La gente grita, las uvas se atragantan, los matasuegras suenan, las botellas de cava se descorchan, la felicidad y la alegría se extienden a velocidad de vértigo por todo el local.
Beso y abrazo a todos mis amigos, e incluso a gente que no conozco de nada.
Alguien me pone una copa de cava en la mano, alguien me toca el culo aprovechando el desconcierto general, pero qué más da! Estamos en un nuevo año, todo lo malo queda atrás y ahora hay que ocuparse de pasar las primeras horas del año a tope, disfrutarlas como se merece un año que se nos presenta lleno de ilusión y júbilo.
Un amigo me anima a beberme de un trago la copa entera mientras me pasa otra. Música navideña y algunos ya empiezan a pedir bailes.
No me puedo negar y empiezo a mover el esqueleto con uno, al cambiar de canción me toman de un brazo y comienzo a bailar al lado de otro y así varias veces consecutivas.
Tras algo más de una hora de ajetreo, me rindo exhausta y me dejo caer en un sillón para tomar un merecido descanso y luego volver a la pista de baile.
No tarda ni 5 minutos en aparecer otro coleguilla mío con dos cubatas, uno de ellos para ofrecérmelo a mí. Poso mis labios en el vaso y dejo que el whisky de garrafón atraviese mi boca y mi garganta.
Como no te compongas un poco el vestido, alguno va a tener que salir corriendo a aliviarse – Noto desconcertada que estoy despatarrada y con las piernas lo suficientemente abiertas como para enseñar más de lo suficiente. Me incorporo y me adecento un poco.
Jajajaja, gracias por el aviso.
Claro que… también podríamos aliviarnos los dos juntitos.
Jajaja – No puedo más que reírme ante tal sugerencia mientras mis mejillas se sonrojan.
Eso me parece que no es un no – Me dice sonriendo y acercando su boca a la mía.
Nos fundimos en el primer beso serio del año. Tras un largo morreo nos separamos. Nuestras miradas se cruzan cómplices.
Da un trago de su vaso y vuelve a acercarse.
Al abrir la boca y recibir su lengua compruebo sorprendida que tiene un hielo en la boca. Jugamos con el pequeño cubo frío y cristalino hasta deshacerlo completamente, momento en el cual es reemplazado por otro hielo. Idéntico camino siguieron el resto de hielos de nuestras bebidas hasta que se acabaron.
Para entonces, el dulce frío de nuestras bocas estaba en claro contraste con nuestros cuerpos, que ardían y se consumían en el placer.
Perdámonos por ahí un rato – Sugerí yo misma, sorprendida por tal desvergüenza.
Tus deseos son órdenes.
Mientras me levantaba sentí que un grupo de chicos me miraba entre risas.
No era para menos, entre tanto jueguecito había vuelto a entreabrir las piernas y el vestido se me había vuelto a subir demasiado, de forma que habían tenido tiempo suficiente para admirar la finura de mi ropa interior: un tanga rojo (una no es particularmente supersticiosa, pero si te lo regalan…) muy suave y elegante, bordado por todo su contorno.
Para tristeza de los voyeurs de turno acomodé mi vestido azul y les privé de las vistas panorámicas. Mi amigo, y provisional amante, me tomó de la mano y nos dirigimos hacia la salida del local.
Cuando pasamos a la altura de aquel grupito pude percibir entre miradas de odio a mí casual acompañante y furtivas miraditas a mi escote la envidia y desazón que les abatía a la práctica totalidad.
Como para atravesar toda aquella marabunta de gente teníamos que ir en fila de a uno, me acomodé detrás suyo para poder tocar y sobar bien a gusto su culo, idea que por lo visto también tuvo algún lanzadillo colocándose detrás de mí.
Como no era momento ni lugar, y en definitiva sólo eran unos toquecillos de nada, no quise darme por aludida y pude notar cómo nos seguía hasta que nuestro camino se alejaba demasiado de la barra.
