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Presentación de Susana I

El siguiente es el primer capítulo del relato imaginario de una chica de 17 años que vive en Argentina, en un pequeño pueblito rural ubicado al sur de la provincia de Córdoba.

Para entender mejor el texto, deben saber que en mi país a follar le decimos coger o culear; al coño, concha; a correrse, acabar y al pene, pija. 

CAPÍTULO I

Presentación de Susana

Te cuento que mi nombre es Susana Geimonchuk, tengo 17 años, soy alta para mi edad, mi altura es de 1m 70 y peso unos 60 kilos, el pelo color castaño claro y peinado con raya al medio me cae hasta los hombros, haciendo una curvita hacia delante a cada lado de mi cara, tengo ojos grandes color gris verdoso, nariz recta y mi boquita es carnosa y sensual, ¡ah!… y ya estoy bastante desarrolladita. (En estos últimos 6 meses me crecieron increíblemente las tetas) Vivo en un pueblo de campo, (más adelante diré su nombre) con mi papá, Juan Geimonchuk, descendiente de rusos, y mamá, María Rosa García de Geimonchuk, nativa de la zona. Además tengo un hermano mayor de 20 años llamado Juan Esteban. Soy del signo de virgo, ya que nací un 7 de septiembre. En este tiempo estoy de vacaciones, mi hermano viajó con unos primos a Mar del Plata, yo no pude ir con ellos por ser mujer. Papá y mamá se trasladan diariamente a Rio Cuarto a trabajar en la empresa de un hermano de él. 

Estoy todo el día solo en casa; cuando termino de hacer la limpieza, luego de almorzar, me recuesto para dormir una siesta en la cama de mis papis.

Uno de mis entretenimientos antes de acostarme es jugar a desnudarme muy lentamente, e imaginar que alguien me está mirando desde fuera de casa, me descalzo, luego me saco la camisa, deslizo el pantalón hacia abajo y al quedar en bombacha y corpiño camino por el cuarto, salto sobre la cama, y quedo arrodillada con las piernitas bien abiertas.

Desabrocho y me saco el corpiño dejando mis grandes tetas, al descubierto (como ya lo dije antes, estoy muy bien desarrollada a mis 17 añitos).

Apoyándome en mis bracitos me arqueo hacia atrás y le digo muy suavemente a mi imaginario galán: – chúpame…chúpame la concha. Luego me saco la bombacha y me masturbo hasta quedar rendida y dormir una linda siestita. 

Al despertarme, así desnudita como estoy voy al baño, y luego de hacer pis, parada en puntas de pie frente al espejo miro mis tetas, las levanto aún más con mis manitas y viéndolas así, turgentes, infladas, pienso: cuántos hombres darían lo que no tienen por chuparlas; parece que fueran de una chica mayor, muy duras y firmes, con unas oscuras aureolas y en su centro dos protuberantes y rojos pezones. Luego observo mi cola paradita, aún más por estar en puntitas de pie, mis nalgas se contraen haciéndolas más redonditas.

De frente miro mi pubis, donde ya hay un montecito de enrulados pelitos, me los acaricio y siento su aspereza debajo de la palma de mi manito, mi dedo mayor se desliza hacia abajo entre medio de mis labios vaginales, y al rozar el clítoris me caliento nuevamente y me siento sobre el bidet, el agua tibia se introduce en mi vagina, presiona y cosquillea mi clítoris y me produce un nuevo e intenso orgasmo. Así paso las tardes. Una vez, revolviendo las cosas de papá encuentro unos videos, se titulaban: “Cuerpos Dorados” y “Francesas Calientes”, los coloco en la casetera y esa tarde me mandé por lo menos 7 acabadas, luego quedé dormida hasta poco antes que llegaran mis viejos. 

