Puede hacerse realidad

CAPÍTULO I.

YO.

Yo tenía por entonces 20 años. Era un chico sano al que le gustaba mucho practicar deporte y lo practicaba regularmente. Hacia carrera de fondo, medias maratones, etc. Llegaba a correr aproximadamente 50 km., a la semana, por lo que mi cuerpo, aun siendo pequeño, eran fibroso y delgado. Estudiaba en tercer curso en la Universidad y había tenido varias relaciones con chicas de mi edad.

Cada vez que tenía tiempo libre, optaba por una de mis dos aficiones favoritas: Correr con mi perro Max o ver películas pornográficas. Casi siempre corría solo pero en ocasiones me iba a la casa que mis padres tienen en las afueras de la ciudad, donde tenemos a Max, y lo llevaba conmigo a correr por los montes cercanos. Respecto de las películas pornográficas, había empezado a verlas en casa de mis padres, con los que vivía, con el consiguiente riesgo de que me «pillaran». Al principio veía las películas que uno se puede encontrar habitualmente en un videoclub normal, es decir, películas heterosexuales, casi todas iguales o muy parecidas. Luego empecé a frecuentar los sex-shops donde podía encontrar, películas heterosexuales más fuertes, grupos, gays, y incluso de zoofilia.

Casi siempre me masturbaba mientras veía las películas. Al principio envidiaba a aquellos chicos que tenían relaciones con chicas fastuosas. Ver cómo se les chupaban sus penes, cómo las penetraban, tanto vaginal como analmente, me excitaba lo indecible. Poco a poco, sobre todo tratándose de grupos en los que había muchos más chicos que chicas, empecé a envidiar a las chicas, por la enorme cantidad de relaciones con distintos chicos que podían tener en una sola sesión y por la actitud pasiva que podían adoptar, dejando hacer a los chicos. Aquellas chicas eran capaces de sentir placer por todos sus agujeros; de introducirse (o que les introdujeran) enormes penes que una vez eyaculaban, eran reemplazados por otros tan grandes como los anteriores pero con el vigor totalmente intacto. También empecé a sentir curiosidad por saber qué se podía sentir teniendo un enorme pene en la boca, cuál sería su textura, su olor, su sabor, su tacto y sobre todo qué se sentiría al verse bañado por una lluvia de esperma caliente y denso, qué sabor tendría. Por esta razón, además de masturbarme tocándome el pene, comencé a tocar mi ano con el dedo, a introducirme el dedo y finalmente a penetrarme con diversos objetos. También me chupaba el dedo antes y después de introducírmelo, al igual que hacia con los «juguetes». Mi favorito era un bote de champú suavizante que tenía un largo y grueso cuello que terminaba en un tapón redondeado. La primera vez que jugué con él me parecía imposible que pudiera introducírmelo, pero con el tiempo, mi ano se fue dilatando y un día, para mi sorpresa, aquel tapón se introdujo totalmente dentro de mi ano produciéndome un increíble orgasmo. Mas tarde conseguí introducirme no sólo el tapón sino todo el cuello que lo seguía. También me gustaban aquellas películas en las que hermosas chicas, sin necesidad de hombres, encontraban el placer con sus perros. Eran éstas, unas imágenes que despertaban mi lado más animal y más pasivo, pues me imaginaba poseído contra mi voluntad, por varios hombres y perros.

Respecto a Max, era un perro de raza Gran Danés o también llamado Dogo Alemán, de cuatro años de edad, que vivía como he dicho en la casa que mis padres tienen en las afueras. Max era un perro fiel, serio, de color negro y muy grande; tenía una altura de cruz de 90 cm, un peso de unos 80 k., y cuando jugando se ponía de pié ante mí, me sobrepasaba en más de 20 cm. Se pasaba todo el día encerrado en la finca y al menos una vez al día, mi padre iba a darle de comer. En ocasiones lo dejaba salir de la finca y algunas veces se iba para volver 2 ó 3 días más tarde totalmente agotado, lo que denotaba que procedía de un encuentro con alguna perra del entorno.

CAPITULO II.

MAX Y YO.

Las películas de zoofilia me habían abierto los ojos respecto al sexo con animales, lo que me llevó a que en algunas ocasiones en que llevaba a Max a correr conmigo, buscara un rincón apartado en el bosque, me arrodillara y comenzara a acariciarle mientras me tocaba. Comenzaba por el hocico y la cabeza, luego seguía por su lomo, su pecho y su vientre hasta llegar a su sexo. Al poco de comenzar a tocarlo, su pene se volvía duro. Rozar su cuerpo contra el mío desnudo, me producía una excitación indescriptible. Su olor canino, sus jadeos, su aliento y sus babas densas y calientes corriendo por mi pecho hacían que me excitara al punto de que en ocasiones no controlaba mis eyaculaciones. En cualquier caso, yo seguía moviendo su pene, adelante y atrás con una mano, mientras que con la otra acariciaba sus testículos, ante su mirada de sorpresa y de agradecimiento, hasta que empezaba a lanzar largos chorros de esperma.

