Lucero y Toby
La soledad siempre ha sido mala consejera, eso lo supo Lucero mucho después.
Luego de su divorcio se fue a vivir sola y en noches solitarias volvió a descubrir aquellas prohibidas caricias que le prodigaban sus dedos, cuando las ganas de hombre le apremiaban, así había sido desde hacía casi dos años hasta que un día recibió la sorpresiva visita de su hermana.
Como no se visitaban seguido platicaron un largo rato, así supo que su pariente se iba de vacaciones a EU a visitar a un tipo que había conocido hacía poco tiempo en una playa de Acapulco, todo iba bien hasta que la hermana le descubrió el verdadero motivo de su visita:
–«Bueno manita, pues ya sabes qué voy a hacer, a ver cómo me va, además me da pena, pero tengo que pedirte un gran favor, mira tengo un perro desde hace varios años, un hermoso gran danés y no sé que hacer con él ahora que me voy por algún tiempo, quiero que por favor te quedes con él y me lo cuides…
–«¿Qué?, ¿estás loca?, ¿qué voy a hacer yo con un perro?, nunca he tenido animales en mi casa, ¡ay no, ni lo pienses!, regálaselo a alguien conocido, son muy sucios, no sabría como cuidarlo, no, ya te dije…!
–«Andale manita, no seas así, mira Toby es un perro educado, nunca hace sus necesidades dentro de la casa, es muy limpio, con que le dejes un lugarcito por aquí…, en el patiecito del lavadero, ahí está bien. Además te voy a dejar dinero para su comida y para que una vez a la semana lo lleves a bañar a la veterinaria de la colonia, ahí ya lo conocen y es bien mansito, obedece a todo lo que le pide uno…, como tú vives sola va a ser buena compañía para ti y te va a cuidar, ándale acepta, por favor, mira déjame traerlo, está en mi carro, siquiera para que lo conozcas…
La mujer trajo al animal y sólo verlo causó temor en Lucero:
–«Ay nanita, ¡está enorme!, ¡y si me muerde?…
–«No, ¿cómo crees?, te digo que es bien mansito, anda, ¿sí?…
–«¡Ya ni chingas Raquel!, siempre tengo que salir bailando con tus cogederas, ¡siempre!, igual que siempre…, pero…, ya sabes, yo trabajo y ya regreso de noche, el perro se va a quedar solo todo el día…
–«Ay ya mujer, no hagas tanto tango, Toby es bien calmado, verás que se van a llevar bien, además recuerda que está bien educado, hace todo lo que le pides sin chistar, yo lo tengo entrenado y ha sido mi fiel compañero por más de dos años…, no tienes idea de lo útil que puede ser, bueno manita, ya vi que si vas a aceptar…
–«No se cómo me dejo engatusar por ti!.., bueno déjalo, pero a la primera cochinada que haga, lo dejo en la veterinaria hasta que regreses y ahí tú pagas, ya sabes…
–«No ¿cómo crees?, vas a ver que no, bueno manita, aquí te dejo dinero para gastos y la comida del perro, sólo dale una vez al día de comer, le dejas agua antes de irte a trabajar y eso es todo…, gracias manita del alma, ya me voy…
Primeros descubrimientos
Al paso de los días se fue encariñando con el animal y como el perrote era mansito y limpio ya lo dejaba entrar a la casa cuando regresaba del trabajo. Por fin una noche lo dejó quedarse con ella en su recámara. Ahí empezaron los problemas.
Aquella noche Lucero llegó muy inquieta, caliente.
Mirar cómo aquella pareja de novios se besaban en el Metro la inquietó sobremanera, sentía ganas, muchas ganas, por eso en cuanto llegó se fue a su cuarto, seguida del perro, que obediente se acostó en el tapete del piso.
Presurosa Lucero se desnudó y sin quitar las sábanas de la cama se acostó para empezar a masturbarse.
Encontró su sexo mojadísimo y muy caliente, como siempre que dejaba varios días sin tocarse, pero ahora ya no aguantaba más, los dedos de ambas manos le parecían insuficientes para darse placer, recorría con ellos su raja abierta y olorosa, su sexo olía muchísimo cuando estaba ardiendo, como esa noche, ya iba por su primer orgasmo y sus dedos danzaban furiosos sobre la abierta raja cuando de repente abrió los ojos y descubrió a Toby junto a ella.
