Mi jefe volvió a llamar ‘y no se olvide de llevar también el expediente de cierre de la Galería de arte’, ‘Sí, señor López’ le respondí por el interfono. Acababa de ser informada de que al día siguiente partíamos con destino Buenos Aires para solucionar unos importantes temas. Mi jefe últimamente viajaba solo y por eso me extraño mucho que volviera a pedirme que fuera con él esta vez. Estaba justificado por la importancia de los temas a tratar.
Esa noche no dormí bien. Tuve un montón de sueños eróticos y me desperté muy mojada. Hacia 2 semanas que mi pareja me había abandonado. No soportaba que mientras hacíamos el amor yo le insinuara futuros tríos sexuales y acabó dejándome.
Yo no soy una pervertida ni nada parecido, pero creía que nuestras relaciones sexuales necesitaban algo más y así se lo decía. La cuestión es que me desperté muy mojada después de una noche de dar vueltas en la cama.
No es mi costumbre masturbarme, pero creí que no sería capaz de salir a la calle con esos pezones duros como piedras y con el flujo chorreándome por la entrepierna, por lo que me masturbé.
La verdad es que no me costó mucho. Simplemente necesité ponerle un poco de pimienta y un tercer personaje (femenino, por supuesto) a la última gran cabalgada que tuve con él antes de que me dejara, y acabé por darme una buena ducha.
A las 11 estaba en el aeropuerto como habíamos quedado, y al rato, tarde como siempre, apareció mi jefe. Me quedé sorprendida porque apareció y no iba precisamente solo. Iba con él una jovencita muy sensual y ceñidita en un vestido que le llegaba hasta las rodillas. Me dio los buenos días y me explicó que se trataba de Blanca, una sobrina suya que había venido a pasar unos días de vacaciones con él mientras sus padres estaban en Bali y que no podía dejarla sola en casa. Blanca me saludó muy educadamente y me dijo que ella me podría ayudar con el papeleo que surgiera durante los próximos días.
Resultó que tenía 24 años y que tenía una diplomatura en Administración y Dirección de Empresas por una Universidad norteamericana. Me cayó bien Blanca desde el principio, no obstante fue el origen de un pequeño problema en el aeropuerto. Blanca venía con su pequeña mascota, un fox-terrier no muy grande, e insistía en subirlo a la cabina del avión. Por supuesto, el personal de tierra del aeropuerto se negaba en redondo a aceptar el perro (que iba en su caja de viaje totalmente ataviado y asegurado) en la cabina del aparato, por lo que al final tuvimos que facturar al perrito, que se llamaba Bobby, ante el llanto y el descontento de Blanca. La acerqué a mi pecho para consolarla y así nos fuimos hacia el interior del aeropuerto a esperar que fuera la hora del despegue.
El rato transcurrió y mientras mi jefe no paraba de leer y releer dossiers de trabajo Blanca y yo nos hicimos buenas amigas y estuvimos hablando de todo un poco. Subimos al avión y el vuelo transcurrió sin pena ni gloria.
Para cuando llegamos a Buenos Aires Blanca y yo éramos casi ya amigas de toda la vida. Ella tenía 24 años y una conversación muy amena y divertida, y yo, la secretaria de su tío, 28 años y también presumo de tener una conversación bastante distendida.
Nos llegamos al hotel y mi jefe se empeñó en que necesitaba reunirse conmigo para preparar la reunión del día siguiente. Quedamos para las 3 de la tarde en una de las pequeñas salas de reuniones del hotel y estuvimos trabajando hasta pasadas las 5. Al terminar me dijo que Blanca, que estaba en la habitación de al lado suya, le había dicho que me dijera que una vez que terminara pasara por su habitación para charlar un rato antes de cenar. Me fui a mi habitación, me puse un poco más cómoda y me fui para la habitación de Blanca.
Allí estaba ella viendo la televisión y acariciando a su perro Bobby. Me sonrió al verme entrar y nos sentamos en la cama mientras hablábamos y veíamos la televisión. Bobby estaba súper nervioso y no paraba de moverse por encima de nosotras dos. Estaba todo el rato chupándonos las manos e intentando subirse encima de nosotras. Blanca no paraba de hacerle rabiar y a Bobby le gustaba jugar.