Existía un claro en un monte cercano a la casa de mis padres, que era nuestro preferido para, después de hacer mis estiramientos, jugar durante un rato hasta el anochecer. En el claro había una pila de troncos de gran diámetro, de árboles talados hacía algún tiempo. Era llano y estaba tapizado de una densa y mullida hierba y estaba rodeado de árboles; castaños, robles, encinas, etc, pero orientado de tal forma que, durante toda la tarde y hasta el ocaso, el sol le incidía directamente y los árboles lo protegían de la brisa. También me parecía un sitio ideal para tirarme a tomar el sol sobre una toalla llevada para ello. Era nuestro «rincón secreto».

En cierta ocasión, en la que después de una buena carrera, ambos sudorosos nos acostamos al sol hasta retomar el aliento en nuestro «rincón secreto», comencé a tocarlo como de costumbre, después de haberme desprendido de mi camiseta y haber bajado mi pantalón corto hasta los tobillos. Arrodillado a su lado, me rozaba contra él mientras le masturbaba. Su pene era cada vez más grande y salía de la «bolsita» que lo envolvía con forma de punta de grueso lápiz, duro como una barra de acero. Una atracción inesperada hizo que acercara mis labios hacia aquel trozo de carne alargado, rojizo y aparentemente húmedo. Su olor me excitó aún más. Max estaba muy quieto como de costumbre, dejándose hacer. Lo toqué primero con mis labios, luego con mi lengua y por fin me lo introduje en mi boca, donde empecé a lamerlo con movimientos circulares de mi lengua. Noté que su cuerpo no era ajeno al placer que le estaba produciendo y que cada vez su tamaño era mayor. Inconscientemente, yo movía mi mano a lo largo de un pene cada vez más largo y mis labios se deslizaban a lo largo de mayor longitud, a la vez que se separaban por el diámetro que iba cobrando aquel pene. Súbitamente, Max comenzó a moverse bruscamente a la par que arqueaba su espalda. Sus movimientos estrellaron la punta de su pene en el fondo de mi paladar, lo que a punto estuvo de hacerme vomitar, pero yo seguí chupando incansable. Un chorro de semen se disparó contra mi paladar y otros le precedieron inmediatamente después, inundando mi boca. Intenté seguir acumulando semen en mi boca pero en un repentino movimiento, Max volvió a golpear el fondo de mi paladar con su pene lo que me obligó a tragarme la mayor parte del líquido que tenía acumulado y a abrir la boca inmediatamente con lo que el restante se vertió entre mis labios. Ajeno, Max seguía con sus sacudidas que proyectaban nuevos chorros sobre mi cara. Volví a introducirme su polla en la boca y seguí chupando, lamiendo y bebiendo aquellos jugos, hasta que no le quedó más. En ese momento, me saqué su polla de la boca y comprobé (como en las películas) que lo que antes era un relativamente fino miembro, se había tornado en una gruesa verga recorrida en todas direcciones, por venas de color azul y rojo. Max se giró y comenzó a lamerse su miembro y después mi cara, con largos lengüetazos, a lo que respondí abriendo mi boca dejando que su lengua entrara en ella como si se tratáramos de dos amantes.

Por la noche en mi cama, me masturbé recordando la escena y lamentando nuevamente, la pasividad de mi amante. Yo quería que Max me deseara, que me poseyera y que me penetraba como quisiera, como a aquellas chicas de las películas. Volví a repetir la experiencia en varias ocasiones, con mucho placer por una parte y con la misma decepción por otra. Intenté colocarme a cuatro patas y subirlo sobre mí, lo que conseguí sin ninguna reacción por su parte. También lo intenté boca arriba y él sobre mí con el mismo resultado. Por último, decidí excitarlo y acostarlo de lado para sentarme sobre su pene y penetrarme con él lo que conseguí sin ninguna colaboración ni aparente deseo por su parte. Por lo que a mi respecta, aquella penetración, por lo frustrante, era más insatisfactoria que con mi «amigo» el bote de champú suavizante.

