Capítulo 2

-Pepita!!!

Y la niña salió disparada, huyendo como alma que lleva el diablo.

-¿Quien era?.- dije yo todavía con el susto en el cuerpo.

-Era una alumna mía, pero tranquilo, ahora me encargaré yo de ella…

-¿Tranquilo?, tenemos que tener más cuidado, pensaba que cerrar las ventanas era cosa tuya Josefa, esto no puede seguir así, el otro día también te la dejaste abierta, ¿qué quieres? ¿que nos pillen y acabe lo nuestro?

-No, claro que no, esto nuestro me da la vida, tú me das la vida, no quiero que se acabe nunca amor mío, sabes que te quiero con locura, como nunca he querido a nadie.

-Bueno ya hablaremos tú y yo, lo que me preocupa es que esa Pepita no se vaya de la lengua.

-No lo hará cariño, ya te he dicho que yo me ocuparé de ella, no te imaginas el miedo que le tiene a su madre, y ahora cuando acabe la clase, yo le voy a explicar que no se debe espiar a nadie.

-Le tiene miedo a su madre, ¿porque le zumba?

-Buf, no sabes como se las gasta la mujer, le da cada tunda a los hijos, que los pone verdes.

-Bueno confío en ti.

-Si cariño confía en mí, no te fallaré, ni ahora ni nunca.

Y tras eso se dieron otro sobeteo en el sofá antes de irse cada uno a su clase.

Cuando Josefa entró a clase se quedó mirando a Pepita muy seria, la pobre niña estaba muerta de miedo y de vergüenza hundida en su pupitre y no quería ni mirar a su maestra, se temía lo peor, un duro castigo por su parte y lo que era peor, que le dijera algo a su madre, y esta la volviera a castigar en casa.

Al finalizar las clases matinales y con la algarabía de todas las chicas de fondo, Josefa dijo sin apenas mirarla.

-Pepita, quédate aquí, que tenemos que hablar.

-Si señorita Josefa.- dijo la chica dócilmente, utilizando la fórmula que le gustaba a su querida maestra, había que llamarla siempre de usted y siempre señorita Josefa.

-Cierra la puerta cuando salga la última, y vienes aquí.

-Si señorita Josefa.

Cuando la chica llegó a la mesa donde la esperaba su maestra con cara de pocos amigos, ésta se levantó,avanzó con los brazos cruzados y se puso muy cerca de ella, colocó ahora los brazos en jarras, y mirándola de arriba abajo para intimidarla más todavía, le dijo.

-¿No te han enseñado en tu casa a no espiar por las ventanas Pepita?

-Lo siento mucho señorita Josefa.- Dijo con un hilo de voz.

-PLASSSSSS, no me vale que lo sientas, ¿eso es lo que te enseño yo en clase?

La chica empezó a llorar más que por el guantazo recibido, por la reprimenda, y además estando a solas, la pobre sospechaba que esto era algo serio y no se equivocaba.

-Nooooo señorita, usted no me lo ha enseñado snif snif, dijo entre llorando y sollozando.

-¿Entonces te lo enseñan en tu casa?

-No señorita, tampoco.

-PLASSSSSSSSSSSSS,¿entonces?

-Buaaaaaaaaaaaaa

-PLASSSSSSSSSSSS, déjate los llantos, y haberlo pensado antes.

-Buaaaaaaaaaaaaaaaaa, perdóneme señorita Josefa, por favor no se lo diga a mi madre que me mata.

Josefa suspiró, aquí vio el cielo abierto, chantajearía a la niña, ambas callarían y ambas se beneficiarían.

-Ven aquí anda, dame un abrazo.

La pobre chavala se abrazó a su maestra como si le fuera la vida en ello, la sola idea de que su madre recibiera una queja de la maestra le ponía los pelos de punta, la pobre chica no era consciente de que tenía la sartén por el mango

-Pepita escúchame muy bien lo que te voy a decir, lo que has visto esta mañana con cosas de mayores, y será un secreto entre nosotras dos, un secreto para toda la vida, ¿de acuerdo?

-Si señorita Josefa, se lo juro por Dios, nunca le diré a nadie nada.

-Muy bien, sé que no lo harás y confío en ti plenamente… pero lo que has hecho no puede quedar sin castigo,¿lo entiendes verdad?

-Si se-señorita Josefa.- dijo la chica balbuceando, ella ya pensaba que se iba a ir de rositas, pero su gozo en pozo cuando vio a su profesora iniciar el movimiento para descalzarse la zapatilla, adelantó un poco el pie derecho para unirlo a la punta del izquierdo, después sacaba el pie y la zapatilla se quedaba en el suelo, lista para su cometido.