Ahí junto a la cama la enorme cabezota del can, Toby lamía uno de sus pies.
Aquello le dio miedo, retiró su pie de inmediato y le ordenó al perro que se echara, Toby mansamente obedeció, Lucero siguió con sus juegos, con las manos ya empapadas de los jugos de su pucha siguió tocándose más y más hasta que de repente se vino en un tumultuoso orgasmo que la hizo gritar de placer.
Cuando el placer fue amainando Lucero cerró sus ojos para recrear las últimas sensaciones placenteras, pero algo llamó su atención, de nuevo ahí estaba el perro, pero ahora lamía una de sus manos, el contacto de aquella rasposa lengua sobre la mano pringosa de líquidos de su pucha la sobresaltó. Sintió raro y retiró la mano diciendo al perro «no Toby, no seas cochino, quítate, vete a tu camita, anda», pero no, el can siguió ahí, tratando de alcanzar de nuevo la mano.
Entonces lo hizo, nunca supo por qué, pero acercó la mano apestosa a sexo al hocico del animal. Maravillada vio como el perro lamía gustoso sus jugos, lo dejó terminar, y con sorpresa descubrió que aquella caricia no le era repulsiva.
Por fin retiró la mano del hocico del animal y cuando se levantó de la cama para irse a bañar vio algo que la dejó asombrada, ¡Toby lucía una tremenda erección!, la enorme verga del animal estaba fuera de su funda, nunca antes Lucero había visto nada igual, se dirigió al baño pensando «ay pobre Toby, debe haberse calentado, pero…, ¿por qué?, ¿por el olor de mi vagina?, ¿será posible?».
Ya bajo la regadera recordó algo de lo dicho por su hermana: «no sabes lo útil que puede ser…, ha sido mi fiel compañero…, ¿sería posible que aquella ca…nija?, dijo que lo tenía bien entrenado…, pero…, ¡no!, no era posible, aunque pensándolo bien, quien sabe…, pero…, ¿con un perro?…». Con aquellos pensamientos se fue a la cama y le costó trabajo conciliar el sueño.
La idea ya no la abandonó. Ya había visto fotos en internet en algunas páginas porno, y al día siguiente se dio a la tarea de investigar más a fondo.
Encontró sitios dedicados a eso y más.., hasta recomendaciones y consejos de mujeres aficionadas al sexo con animales.
Así supo que los perros suelen ser muy limpios y sobre todo grandes amantes, «no se cansan nunca, sólo procura bañarte luego de tus ejercicios, la lengua del perro puede llevar alguna bacteria de tu ano hasta tu vagina y generar una infección, cosa que pasa muy raramente», decía una mujer; «la lengua del perro puede generar grandes orgasmos, como es rasposa la sensación es diferente y sobre todo muy excitante, tan sólo con el olor de tu pucha tu amiguito se animará a lamerte, pero si falla puedes untar un poco de jalea, miel o azúcar en tu sexo, eso le gustar al perrito y empezar a lamerte de una forma que nunca más querrás que te la mame un hombre, te lo aseguro!», decía otra; «la conformación del miembro del perro es diferente y sobre todo muy sensible, cuando penetra puede llevarte a una gran cantidad de orgasmos», otra más; «no temas quedarte pegada, si no lo deseas no permitas que meta su bulbo dentro de ti, pero también eso es muy placentero, no pasa nada, si te penetra todo no intentes quitarte, lo puedes lastimar, sentirás de pronto como crece dentro de ti el bulbo, dejalo que termine, es cosa de minutos, verás la cantidad de leche que puede dar, y así una y otra vez», otro consejo; «sólo necesitas tener a mano varias toallas para limpiar la gran cantidad de leche que echan y para evitar los rasguños sobre tu espalda o piernas ponle en las patitas delanteras un par de tobilleras y eso es todo».
