentro, había tenido que tomar las riendas. Doña Carmen, chinela en mano, azotaba noche si, noche también a su marido. Solo tras recibir una soberana paliza de su mujer lograban consumar el matrimonio, y aun así no siempre, de ahí que solo hubieran tenido un hijo, D. José.

Doña Carmen, tan fuerte en apariencia, había sido muy infeliz en su matrimonio, pues ansiaba con todas sus fuerzas un marido duro y varonil, pero, ante su ausencia, se había volcado con la figura del confesor quien había comprendido desde un primer momento las necesidades de la señora.

D. Gabriel se sentó en la otra cabecera de la mesa, justo enfrente de D. José, quien inmediatamente dejó de leer el periódico. ¡Enhorabuena hijo por tu matrimonio! ¿esta es la afortunada?

Si ilustrísima, esta es mi esposa Julia. Ve a besar el anillo de D. Gabriel mujer, le indicó gravemente a Julia.

Julia se levantó torpemente y más torpemente se agachó para besar la mano de D. Gabriel. El cura la agarró por la barbilla y obligándola a levantar la vista hacia él le dijo: Bienvenida a la familia hija mía, has venido a una familia, cristiana, devota y pía. Mas tarde hablaremos y nos conoceremos, así como las normas que rigen la confesión conmigo.

Por supuesto Ilustrísima contestó D. José antes de que su joven esposa pudiese decir nada.

D. Gabriel dirigió su mirada a Doña Carmen, que para sorpresa de Julia, demostraba nerviosismo, y le dijo: entiendo que anoche todo según los mandamientos del señor…

Por supuesto D. Gabriel, en esta casa cumplimos con los mandamientos y mi hijo cumplió y mi nuera demostró lo que es de ley (en clara alusión a su virginidad)

El confesor volvió a mirar a Julia que seguía arrodillada a su lado y le dijo, levántate hija, date la vuelta, ahora agáchate…Julia obedeció sin saber muy bien porqué…Todos, incluidos los mellizos, estaban expectantes, ¡buenas caderas! ¡será una buena paridora! Ya sabe D. José, ahora a contribuir a la santa madre iglesia aumentando la familia y dicho esto le dio un cariñoso azote a Julia y le dijo: puede sentarse hija…

Julia se dirigió a su lugar en la mesa sintiéndose como una yegua a la que acababan de evaluar ¡era profundamente humillante!

Perfecto, pues desayunemos que el tiempo apremia. Señaló el cura.

Nada más terminar el desayuno. D. Gabriel se puso en pie y, haciéndole una seña a Doña Carmen dijo. Como siempre empezaremos por usted, Doña Carmen, vamos a su cuarto.

Si ilustrísima.

Una vez llegaron a su cuarto, el cura colocó una butaca en el pie de la cama, se sentó y a continuación la señora se arrodilló.

Ave María purísima

Sin pecado concebida

Dime hija mía ¿de qué te acusas?

Doña Carmen comenzó una retahíla de faltas que duró unos dos o tres minutos…

Nada más acabar el Confesor le dio la absolución y le dijo ¡ya sabes cual es la penitencia!

Si señor, respondió Doña Carmen

El ritual era siempre el mismo, ella le relataba sus faltas, el confesor le daba la absolución y después ella recibía su penitencia en forma de azotes, para ello Doña Carmen abría el último cajón de su cómoda y extraía dos objetos que formaban parte del ritual: una fusta similar a la que se empleaba con los caballos y un rodillo de tela, hecho con un pañuelo de seda enrollado que había formado parte de su ajuar de boda.

