Capítulo 7

Yo soy Julieta VII: El doc

Después de la aventura que tuve con Vanesa y Cariño en su departamento, siguieron otras mas, los fines de semana.

Pasados unos dos meses ellas, me propusieron irme a vivir a otra parte, donde pudiera vivir tranquila, sin esconderme de nadie.

Ellas tenían planeado mudarse a un lugar cerca de la costa en donde según me contaron tenían un amigo restaurantero, que las contrataría de meseras.

Accedí a ir con ellas y planeamos todo.

Durante ese tiempo seguí con mi vida normal, reviviendo a Julieta solo por momentos, pero cada vez más largos y más intensos.

En la escuela y en casa seguía siendo un chico como cualquiera y ante mi familia también. Pero a partir de esa decisión todo cambio.

Todo se arreglo para un lunes por la mañana en que tomaríamos el avión, yo quería ir como Julieta, pero necesitaba una identificación para abordar y tuve que usar jeans y camisa, eso sí por ultima vez.

En fin nos vimos muy temprano por la mañana y abordamos el avión.

Ya había reunido todas mis cosas, en general solo los de Julieta y deje una nota en la que pedía que no se preocuparan y que entendieran que debía encontrarme a mí mismo y que me mantendría en contacto.

Ya en el aeropuerto nos fuimos hacía una población muy cercana a la playa, de hecho el rublo de aquella zona era turístico y un poco pesquero, ellas ya tenían dispuesto un departamento y solo pasamos por las llaves a casa del señor con quien habían hecho el trato.

Una vez en el departamento, me dijeron que podía cambiarme y sin pensarlo dos veces lo hice, tome una ducha y rasure mis axilas y mis piernas, aunque no soy muy velluda y no lo había hecho por temor a levantar sospechas.

En fin salí con la piel tersa y fresca y escogí la ropa mas sexy y cómoda, evidentemente utilice mis senos y un sostén de encaje (me fascina), una falda corta y una pantaleta de licra para esconder a mi amigo.

Me maquille y arregle mi pelo con unas colitas y broches de mariposas, Julieta se veía radiante y con una libertad que jamás había sentido. Entretanto mis amigas hicieron lo propio y una vez listas me llevaron a conocer al restaurantero.

Llegamos a un lugar que aquí llamaré «El rinconcito», nombre justo pues era un pequeño restaurante como para 80 o 100 personas, junto a la playa y con una acceso a la rivera del río que corre paralelo al mar y desemboca a unos 5 kilómetros más adelante.

El techo del lugar esta construido con palmeras y por las noches suelen prender velas, creando un ambiente muy especial y romántico, con el tronar de las olas del mar y la brisa fresca.

Un lugar hermoso en verdad, la playa de arena suave y blanca, con pocos hoteles, la mayoría de ellos atendidos por familias de la localidad y no con demasiados lujos, creo que eso atraía a los extranjeros, pues daba una sensación de paz y armonía como la que rara vez se disfruta en las grandes ciudades.

En fin conocí al restaurantero a quien todo el mundo llamaba Mitch, un hombre corpulento, aunque no muy alto, moreno de ojos verde agua y muy amable, cuando me lo presentaron me elogio refiriéndose a lo linda que lucía y que sería un placer tenerme como mesera en ese lugar, mis amigas ya le habían hablado de mí y todo estaba listo, empezaríamos el siguiente fin de semana, pero nos veríamos el miércoles para familiarizarnos con la carta y el resto del personal, yo estaba nerviosa pues no tenía ninguna experiencia en ese rublo, es más jamás había trabajado de verdad.

Todo quedo aclarado y nos fuimos a pasear por el pueblo, me sentía muy extraña, pues por primera vez no tenía ningún temor de ser yo misma y disfrutar de ser una mujer.

Nos fuimos a lo que podría llamarse el centro del poblado y tomamos unas cervezas en un lugar conocido como «la oficina», era una especie de restaurante familiar, pero en donde los hombres acostumbraban reunirse después de trabajar para pasar un rato con los amigos y beber un poco. Éramos las únicas mujeres en el lugar y todos nos veían con cara de admiración pues las mujeres no solían frecuentar dicho lugar.

No paso mucho tiempo cuando un hombre maduro con barba cana, ojos marrón y una voz que revelaba mucha cultura. Se presentó a sí mismo y al compañero que venía con él.

-Hola mi nombre es Manuel y el es Carlos, pero le dicen el doc, ¿Cómo es que tres chicas tan guapetonas toman una cerveza solas?

