Telenoticias noche

La mujer de cabello corto caminaba con pasos cortos y rápidos por el pasadizo, fumando nerviosamente aunque no estuviese permitido en aquella santa casa, escasamente rondaba los treinta y escondía sus ojos azules detrás de unas gafas oscuras de moderno diseño.

Era de complexión delgada, no demasiado alta, pero de cierto atractivo que realzaba el discreto maquillaje y el corto y elegante vestido rojo que llevaba puesto.

A su paso otros empleados la saludaban con más o menos entusiasmo.

-Buenas noches, Clara.

-Buenas noches.- Les devolvía el saludo como si aquello fuera un mero trámite molesto.

Al final del pasadizo abrió la puerta de la izquierda, la que daba a la diminuta sala de maquillaje, y entró en la pieza decididamente.

Su compañera de trabajo estaba medio echada sobre un cómodo sillón con un fino papel que le tapaba el cuello y parte de las espaldas. La maquilladora hacía poco que había empezado.

-Hola querida, creo que no llegas muy puntual- Ironizó la mujer que yacía sobre el sillón de maquillaje.

-Es el problema de no haber comprado un BMW a crédito como hacen algunas- Le cortó ella.

Miró a su compañera con hostilidad mal disimulada, mientras la preparaban a ella misma para la sesión de maquillaje antes de entrar en el plató.

Era una auténtica lástima, habrían podido ser buenas amigas si no fuera por la ambición desmesurada de aquella mujer manipuladora que yacía a su lado, con los ojos cerrados, aparentemente ajena a el odio que se profesaban mutuamente.

Contempló con no poca envidia el cuerpo un poco más alto y carnoso de su enemiga.

Los rasgos finos y precisos de su cara le conferían una notable y fría belleza, acentuada por unos ojos grises con algún destello vagamente metálico.

Compartían más o menos edad (ella era unos años más joven) y peinado (color castaño oscuro, con alguna mechón más claro y cabello corto y estudiadamente desordenado).

Y les separaba la frivolidad de su rival (que hasta se había permitido el lujo de operarse los pechos, cosa que ella con sus pequeños pechos naturales no dejaba de criticar) y la falta de escrúpulos mutua.

-Hola. Buenas noches…- Les saludó con simpatía una muchacha un poco más joven que ellas, alta, delgada, de figura alargada y flexible como un junco y una media melena más bien corta.

-Buenas noches.

-Buenas noches.- Las dos mujeres le saludaron al mismo tiempo fríamente.

«Ya está aquí la niña mona del tiempo. ¿Quién se cree que es?»- Se dijo agriamente Clara.

«Mmmmm…. no está mal. Un poco demasiado delgada y los pechos demasiado pequeños. ¡Oh!¡Y qué poco femenina!¡Americana y pantalón!».

Interrumpió súbitamente sus pensamientos y se avergonzó un poco de si misma. Vió cómo su rival de ojos acerados se levantaba del sillón y se iba al plató, mirándola con sus ojos fríos y su cara inexpresiva.

-Nos vemos, querida. ¿A propósito, aún llevas el coche viejo de tu padre?- Se lo dijo, acompañando sus palabras con una escueta y diabólica sonrisilla.

«Que te jodan, sabel».- Pensó con rabia Clara, mientras la veía salir de allí con su andar de gata.

-¡Uf!¿Hace calor aquí dentro, no?- Dijo ingenuamente la chica recién llegada.

«Parece tonta, a veces»- Clara miró envidiosamente la cara un poco infantil y de rasgos pequeños de la chica del tiempo. Su cara no llamaba mucho la atención. Sus ojos marrones no eran nada de extraordinario. Pero su figura desprendía un aire juvenil y ingenuo, que acompañado por su dulce voz dejaba a pocos indiferentes.

-Bien Sonia, me voy al plató. Hasta luego.- Le dijo Clara levantándose después de acabar su sesión de maquillaje.

Entró en la gran sala y se sentó junto a la mesa que había en frente del pulcro decorado azul claro, no muy lejos de su odiada rival.

-Hola chicas.

-Hola

-Hola.