Al rato me di cuenta de que el perro tenía su pene casi erecto y le pregunte a Blanca si se había dado cuenta, a lo que ella me respondió que sí, que aquello era normal porque Bobby estaba en celo. Le hice un par de preguntas sobre el celo de los perros y me contestó con un dominio del tema que me sorprendió.
Al rato de estar hablando sobre el tema me preguntó si alguna vez había visto a dos perros follando, a lo que respondí que la verdad era que nunca lo había visto. A continuación me dijo con una sonrisa muy picara, ‘deduzco pues que tampoco en tu vida habrás visto a un perro follando con una mujer’, y claro mi respuesta fue que nunca.
Entonces ella me preguntó ‘¿y te gustaría verlo?’ a lo que respondí que nunca se me había pasado por la cabeza pero que podría ser interesante y excitante a la vez. Ella me dijo que tenía que confesarme que ella lo había hecho varias veces con Bobby y que además le gustaba. Yo me quedé petrificada y sin saber qué decir, y no obstante cada vez estaba más excitada. Blanca me pidió que por favor no se lo contara a nadie y que le guardara el secreto. Por supuesto le contesté que podía estar tranquila, pues conmigo su secreto seguiría siendo secreto.
A continuación me preguntó a quemarropa ‘¿te gustaría probar?’, y entonces yo le conteste que no sabía, que aquello era muy nuevo para mí. No obstante, le dije, estaría dispuesta a ver cómo lo haces tú y luego ya veremos si me apetece probar. Blanca me sonrió y acercó sus labios a los míos y me besó. Reaccioné únicamente cerrando mis ojos y dejándola hacer. Tras el beso, me dijo que necesitaría mi ayuda.
Se empezó a desnudar y quedó ante mí en un momento totalmente desnuda. Me empezó a explicar que para poder ser penetrada por Bobby primero tenía que estar muy mojada y que para ello le ayudaría verme a mí desnuda.
La situación era excitante por lo que me quedé en bragas y sujetador. Blanca estaba radiantemente hermosa. Se acercó a mí y me empezó a acariciar mis pechos por encima del sujetador. Me pidió que me lo quitara y, por supuesto, me lo quité. Mis pezones estaban tan duros o más como esa misma mañana cuando me había tenido que masturbar para que se me bajaran los calores.
Ella me los empezó a chupar y sus manos empezaron a recorrer mi espalda hasta llegar a mi culo. Yo volvía a estar de nuevo súper mojada y ella me cogió una de mis manos y la acercó a la entrada de su vagina. Ella también estaba muy mojada y me dijo que necesitaba estar todavía un poco más mojada para que el pene de Bobby entrara bien.
Yo, inocente de mí, le pregunte ‘¿y cómo lo podemos conseguir?’ a lo que ella enseguida respondió echándose larga en la cama, abriéndose de piernas e indicándome con un claro gesto que le chupara el coño.
Al momento me descubrí a mí misma llevando a cabo uno de mis muchos sueños y fantasías eróticas que tenía cuando era penetrada por mi última pareja. Empecé a pasarle mi lengua por su clítoris, que estaba ya súper duro, y empecé a penetrarla lentamente con dos dedos.
Blanca estaba disfrutando a tope y no paraba de apretarse las tetas. Estuve un rato mordisqueándole el clítoris y penetrándola de forma intermitente en la vagina con mis dedos y con mi lengua. Parecía que se iba a correr. No paraba de jadear, y entonces fui yo quien paré el juego y le dije, ‘Blanca, creo que estás suficientemente mojada; me gustaría ver cómo te penetra Bobby’. Ella abrió los ojos y me miró sonriendo.
Colocamos dos almohadas de la cama pequeñas una encima de la otra y ella se puso encima de ellas a cuatro patas. Me pidió que colocara muy lentamente a Bobby sobre ella y que le ayudara a penetrarla. Fue muy fácil porque Bobby estaba súper excitado y tenía su largo y delgadito pene que ya chorreaba. Lo coloqué en posición de forma muy delicada evitando que Bobby le hiciera daño y fui yo misma la que dirigió su pene a la entrada de la vagina de Blanca.
