Paseo de amigos
Mi novio Jaime acostumbraba a ir una vez al mes a su casa de campo con un grupo de amigos.
Llevada por la curiosidad y porque soy muy celosa (un poco obsesiva, incluso) había seguido al grupo alguna vez, cerciorándome de lo que hacían es sus «paseos de hombres».
Al contrario de lo que imaginaba y para tranquilidad mía, iban 5 o 6 amigos y llevaban licor en cantidades, se embriagaban, hablaban de sus parejas e incidentalmente jugaban a las cartas.
Nada que pudiera inquietarme.
Hace un par de semanas, por el simple deseo de jugar, llegué temprano a su casa el sábado diciéndole que lo acompañaría en su «paseo de hombres».
Obviamente se negó de inmediato. Entonces le prometí que no intervendría en nada, solo prepararía la comida, arreglaría la casa y cuidaría de ellos.
Él notó que yo lo estaba probando y comenzó a seguirme el juego preguntándome – Si te llevo ¿Cuidarás totalmente de nosotros?-.
-Claro, eso dije, ¿no?-.
-Y si lo que queremos es algo diferente a comida o arreglo de la casa?-.
-Te dije que lo haría y lo haré.- Le dije casi retándolo, él también es muy celoso.-lo que sea porque me lleves-.
-Ok, tu lo has ofrecido… te llevo-.
Subí al auto esperando que me llevara a casa o me dejara antes de salir de la ciudad, pero no lo hizo, me miraba durante el viaje como esperando que fuera yo quien se rindiera primero y no estaba dispuesta a hacerlo.
Tras dos horas de viaje llegamos, éramos los primeros.
Bajó del auto abrió la puerta de la casa y me ordenó que llevara las provisiones a la cocina. Lo hice sin chistar, el juego continuaba.
El siguiente en llegar fue Julio, un amigo de él alto y fornido que siempre me había parecido atractivo y de quien había notado algunas miradas morbosas cuando salíamos en grupo en la ciudad.
Al verme llamó aparte a Jaime y discutieron un momento. –Le daremos unos tragos hasta que se duerma y la metemos al auto- le alcancé a oír a Jaime – no interferirá.
Luego llegaron Camilo y Gustavo en otro auto. Camilo siempre me había disgustado, era obeso, torpe y grosero.
Desde que llegó me miró con expresión de fastidio y le dijo a Jaime algo como – ¿Trajiste nana?-. Gustavo, por su parte me trató con amabilidad y me dijo que le alegraba que estuviera allí, que mi presencia seguramente traería innovaciones al grupo.
Empezaron a beber temprano.
Nadie me hablaba, solo Jaime impartiendo órdenes acerca del almuerzo, poner cerveza en la nevera, leña en la chimenea.
Un par de veces Gustavo, que era el menor pues tenía apenas 19 años, pasó por la cocina y preguntó si me podía ayudar en algo, la primera vez estaban todos presentes y Jaime le impidió colaborarme asegurando que había ido a servirles.
La segunda vez solo Camilo estaba en la cocina buscando una botella de Brandy y, ante la oferta de ayuda de Gustavo, intervino.
-¿No oíste a Jaime? No nos podemos meter con la sirvienta- se rió, eructó y sacó a Gustavo del lugar. Yo ya estaba cansada del juego pero no me iba a mostrar débil.
Durante la tarde jugaron fútbol y, acalorados, dejaron las chamarras en el pastizal frente a la casa.
A las 9 de la noche hacía mucho frío y Jaime me ordenó que saliera a buscar las chamarras.
Yo iba a buscar la mía que si estaba en el interior de la cabaña pero Jaime lo impidió asiéndome con fuerza del brazo y empujándome a la puerta.
-Quiero la chamarra ya!-. Alcancé a notar el silencio en todos, preocupados por los alcances de nuestro juego, en cuanto se cerró la puerta noté la carcajada burlona de Camilo.
En la completa oscuridad buscaba por el piso las chamarras, ya había encontrado la primera cuando noté que alguien había salido de la casa.
De pronto una mano tapó mi boca y deduje que era Jaime asustándome, le seguí el juego.
Metió su mano desde la cintura por entre mi blusa y empezó a acariciar mis senos ante lo cual permanecí estática.
Luego, aún desde atrás bajo mis jeans y mis pantaletas y empezó a jugar con su lengua en mi trasero, apartó mis nalgas y lamía mi ano con pasión, estaba logrando asustarme, nunca esperé que Jaime hiciera eso.
-Cuanto había deseado esto- ¡La voz de Julio!- Jaime está muy borracho y nunca se enterará-.
Llena de deseo giré y empecé a empujar mi monte de venus contra su boca mientras aferraba con fuerza su cabeza contra mi.
Me dejé caer en el piso y Julio se acostó sobre mi y lo metió con fuerza y afán, nunca había notado cuanto lo deseaba yo, me moví como imagino que lo debe hacer una prostituta, en cinco minutos de posición del misionero llegó dentro de mi y sus convulsiones hicieron estallar un orgasmo que me dejó mareada por un par de minutos mas.