En una ocasión en que caminaba hacia la casa de mis padres, me encontré en un camino a Laica; la perra de un vecino de mis padres. Laica es una perra de raza Pastor Alemán, a la que conocía desde cachorro. Laica estaba rodeada de cinco perros, a los que a la mayoría conocía de las casas próximas a la de mis padres. Eran perros de distintos tamaños y todos intentaban colocarse detrás para montarla. Eso me izo pensar en qué es lo que atrae y excita realmente a los perros; el olor de las hembras en celo. Llamé a Laica y ella se acercó a mí. La sujeté por el collar mientras sacaba de mi mochila un paquete de clínex los cuales unté copiosamente en los líquidos que manaban de la vagina de Laica y corrí hasta la casa de mis padres donde los introduje en tres botes de vidrio con tapa a rosca. Me puse la ropa de correr, cogí una toalla, tomé uno de los botes y llevé a Max directamente a nuestro «rincón secreto».

Una vez en el claro, até la correa de Max a uno de los troncos y tendí la toalla a escasos dos metros de él. Estaba decidido a volverlo loco de deseo. La celeridad con que fuimos al descampado, hizo que yo comenzara a sudar y a él se le espesara la saliva. Me tendí en la toalla, boca arriba y frente a él y me quité mi camiseta y mi pantalón corto. Él me miraba con la misma cara de escepticismo y de indiferencia que de costumbre y yo le sonreí levemente. Tome de mi riñonera el bote de vidrio, del que saqué uno de los clínex, que aún estaban empapados de por los fluidos vaginales de Laica, volviéndolo a cerrar inmediatamente para que no se secaran los otros dos pañuelos. Acerqué el papel a su hocico y su expresión cambió de inmediato; su orejas se levantaron, su espalda se tensó y empezó a tirar de la correa haciéndole jadear ahogadamente por la presión del collar. Como no podía avanzar hacia mí empezó a dar pequeños pasos en un corto arco de circunferencia alrededor de donde estaba atado. Volví a acercárselo de nuevo y en esta ocasión intentó lamerlo, lo que impedí retirándolo de inmediato. Yo estaba tendido boca arriba, con las piernas separadas a un aproximadamente un metro de su hocico. Comencé a untarme con el clínex por mi entrepierna bajo mis testículos y por toda la raja de mi culo. Cuando ya estaba totalmente seco, tomé otro pañuelo del bote y volví a repetir la operación, añadiendo en esta ocasión, mis labios y los alrededores de mi boca.

Max estaba totalmente alterado y por momentos creí que iba a zafarse de su atadura. Me giré, me coloqué a cuatro patas con el culo frente a su hocico y me fui acercando lentamente. Comencé sintiendo su aliento en mi culo, luego su lengua dio un latigazo en mi raja que casi me hace desmayar de placer. Seguí acercándome y los lengüetazos se repitieron con mayor frecuencia y vigor. Era una lengua dura, musculosa, áspera y totalmente empapada de una espesa y caliente saliva. Dejé que continuara durante un rato y luego seguí acercándome. Cuando estaba bajo su cruz, noté que quería acercarme con sus patas llegando a arañarme. Seguí acercándome hasta que sentí su aliento en mi nuca. Su saliva caía sobre mi espalda ya empapada. En eso me retiré hacia delante y Máx empezó a ladrar con fuerza. No era mi intención evadirme de él, pues no sé quién de los dos estaba más excitado, sino que pretendía soltarlo y dejarle hacer. Me puse en pié y me acerque a él. Él también se puso en pié colocando sus patas delanteras sobre mis hombros y comenzó a lamer mi cara y mi boca a lo que respondí con mi lengua. Cuando conseguí desabrochar el gancho que ataba su collar a la correa, su enorme fuerza y peso me tumbaron boca arriba bajo él y como pude me acerqué a la pila de troncos para apoyarme sobre uno de ellos. Estaba colocado a mi espalda, con sus patas sobre mis hombros y a medida que me agachaba hacia delante, él fijaba sus patas delanteras con más fuerza sobre mi cuello, atenazándome e inmovilizándome como si de una grapa se tratara. Me encontraba totalmente inmovilizado, soportando todo su peso y la enorme fuerza que ejercía sobre mí. Flexionando levemente las rodillas, conseguí que mi culo quedara a la altura adecuada para sentir cómo su poya lo golpeaba. La excitación producida por sus golpes en mi culo, sus patas en mi cintura, su aliento en mi nuca y sus babas sobre mis hombros no podía compararse a nada conocido hasta el momento. Empujé mi culo más hacia él, notando cómo su polla larga se introducía entre mis piernas o pasaba a los lados de mis nalgas sin conseguir introducírmela. Con gran esfuerzo por mi parte, debido a su peso y fuerza, me sujeté con sólo mi mano izquierda en el tronco que tenía ante mí e introduje la derecha entre mis piernas en busca de su poya para introducírmela en el culo. No dejaba de moverse violentamente por lo que necesité varios minutos en una tarea que al final conseguí y de la que ambos fuimos conscientes desde el primer momento. En cuanto notó que la punta de su polla estaba dentro de mí, sus movimientos se volvieron más controlados pero no disminuyeron en intensidad, fuerza y violencia. ¡¡¡Max me estaba follando!!!. Sentía un fuerte calambre de placer que ascendía por toda mi espalda hasta mi nuca. Mi excitación era máxima y mi erección también.