El hombre bajito, con bigote, un poco lleno y de pelo rizado y canoso que había entrado antes que ellas era el regidor del plató.

Destacaba por ser sobradamente conocido por sus chistes malos y un currículum de experimentado lector de semanarios eróticos.

La niña mona del tiempo, entró al cabo de pocos minutos, sonriendo a todo el personal.

-Hola.- Le dijo jovialmente a Eduardo, el cámara, cuando pasó junto a él.

-Hola Sonia, guapa. ¿Qué? ¿Hará buen tiempo hoy?- Bromeó el cámara.

-Ya veremos.

Clara y Isabel contemplaron la escena con cara de fastidio, un poco aburridas.

«Casposo de mierda».- Lo maldijo Clara.

«Viejo verde. Que asco un hombre así. Si al menos se sacase el palillo de la boca…»- Meditó Isabel.

-A ver chicas, estamos en el aire en, uno, dos,..

-No. Te he dicho que no Antonia Encarna. Que no.- El barbudo de las gafas se puso tozudo.

-Pero Pablo…. Algo se podrá hacer…- Le decía una rubia platino bastante atractiva, con el cabello corto y un cuerpo voluptuoso y extraordinariamente bien conservado para su edad.

La mirada de la mujer se humedeció y puso cara de perrito apaleado.

En medio de la oscura sala de control del plató de telenoticias, entre los monitores, los botoncitos y las lucecillas que parpadeaban, se sintió un suspiro del hombre.

-Está bien, hablaré con el jefe de programación…- Claudicó el hombre, con voz resignada.

-Oh, Pablo, cuando quieres eres un gran tipo…- Suspiró la rubia abrazándose a el y aplastando sus pechos contra el hombre.

Pablo enrojeció como un tomate y pensó en aquellos pechos, tan grandes y redondos que cada vez que la mujer respiraba parecía que su jersey iba a explotar.

Se separó un poco de la popular presentadora y cogió un pequeño microfóno.

-Eduardo, ya puedes dar paso a la publicidad. Meto el vídeo.- Comunicó Pablo al equipo del plató.

De pronto notó una sensación estraña que le asustó un poco. La mano de Antonia se había puesto sobre su paquete y bajaba hacia sus testículos.

-Estás muy tenso, cariño….

Se la miró inquieto y, enmedio de una alucinación, le pareció distinguir un jersey desabrochado un par de pechos enormes, pesados y de grandes aureolas, que subían y bajaban bajo el ritmo de una agitada respiración. Antonia estaba decidida a rematar su faena.

-Ostia, Antonia…

No sabia por que lo había hecho, pero la muy capulla lo había hecho a propósito.

Estaba segura. Mientras leía la última noticia antes de la publicidad la imbécil de Isabel había descargado una patada sobre su tobillo por debajo de la mesa y se había reído de su cara de sorpresa.

Y como siempre ni la ingenua del tiempo, ni nadie, se había dado cuenta.

Pero lo pagaría. Tenían un cuarto de hora de descanso y lo aprovecharía.

Se acercó a Isabel con el vaso de agua en la mano. Isabel estaba distraída estudiándose las notícias de su pequeña pantalla digital.

Y Eduardo estaba demasiado ocupado tirándole los tejos a Sonia.

Isabel llevaba un ajustado y elegante vestido azul. Clara tropezó más o menos accidentalmente. El contenido del vaso, de forma extraña, se derramó sobre las solapas del vestido de Isabel.

-¡Oh!¿Pero qué haces?- Chilló Isabel.

-Perdona, yo…- Fingió disculparse Clara aguantándose la risa.

Isabel contempló con estupor el estado en que había quedado su vestido.

-Perdona…- Repitió Clara. Y no pudo reprimir una pequeña sonrisa.

-¡Oh! ¡Seguro que lo has hecho adrede!¡Sinvergüenza!- Isabel iba perdiendo su frialdad.

-Venga, no te pongas tonta. Tan sólo es un vestido de rebajas…- Se burló Carla.

-¿Y tu qué? ¡Que pareces una puta barata con ese vestido rojo!- Gritó histericamente Isabel, sin podre reprimirse.

-¡Puta tu madre!

-¡Guarra!