El año pasado, estando también de vacaciones, y solita en casa, tuve una experiencia interesante, que no fue con videos ni imaginando un tipo a mi lado. Yo tenía un pequeño perrito, Fido se llamaba, era muy juguetón e inquieto, estando en la cama matrimonial con las piernas bien abiertas y acariciándome, el cuzquito (perrito) entra a la pieza, salta sobre la cama, me olfatea y va derechito hacia mi conchita, comienza a lamer moviendo su lengüita velozmente, yo al principio traté de retirarlo, pero cuando sentí ese tremendo placer dejé que hiciera su trabajo, coloqué los brazos detrás de mi cabeza, y no recuerdo las veces que me corrí. Tuve infinidad de acabadas con él, por suerte no me molestaba cuando habían otras personas, ¡qué vergüenza hubiese sido que trate de lamerme en cualquier momento! Por suerte sólo lo hacía cuando iba, o a la cama de mis viejos, o por la noche en la cama de mi cuarto. Nunca me dormía sin antes recibir una lamida de Fido. Hace dos meses murió atropellado por un auto en el frente de casa, lloré durante una semana, lo recordaré siempre por el placer que me brindó.

Todavía soy virgen, tuve algunos noviecitos pero no pasó más que algunos piquitos y caricias inocentes. Lo más que me acerqué a una relación sexual fue en las vacaciones de invierno del año pasado, había ido a casa de un primo de 18 años que tengo en medio del campo, a unos 80 km. de aquí. Es una chacra donde crían animales. 

Una tarde me invita Carlos, que así se llama mi pariente, a dar una vuelta a caballo por la zona. Por supuesto que con el permiso de mi tío, acepto y al rato, luego de ensillar los caballos partimos al galope. Anduvimos por el campo como media hora por entre lomadas y nos detuvimos en el borde de un arroyito. Desmontamos y nos tiramos al lado del curso del agua, que hacía murmullo al correr entre las piedras. Era la hora de la siesta. Yo estaba vestida con un pantalón vaquero y una blusa sin mangas. Él con pantaloncitos cortos y el torso desnudo. Comenzamos a hablar de nuestras vidas; a mis 17 años mucho no podía contar. Comenzó a preguntarme cosas que me ruborizaban.

– ¿Te besaron en la boca alguna vez?

– Sí, un noviecito que tuve en 6to grado

– ¿Y te metió la lengua adentro?

– ¿Que…? ¡No…Ni loca. Si me la metía lo dejaba ahí mismo.

– ¿Pero cómo?, entonces quiere decir que lo que te dieron fue un piquito, no un beso apasionado.

– Debe ser, pero yo no sabía que los besos se dan metiendo la lengua en la otra boca, ¿no es medio asqueroso?

– No… ¡Qué va a ser asqueroso! Es lo más lindo que hay. Se siente como si volaras, ¿no te gustaría probar?

– No gracias, además vos sos mi primo.

– ¿Qué tiene que ver?, si hasta se pueden casar entre primos.

– Pero igual, no me interesa.

En ese momento intenté incorporarme para retornar a la chacra, le dije que volviésemos, entonces Juan Carlos me tomó del brazo y me atrajo hacia él. Yo caí a su lado y con sus manos en mis muñecas me inmovilizó totalmente. Fue acercando su boca a la mía mientras que me decía que sólo quería darme un beso de amor, que no me hiciese problema, no pretendía nada más. Yo me di cuenta que era inútil resistir, y relajé mi cuerpo, cerré los ojos y entreabrí la boca. Cuando la sentí sobre la mía un calor inmenso me invadió, su lengua me penetraba y jugueteaba entre mis dientes, luego la retiraba esperando que yo respondiese de la misma forma en su cavidad. Cuando lo hice, nuestras lenguas bailaron una danza frenética, confundiendo nuestras salivas. Él, al ver mi reacción me aflojó las muñecas. Con una mano me fue desabrochando la camisa, hasta quedar mis tetitas fuera de dicha prenda, pero dentro del corpiño. Me lo desabrochó con mucha suavidad y quedaron al descubierto mis hermosos pechitos de nena, los que todavía no se habían desarrollado totalmente. Me los besó intensamente, pasándome la lengua por los pezoncitos y mordisqueándomelos suavemente. Mientras tanto yo emitía suaves gemidos, diciéndole -basta…basta…pará…por favor- Él, lejos de hacerme caso, llevó sus manos hacia mi entrepierna y comenzó a bajarme el cierre del pantalón. Yo reaccioné, me senté enojada, cerré mi camisa con mis corpiños flojos debajo y le dije;

-¡Menos mal que lo único que querías era besarme!