Yo creía que nos dirigíamos hacia fuera, a los aparcamientos, pero antes de salir giramos en un recodo y nos detuvimos en un rincón oscuro, lugar donde seguramente mi amigo habría consumado actos pecaminosos con bastantes chicas aparte de mí.
Fue cosa rápida, pues ninguno de los dos estábamos para alargar en demasía el acto.
Apartando un tirante dejó mi pecho izquierdo al descubierto durante unos segundos, echándole una mirada para reconocer su orografía.
Entonces acercó sus labios y lo besó y lamió. Su lengua fría me provocó escalofríos y me puso la carne de gallina mientras jugaba con mi pezón de color clarito y bastante duro a consecuencia del frío y la excitación.
Chúpamela un poquito, venga, dime que sí.
Me quedé parada pensando en si hacerlo o no. Para mí no es motivo de devoción hacerle una mamada a un chico, de hecho tan sólo se la había practicado a novios cuya relación excedía en más de tres meses de duración.
Sin embargo es difícil pensar cuando se está caliente y, sobre todo, un pelín borracha. Además su mano presionaba sobre mi cogote hacia abajo.
Así que me agaché. Mientras él se abría la cremallera y sacaba su miembro en estado de semi-erección, aunque respondiendo ya como todo buen soldado, me retiré el pelo hacia atrás para que no me entorpeciera la tarea.
En cuanto le pasé la lengua por toda su longitud, se puso dura de verdad.
La metí tres o cuatro veces en mi boca y al sacarla miré hacia arriba:
Bueno, follamos o qué?
Ni siquiera respondió, sólo sacó su cartera del bolsillo de atrás y me mostró un condón.
Lo abrí con cuidado y se lo puse. Me incorporé y volví a besarle. Subí mi vestido hasta la cadera e hice a un lado el tanga. Inmediatamente se me acercó y apuntó a mi diana.
Acertó a la primera. Estaba tan caliente que me deshice en la primera penetración y tuve mi primer orgasmo.
Apenas se apercibió de ello. Siguió follándome como un loco, aunque se detuvo para comentarme:
Quítate las bragas, que me rozan los huevos.
Venga, rápido, quita.
Se salió de mí y me las bajé atropelladamente, enrollándolas según me bajaban, pues se pegaban a mi piel por culpa del sudor y mis jugos. Saqué un pie y antes de poder quitármelas del todo, me agarró de un muslo y elevó mi pierna y volvió a penetrarme.
Para mayor comodidad, crucé una pierna a su espalda y así pudo soltarme.
Pero como la cópula era más placentera decidí cruzar ambas piernas y colgarme de su cuello, de modo que tuvo que soportar todo mi peso, aunque rápidamente me apoyó contra la pared.
Y así estuvimos follando hasta que finalmente se corrió con dos penetraciones muy profundas.
Le di un par de minutos para que se recuperara y le comenté:
Me has dejado a punto, ahora te toca a ti hacerme una mamada.
Obedeció como un corderito. Se agachó y se comió mi conejito baboso hasta dejarlo limpio y reluciente. Su lengua inspeccionaba cada pliegue, cada rincón de mi chochito húmedo y excitado.
En el momento en que coincidieron su lengua en mi clítoris y un dedo apretando en mi entrada posterior me corrí salvajemente soltando un gran grito.
Supo aguantar a la perfección mis convulsiones con su boca pegada a mi coño recogiendo cualquier emanación que saliera del mismo.
Entonces le dije con una sonrisa de cara a cara:
Muy bueeeno, ha estado genial, chavalote.
Sonrió y se incorporó, dándome un beso en el cual compartió mis propios jugos conmigo.
Recogí mi tanga, que había caído de mi pie mientras follábamos y me lo puse.
Coloqué el vestido en su posición natural y me fui al cuarto de baño a intentar arreglar mi peinado y mi maquillaje.