-¡Cutre de mierda!

-¡Cabrona!

Clara le pegó una bofetada a Isabel, que retumbó por todo el plató. Isabel se levantó hecha un basilisco, y se abalanzó sobre Clara, arañandole en la cara con sus uñas rojas.

Eduardo no se enteraba del festival por que encontrabáse muy ocupado con Sonia.

-¿Asi qué, bonita? Explícame eso de las isobáras.-

-Verá, la línias isobáras siguen esta trayectoria por aqui, siempre y cuando…- La muchacha se explicaba de forma muy didáctica y su dedo trazó una parábola sobre el panel liso, hasta que su alargado brazo patinó y cayó encima de la bragueta de Eduardo.

-¿Y este frente cálido cómo lo explicarías?- Le insinuó Eduardo sonriendo, con las manos en los bolsillos y una escandalosa erección que no parecía humana.

La cara de la chica enrojeció como un pimiento.

«¡Que morro tiene este hombre».

El vestido y parte de la blusa de Isabel se rasgaron debido a un brusco tirón de Clara. Un pecho blanco y perfecto quedó al aire.

«¡Oh! ¡No lleva soujetador!¡La muy cerda!»- Se exclamó Clara, quedándose mirando aquel pecho perfecto.

Isabel se quedó helada, pero reaccionó inmediatamente.

-¿Qué?¿Qué miras?¿Acaso no habías visto nunca uno como éste?- Le dijo furiosamente a Clara.

-Pués no. ¿Es operado?- Le pregunto de pronto Clara.

-Sí…- Isabel estaba desconcertada.

-Nadie lo diría. Y no se ven marcas por ningún lado…- Clara miraba el pecho fascinada.

-Oye hija, que me costó un pastón.- Protestó Isabel.

-¿Puedo tocarlo?- La preguntó Clara con una curiosidad malsana.

-Pués claro, mujer. Toca, toca,…- Isabel se desabrochó lo que quedaba de su blusa, para que pudiése contemplar mejor sus pechos de perfecta ingeniería estética.

Los dedos de Clara se posaron suavemente encima de un pecho, recorriendólo des del pequeño y bien dibujado pezón, hasta la base, exprimiéndolo luego un poco.

-Es bastante blando.- Dijo Clara sopesandolo.

Los pezones de Isabel se endurecieron.

-¿Te pasa algo?- Le preguntó inocentemente Clara.

-Oh, nada. No tiene importancia. ¿Y tu? ¿No te has operado nunca?

-Nunca- Respondió orgullosamente Clara.

-¿Podrías…?¿Podrías enseñarme los tuyos?-

El corazón de Clara se aceleró.

-Desde luego. No hay problema…- Le contestó Carla empezando a desabrocharse el vestido y dejando al descubierto un par de pechos menudos y insolentes.

Isabel acarició con demasiada parsimonia aquella obra de arte de la naturaleza.

Los ojos de Clara se cerraron poco a poco y de sus labios entreabiertos se escapó un pequeño suspiro.

La boca de Isabel se pegó a la suya. Sus labios estaban húmedos y se le había puesto la carne de gallina. Los pechos endurecidos de Isabel se apretaron contra los suyos.

-An…to…nia… por Diossssss…., que me la jue…goooooh!- Intentó articular desesperado Pablo, mientras la lengua y los labios de Antonia subían y bajaban, recorriendo lentamente su miembro enardecido.

-¡Ay Pablo! Siempre has sido demasiado prudente.- La decía Antonia poniéndose su miembro entre sus morenos pechos.

-¡Diossssss….!- Gimió Pablo, contemplando la exuberante grupa de Antonia.

-Y cuando se juntan las isobaras.- Continuaba explicándose graciosamente Sonia recorriendo pacientemente con sus dedos alargados su rígido miembro.

Eduardo besó uno de sus pequeños y graciosos pechos y la chica cerró un poco los ojos. Estaba desnuda de cintura para arriba. La americana yacía tirada en un rincón. Tenia ganas de ver su cuerpo entero y le sugirió que se lo quitase todo.

Si ella hbiera querido le dejaba tirado allí, pero un extraño vertigo se había apoderado de su alma. No se hizo rogar.

