Mi primera pareja fue una chica mayor que yo. Tendría unos 20 años y ella unos 27 cuando nos enamoramos.
Era una chica que tenía muchos problemas psicológicos y además era hija única.
Lo que hacía que fuera una de las niñas más mimadas que puedan haber.
Por ahora contaré lo que considero lo más fuerte que paso.
Un día del mes de octubre, ella estaba mala, no recuerdo porqué exactamente, pero se quedó en casa.
Así que cuando acabe las clases a primera hora de la tarde me acerqué a su casa.
Cuando llegue ella me dijo que nos quedáramos en el comedor, en la otra parte de la casa estaba su madre, así que nos sentamos en el sofá y empezamos a hablar.
Para mí era una chica muy excitante y entre el calor que hacía y que no había salido de casa iba solo con una bata.
Así que no tardaron mucho mis ojos en ver aquellos grandes pechos bajo su bata sueltos y mi pene empezó a aumentar su tamaño.
Según hablábamos me iba acercando a ella, iba jugando con mi mano por debajo de su bata, acariciándole los pechos, mientras seguíamos hablando.
Bajando mi mano por su estomago mientras le contaba mi primera semana de clases.
Jugueteando con mi dedo por sus labios mientras me contaba lo que tenía que hacer en cuanto se encontrase mejor.
Mis dedos empezaron a jugar por dentro de sus labios, resbalando por la humedad de su coño, estimulando su clítoris arriba y abajo.
Cuando de pronto, se abrió la puerta y entró su madre.
Al principio intenté sacar las manos de debajo de su bata, pero ella me las retuvo en el sitio, impidiendo que pudiera sacarlas a no ser que hiciera fuerza y se diera cuenta su madre.
Entró poco a poco y se sentó en un sillón enfrente de su hija.
Una hija con una bata por único trozo de tela para taparse, una hija con las piernas cruzadas debajo de la bata y una hija con los dedos de su pareja dentro de sus labios.
La señora empezó a hablar, pero muy pronto olió lo que pasaba, pero no dijo nada, siguió hablando como si no pasara nada.
Con lo cual, en cuanto yo me di cuenta, más que nervioso, volví a sentirme muy excitado.
Pensar que aquella mujer sabía que estaba masturbando a su hija cuando ella entró y que no ponía pegas, que aquella mujer que pese a sus 50 años aún se mantenía atractiva me estaba mirando sabiendo donde estaban mis dedos volvió a ponerme a cien y empecé de nuevo a mover los dedos dentro del coño de su hija. Separando sus labios, metiendo dos dedos por dentro de su sexo.
Seguía hablando todo el rato sobre un montón de cosas de las que quería convencer a su hija y yo la miré a los ojos para escucharla, pero mis ojos no pararon ahí, bajaron, lentamente hasta llegar a su entrepierna.
Pese a que llevaba un pantalón que no dejaba ver nada, no transparentaba nada. Cruzó las piernas en un acto de nerviosismo.
En aquel momento me sentía dueño de la situación, sentía que ya no era yo quien estaba nervioso de que le echaran una bronca por hacer lo que no debía.
Así que con la mano que tenía libre baje la cremallera del pantalón y saque mi polla tiesa y sin apenas dejar de mirarle a los ojos, me masturbé, mientras masturbaba con la otra mano a su hija.
La miraba gemía, me mordía los labios, sin dejar de mirarla.
Ahora si que se mantenía en silencio, yo incluso esperaba que se levantase y se fuese, pero no lo hizo, siguió mirándome mientras me masturbaba.
A parte la bata de su hija hacia un lado y seguí jugando con mis dedos, ahora ante sus ojos.
Unos ojos que no dejaban de mirarme, con rabia e impotencia, con ira e indefensión.
Hasta que me corrí y me fui al cuarto de abajo a limpiarme.
Años después entendí el porqué de tanto mimar a su hija y el porqué de tanto miedo y silencio.
Pero eso ya no corresponde a estas páginas.