Siguió follándome en esta posición durante varios minutos durante los cuales me sentí en el paraíso del placer, hasta que poco a poco fui sintiendo que su polla aumentaba de diámetro en un punto determinado de su longitud, muy próximo a su base. Aquello me hizo tener una eyaculación por el placer que me produjo al abrirme aún más mi culo, pero no dejaba de crecer. Pensé que me iba a desgarrar y al contrario de ello lo que propició fue que aquella penetración quedara totalmente sellada. Entonces me di cuenta de lo que ocurría. A los perros, antes de la eyaculación, se les hincha la base del pene con objeto de sellar la penetración y que la eyaculación se realice dentro de la vagina de la hembra. En ese momento sentí como su polla empezaba a lanzar chorros de semen dentro de mí, y cómo mi vientre se hinchaba por las eyaculaciones. Estuvo eyaculando durante al menos diez minutos por lo que llegué a pensar que me iba a reventar tanto por el tamaño que había cobrado su polla y por la inyección de esperma como por el placer que me estaba produciendo. Nuevamente me vi envuelto en un orgasmo con una copiosa eyaculación.

Después de eyacular, se quedó inmóvil apoyando todo su peso sobre mí. Yo también me quedé totalmente parado, apoyando mis brazos sobre el tronco y las piernas temblorosas ligeramente flexionadas. Sentía su aliento acelerado junto a mi cara y con su hocico había bañado mis hombros y mi cara con su saliva. Me comenzó a lamer mi mejilla agradecido por el momento que habíamos pasado y yo respondía a su gesto girando mi cara y abriendo mi boca. Después de un rato en esta posición se dejó caer y se giró quedando su culo pegado al mío. Su peso me hizo arrodillarme a la vez que se dejaba caer lo cual me produjo mucho daño en mi culo pero luego agradecí por la posición más descansada. De pronto me di cuenta de que, aunque nunca había visto a nadie en aquel claro, cualquiera podía pasar por allí y encontrarnos en aquella posición lo que me hizo que me pusiera muy nervioso. Minutos después Max avanzó unos pasos y su polla salió de mi culo con una ligera explosión, como si de una botella de champagne se tratara. De mi culo salió una cascada de semen que bajo por mis muslos empapándolos completamente. Ambos nos dejamos caer agotados y nos miramos agradecidos.

CAPITULO III

EL DESCONOCIDO Y YO.

El sol caía a plomo en el claro a esa hora del día. No deseaba otra cosa que tumbarme en la toalla a tomar el sol y descansar después de tan agotadora experiencia. Max comenzó a ladrar sonoramente en una dirección determinada y dio unos pasos como queriendo avanzar, pero por más que miré no vi a nadie. Lo sujeté, lo até de nuevo a la correa y me tendí en la toalla, a unos metros de él, boca arriba totalmente desnudo. Max se había calmado y estaba acostado a la sombra de los troncos. El sol produjo en mí una especie de somnolencia que me hundió en una leve letargia.

¡¡¡Eh!!!.

Oí gritar a mis espaldas. Max dio un salto y se puso a ladrar como enloquecido a un hombre que se acercaba hacia mí a grandes pasos. Me quedé tan sorprendido que no pude hacer otra cosa que levantarme levemente para ver quien se acercaba y me quedándome totalmente paralizado por la sorpresa y el miedo. Era un hombre de unos 40 años, con el pelo negro, rizado y corto. Llevaba puestas unas botas de goma altas y una funda azul de trabajo cuya cremallera llevaba totalmente bajada, lo que dejaba a la vista un pecho moreno y muy velludo. Sus brazos se movían rápidamente alrededor de su cuerpo como queriendo impulsarlo con más velocidad. Sus manos eran grandes y fuertes por un aparente duro trabajo físico.

Rápidamente llegó a donde yo estaba tendido y me sujetó el cuello por detrás con su mano derecha mientras que con su izquierda me sujetaba por el brazo. Max seguía ladrando como enloquecido.

Manda callar al perro.

Me ordenó sin más.

Calla a ese perro o te rompo la cara.

Max. Max; cállate, tranquilo Max. No pasa nada.

Max no atendía a mis explicaciones y seguía ladrando con amenazadora fuerza. Parecía que en cualquier momento iba a romper su ligadura o a arrastrar el tronco al que esta atado.

Tengo que levantarme a tranquilizarlo – Le pedí con voz temblorosa.

No querrás soltarlo…

No, no, es que si no voy, va a terminar rompiendo la correa.