Josefa se agachó, agarró su zapatilla granate con fuerza y se sentó en su silla, era una silla grande pero sin brazos, con lo que era ideal para ponerse a las más pequeñas sobre sus muslos para corregirlas, como Pepita era menuda la podía manejar bien sobre su regazo y antes de empezar con la zurra le dijo.

-Pepita, espero no tener que pegarte más por este tema ¿de acuerdo?

Sin más preámbulos, le levantó la falda y empezó a darle zapatillazos sobre las braguitas, alternaba una nalga y otra, una y otra, una y otra, Josefa empezó a pensar en todo lo que podría perder si esa niña contaba a alguien lo que había visto y arreció en sus azotes, y lógicamente la chica en sus gritos y en sus lloros, algo que molestó a la maestra que le bajó las bragas, cosa que casi nunca hacía, y siguió completando una monumental azotaina.

Desde siempre sintió cierto gusto al azotar tanto a sus alumnas como a sobrinos, tenerlos a su disposición le provocaba placer, y oír sus alaridos a cada azote también, ahora ese placer se mezclaba con rabia, no le gustó que Pepita gritara tanto ya que creía que esos azotes eran muy merecidos y por tanto no tenía derecho a la queja, así una vez que tuvo las regordetas nalgas desnudas y a su disposición, se despachó a gusto con cada zapatillazo, lo daba fuerte, y lento, un cachete y otro, la suela de goma amarilla restallaba en el aire casi tanto como la garganta de la chica.

Con cada uno de esos últimos 20 zapatillazos, fue dado con saña, como desgranando cada uno de ellos, Josefa sintió un placer único, siempre le gustó pegar, y siempre sintió gustirrinín ahí abajo, pero en esta ocasión sintió que se iba a correr, hubo un momento en que lo supo, cada azotazo la llevaba irremisiblemente al clímax, hasta que en el vigésimo PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS, estalló y se corrió como una perra en celo.

Pepita cayó desmadejada al suelo a los pies de su maestra, ni siquiera su madre le había dado nunca una zurra así de severa, para la misma Josefa fue también la tunda más dura que había dado nunca, se quedó sin respiración, y con las bragas empapadas, seguro que le recalarían hasta la falda pero le daba igual.

Cuando se recuperó un poco dejó caer la zapatilla al suelo, se la calzó dejándosela en chancla, y volvió a advertir a su alumna.

-Ya sabes lo que te he dicho antes, si no dices nada a nadie de lo que has visto esta mañana no te pasará nada, ahora bien, como se te ocurra decir algo, lo más mínimo, te juro que la paliza que te acabo de dar no será nada para la que te espera, te rompo la zapatilla en el culo¿me oyes?

-Sí señorita Josefa, se lo juro buaaaaaaaaaaaaa, nunca se lo diré a nadie.

-Muy bien, confío en ti, y ahora vete a tu casa, y que tu madre no vea lo que te he hecho, y si te ve, le dices que te he pegado por no obedecerme.

-No le diré nada señorita Josefa, se lo juro.

La chica debido a la somanta andaba renqueando, cogió su cartera y salió por la puerta, mientras que Josefa se encaminó hacia el despacho donde la esperaba su amor, no podría estar más enamorada ni más ilusionada con aquel hombre, era algo que crecía minuto a minuto, lo que ella no sabía es que él había sido testigo de lo que había pasado en el aula, lo vio todo por un pequeño ventanuco, y se enardeció como pocas veces con la visión del espectáculo presenciado.

Josefa entró al despacho donde la estaba esperando leyendo unos papeles apoyado a la mesa que hacía de escritorio, me gustó ver su figura,estatura normal, muy bien proporcionada, con sus curvas, su pelo rizado, sus ojos verdes centelleantes de deseo, venía con una de sus zapatillas en chancla, ni siquiera perdió el tiempo en calzársela del todo, solté los papeles y le dije:

-¿Qué? ¿Cómo ha ido?

-Le he dado una buena paliza, te aseguro que esa no va a espiar más por las ventanas, ni a nosotros ni a nadie, le he dado una de zapatilla que se va a acordar mientras viva.

Aquellas palabras terminaron de inflamarme, así que la abracé y la besé con pasión, no sé cual de los dos estaba más excitado, nos besamos como adolescentes enamorado, todo ello hacía que aumentara aún más nuestra fogosidad, y estando así abrazados, pensé que había llegado el momento; dejé de besarla , ella me pedía más con la boca abierta, pero yo le dije.

-Bueno ahora tú y yo tenemos que arreglar una cuenta pendiente.

-¿Que cuenta amor mío?

-Ya te has dejado dos veces la ventana abierta, y hoy además nos han pillado, creo que te mereces un castigo.