Vio posiciones y más recomendaciones. Hasta se atrevió a ver una película de una aficionada al sexo con perros, desde los preliminares, cuando el perrito la dio tremenda lamida a la mujer, hasta que la montó y empezó ese excitante metisaca, terriblemente veloz. Y cuando terminó de ver todo aquello en lugar de asqueada se sintió tremendamente excitada.
Cuando llegó a su casa y vio a su amiguito Toby la asaltó un tremendo estado de excitación o nerviosismo, se sentía inquieta y algo allá abajo, en su sexo, palpitaba. Pero no se atrevía, le faltaba valor, en su mente se hacía múltiples preguntas: ¿y si me lastima?, ¿y si me quedo pegada a él?, ¿y si me provoca alguna infección?, ¿Cómo voy a hacerlo con un animal?, si puedo conseguirme un buen amante, nomás que me decida…, ¿y si ya estando haciendo aquello Toby me muerde? Parte de la tarde y noche siguió haciéndose las mismas preguntas, y contra su voluntad siguió sintiendo aquella extraña excitación.
Ya estaba en la sala, tratando de concentrarse en la televisión, Toby con ella, echado en el tapete, dormitando tranquilo.
Se veía tan manso e inofensivo el animal que Lucero se bajó del sofá y se sentó junto a él. Pasó su mano sobre el lomo de Toby y éste abrió los ojos volteando a mirarla con aquella tranquila y mansa expresión. Le gustó la suave sensación de la piel del perro, siguió recorriendo el lomo de Toby que ahora se había estirado cuan largo era para que la mujer siguiera con sus inocentes caricias.
Entonces Lucero, sintiendo que la emoción embargaba todo su cuerpo, bajó un poco su mano para sobar la pancita de Toby, él al momento alzó un poco la patita.
Ahí estaba la funda que guardaba el instrumento del animal, Lucero se contuvo unos minutos mirando con atención aquella parte del perro y poco a poco fue posando su manita sobre la funda del perro y lo que descubrió casi la hizo gritar de felicidad, ahí escondido había algo durito, firme, grande, «¿y si lo frotaba más?», se preguntó y puso manos a la obra.
Su mano empezó a recorrer aquella piel que escondía la verga animal y para su sorpresa ésta empezó a salir de su escondite, la curiosa punta rosada y brillosa.
La sorprendió ver aquello, era tan diferente a las vergas de los hombres, ¡sumamente grande y gruesa!, sonrosada, con venitas azules a todo lo largo y muy viscosa. La verga de Toby terminaba como en punta y por más que se acercó no logró descubrir por dónde expulsaba su semen.
Haciendo acopio de decisión por fin puso la mano sobre la mojada verga animal y al momento Toby se sobresaltó, si, era cierto, los perros son muy sensibles, pese a ello agarró el largo y grueso garrote con toda su mano y sus dedos rodearon toda la verga y se la empezó a frotar, delicadamente, de arriba a abajo y ya cuando con mirada expectante descubrió que todo el miembro de Toby estaba de fuera –con aquella extraña bola basal–, de pronto el enorme animal se levantó…, ella se quedó de una pieza…, esperando lo peor. Pero Toby sólo se arrimó a una de sus piernas y atenazándola con sus cuartos delanteros empezó a realizar aquellos movimientos copulares, como si su pierna fuera la perra.
Lucero, con los ojos muy abiertos, veía como aquel inmenso miembro brincaba con cada arremetida sin encontrar donde penetrar. No sabía qué hacer.
Dejó que el animal siguiera con aquellos impetuosos movimientos hasta que por fin se decidió, mientras Toby realizaba sus infructuosos movimientos sobre su pierna ella se fue bajando el pantalón y su pantaleta. Con movimientos torpes sacó ambas prendas por sus piernas y aquello fue la señal que esperaba el perro.
De inmediato Toby dejó de tallarse sobre su pantorrilla y se dirigió al sexo de Lucero, algo lo atrajo, ¡era el olor de la pucha de la mujer!, y mientras ella trataba infructuosamente de cerrar las piernas confirmó sus sospechas: «si, era cierto, el perro estaba entrenado para eso, su hermana lo había enseñado!».
