Verano del 81

Todo se remonta al mes de julio del año 1981. Por aquel entonces yo contaba con 23 años. Como cada verano me hallaba de vacaciones con mi familia en un pueblecito de la provincia de Huesca. Para aquel lugar los años no pasaban, cada temporada estival que recordaba desde que era pequeño, conservaba los mismos recuerdos. Las casas eran las mismas de siempre, no eran mas de doce en total. Los arboles, seguían en el mismo lugar. Incluso la fuente de la plaza del ayuntamiento seguía igual de seca que siempre. Los únicos cambios que se percibían eran los de los habitantes que cada año eran un poco diferentes, mas adultos unos y mas viejos otros.

El segundo día de estancia en el pueblo decidí salir a dar una vuelta por los alrededores. Visita obligada al río en el que tantos peces había pescado. Incluso la gran piedra plana que desafiaba las leyes de la gravedad, dada su posición, seguía en el mismo lugar. Seguí andando río abajo hasta llegar a un pequeño paso natural a base de piedras, que cruzaba el río. Crucé con bastante temor ya que el caudal de agua era abundante pues el invierno había sido generoso y la gran cantidad de nieve acumulada y derretida, permitía que los ríos fuesen eso, ríos.

Empecé a caminar sendero arriba hasta intuir entre la maleza y los arboles la casa de los granjeros. Era una familia de las de antaño con nueve hijos, tres de ellos niñas. No eran gente demasiado sociable ya que vivían encerrados en su pequeño mundo y no se les veía demasiado por el pueblo. Una de las niñas era muy distinta del resto de la familia, era muy agradable y siempre tenia ganas de jugar. Siempre te la encontrabas dando de comer a los animales o sacándolos a pasear. Lo que la hacia distinta del resto de su familia era que cuando se encontraba con alguien le saludaba. Solía acudir al río con los animales para que comieran pasto fresco y bebieran agua. Fue allí donde la conocí. Su nombre era Sonia y era una chiquilla no demasiado alta, tenia el pelo pelirrojo y largo, el cuerpo delgado pero proporcionado. Cuando la conocí tenia 13 años y ahora tenia 21. Me acerqué un poco a la casa i pude observar que el tractor de su padre no estaba, aparentemente no había nadie en la casa ya que la vi como muy cerrada. Al andar un poco mas pude oír un ruido que provenía de las cuadras donde tenían vacas y caballos. Me acerqué para observar y pude ver a Sonia dando de comer a los caballos, entre ellos, Zafiro. Un precioso equino de unos quince años de edad. Era un animal precioso y el preferido de ella ya que lo había visto nacer.

Cuando la pude ver con mas claridad y de mas cerca me quedé boquiabierto. Se había convertido en una chica increíblemente guapa, con un cuerpo alto, esbelto y muy bien formado. Iba vestida con los clásicos pantalones de montar de color beige y una camiseta de manga corta de color blanco. Esos pantalones tan ajustados permitían imaginar un culito redondo y de carnes muy apretadas. Unas piernas largas y bien torneadas. La camiseta blanca dibujaba unos pechos no demasiado grandes pero si bien formados y un vientre completamente liso. Solo el impacto de esa visión hizo que se me pusiese dura sin casi darme cuenta. Apoyado en la ventana de la cuadra la observaba como iba i venia con el forraje para los animales. En algún momento pasó a no más de dos metros de mi sin percatarse de mi presencia. La segunda vez que pasó a esa distancia estuve apunto de llamarla pero no lo hice. Cuando acabó con los animales se acercó a Zafiro y empezó a peinarle su preciosa cabellera. Pasado un rato pude oír como le hablaba a su caballo y le acariciaba el hocico. Cual fue mi sorpresa cuando de pronto empezó a desnudarse. Empezó por sacarse la camiseta y dejar al descubierto los pechos que yo antes había imaginado. Le siguieron las botas y los pantalones. Al bajarse los pantalones casi grité al descubrir que tampoco llevaba braguitas y se quedaba completamente desnuda. En efecto tenia un cuerpo precioso y yo moría de ganas de descubrirme para que me viese, pero pense que si lo hacia la asustaría y empezaría a gritar. La vi como se ponía de rodillas frente al animal y mientras se acariciaba los pechos cogía con la otra mano el miembro del animal. Este no tardó en quedarse empalmado y mostrar el pedazo de tranca con la que la madre naturaleza le había dotado. Una vez en esas condiciones Sonia agarró la berga de ese animal y la empezó a chupar. Pude ver como aquel bicho se excitaba y daba pequeñisimos pasos hacia delante y hacia detrás y movía la cabeza en sentido vertical de arriba hacia abajo. Pasado un ratito se puso de pié sin soltar la berga de Zafiro y se dio la vuelta dando la espalda al costado del animal. Se abrió un poco de piernas y me quedé tieso al ver como se introducía aquella enorme polla completamente erecta en su precioso conejo. La acompañaba con unos movimientos que eran los mismos que si se tratara de un consolador. Empezó a jadear. Era impresionante la visión de aquella polla entrando y saliendo no menos de 20 centímetros de la vagina de Sonia… Ella con la cara ya pagaba, de vez en cuando su ceño se fruncía, imagino que por el tamaño de tan magno aparato. Se iba parando y movía sus caderas dando pequeños circulos y apretando sus preciosos muslos contra la polla del caballo. El espectáculo duró unos diez minutos. Sonia estaba con la espalda arqueada y por la expresión de su cara adiviné que estaba estallando de placer. La imagen del miembro del caballo entre sus preciosas piernas era sobresaliente. Ella retiró el miembro del animal de su vagina i lo soltó. Se quedó mirando al animal unos segundos y de pronto se puso a cuatro patas debajo de el. Empezó a masajearse el conejo que imagino estaba completamente empapado y otra vez cogió el miembro todavía erecto de Zafiro. Empezó a restregárselo por la vagina y a lo largo del culo y al poco rato empezó a metérsela muy muy despacio por el ano. Yo no daba crédito a ese espectáculo, era algo increíble. La belleza del cuerpo de Sonia y la majestuosa silueta de aquel animal en un acople difícil de describir. El culo de Sonia aceptaba sin pausa que aquel salvaje miembro lo penetrase. Sus preciosas nalgas estaban separadas por lo grueso que era el miembro de zafiro.Ver como aquella polla entraba y salía de su culo hizo que me corriera sin casi darme cuenta. Al ocurrir eso, hice un poco de ruido y ella lo llegó a oír. Se sacó la verga del animal de su precioso culo y rápidamente se volvió a vestir. Yo desaparecí de inmediato medio atontado y alucinado. Mientras bajaba por el sendero no podía dejar de ver aquella imagen. Una imagen que todavía hoy recuerdo como si de ayer se tratase. Hoy tengo 41 años estoy casado y con dos hijos. Mi mujer es Sonia. Nunca le he contado lo que vi aquel verano del 81.