Apenas habíamos terminado cuando timbró mi teléfono móvil. Era Jaime.
-¿Qué pasa con las Chamarras, Zorra?¡Me congelo! Ven pronto, Julio salió porque estaba muy mareado pero en cuanto entre vendrás y pagarás el estar aquí haciéndonos un striptease y no dejaré que te detengas hasta estar en ropa interior-.
Quedé desconcertada, eso quería decir que Jaime no sabía nada. Yo había hecho el amor con Julio creyendo que había sido enviado por mi novio, pero no era así. Julio se adelantó y entró en la cabaña.
Recogí las chamarras y entré medio minuto después.
Me recibió Jaime con una botella de cerveza. –Tómate esto- dijo con voz de estar muy ebrio. Bebí sumisa, era una mezcla de todos los licores que tenían.
-Ahora, amigos- Tomó la voz Jaime- Adriana, mi novia, pagará el derecho de venir. Esta hermosa niña de 23 años, 1,65 de estatura y 60 kilos de peso bailará quitándose la ropa para nosotros hasta quedar en ropa interior-.
La música sensual sonaba desde antes de mi llegada a la cabaña.
Aún turbada por el engaño accidental del que acababa de ser objeto, empecé a bailar. Jaime se dejó escurrir en la silla mientras Camilo se manoseaba sobre el pantalón, Julio me miraba de nuevo lleno de deseo y Gustavo lo hacía de reojo, lleno de vergüenza.
El licor empezaba a hacer efecto y yo le tomaba gusto al baile. Acercaba mi cuerpo a Julio y a Gustavo quien ya no disimulaba sus ganas de verme desnuda.
Me fijé en Jaime y pensé en vengarme justamente en su propio juego, así que ya estando en ropa interior desabroché mi sostén y puse mis tetas pequeñas pero firmes muy cerca de la cara de Julio.
-¡Asiiii!- Gritó Camilo emocionado.
Noté lo molesto que se encontraba Jaime por mi atrevimiento, pero él tampoco iba a mostrarse débil y me permitió continuar.
-Quiero tocarte- susurró Julio. A eso respondí tomando su mano y poniéndola en mi seno y diciendo en voz alta –tócame, tu amigo Jaime me ha exigido ofrecerme a ustedes para poder venir-.
En seguida tomé la mano de Gustavo y la puse en mi otro seno.
Cerré mis ojos para sentir las caricias de mis amantes incidentales cuando sentí las manos firmes de Jaime en mi cintura y su pene grueso y corto intentando penetrarme desde atrás…
¿Grueso y corto? Ese no era mi novio, sentí un asco profundo cuando descubrí que era Camilo el que intentaba cogerme. Me zafé rápidamente diciéndole –Espera tu turno, toma algo mientras quedo libre- así castigaba a Jaime por llevar las cosas tan lejos.
Le di la espalda a Julio y me senté sobre su miembro que entró suave y profundamente, enseguida tomé de la mano a Gustavo y lo halé hacia mi. Allí estábamos.
Julio sentado en la silla y yo sentada sobre él dándole la espalda mientras Gustavo se arrodillaba entre mis piernas para besar y morder mis senos para luego bajar besando mi vientre hasta que su lengua encontró mi clítoris.
Lo estaba disfrutando, nunca lo había aceptado pero estar con dos desconocidos me parecía una fantasía exquisita.
Entonces Jaime hizo su siguiente jugada. En cuanto sintió que yo estaba cerca del orgasmo se levantó de la silla ante lo cual Julio, que acababa de llegar dentro de mi, y Gustavo se detuvieron. Me levantó y dijo –Si vas a llegar será primero con Camilo, y empezarás por mamárselo.
Me sentí llena de asco, en un solo salto Camilo ya se había parado frente a mi y lo tenía contra mi cara pues de un empujón Jaime me había puesto de rodillas en el piso. Entonces fue mi propio novio quien hizo presión en mis mejillas obligándome a abrir la boca.
Camilo lo metió con toda su fuerza, por fortuna ese pene corto y rechoncho apenas ocupaba un poco de espacio en mi boca.
En seguida se arrodillaron a mis lados Julio y Gustavo, con cada una de mis manos tomé sus vergas y empecé a masajearlas.
Fue entonces cuando sentí que Jaime me hacía levantar un poco, apenas lo justo para meter su cara bajo mi sexo que empezó a lamer lleno de gusto a pesar de estar empapado del semen de Julio.
Un par de minutos después Camilo derramaba su leche en mi boca coincidiendo con mi orgasmo provocado por la talentosa lengua de Jaime.
Esta desafortunada coincidencia me hizo tragarlo todo.
Después de esto y durante toda la noche cambiamos de posiciones y lo hice repetidas veces, incluso con Camilo de quien perdí el asco a fuerza de tenerlo dentro de mi tantas veces.
Esta experiencia acabó mi relación con Jaime pero aún me reúno incidentalmente con sus amigos par jugar un poco.