Acto seguido ella depositaba la fusta encima de la cama, se levantaba la falda de su vestido, se bajaba las bragas y se ponía doblada por la cintura, apoyada en el lateral de la cama, mordía el rodillo de tela para amortiguar los gritos. El confesor agarraba la fusta y comenzaba a darle azotes sobre las nalgas desnudas ZAS, ZAS, ZAS… mientras iba recitando el “yo pecador me confieso ZAS, ZAS, ZAS… ante Dios Padre todopoderoso ZAS, ZAS, ZAS…creador del cielo ZAS, ZAS, ZAS…y la tierra ZAS, ZAS, ZAS… el número de azotes nunca era el mismo, la única consigna era que, para que la penitencia tuviera efecto, el trasero debía quedar marcado hasta la próxima confesión que nunca se demoraba más de una semana… ZAS, ZAS, ZAS… ZAS, ZAS, ZAS… ZAS, ZAS, ZAS… esto venían siendo siempre entre 30 y 50 fustazos que Doña Carmen, aguantaba sumisa y entregada, dejándose marcar el trasero como una vulgar sirvienta. Una vez finalizado el castigo D. Gabriel comprobaba el estado de las nalgas sobándolas con las manos, lo que acrecentaba el dolor y la humillación de la pecadora. Acto seguido y, antes de poder volver a vestirse, Doña Carmen debía recoger los utensilios de la penitencia y guardarlos en el cajón, después debía arrodillarse delante de su ilustrísima y darle las gracias por su clemencia besándole el anillo.

La confesión solo afectaba a las mujeres de la casa a partir de haber sido desposadas, por lo que hasta la fecha solo le aplicaba a Doña Carmen, pero desde hoy también le aplicaba a Julia. Por ello cuando llegó la hora de la penitencia y, aunque a Doña Carmen le horrorizara la idea, Don Gabriel le solicitó que fuese a buscar a Julia.

Las dos mujeres entraron en el dormitorio de Doña Carmen y el confesor le dijo a Julia que ya había finalizado la parte secreta de la confesión y que ahora iba a presenciar cómo se aplicaba la penitencia. ¡debes aprender todos los pasos porque tu tendrás que hacerlos cada vez que te confieses conmigo! ¿está claro?

Si…si ilustrísima…

Bien ponte en esa esquina niña. Doña Carmen proceda

La otrora prepotente señora, se mostraba aquí obediente como un corderito camino del matadero. Con la cara descompuesta comenzó el ritual, abrió el cajón, sacó la fusta y el rollo de tela…Julia la miraba super atenta pero muerta de miedo… Doña Carmen siguió con el ritual, se despojó de las bragas, subió las faldas, mordió el pañuelo…Julia no daba crédito

ZAS,

ZAS,

ZAS…

Y comenzó a escuchar al confesor rezando “yo pecador me confieso

ZAS,

ZAS,

ZAS…

ante Dios Padre todopoderoso

ZAS,

ZAS,

ZAS

Las nalgas de Doña Carmen se iban llenando de marcas rojizas de los fustazos, duros y secos que aplicaba el cura (eso debe doler horrores pensó Julia, no me extraña que muerda un pañuelo!)

…creador del cielo

ZAS,

ZAS,

ZAS

…y la tierra

ZAS,

ZAS, D. Gabriel era un azotador muy duro, no reparaba en utilizar la fusta con fuerza y maestría

ZAS… por un momento Julia sintió pena de su suegra

ZAS

ZAS

ZAS

Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

El culo de la señora estaba totalmente cruzado por las marcas de la fusta, el castigo había sido tremendamente duro y Julia no podía apartar la vista mientras su suegra continuaba el ritual para guardarlo todo.

El confesor la detuvo. Doña Carmen deje la fusta que ahora le toca a su nuera. Arrodíllese, bese el anillo, vístase y abandone la habitación.

Si Ilustrísima, gracias ilustrísima contestó Doña Carmen mientras a Julia se le encogió el estómago por el miedo.

Una vez el cura se hubo sentado en la butaca, le indicó a la joven esposa que se arrodillara a su lado

Ave María purísima

Sin pecado concebida

Dime hija mía ¿de qué te acusas?

Julia intentaba minimizar lo que le contaba al cura porque ya había visto lo que le iba a aplicar como penitencia, pero el diablo sabe más por viejo que por diablo, y poco a poco el hábil confesor fue tirando de la lengua hasta que la muchacha reconoció tocamientos impuros (por suerte para María no dijo que habían sido con otra mujer)

Ego te absolvo en nomines patis, filis et spiritu sancti. Amén

Vamos con la penitencia hija mía, por ser tu primera confesión seré benevolente

Julia estaba muerta de miedo…pero siguió todos los pasos del ritual sin olvidar ninguno…excepto el pañuelo puesto que ella no tenía.