No respondimos y insistió.

-Vaya pero que caras, parece que no supieran siquiera sonreír. ¿Podemos sentarnos con ustedes?, Preguntó al tiempo que tomaba asiento.

-Vaya pero que tipos, parece que nada los detiene cuando de conquistar mujeres se trata, aseveró Vanesa.

-Pero si saben hablar, yo pensé que les habían comido la lengua los ratones, ¿Cómo te llamas hermosura?

-Vanesa!

-Bonito nombre casi tan bello como la mujer que lo porta.

-En verdad bonito, recalco el «doc».

El doc no quitaba los ojos de Cariño y la veía como si fuese una muñeca de porcelana, fue muy extraño jamás había visto a alguien poner tanta atención a cada detalle del cuerpo particularmente a los senos.

Después observó a Vanesa y lo hizo con el mismo detenimiento, como si buscará algo perdido en su escultural cuerpo.

También me observó a mi pero note algo extraño cuando se fijo en mis pechos, como si algo estuviera mal, pero no dijo nada.

Continuamos platicando un buen rato, aunque yo no intervine mucho en la plática y simplemente me limite a observar, ya pasadas unas horas, Cariño mencionó que era hora de irse y Manuel ofreció llevarnos a casa, ellas aceptaron y nos fuimos en su carro.

En el trayecto Manuel no perdió oportunidad de acariciar las piernas de Vanesa quien iba en el asiento delantero y comentó que eran las más suaves y firmes que había tocado en mucho tiempo, se notaban sus ganas de hacer algo más que platicar, también su bulto mostraba indicios de una excitación avanzada.

El «doc» trataba de mantenernos entretenidas, pero no era muy bueno para hablar y solo se limitaba a ver y aprovechar cada oportunidad para recargarse en Cariño.

Como era de esperarse todos estábamos bien calientes y Vanesa los invito a tomar otro trago.

En el departamento Manuel se prendió de Vanesa y la abrazo muy cachondamente, deslizando su experta mano por todo su talle hasta darle un buen apretón en las nalgas, por cierto la falda de Vanesa se levanto y dejo ver sus bragas, lo que llamó la atención del doc y trató de hacer lo mismo con Cariño, pero no se decidió.

Manuel se fue repegando a Vanesa sin dejar de acariciarla y la besó apasionadamente, repegó su bulto listo para la acción, llevando una de las manos de ella a su impaciente tranca. Como una experta que era Vanesa lo empezó a sobar metiendo sus manos dentro del pantalón.

Manuel se acerca a Cariño sin soltar a Vanesa que se veía deseosa de probar aquel regalo que tenía en sus manos.

De nuevo deslizo sus expertas manos sobre el talle de Cariño, pero está vez subió hasta sus pezones e inmediatamente se pudo notar como se endurecían, Cariño entraba al juego y se abrazó al torso de Manuel, quien sin perder el tiempo había despojado casi por completo a Vanesa de sus ropas, dejándola solo con las bragas y medias.

Mañosamente tomo a Vanesa del pelo y la hizo resbalarse por la pared hasta que su boca quedo a la altura de su miembro a punto de explotar, ella no tardo mucho en comprender y bajo los pantalones de su macho como lo hacen las expertas.

Cariño se hincó frente a él y ayudo a su compañera, cuando liberaron aquel duro y exquisito trozo de carne ambas trataron de ser las primeras, pero sus bocas chocaron con el pedazo de por medio, Cariño se lo cedió a Vanesa y está tragó con desesperación aquel caramelo que tanto deseaba.

Cariño lamía las pelotas de Manuel y ambas se acariciaban entre sí, era un espectáculo realmente fascinante y el doc permaneció quieto solo observando con una minuciosidad fuera de lo común, ni siquiera trató de acercarse o al menos mover un solo músculo de su cuerpo.

Yo estaba disfrutando de la vista y aprendiendo, pues no había tenido la oportunidad de ver a mis amigas en acción. Vaya que eran buenas!

De pronto Manuel rompió su silencio:

-Si pudieras ser uno de ellos ¿Quién te gustaría ser?

-Es una extraña pregunta y tú ¿Quién quisieras ser?. No contesto y solo me vio directo a los ojos.

-¿Desde cuando quieres ser mujer?

-¿Por qué lo dices?

-Aunque eres linda, es fácil notar que eres un chico, por cierto buena elección de pechos parecen muy reales, por un momento me engañaste.

No supe que decir y seguimos observando la pequeña orgía.

