Testigo perverso

Esta historia me ocurrió hace unos años, pero estoy seguro que en el día de hoy aún se debe mantener, porque sus protagonistas siguen vivitos y ¡cogiendo!.

Vamos al punto, resulta que estando yo de visita en la casa de mi tía, una veterana de cincuenta y nueve años, bastante bien para su edad, con algunos rollitos propios de su edad, presencie a escondidas una escena zoofílica que me hizo delirar.

Aún la recuerdo, y prácticamente me masturbo de solo ponerme a contárselas.

Mi tía, hermana de mi madre, es divorciada, pues el marido la dejó hace algunos años.

A pesar de que tuvo dos hijas (mis primas), están se casaron y ahora viven en sus casas respectivas.

El motivo de mi visita en casa de mi tía, era porque a la pobre, que vive sola, le quisieron robar la casa.

Para tranquilizarla, mi madre me pidió que pasara unos días con ella para acompañarla y no estuviera sola.

La visita fue por unos días nada más.

Pero mi tía no vivía sola absolutamente, pues tenía en la casa un perro grande, sin raza específica alguna, de tamaño bastante grande.

El perro se llama Roni, y tiene la particularidad de ser rabón (no tiene cola), pero el hijo de puta tiene una verga de puta madre.

Una de las noches en que me levanto al baño, cuando paso frente a la puerta del dormitorio de mi tía, escucho unos jadeos, gemidos, grititos, como que estaban despiertos.

Apoyo mi oreja a la puerta y escucho: ¡Así perrito, dame verga, así mi cachorro!. ¡Si, haceme gozar, ayyyyy, que rico, que placer!. ¡Uhhm, que rico, dame pija mi amor, lléname de leche caliente!.

Me asusté y dije para mis adentros: ¡A la mierda, la tía tiene pesadillas, o se está haciendo la paja mas grande de la historia!.

Seguí escuchando estos ruidos, hasta que terminaron.

En eso, con mi oreja aún apoyada en la puerta, siento ruido como que abren la puerta.

Salí corriendo de apuro de ahí para que no me descubrieran, y me metí en mi cuarto de nuevo. ¡No saben que susto me llevé, porque mi tía casi me descubre!.

Cuando me metí en el cuarto, dejé la puerta entornada, y por una rendija miré a la puerta del dormitorio de mi tía.

La puerta se abrió, y ¿adivinen quién salió?: ¡Roni, el perro!.

Y atrás mi tía, desnuda, toda sudada y sucia, sacando el perro para el patio trasero de la casa.

¡Vaya afuera Roni!- dijo mi tía susurrando, para evitar hacer ruido y despertarme.

Mi tía, entró a su dormitorio y salió enseguida hacia el baño, evidentemente a darse una ducha, pues llevaba en sus manos toalla y ropa interior.

Paso desnuda frente a mi entornada puerta. Reflexione un instante y dije: ¡La puta que lo parió, no estoy soñando! ¡Mi tía coge con el perro, y yo como un pelotudo a medio metro de ese acto!.

Demás está decir, que de hierro no soy, y de sólo imaginármelo, me metí un pajazo (masturbación) para aliviar mi tensión.

A partir de ese día me propuse de que de alguna manera lo que había escuchado tenía que verlo con mis propios ojos, así que me puse a maquinar como podía presenciar sin ser visto, a mi tía cogiendo con su perro.

Y de tanto pensarla, se me ocurrió la idea de observarla escondido ¡dentro del ropero!.

Claro la cosa era como podía meterme ahí dentro, y a decir verdad estaba loco por ver a mi tía fornicando con su perro.

Estudie la rutina, noche tras noche, la cual consistía en que mi tía se acostaba después que yo.

La muy puta esperaba un ratito, se levantaba e iba a traer a Roni a su dormitorio.

Por lo tanto, el momento de entrar a su dormitorio y esconderme en su guardarropa era en el lapso de tiempo que se tomaba en ir a buscar al perro y meterlo en la pieza.

Así que un día, conseguí meterme en el dormitorio y espere a tremenda función.

Yo escondido en el ropero, observando todo lo que acontecía.

Entró mi tía con Roni, lo subió a la cama y la puta colocó su mano sobre la polla del perro y empezó a pajearlo.

A los segundos nomás, un verga roja y toda mojada afloró de su capuchón.

La zorra, se agachó y se la chupaba como una endemoniada, mientras el perro hacía movimientos coitales de copulación.

Roni enloqueció y pugnaba por montar a la perra de mi tía.

Está dejó de mamar la pija al perro, le colocó unas medias de lana gruesa en las patas delanteras (para evitar los rasguños) y se colocó en cuatro patas como las perras.

Al instante, Roni se sujeto a su cintura con sus patas delanteras forradas, y comenzó a penetrarla.

El perro cogía frenéticamente mientras mi tía gemía y decía guarradas como: ¡Si perrito, cógete a mamita! ¡Dame verga mi amor, sois el único macho que tengo!.

Evidentemente hacia bastante tiempo, años quizás que cogía con el animal, porque la ensartó de primera nomás.

El perro endiablado de lujuria, aceleró sus movimientos, gimió, aulló bajito, y se quedó quieto, con su pija bien metida dentro de la concha de mi tía.

Dio dos bombeadas cortitas y era claro que descargó un torrente de esperma canino en el interior de la concha de la tía. Sacó su verga, y esta chorreaba jugos y semen y se veía claramente el bulbo que se le forma en la pija a los perros.