Se bajó los pantalones negros y se quedó tan sólo con una barguitas negras que tampoco tardaron en desaparecer, bajando por la piel morena de sus muslos.

Quedó deslumbrado ante el metro ochenta de encanto juvenil que tenia ante él.

La chica no era consciente de la reacción que provocó su monte de venus escasamente poblado por una estrecha y oscura línea vertical que se perdía entre sus muslos.

Dobló sus largas piernas y cariñosamente cogió su miembro y se lo metió en la boca. Dos cámaras más, emocionados, dejaron sus funciones.

Clara lamió el pezón de Isabel, luego lo mordió con delicadeza, mientras la mano de Isabel bajaba por su vientre acariciando su vello púbico, llegando hasta su mojada entrada.

Se besaron apasionadamente de nuevo.

-Siempre he creído que eras una gran profesional, Isabel- Mintió Clara.

-¿Sí? Demuéstramelo- Se permitió dudar Isabel enarcando una ceja en señal de duda.

Clara se arrodilló. Su cara se aproximó al sexo de Isabel.

Besó su pubis i hundió el rostro en el vello mientras su lengua buscaba ávidamente la húmeda abertura. Al mismo tiempo su índice se hundió en el ano de Isabel.

-¡Mmmm…… Tu si que sabes querida. Tu si que eres una gran profesional…- Ronroneó Isabel.

Clara se tocó a si misma, rozando con la yema de los dedos sus carnosos labios vaginales, mientras buscaba con la punta de la lengua el clítoris de su nueva amiga.

Antonia se puso encima, pero antes dio un pequeño masaje a su miembro con su suave mano.

Cuando creyó que estaba lo suficientemente duro, separó las piernas y se sentó encima de él.

-Antonia…- Solo acertó a suplicar Pablo mientras veía como su sexo se perdía en el pubis cuidadosamente depilado y perfumado de Antonia.

La mujer se limitó a mover habilmente su pelvis como un animal, mientras acercaba los pechos, primero el izquierdo y luego el derecho, a su boca, para que pudiese lamerlos mejor.

Parecían dos grandes obuses con la espoleta a punto de explotar.

-¿Estás segura?- Le preguntó Eduardo con los ojos muy abiertos.

-Pues claro que sí.- Sonrió Sonia con una risa cristalina.

Y sus manos cogieron los miembros de los otros dos cámaras. Eduardo se le acercó por atrás y paseó tiernamente sus manos por aquel culo tierno e insolente.

No tuvo muchos problemas para penetrarla. La muchacha ya hacía rato que estaba lubricada y a punto. Y de ingenua, nada. Allí los únicos ingenuos eran ellos.

Isabel era una mujer muy calculadora.

Por eso Clara no se extrañó cuando Isabel la dejó momentáneamente satisfecha, se levantó y fué cerca de su puesto de trabajo a buscar algo.

Su sorpresa fué mayúscula cuando Isabel, sin abandonar, su frialdad habitual, extrajo un pequeño juguete de debajo de la mesa.

Un juguete en forma de gran pene de látex negro que llevaba un cinturón para ceñírselo a la cintura.

-No te preocupes, cariño- Le decía Isabel al ver su cara asustada, mientras se ajustaba las correas del juguetito de las narices.

-Antonia, esto tiene que acabar. Dentro de cinco minutos se acaba la publicidad- Gimió Pablo mientras, agarrándose de los muslos de la popular presentadora, la penetraba desde atrás, gozando de la vista espléndida de su culo y sus muslos generosos.

-¿Y?- Dudó Antonia sudando.

-Esto se va de madre….

-A mi me queda mucho camino por delante…- Gimió Antonia.

Una súbita y perversa idea cruzó la mente de Pablo.

-¿Hasta donde está dispuesta a llegar Antonia?

-Hasta donde sea.

La mujer se sacó el miembro lubricado de la vagina. Separó sus nalgas con dos dedos y condució su miembro hasta una abertura más estrecha.

-Antonia, me pierdes- Suspiró Pablo.

-Ya lo sé, querido.- Le dijo ella mientras aquel pequeño miembro empezaba a apretarle su abertura menor.