Si lo sueltas, te acordarás de mí. Sé quién eres y donde tienen tus padres la casa. No, no lo soltaré.

Era tal mi acongojo que ni siquiera se me pasó por la cabeza soltar a Max, que habría anulado al individuo con solo saltar sobre él, cuanto más si le hubiera atacado. Me acerqué a Max y con no poco esfuerzo, conseguí calmarlo con lo que quedó echado nuevamente a la sombra.

Ahora ven aquí.

Me ordenó mientras recogía mi toalla del suelo. Me acerqué al hombre temerosamente y cuando estuve a su alcance, me volvió a coger con fuerza del brazo y me tiró de mí.

Ahora el buen rato, me lo vas a hacer pasar a mí.

Me llevó con cautela para no volver a enfadar a Max, girando alrededor de la pila de troncos hasta un punto fuera de su vista y tiró la toalla en el suelo.

Extiéndela.

Me ordenó mientras tiraba de mí hacia abajo. Obedecí y me arrodillé pero él siguió tirando de mí hasta que estaba totalmente tendido boca arriba. Él se arrodilló al lado izquierdo de mi cara.

Ahora me la vas a comer a mí como se la comes a tu perro.

Dijo mientras me sujetaba el cuello con su mano izquierda mientras que la derecha se la introducía en su entrepierna. Cuando sacó, lo hizo de un golpe llevando cogida una polla gorda y larga entre sus dedos pulgar e índice y los testículos entre los otros dedos. Tenía unos testículos enormes y cipote flácido pero muy grueso, terminado en un enorme capullo todo ello de una piel muy oscura. Sujetando su paquete con la mano, me estrelló mi cara contra él y comenzó a presionarlo contra mi boca.

Chupa.

Me ordenó entre dientes mientras oprimía mi cara contra su polla. Yo estaba muy asustado y sorprendido pues todo había sucedido tan deprisa que casi no me había dado cuenta. Vinieron a mi cabeza los recuerdos de aquellas chicas y chicos que disfrutaban lamiendo aquellas enormes pollas y la curiosidad y el deseo que despertaban en mí. Estaba tendido desnudo al sol de la tarde, boca arriba ligeramente de medio lado, apoyado sobre mi codo izquierdo y aquel hombre restregaba su paquete entre mis labios repitiéndome insistentemente que abriera la boca. Tuve que apoyarme sobre su cintura con mi mano derecha para que no me girara completamente y no me asfixiara pues su paquete tapaba hasta mi nariz. Estaba muy excitado por aquel olor fuerte a mezcla de sudor y orín. Mi lengua viciosa quiso probar el sabor de aquel enorme pedazo de carne y se deslizó entre mis labios, lo que originó que, debido a la presión, aquella polla se introdujera en mi boca hasta los dedos que la sujetaban, llenándomela completamente.

Ves como la querías chupar.

Me dijo al notar que me la había metido. No pude por menos que reconocer que tenía razón y empecé a rodearla con mi lengua mientras él producía en mi cabeza movimientos de vaivén que hacían que entrara y saliera de entre mis labios. Poco a poco aquella flácida polla fue ganando vigor, al tiempo que quedaba totalmente bañada en mi saliva. Cada vez era más grande. Casi no podía rodearla con mis labios debido al diámetro que había cobrado y únicamente podía tener dentro de mi boca una pequeña porción de aquella enorme longitud debido a las arcadas que me producía cada vez que su glande golpeaba contra el fondo de mi paladar, lo que producía mayor y más densa cantidad de babas que iban desde mi boca hasta su polla.

De pronto se detuvo y con un fuerte tirón hacia atrás, la sacó de mi boca. Golpeó y restregó su polla contra mis labios y mi cara con lo que esparció mis propias salivas por mi rostro. Con otro brusco movimiento, estrelló mi cara contra sus huevos mientras me decía.

Ahora cómete mis pelotas.

Nuevamente mi lengua viciosa salió de entre mis labios y comenzó a lamer aquella piel arrugada y velluda.

Lo haces muy bien. Sigue, sigue.

Mientras él se masturbaba con su polla sobre mi cara, yo seguí lamiendo con mi lengua aquella piel de sabor fuerte debido al sudor.

¡¡¡Aaaagggrrr!!!. ¡¡¡Aaaaaaahhhhh!!!. Espera un momento.

Me liberó completamente de su presa, con lo que quedé tendido boca arriba, con la cara empapada en mis babas y la lengua parcialmente fuera de mi boca, mientras él se desprendía de las mangas de la funda de trabajo y la bajaba hasta sus botas de agua. Estaba constatando que no llevaba calzoncillos, cuando se dejó caer sobre mi cara, dejando mi cabeza entre sus rodillas y sentándose sobre ella. Sus huevos quedaron nuevamente al alcance de mi lengua que siguió lamiéndolos mientras él se sentaba sobre mi cara y se seguía masturbando.