Una vez colocado en la entrada Bobby la penetró de forma violenta, sin embargo Blanca ni se quejó. Yo sujetaba a Bobby para que no se cayera mientras la estaba follando de una forma frenética. De vez en cuando le preguntaba a Blanca si se encontraba bien y ella me respondía que de maravilla. Bobby seguía follandola y parecía que no paraba.
En un momento, Blanca se volvió y me pidió que le colocara el pene en la entrada de su ano y que por favor le ayudara a penetrarla por allí. Me sorprendí un poco por la petición, pero no podía decir que no.
La entrada de su ano estaba muy mojada básicamente porque parte del flujo de su vagina con el vaivén de Bobby se había extendido hasta allí. Me fije bien y me dio la impresión, por la forma del ano, que no era la primera vez que era penetrada por ahí. Fue muy fácil, porque el pene de Bobby era largo pero muy delgado.
Una vez penetrada analmente con un pequeño quejido por parte de Blanca, Bobby volvió a recuperar la velocidad de penetración que tenía unos instantes antes. Blanca empezó a gemir como no lo había estado haciendo mientras era penetrada vaginalmente y tuvo que hundir la cabeza en la cama para evitar que se oyera fuera de la habitación. Yo estaba sorprendida, excitada y maravillada por el espectáculo.
Allí estaba yo, en un hotel de Buenos Aires, ayudando a un perro a penetrar analmente a la sobrina de mi jefe. Vaya experiencia.
Bobby empezó a moverse más y más rápido y de repente, por un grito de Blanca, me di cuenta de que se estaba corriendo en su interior. Seguía y seguía penetrándola sin parar mientras se corría dentro de ella. Blanca parecía seguir disfrutando como si fuera la última vez y Bobby no la sacaba de dentro de su ano. Qué maravilla. Pasados unos instantes, cuando supuse que Bobby había terminado dejé de sujetarlo y el perro se salió de dentro de ella todavía con su pene chorreando y se bajó de la cama. Se puso en una esquina de la habitación y comenzó a lamerse el pene para limpiarse.
Blanca seguía en la misma posición y volviendo la vista mirando al perro me dijo ‘¿serías capaz de limpiarme tú ahora como lo está haciendo él?’. Yo me quedé un poco indecisa, pero enseguida respondí que ‘¿por qué no?’ y comencé a lamerle la entrada de su ano y a succionar y tragarme todo lo que salía de él. Estaba tan excitada que me lo tragaba todo. Tenía un sabor que no podría describir, pero que desde luego no era algo que me estuviera dando asco. Su ano estaba abierto y se podían meter dos dedos en su interior. Blanca seguía súper excitada y no hacía más que decirme que no parara. Seguí chupándole la entrada de su ano y masturbándola a la vez en el maravilloso coño que tenía a la altura de mi cara hasta que Blanca acabó corriéndose de nuevo en mi cara. Digo de nuevo, porque luego me confeso que durante la penetración anal había tenido ya otro orgasmo.
Blanca se quedó destrozada tirada en la cama mientras yo con mi vagina chorreando no sabía qué hacer. Me tumbé a su lado y descansamos un rato. A los pocos minutos volvió a abrir los ojos y me contó que había tenido otro orgasmo durante la penetración anal y que había sido maravilloso. Me dijo que el final conmigo había sido bestial y me preguntó por mis impresiones al respecto. Estuvimos un rato hablando y comentando la experiencia que acabábamos de vivir juntas y a continuación me dijo ‘Ahora te toca a ti’.
Yo me quedé un poco helada al escucharla decir aquello, pero después de haber ayudado a Bobby a penetrarla anteriormente ahora no podía poner una excusa y desaparecer de allí. Además los ardores de mi cuerpo no me lo permitían.