Noté como se sonrojaba, pero no se alejó un ápice de mí, ambos seguíamos abrazados, y muy juntos.

-¿Un …castigo?

-Sí cielo, un castigo, y no creo que haya mejor castigo que unos azotes, no hay nada mejor para aprender que una buena azotaina, ¿no?

-Pues … sí.

-Tú azotas a tu alumnas para que aprendan ¿sí o no?

-Sí amor mío, así es,

-Pues ahora yo te voy a dar a ti unos buenos azotes, yo creo que con eso aprenderás, y ya no olvidarás más cerrar la ventana.

-Lo que tú digas me parece bien.

-Me gusta que seas así, me gustas mucho Josefa

-A mí también me gustas mucho Pedro, te quiero con toda mi alma

-PLASSSSSSSSSSSSSSSSS

-Auuuuu

El primer azote se lo dí por sorpresa, yo seguía de pie, con el culo apoyado en la mesa del escritorio y la tenía abrazada, ella con los brazos sobre mi cuello, y yo los míos sobre su cintura, así que sólo tuve que levantar mi mano derecha y darle otro sonoro azote por encima de su larga falda gris.

-PLASSSSSSSSSSSSSS

-Ay, pica.

-Claro que pica, y mas que te va a picar PLASSSSSSSSSSSSSSS

-Ahhhh

Pese a sus quejas notaba la dureza de su pechos, sentía sus pezones erectos, estaba claro que le gustaba azotar, pero también parecía obvio que se estaba excitando con la zurra que le estaba empezando a dar.

Aumenté la fuerza de mis azotes, mano bien abierta y azotazo, ella echaba la cabeza para atrás, y cerraba los ojos además de quejarse a cada uno de mis golpes, no podía estar más sensual, y lo que es mejor, sin quererlo.

Cuando llevaba unas 10 palmadas, y empezaba a notar sus nalgas bien calentitas, quise subir el nivel, un castigo era un castigo, y no podía estar restregándose contra mí como una furcia, así que la separé de mí, la apoyé sobre sus codos en la mesa, con su culo en pompa, la agarré con mi brazo izquierdo por su abdomen para tenerla bien sujeta, y puse mi pierna izquierda entre la suyas; creo que no tenía ninguna intención de huir, pero de la forma que la tenía agarrada, tampoco hubiera podido hacerlo.

Le subí la falda solo con una mano, se la coloqué sobre su espalda y seguí con los azotes sobre sus blancas bragas.

-PLASSSSSSSSSSSSSSSS

-AHHHHHHHHHHHHHHH cariño mío duele.

-PLASSSSSSSSSSSSSSSSS

-Ummmm

Ella alternaba gritos de dolor con gemidos de placer, en esa posición le daría unas 20 veces, ya no aguantábamos mucho más ninguno de los dos, la excitación nos devoraba, así que poniéndome un poco más cómodo cesé mi azotaina, y empecé a sobarle por encima de las bragas, y descaradamente me fui hasta su coño que como sospechaba estaba chorreando.

-¿Estás mojada Josefa?

-Ay siii, lo siento cariño, estoy muy mojada.

-Y dime una cosa ¿estás mojada por la paliza que le has dado a Pepita? o ¿por lo que te estoy dando yo a ti?

-Ufff, no lo sé cariño mío, la verdad es que… no lo sé…

-PLASSSSSSSSSSSSSSSS, no me mientas Josefa!!!

-Auuuuuuuuuuu, perdóname vida mía.

-¿Te has mojado pegándole a Pepita?

Me miró más sonrojada aún, y sin decir nada asintió con la cabeza.

-No te avergüences por eso Josefa, te entiendo perfectamente, y me gusta que seas así, ¿de acuerdo?

-Gracias amor mío, snif, buaaaaaaa.

No sé si fue la confesión, o el hecho de que a mí me pareciera bien, pero lo cierto es que aquello fue una especie de liberación para Josefa, que empezó a llorar como un grifo abierto, entonces la abracé, y empecé a besarle la cara, el pelo, y a consolarla, y le dije.

-No me des las gracias por eso mi amor, sólo quiero que me digas la verdad, y ahora quiero preguntarte otra cosa.

-Claro que sí snif, lo que tú quieras.

-¿Te excita también que te azote yo?

-Un poco sí, la verdad. Me dijo mirándome azorada.

-¿Un poco?

-Un mucho,la verdad, pero hoy ya me has dado una buena, ya he tenido bastante.

-Tienes razón, ahora te voy a hacer otra cosa.

Entonces la coloqué totalmente apoyada en el pupitre, codos sobre la mesa, su cuerpo doblado hacia delante haciendo un ángulo de 90 grados, las piernas rectas y un poco abiertas, le acomodé la falda encima de la espalda, le bajé las bragas de un tirón, y poniéndome de rodillas me amorré contra su coño.