ZAS, el primer golpe de la fusta le quemó como un hierro candente y un grito se escapó de su boca ayyyy

¡Silencio desdichada, estás en el acto de contrición!

ZAS…

Y comenzó a escuchar al confesor rezando “yo pecador me confieso

ZAS,

ZAS…

ante Dios Padre todopoderoso

ZAS,

ZAS

Las nalgas de Julia estaban menos curtidas que las de su suegra y pronto comenzaron a palpitar

…creador del cielo

ZAS,

ZAS

…y la tierra

ZAS,

ZAS, D. Gabriel se dio cuenta que no aguantaría mucho y bajo la intensidad y aceleró el rezo

ZAS

Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

Nada más terminar la muchacha cedió en sus fuerzas y se dejó caer de rodillas llorando y frotándose las nalgas.

El cura la agarró del pelo y tirando de ella la obligó a ponerse sobre sus rodillas, comprobó el estado de sus nalgas y las sobó con fuerza. Las carnes de su nueva discípula eran tersas y firmes, más que las de Doña Carmen, así que su entrepierna notó la diferencia. Dándose cuenta de ello bajó a la muchacha, le indicó que se pusiese de rodillas a sus pies y le besase el anillo.

Acto seguido le dejó vestirse y avisar a Doña Carmen.

D. Gabriel se despidió de las dos mujeres diciendo: mis queridas pecadoras, nos veremos el domingo en misa y la semana que viene en una nueva confesión.

Si, ilustrísima, respondieron ambas al unísono…y acompañaron al sacerdote a la salida, por el camino se encontraron con D. José y los mellizos, que claramente observaron los gestos de dolor de ambas mientras caminaban. Las reacciones fueron diferentes:

D. José se mostraba orgulloso, su nueva esposa había pasado la prueba de la confesión con Don Gabriel, eso significaba que era una mujer piadosa a ojos de la iglesia.

Carlos estaba satisfecho de saber que su abuela había sido azotada, era su pequeña venganza semanal por todos los castigos a los que le sometía.

Marta por el contrario estaba muerta de miedo, no sabía como era el castigo, pero había visto salir a su abuela dolorida muchas veces, D. Gabriel tenía un gesto adusto terrible y ella sabía que sería la siguiente en cuanto fuera desposada.

Nada más cerrar la puerta Doña Carmen se giró y dando unos aplausos PLAS, PLAS, ¡Hala todo el mundo a sus quehaceres! Julia, hija mía, tu vete al dormitorio y espera allí que enseguida irá María.

Si señora madre

Doña Carmen se dirigió a su cuarto y al momento apareció María. Esto también era un ritual semanal, tras la marcha del sacerdote María le llevaba a Doña Carmen un aceite elaborado con plantas silvestres de la zona que aliviaba el ardor y curaba las marcas con prontitud.

La señora se tumbó boca abajo en la cama. María le levantó la falda, le bajó las bragas y comenzó a untarle el aceite con un algodón, lo hacía muy despacio para no lastimar a su señora y para que la piel se empape bien del oleoso elemento.

¡Hoy D. Gabriel se ha aplicado señora!

¡Calla desvergonzada sino quieres probar la zapatilla!

No, no señora, yo solo era por…

Por nada, chitón, tú a lo tuyo…

María se percató que estaba mas enfadada que en otras ocasiones, ella siempre había tenido la sensación de que en el fondo a su señora siempre le habían gustado los castigos de D. Gabriel, es más, creía que los deseaba y los anhelaba cada semana…quizá la llegada de Julia había trastocado ese “mundo” que era solo para ella pensó la joven ama de llaves…

¡Ya basta! El grito de Doña Carmen la sacó de sus pensamientos. Ahora vete al cuarto del señorito, allí estará mi nuera esperándote, aplícale el aceite a la desdichada.

Si señora

María abrió la puerta del cuarto y Julia estaba de pie, no podía sentarse del dolor que sentía en sus nalgas. Nada mas verla Julia se abrazó a ella llorando ¡es horrible!