Chupa. Chupa. Qué bien lo haces cabrón.

Yo seguía lamiendo y babeando aquellos huevos sabrosos, duros y grandes mientras él profería frases, palabras e incluso gruñidos de placer. Al cabo de un rato, volvió a colocarse a mi lado y cogiéndome nuevamente por el cuello, me la volvió a meter en la boca. Mejor dicho, tan solo llegó a introducirme su capullo y poco más pues me produjo un conato de vómito por el que casi me ahoga. Aquella polla era enorme y no creo que exista nadie capaz de meter siquiera un tercio de la misma en la boca.

Vamos; sigue chupando. Me estas poniendo a cien.

Si él estaba a cien, yo estaba a mil. A ratos llevaba mi mano derecha a mi polla y me masturbaba y a ratos tenía que apoyarme en él para intentar frenar sus envites. Tenía la cara chorreando de saliva. La misma saliva que chorreaba de su polla y de sus huevos. Volvió a sacármela de la boca y a golpear mis labios con ella para volver de nuevo a introducírmela, esta vez, con más cuidado.

De pronto se detuvo y se incorporó sin dejar de estar de rodillas. Me cogió de un hombro y me giró.

Ponte a cuatro patas.

Me ordenó mientras se colocaba detrás de mí.

Te la voy a meter toda por el culo.

Aquella frase me asustó tanto como me excitó, pero en cualquier caso obedecí sus órdenes y me coloqué a cuatro patas. Él se colocó detrás de mí ligeramente ladeado hacia la izquierda. Con su pantorrilla izquierda hizo presión sobre mi nalga izquierda mientras que con su mano izquierda me separaba la derecha. Sentí cómo con su otra mano dirigía su polla hacia mi agujero, que aún estaba dilatado y chorreando los jugos de Max. Comenzó a presionar. Era enorme.

No va a entrar. Me vas a hacer daño. Claro que va a entrar. Te la voy a meter entera.

Siguió presionando. Tuve la impresión de que estaban intentando meterme una pared por el culo. Me mordí los labios y descansé mi cuerpo sobre mis codos en lugar de mis manos para poder agarrarme a la toalla y a la hierva bajo ella.

Estate quieto.

Siguió empujando con su polla. Cada vez sentía más presión en mi culo, hasta que, de pronto, éste se abrió como una margarita y su capullo penetró en él, lenta pero inexorablemente. Un calambre de placer me subió desde el culo hasta la nuca por toda la columna vertebral. Mi espalda se arqueó hacia arriba y mi cabeza se echó hacia atrás mientras me mordía fuertemente los labios.

¡¡¡Aaaaaahhhhh!!!

Le oí gemir a mis espaldas. Sentí cómo tomaba saliva con su mano y se la aplicaba en la polla. Luego comenzó un movimiento lento de vaivén con un corto recorrido. A cada poco, con un movimiento hacia delante, introducía un poco más su polla en mi culo. El movimiento iba ganando en recorrido pero no en velocidad. Volvió a aplicarse saliva y continuó su movimiento. Lo hacía muy bien, como si lo hubiera hecho miles de veces, y ya casi sin hacerme daño. Yo estaba agarrado a la toalla y a la hierba mientras me mordía los labios y respiraba sonoramente por la nariz cada vez que aquella enorme polla se introducía un poco más en mi cuerpo. Aquella polla parecía no tener fin. Notaba mi ano totalmente dilatado por el diámetro de aquel cipote y cómo mi vientre se hinchaba cada vez que lo introducía en mi cuerpo por la enorme longitud que tenía. Él continuaba con su movimiento imperturbable mientras gemía y me decía:

¿Ves cómo ha entrado?. ¿Verdad que te gusta? Quieres que siga, ¿verdad?.

Estaba a punto de gritarle que no parara cuando me cogió ambas nalgas con las manos, abriéndolas con los dedos pulgares y comenzó a meterme el resto de su enorme polla en mi culo, hasta que sus caderas golpearon mis nalgas. Estuve a punto de gritar de placer.

¿Ves? ¿Ha entrado entera?

Sentía que me estaban abriendo en canal, pero el placer era indescriptible. La sacó casi entera y con un movimiento más rápido que los anteriores, la volvió a introducir velozmente. Repitió esta operación, hasta que los movimientos de entrada producían que sus caderas golpearan violentamente contra mis nalgas y sus huevos se estrellaran contra mi culo. Era imparable. Seguía metiendo y sacando aquella enorme polla de mi cuerpo, cada vez con más velocidad y violencia. De pronto la sacó entera, y tomándola con la mano, golpeó mi culo con ella, le volvió a untar saliva y la volvió a introducir con un fuerte golpe hasta el final. Volvió a ganar en velocidad y repitió esta operación varias veces. Estaba a punto de desmayarme de placer.