-MMMMMMMMMMMMMMMMMMM DIOS MÍO

Me encantó que tuviera el coño tan mojado; para poder comérselo adecuadamente le tenía que meter mi nariz casi en su culo algo que la excitaba aún más, poco a poco fui buscando mejor su coño, se lo comí de una manera salvaje, incluso llegué a mordérselo, sus gemidos y sus alaridos me enardecían aún más, hasta que llegó un momento en que ocurrió lo inevitable.

Me levanté, me desabroché el cinturón, me bajé lo pantalones, y me puse sobre ella para que notara mi paquete sobre su culo, mi erección era brutal, en ese momento supo que me la iba a follar, iba perder su virginidad, sus reticencias a que consumáramos el acto sexual se desplomaron de golpe, y más cuando le dije al oído.

-Ahora sabes lo que va a pasar, ¿verdad?

-Mmmm sí amor mío.

-Te voy a poseer Josefa.

-Si amor de mi vida.

-Voy a hacerte mía

-Lo sé cariño mío.

-Voy a desflorarte, y te voy a hacer mi mujer.

-Siiiiii, lo estoy deseando, quiero ser tu mujer, ser tuya, eso es lo que más quiero en el mundo,por favor te lo pido.

Mi táctica de ir «calentándola» tanto con azotes, caricias, como con palabras, me estaba saliendo a pedir de boca, quería que este momento fuera especial para ambos, y que estuviera deseándolo tanto o más que yo.

Así que me cogí el henchido e hinchado pene, lo coloqué en la entrada de su flor y se lo metí de una forma casi imperceptible, pero suficiente para que su gemido la dejara casi afónica, agarré de las caderas y me recreé con la situación,disfruté viendo sus nalgas azotadas y marcadas por mi mano, me gustó tenerla a mi disposición, tener la sartén por el mango, tenerla domada, dominada, a mi merced, y sobre todo suplicándome.

Josefa no podía esta más excitada, nunca jamás lo había estado tanto, pero su educación no le permitía pedirme verbalmente que la follara, otra cosa era su lenguaje corporal, mucho más difícil de disimular, así que aunque de sus labios no salía petición alguna, lo que sí que hacía era echar su culo hacia atrás, al principio de forma suave y discreta, pero se estaba poniendo de los nervios, y empezó a culear buscándome como una fulana, lo que le valió un sonoro azote

-PLASSSSSSSSSSSSS, ¿que quieres Josefa?

-Ayyyyy mmmm sigue por favor.

-¿Que siga qué?

-¿Que me lo hagas? ( no se atrevía a decir la palabra follar)

-¿Quieres que te folle amor mío?

-mmmm sí por Dios bendito.- me dijo mientras ronroneaba cada vez con más descaro.

-Sí ¿qué?

-Que me folles, quiero que me folles mmmmm…

Le agarré de nuevo con fuerza las caderas, y le dí un tremendo empellón para metérsela hasta el fondo «SPLASSSSSSSHHHHHHHHH». Noté como rompí su himen, como le la clavé hasta el fondo, el sonido fue casi como cuando descorchas una botella de champán, me encantó oírlo, en realidad más que oírlo, sentirlo, fue algo especial que no olvidare nunca. Aquella gruta ignota me recibió con una calidez, una lubricidad, y una suavidad maravillosas, me gustó notar como esa mujer vibraba entre mis brazos, e inicié un mete saca machacón, me gustó oír como gemía como una loca, y con mucho esfuerzo miró hacia atrás buscándome los ojos como para agradecerme lo que estaba haciendo por ella fuera, me gustó tanto el detalle, que eso fue la puntilla para que me llegara un orgasmo gigante.

Ella estaba haciendo por mí, más que yo por ella.

Hubo un instante en que dudé si correrme dentro de ella o no, pero decidí que si quería hacerla mía,si quería poseerla,si quería tomarla, tenía que hacerlo con todas las de la ley, así que decidí derramar mi leche dentro de ella, llenarla con mi semen, mezclar nuestros flujos.

Me ponía mucho tomar así a una mujer hecha y derecha, respetada por la comunidad, dos años mayor que yo. Además, pese a estar casada, quería hacerla mi mujer,me excitó pensar que fuera de mi propiedad, hacerla la madre de mis hijos, ahora se ve algo absurdo pero en 1968 y para un joven inexperto, era algo que te hacía sentir muy hombre; desvirgar a una mujer de sus características me llenó de orgullo y satisfacción, y por si todo esto fuera poco, estaban los azotes, esa mujer adoraba azotar y ser azotada, ese tren no lo podía dejar pasar.

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