No te preocupes mujer, traigo algo que te ayudará a pasar el dolor, Doña Carmen lo lleva usando desde hace mas de 30 años y le va genial…

¿Pero esto va a ser así todas las semanas?

Todas, todas no, pero una buena parte de ellas si, aquí en el pueblo todas pasamos por la penitencia de Don Gabriel en algún momento, solo que Doña Carmen es muy pia…y yo creo que le gusta…

¿Qué le gustaaaa?

Pssss no grites que como nos oigan nos la cargaremos, anda túmbate boca abajo…

Julia obedeció de inmediato, María le levantó la falda y, a diferencia de lo que había hecho con Doña Carmen, a Julia no le bajó las bragas, sino que se las quitó directamente…untó el algodón en una generosa ración de aceite y lo comenzó a untar en las nalgas haciendo círculos. Julia comenzó a experimentar una sensación placentera, una mezcla de alivio del ardor de sus posaderas y frescor. Al igual que antes había pasado con María ahora era la joven señora la que se estaba abriendo de piernas dejando ver su sexo a la joven criada. Ésta comenzó a dirigirse al coño de su señora que estaba esperando que María le devolviera la sensación que había experimentado ella antes…

De repente se abrió la puerta, ambas mujeres se sobresaltaron y Julia se incorporó tratando de tapar su trasero y sus partes íntimas.

Tranquila mujer, soy yo, tu esposo, indicó D. Jose muy varonil desde la puerta, no es necesario que te tapes, pero Julia no le hizo caso y siguió tratando de tapar sus partes.

¡María sal!

Si, si señor, se apresuro a decir la criada mientras recogía el bote de aceite y salía…

Ya has oído a D. Gabriel, hay que consumar el matrimonio para traer hijos

Pero yo…ahora…balbuceó Julia.

¡Déjame verte! Y de un tirón apartó la falda que la tapaba…la giró nuevamente y la puso en cuatro sobre la cama

Ummm te ha dejado el culito muy marcado, lo siento por ti querida pero esto te dolerá

Julia no supo que decir, en ese instante sintió como su esposo la asía por las caderas con una mano, mientras con la otra se quitaba el pantalón y así erguido de pie detrás de ella, comenzó a sobar con la mano su entrepierna para dirigir su verga a su coño.

Ahora te voy a montar y te va a gustar ¿me entiendes pequeña?

Por favorrrr…

¿me entiendes pequeña?

S..si

¿Si qué?

Si señor

¿Si qué?

Si, esposo mío…

La verga de D. José se fue deslizando lentamente dentro de su esposa. Julia amortiguaba gestos de dolor mordiéndose el labio. El miembro de su marido era grande y duro y su conchita era mas bien pequeña, le estaba haciendo un poco de daño al penetrarla. Una vez dentro su marido comenzó a acelerar las embestidas y Julia se fue dejando llevar con resoplidos y jadeos que aumentaban la lívido y la sensación de poder de su esposo

¡eres una buena potrilla! Exclamó

Ahhhg, uffff, ummm era lo máximo que salía por la boca de la joven

El placer de las penetraciones se unía con el dolor de las embestidas de la pelvis de su esposo contra sus doloridas nalgas

¡así de disponible estarás todos los días para mí! ¿entendido esposa?

s…si, Ufff s…si ehhh si esposo mío acertó a decir mientras la seguía taladrando

a medida que fue avanzando el dolor comenzó a desaparecer y solo se concentró en el placer y la excitación…cuando su esposo comenzó a acelerar ella sintió unos pequeños espasmos desconocidos hasta entonces y sintió una oleada de placer mientras el esperma de su marido se derramaba dentro de ella.

D. José saco su verga ya flácida de su entrepierna y se limpió los restos de semen sobre su falda… una buena potrilla si señor y le dio un sonoro cachete en el culo que hizo que ella gimiese, suspirase y se dejase caer sobre la cama…

Te veré esta noche querida…

Julia se quedó rendida, desnuda de cintura para abajo, con el culo marcado y brillante por el aceite, y su coñito dejando salir un hilillo de semen… y pensando…a lo mejor esta casa no está tan mal…

Continuará

Continúa la serie