-Susana, ¡no pude resistir la tentación! Sos demasiado hermosa.

-Me engañaste, me dijiste una cosa y saliste con otra, sos un falso

-Tranquilízate, no soy falso, soy un chico normal que se recalentó con vos.

Nos quedamos callados un rato, yo estaba un poco arrepentida por haberlo tratado así, y la verdad era que me había gustado lo que me hizo. Luego de unos minutos de silencio me dice:

– Mirá cómo me dejaste

– ¿Qué cosa?

– Con las ganas que me dejaste, con la pija dura. ¿No ves?

Y me muestra su entrepierna henchida por un tremendo bulto mientras se lo acaricia suavemente. Yo no sabía qué hacer. Estaba reloca de calentura pero lo disimulaba detrás del enojo. Al mismo tiempo temía perder mi virginidad. Luego le dije inocentemente y con voz de nenita boba:

– ¿Y qué tenés ahí que está tan hinchado? ¿Te duele eso?

– ¿Querés verlo? Dijo con voz temblorosa

– Bueno, pero desde acá y nada más.

Bajándose el pantaloncito junto con los calzoncillos hasta las rodillas, dejó al descubierto una pija de no sé cuántos cm, yo no estaba como para mediciones en ese momento, ya que mi corazón se quería salir de mi pecho y mi calentura iba aumentando rápidamente. Luego me preguntó si me gustaba.

– ¿Qué querés que te conteste? Sssi…. es linda.

– ¿No querés tocarla solo un poquito?

– No sé… es muy grande para mi manita.

– No tengas miedo, ponela sobre ella y vas a ver qué sensación linda, para vos y para mí…

Fui llevando lentamente mi manita hacia su miembro totalmente en erección, y cuando lo toqué, pareció que automáticamente se cerró sobre él, y como tomando vida propia comenzó a subir y bajar muy lentamente. Mi manita se veía pequeñita rodeando semejante tronco, apenas se tocaban el dedo mayor con el pulgar de tan gruesa que era. Los deditos parecían lombricitas sobre la rama de un árbol. Yo estaba más que caliente, disfrutaba verlo gozar a mi primo tirado a mi lado. Me pedía que se la chupara, pero no me animaba a tanto. Hasta que, arrodillada a su lado acerqué mi boca y abriéndola lo introduje hasta la mitad, presioné fuertemente con los labios, e hice bailotear mi lengua sobre su glande. Mi primo daba gemidos de placer, con su mano izquierda acariciaba mis tetitas, las que colgaban a su costado. No tardó en acabar de una manera enloquecida, recibiendo yo dentro de mi boca su tibio líquido. Luego se quedó muy quieto tirado sobre el pastito. Pero yo no había acabado, y mi calentura iba en aumento cada vez más. Así que me saqué los pantalones y la bombachita, me coloqué a caballito sobre su cara y acabé con los movimientos de su lengua sobre mi concha, la que acostumbro a rasurarme y por supuesto virgen aún. 

Luego nos vestimos, montamos sobre el caballo y nos dimos cuenta que detrás de unas matas habían observado todo cuatro pibes. Estaban en ese momento en lo mejor de una paja colectiva, sin importarles si nosotros los veíamos ahora a ellos. Esa imagen me calentó nuevamente, pero me aguanté hasta llegar a la chacra, donde en el baño me hice una paja para el recuerdo. A mi primo lo veo de vez en cuando, más adelante relataré otras cosas sobre él. Ésa fue la vez que más me acerqué a una relación sexual, aunque más adelante me enteré que no hace falta ser penetrada para que lo sea.

Continuará…

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