Sigue. Sigue. Claro que voy a seguir. Te voy a romper en dos. Sigue. No pares por favor.

Se puso de cuclillas y siguió metiéndomela, ahora desde arriba, con lo que la sensación de penetración era mucho mayor. Involuntariamente y sin haberme masturbado, tuve una copiosa eyaculación que me hizo temblar las piernas. A cada expulsión de semen, mi ano se contraía, lo que él sintió de inmediato.

Te estas corriendo, ¿eh cabrón? Siiiiiiii

Volvió a colocarse de rodillas.

Ahora me toca a mí.

No sé cómo pero aceleró aún más su ritmo mientras gemía y gruñía de placer. Sus golpes con las caderas eran tan violentos que poco a poco me fue empujando hacia delante hasta que me encontré tendido boca abajo con mi cara en la hierva. Notaba su pecho sudoroso y velludo rozando mi espalda y sus caderas golpear mi culo. Sus rodillas separaron aún más mi piernas. Yo tenía la cara de medio lado hacia la derecha. Colocó su mano izquierda en mi mejilla y me introdujo su dedo anular en la boca. Era una mano gruesa, musculosa y áspera. Comencé a chupara y a lamer aquel grueso dedo igual que lo había hecho antes con el cipote que ahora me estaba penetrando con tanta fuerza. Apoyado sobre sus codos que tenía a mis lados, introdujo su mano derecha bajo mi pecho, cogió mi pezón entre sus dedos índice y anular y me lo comenzó a apretar y a hacer girar sobre sí mismo.

Aaaaaaggggggrrrrrr. Eso me encanta. ¿Ves como eres un vicioso? Sigue. Sigue.

Acercó su cara a la mía. Su mejilla derecha sobre mi izquierda. Notaba su aliento y su sudor caía sobre mí. Sacó su dedo de mi boca y me introdujo su lengua todo cuanto pudo. La chupé y la lamí agradecido.

Me voy a correr en tu culo.

Noté como su movimiento se hacía más lento pero más violento, como queriendo penetrarme más profundamente de lo que lo había hecho hasta ese momento. Su polla parecía que se hinchaba cada vez más hasta que, teniéndola totalmente introducida en mi culo, noté una explosión dentro de mí. A la explosión la siguió una enorme sensación de calor en mi vientre. Otras explosión y más calor. Otra explosión y más calor. Otra explosión… No dejaba de meterme su lengua en la boca. No sé cuánto tiempo se estuvo corriendo pero debió descargarme varios litros de semen.

Después de correrse, se quedó inmóvil sobre mí durante varios minutos hasta que se dejó caer a un lado quedando tendido boca arriba. De mi culo salió una cascada de leche espesa y muy caliente entre mis piernas. Estuvimos tirados en esa posición durante varios minutos, hasta que él me cogió del brazo y me impulsó hacia su entrepierna.

Ahora límpiamela con la lengua.

Su polla, aún enorme, estaba flácida y caída sobre uno de sus lados. Impulsándome por el brazo, me acercó mi cara hacia ella hasta que quedé tendido entre sus piernas con la cara sobre su paquete. Apoyó la otra mano sobre mi coronilla, estrelló mi cara contra su polla y comenzó a restregarla.

Límpiamela.

Con no poco esfuerzo me separé ligeramente de él, lo justo para tomar aquella enorme verga con una mano y comenzar a lamerla en toda su longitud. Su mano me impulsó hacia abajo, hacia sus testículos, que seguían duros y totalmente empapados en semen, saliva y sudor. Yo seguía obediente, lamiendo todo cuanto se encontraba en mi camino. Dejó caer sus manos a los lados de su cuerpo sin que yo me detuviera en ningún momento en mi labor. Volví a ascender a lo largo de su cipote para lamer su capullo y después introducírmelo en la boca. Chupaba como en un sueño. Como si aquellas fantasías que me despertaban la visión de las películas, se hubieran hecho realidad todas a un tiempo.

Me estas volviendo a poner como una moto.

Ya lo había notado pues el vigor, que al principio había desaparecido, volvía a hacerse sentir en aquella polla que tenía en la boca y cogida con la mano. Comencé a deslizar la mano arriba y abajo, suavemente al principio pero apretándola poco a poco. Su polla estaba totalmente empapada con mi saliva por lo que mi mano se deslizaba con suavidad.

Sigue así y te la volveré a meter en el culo.

Aquello me excitó nuevamente por lo que seguí afanándome lo más posible en devolver el vigor perdido a aquella polla que tanto placer me había dado. Chupaba su capullo y la lamía en su longitud hasta sus testículos. Estaba dura como una piedra.