Con un rápido movimiento de sus manos comprobó casi sin que yo me diera cuenta que mi vagina estaba chorreando. ‘Alguna vez has tenido sexo con otra mujer’. Contesté negativamente y me callé todas mis fantasías y deseos ocultos. Estaba a punto de gritar ‘Hace años que lo estoy deseando’, o algo como ‘Blanca, hazme tuya’. La verdad es que Blanca, con sus 24 años sabía mucho más de la vida que yo y pareció que me leyó el pensamiento.
Muy dulcemente me abrió las piernas y depositó su mojada lengua sobre mi clítoris. Con sus dedos muy lentamente me abrió los labios de mi vagina y bajó su lengua desde mi clítoris hasta la misma entrada de mi vagina. Mis flujos resbalaban por todos sitios y los sentía gotear sobre la cama. Blanca me estaba haciendo sentir mujer desde las uñas de mis pies hasta el último pelo de mi cabeza.
Estaba tan excitada que no tardé en conseguir un orgasmo. Cuando empecé a estremecerme de placer y casi la ahogo con mis piernas, Blanca decidió que era el momento justo de ser penetrada por Bobby. Lo llamó y me puso a cuatro patas. Me pidió que mientras ella lo terminaba de preparar que no dejara de masturbarme para no perder la excitación. ‘Así será todo más fácil’, me dijo.
Yo hundí mi cabeza en la cama mientras me acariciaba el clítoris y me metía un dedo en la vagina sin variar mi posición a cuatro patas. Unos minutos después levanté la cabeza para ver qué pasaba y vi a Blanca con el pene de Bobby en su boca. Le estaba chupando el pene a Bobby como no lo había visto yo en la vida a un humano. Con una mano le sujetaba la polla al perro para poder chuparla bien, y con la otra se estaba masturbando. La excitación no dejaba de crecer en mí, y, por supuesto, no dejé yo tampoco de masturbarme.
Unos instantes después se sacó el pene de la boca y me dijo que ya estaba listo y que me preparara. Bobby volvía a estar erecto y no paraba de mover su rabo. Volvía a estar excitado y listo para la copula.
Me puso en la posición indicada por Blanca y ella dirigió magistralmente al perro y su pene hasta la penetración. Como me había dicho ella antes, fue muy fácil puesto que el pene era largo pero delgado. Notaba las embestidas de Bobby y disfrutaba con su penetración. Necesitaba mis dos manos para sujetarme y aguantar las embestidas, por lo que tuve que retirarlas de mi coño, no obstante enseguida noté los sabios dedos de Blanca masajeándome el clítoris y sujetando el pene de Bobby dentro de mi vagina para evitar que se saliera.
Estuvimos así unos minutos y entonces Blanca me preguntó si alguna vez había tenido sexo anal. Le contesté que no, y que además no estaba segura de querer probarlo todavía. Me intentó convencer, pero me daba suficiente miedo el que Bobby se corriera dentro de mí que le dije que no.
En cambio, le dije, me apetecería disfrutar de la leche de Bobby en mi boca. Blanca sonrió como si lo dicho la llenara de placer y satisfacción. Unos segundos después tenía el pene de Bobby en mi boca y la lengua de Blanca de nuevo en mi clítoris. La sensación era bestial y mi segundo orgasmo se estaba acercando. Bobby no paraba de moverse y yo estaba tan concentrada en sujetarlo para que con el movimiento no se me saliera su delgada polla de mi boca que su corrida me pilló de improviso y casi me atraganto.
No era el primer pene que me comía (de perro, sí por supuesto) y sabía cuánto puede eyacular un humano, pero el pene de Bobby no dejaba de escupir semen y más semen. Fue una experiencia increíble sentir aquellas embestidas líquidas en mi boca. Bobby se retiró inmediatamente a su rincón y volvió a empezar a limpiarse a lametazos.
Blanca se retiró de mi coño y vino a besarme en la boca. Ella también quería disfrutar y saborear el recuerdo de Bobby.
Ambas estuvimos un buen rato saboreando del recuerdo de Bobby. Saboreando lo que para mí fue el mejor recuerdo de aquel viaje a Buenos Aires.