-¡Aaaaaaah!- Se quejó Clara.

-No te quejes mujer. Te estoy enseñando a ser una gran profesional. Tienes que curtirte en estas lides.- Le decía Isabel entrando y saliendo de su sexo con aquel aparatejo infernal.

Cuando le pareció que estaba suficientemente lubricado, le

sacó aquel miembro negro, brillante y liso y hundió un par de dedos en el agujero posterior de Clara.

-¡Joder! ¡Me haces daño!-

Haciendo caso omiso de las quejas de Clara, la penetró varias veces sin piedad con aquel miembro artificial, aniquilando toda resistencia.

Su cara inexpresiva no transmitía ninguna sensación: ni placer, ni dolor, ni disgusto. Nada.

Miró tranquilamente hacia el otro extremo del decorado, donde los tres hombres asaltaban a la chica del tiempo.

Mientres Eduardo la tomaba por detrás, la muchacha se metía un gran pene en la boca. La estampa era de un clasicismo impresionante y evocador.

-Antonia…..¡mmmmmmmfff! Queda un minuto… un minuto escaso…- Suplicó Pablo, moviéndose dentro del culo estrecho de su amiga.

-Pedrito, anda, pon la tele. Que cenaremos en el comedor- Ordenó mamá Perejílez.

La familia Perejiles era una familia de costumbres: siempre cenaban todos juntos mirando la televisión.

-Cámara tres, ¡ya! ¡Fuera vídeo!- Pablo había conseguido accionar los mandos del panel sin haber de sacar su miembro del culo de Antonia.

Se quedó pasmado. Lo que estaban viendo sus ojos, en aquel momento seguro que también lo veían millones de hogares.

A la barriguda señora Perejiles calzada con zapatillas, se le cayó el plato de sopa que sostenía al suelo.

Toda la família Perejílez quedó paralizada. Se hizo un silencio de muerte.

En la pequeña pantalla dos atractivas mujeres gemían encima de la mesa del decorado de las telenoticias.

Se basaron en la boca. Estaban totalmente desnudas. El puño de la mujer de ojos azules se hundía en el sexo de la mujer de ojos grises.

Y el puño de la mujer de ojos grises se hundía en el ano abierto y palpitante de la mujer de ojos azules.

-¡Dios! ¡No puede ser real!- Gimió enmedio del paroxismo Pablo, intentando evitar el intenso orgasmo que le sobrevenia.

-¡Cámara dos!¡Ya!- Intentó desesperadamente Pablo, soltando una especie de chillido apagado.

La pequeña pantalla del comedor mostró nuevas imágenes. El calvo señor Perejiles no podía cerrar la boca. Ésta se había quedado abierta con la cuchara a pocos centímetros.

Una chica joven de rostro angelical estaba siendo sobrecogedoramente sodomizada por un asqueroso miembro masculino, mientras otro miembro enrojecido y brillante de saliva entraba y salía de la boca de la muchacha.

El ritmo se hizo más rápido e intenso.

La chica, sudando a mares, puso cara de vicio y un miembro explotó en la entrada de su ano, soltando un chorro de una substancia gris y viscosa que salpicó el objetivo de la cámara.

Los otros dos miembros también explotaron, pero cerca de la i la comisura de la boca de la chica.

-¡Dios mioooooo!¡Esto es el fiiiiin!¡Aaaaaarrrgghhhl!- Pablo también estalló dentro de la estrecha obertura de Antonia. Impotente ante la catastrófe.

Antonia sonrió maliciosamente.

«Jódete imbécil. Ara no sólo pringaré yo. Estoy harta de casposos como tu. Además, la tienes ridícula».

El hombre se sentó pacientemente en la taza del wáter. Con respiración calmada y nasal abrió el periódico y después encendió el pequeño transistor.

«….ha sido una gran conmoción. El país ha quedado paralizado al menos unas dos horas. Millones de personas han sido vistas por todos los rincones del país, haciendo prácticas sexuales de la más variada índole en cualquier sitio…»- Intentaba articular con voz extraña el locutor de la radio mientras se oían unos gemidos de fondo.