Pero mi tía tenía la concha bien sobadita, producto de años de coger y de los partos que tuvo.

La tía acabó como una perra en celo, y al toque empezó a restregar su trasero en el hocico de Roni.

Evidentemente iba a haber más sexo. ¡Ahora me vas a coger el culo, Roni!- dijo mi tía. ¡Me vas a llenar el ojete con esa pija del demonio! – agregó.

Volvieron a iniciar los juegos sexuales mujer y perro, hasta que en el momento máximo de perversión el perro volvió a montar a la veterana mujer, pero esta vez la verga del animal se incrustó en el ano de mi tía.

La muy guarra tenía una experiencia increíble, porque levantó levemente sus caderas, de forma que de una sola estocada, la pija del perro se metiera en su ano, bien peludo y lubricado.

¡Ayyy, que lo parió, ayyy, de dolor sabroso, sí, sí, lléname el culo mi perro del alma!- gritó bajito mi tía.

¡Me estas rajando el ojete, perro endemoniado! ¡Así, dale a mamita por el culo, que gozo como una yegua!- vituperaba la veterana. ¡Así mi perrito, gocemos juntos, sácame mierda del orto!. ¡Uhhhm, me estás haciendo acabar, me acaboooo, me acaboooo!. El perro se la estaba cogiendo despacito, y cada centímetro de su roja pija, se ensartaba en el culo negro de su hembra.

Pero el orgasmo se hizo inevitable, y el can volvió a acelerar y clavó su polla todita entera en el ojete de la tía.

Y también le metió el bulbo. ¡Ayyy, me acabooo, me acaboooo, ahhhhhhh, ahhhhh, dame esa lechita caliente, no pares!- gritó la mujer. ¡Así mi amor, meteme la bola todita en el orto!- agregó.

¡Sí perrito lléname el orto de lechita, abotónate a mi culito apretado!. Dejó de bombear e igual que antes, se quedó quieto, montado encima de la tía, con su pija dentro del culo, metida hasta la bola.

Dio tres bombazos cortitos, aulló bajito de gozo y leche caliente se derramó en el recto e intestinos de la puta de mi tía.

Se podía ver como unos hilillos de semen y flujo afloraba por el borde del culo, corriendo entre sus labios vaginales, y goteando desde su prominente clítoris, como una canilla perdiendo agua.

De pronto Roni quiso salir y no pudo, y al momento cruzó una de sus patas por sobre el trasero de mi tía, quedando pegado a su culo.

Era evidente que se habían quedado ¡abotonados!. ¡Como los perros!.

La bola no podía salir del prieto esfínter anal de mi tía. Unidos por sus sexos, culo con culo, como dos animales cualquiera.

Roni, con su lengua fuera, jadeaba y gemía de dolor, mientras descargaba su esperma en el recto de su hembra, y mi tía decía un montón de barbaridades obscenas.

¡Uhhhm, uhhmm, que rico, siento tu lechita caliente en mi culito, descargue tranquilo mi amante secreto!.

Mi tía con una de sus manos, se pajeaba tocándose el clítoris, al tiempo que esperaba que el perro cumpliera su tarea fertilizadora.

Estuvieron pegados, culo con culo, veinte minutos, y tomé el tiempo, porque me empecé a poner nervioso por lo que demoraban en desengancharse.

Cuando la pija del perro, se salió del ojete de mi tía, estaba horriblemente hinchada y chorreando líquidos y esperma, mezclado con mierda del culo sucio de la mujer.

Era claro que mi tía no había cagado previamente, y pude ver como le quedó el culo, estaba dilatado como si hubiera parido por ahí.

Mi tía se lo acariciaba y la leche que le salía de ahí se la volvía a meter con sus dedos.

Estuvieron como unos diez minutos, mi tía rendida en la cama, destrozada por semejante cogida.

Su culo parecía como nacido para cogérselo en vez de cagar.

Roni, se bajó de la cama, echándose al costado de la misma, lamiendo su herramienta, saboreando los flujos y la mierda con que la había ensuciado.

Al ratito, mi tía, estando desnuda, se levantó de la cama, sacó a Roni de su cuarto como lo hacía habitualmente.

Esperé unos instantes, volvió a entrar, del primer cajón de la cómoda sacó ropa interior, y que susto me llevé cuando se dirigió al ropero a buscar la toalla, porque abrió la puerta de al lado del ropero y tomo una.

Prácticamente me oriné del terror de ser descubierto, por lo que respire fuerte de alivio cuando se alejó.

Salió del cuarto, a darse el baño acostumbrado después de tamaña sesión de sexo zoofílico.

Yo aproveché a salir de su cuarto, y me metí en el mío a hacerme una de las pajas mas grande de mi vida.

Creo que fueron como cinco en esa noche y ni la cuenta llevé de las que me hice en el resto de los días en que permanecí acompañándola.

Al otro día, noté que mi tía caminaba algo raro (era claro que el perro le rompió el culo), y le pregunte sarcásticamente que le pasaba.

¡Son las hemorroides!- me respondió.

Casi largo la carcajada ahí mismo, y pensé a mis adentros: ¡mentime que me gusta, vieja puta!.

Cualquier día de estos voy a hacer un desastre con una filmadora que tengo en casa. ¿Cuánto valdrá una película de estas?.