Él se incorporó y me giró para que quedara tendido boca arriba. Se colocó sobre mí y colocó mis piernas en sus hombros, a los lados de su cabeza y descendió sobre mí. A medida que descendía, notaba cómo mi culo se habría cada vez más hasta que comencé a notar sobre él, el contacto de su polla. Mi culo aún estaba chorreante de semen y muy dilatado. Aún así, yo dirigí mis manos hacia mis nalgas, tirando de ellas hacia fuera para que se abriera cuanto fuera posible. Dirigió su polla con la mano hasta la entrada de mi culo, para volver a colocarlas a los lados de mi cabeza. Dejó caer completamente su cuerpo sobre mí y me penetró. Introdujo toda su enorme polla nuevamente en mi culo con un solo movimiento de sus caderas. Ambos notamos el placer de inmediato. Yo sentía su peso sobre mí; su cuerpo fuerte, su pecho velludo, sus potentes caderas y su aliento junto a mi oreja. Me sentía absolutamente poseído. Estaba siendo víctima propiciatoria del mayor de los placeres que había experimentado en mi vida.

Se movía rápidamente hacia fuera y violentamente hacia adentro, en sus penetraciones. A cada penetración exhalaba su respiración junto mi oreja. Comenzó a lamerla suavemente. Luego mi cuello y mis hombros. Volvió a subir por mi cuello y mi barbilla hasta que me introdujo su lengua en la boca. Mi lengua le correspondió y ambas se entrelazaron entre nuestras bocas. Notaba cómo su saliva pasaba de su boca a la mía.

Te gusta que te follen, ¿verdad? Eres un vicioso. Te voy a volver loco de gusto y te voy a follar hasta que te reviente.

Dijo esto acompañándolo de varias sacudidas particularmente fuertes. Yo sólo gemía de placer, mientras él seguía con sus embestidas. Le abrazaba por los hombros y le acariciaba por mis manos desde sus hombros hasta sus nalgas, que notaba duras a cada envite. Su lengua recorría mi boca, mi barbilla, mis mejillas, mis orejas y mi cuello incansable, rociándome la piel de saliva. Sin dejar sus violentas embestidas, se arqueó sobre sí mismo y fue deslizando su lengua desde mi cuello por mi pecho hasta tocar mi pezón derecho con su lengua. Sentí un calambre de placer y un gemido agudo escapó de mi boca. Jugueteó con mi pezón durante un rato, rodeándolo con su lengua hasta que de pronto, se lo introdujo en la boca y comenzó a chuparlo con fuerza. Mi cuerpo se arqueó de placer echando mi cabeza hacia atrás. No pude impedir clavar mis uñas en su espalda ni reprimir una serie de gritos de placer que duraron hasta que se retiró.

Te gusta que te coman los pezones, ¿eh? Nunca lo habían hecho, sigue por favor. Ahora el otro.

Se introdujo el otro pezón en su boca chupándolo con fuerza. Yo sentía en mi pecho el roce de la barba incipiente de su cara, mientras chupaba con fuerza el pezón, que en ocasiones mordía disparando así mis gemidos. Sentía cómo mi polla, oprimida por su peso, deseaba ser meneada. Siguió chupando alternativamente mis pezones interrumpido únicamente en pequeños instantes para meterme su lengua en la boca, mientras yo me veía en un mar de movimientos extertóricos y una nube de gemidos que a veces eran gritos que se escapaba de mi boca cuando no la tenía inundada por su lengua.

Si sigues me voy a correr. Córrete.

Se levantó de mi cuerpo extendiendo los brazos, lo que aproveché para masturbarme y llegar a un orgasmo abrasador y prolongado. Mientras me corría, mi culo se contraía como en la otra ocasión, lo que le produjo gran placer a juzgar por sus gemidos. Siguió acelerando y penetrándome cada vez con más fuerza hasta que de pronto, sacó su polla de mi culo, la tomó con su mano derecha y de un salto la acercó a mi cara. A una cuarta de mi cara, su polla lanzó un chorro de semen que la cruzó, desde mi mejilla derecha hasta mi ceja izquierda. Parte de ese chorro cayó dentro de mi boca abierta. Siguió acercándose, tomó mi cabeza con su mano izquierda y la acercó a su polla metiéndomela en la boca. En ese momento, la soltó y sujetó mi cabeza con ambas manos. Un nuevo chorro de semen salió disparado de su polla directamente dentro de mi boca. Movió mi cabeza ligeramente y nuevamente salió otro chorro de su polla. No tuve más remedio que comenzar a tragarme aquel manantial de semen espeso y caliente para no ahogarme. No recuerdo cuántos chorros salieron de aquella enorme polla, pero me parecieron, igual que con Max, varios litros.