Cariño empujo a Manuel al piso y puso su puchita en la boca del galán, quien la saboreo con maestría haciéndola gemir de placer mientras Vanesa se apoderaba del tremendo pedazo que desapareció de en su interior como un caramelo recién chupado lo hace en la boca de una joven, cabalgo con fuerza.

Manuel tomaba las nalgas de ella y las separaba al ritmo que ella montaba, abriéndolas al máximo acoplándose perfectamente al grosor y largor del momento.

Ambas empezaron a tener espasmos y al tiempo que Vanesa se dejo caer al piso para disfrutar de su orgasmo e intensificarlo con sus hábiles manos, Cariño tomó su lugar y cabalgo como loca engullendo todo lo que estaba a su disposición una y otra vez.

Manuel no pudo más y vació su leche abundante y espesa en la pucha de Cariño.

Ella se recostó en su pecho y los tres durmieron por un rato.

El doc retomó la conversación.

-Vamos dime desde cuando has tenido el deseo de ser mujer. Mira desde pequeño yo mismo soñaba con ser una hermosa niña, pero jamás me atreví a hacerlo realidad, no se por que te cuento esto, pero en fin.

-Esta bien,-respondí-, no lo contaré a nadie.

-Me atraían las ropas hermosas y todo la magia que rodea a las mujeres, por cobardía no le di la cara al hecho y preferí vivir este deseo solo como una fantasía, en mi mente.

-Desde que recuerdo siempre he querido ser niña, bueno ahora mujer, no se por que, simplemente es lo que siento y por eso ahora estoy buscando mi propio espacio y mi libertad para lograrlo.

Por cierto mi nombre es Julieta, no me lo preguntaron.

-Te entiendo y te admiro por tener el valor de seguir tus impulsos. Julieta es un buen nombre, yo soy Alejandro, pero dime Doc.

-En verdad eres médico.

-Sí, tengo una pequeña clínica en la ciudad (como a dos horas de la playa) y a veces vengo para acá a divertirme un rato.

-Y, ¿Te gustan las chicas?, pregunté.

-Desde luego, solo que me gusta mucho mirar.

-Pude notarlo desde que estábamos en la oficina, la forma en que miraste a mis amigas fue muy reveladora, me indico que eras alguien especial.

-En verdad lo crees.

Ya era la madrugada y moría de sueño y lo invite a dormir.

-¿Quieres descansar un rato?

-No te molestes, aquí estoy bien..

-Vamos acompáñame a mí habitación y descansaras al menos hasta que salga el sol.

Con una cara indecisa me siguió. No dude en ir guardarropa y buscar mi camisón morado con el que dormiría, el se sentó en la cama y yo me cambie frente a él aunque dándole la espalda.

Me dijo que tenía un bello cuerpo y que podría ser una hermosa mujer si me lo proponía, no quise platicar mas y me puse el camisón, obviamente no me quité el sostén pues ya era parte de mí.

Me recosté en la cama y lo abracé por la cintura invitándolo a hacer lo mismo, me sentía muy sexy tratando de seducirlo, pero él ponía una barrera, sin embargo su pantalón indicaba una cosa, estaba listo para la acción. Accedió a recostarse y acaricie su paquete por encima del pantalón, estaba casi listo.

Tal como parecía ser su costumbre no mostró señales de nada a excepción de una erección que necesitaba ser apagada. Lo desnude y él continuaba sin cooperar activamente pero sin negarse.

Una vez que solo portaba su trusa me acerque al paquete y lo olí era un olor a hombre que conocía y me volvía loca, lo libere de nuevo usando solo los dientes y sujetando sus redondas nalgas, en verdad posee un caramelo delicioso con un prepucio algo grande lo que hace mas atractivo tragarlo por completo sentir toda esa piel deslizarse hasta la base mientras aflora el capullo que esconde ese dulce néctar.

Continuó sin moverse y solo su respiración cambiaba, yo lo disfrutaba y podía sentirlo tocar mi garganta, solté mi pelo y lo deje caer sobre su abdomen acariciándole una y otra vez al ritmo que lo chupaba y besaba sin cesar, mi saliva escurría hasta su entrepierna y sentí de pronto la erupción, seguí mamando sin parar hasta que la última gota quedo en mi cavidad.

Tenía un dulce sabor a licor.

Solo lo limpié y el sin moverse se quedo ahí disfrutando hasta quedar dormido.

Al otro día…

Hasta la próxima entrega.

Continúa la serie