Ante la insistencia de Toby fue abriendo las piernas y el hocico del animal encontró su pelambre y los labios vaginales ya expuestos, calientes, mojados y sumamente olorosos. La lengua del perro encontró el lugar preciso y ella se dejó hacer, suspiró hondo, profundo y abrió plenamente las piernas. Se descubrió expuesta, plena, ansiando la caricia, deseando aquella rugosa carne y la ansiosa respiración del perro que urgaba cada resquicio de su raja. Pronto se sintió desfallecer, su respiración entrecortada anunciaba el deseado orgasmo… y el perro ahí, empeñado en seguir lamiendo incansable sus jugos, cada pliegue de su carne, de su pucha abierta al máximo, como nunca antes se lo hiciera hombre alguno, «era cierto, ¡era tan diferente!, tan placentero», sintió su clítoris erecto, soportando la rugosa sensación, la lengua en el nacimiento de la vagina y luego más abajo, en el ano, entonces incapaz de seguir pensando fue presa del más increíble orgasmo de su vida, como nunca antes se había venido.
Le llegó inesperado, de pronto, sintiendo las lamidas de Toby por todo el cuerpo en algo que la llenó por completo y mientras todo su cuerpo brincaba sobre el tapete ahí seguía Toby, obediente, lamiendo, metiendo a veces su hocico en la entrada del canal, haciendo sabrosas cosquillas con los pelos de su bocota.
Ya había terminado cuando aún el perro seguía con su tarea. «¿Qué hacer», pensó. Lo dejó seguir, relajandose, aflojando todo el cuerpo, alzando por momentos su grupa sosteniendose en las plantas de los pies. Y ahí el animal, presuroso, blandiendo esa curiosa y enorme tranca, huérfana, brincando sin refugio alguno y escurriendo mucosidades. «Pobre toby», pensó y mientras el animal seguía en su interminable trajín alcanzó con su mano el enorme y colgante mástil y rodeando con su mano el miembro dejó que el perro hiciera el resto.
Y en cuanto Toby sintió el hueco formado por los dedos y la palma de la mano de Lucero en su verga aceleró sus arremetidas. Maravilla la mujer vio la tranca crecer aún más y el bulbo, la crecida bola basal de animal buscando donde alojarse, cuando un nuevo orgasmo le llegaba inesperado e impetuoso. En ese preciso momento el perro empezó a eyacular, como sincronizando su venida con la suya, fue algo increíble, inesperado y sumamente placentero.
Los chorros, potentes y continuos de leche, manchando el sofá, el tapete y escurriendo por su cuerpo la sorprendieron doblemente, pues a la vez que se venía siguió frotando la verga animal, como si se tratara de la inexperta novia que presurosa recibe la primera eyaculación de su amante.
Ya su placer había amainado, las sensaciones devenían en suaves ondas lentas, embargando todo su ser, llevándola a ese añorado estado de plenitud y satisfacción. Y ahí Toby, con su incansable lengua y ese interminable chorro de mocos. Era increíble!, recordó entonces los consejos por internet «ten a mano varias toallas», si, era verdad! Lo dejó terminar, sintiendo aún sobre sus pechos los chisguetes de semen perruno, «¿toallas?, al diablo las toallas!», se dijo a si misma cuando se sintió adormilada todavía sintiendo en su entrepierna la lengua incansable del can.
Cuando por fin abrió los ojos, luego de algunos minutos de placentero reposo, se percató de aquel olor penetrante a can y sobre todo el reguero de semen perruno, «ahora tendré que lavar todo este chiquero», dijo para si, se levantó cansada y luego de darse un rápido baño se dedicó a cambiar el tapete y con trapos húmedos limpió el sofá, mirando de vez en cuando al perrote echado sobre el piso que aún lucía el colgante miembro, «ay ¿Toby mira todo el desorden que causaste?, niño travieso!», le dijo a su amiguito con gestos amorosos, pero agregó «pero eres riquísimo perrito, ¿ahora que vamos a hacer?, se ve que todavía tienes ganitas cochinón!».
Pensando en todo aquello se dejó caer en el sillón: «toallas, tobilleras en las patitas, de a perrito se ve más excitante, ¿por la puchis o por el chiquito?, ¿lo podré controlar?, ¿y si me quedo pegada?». Decidida por fin preparó todo, colocó una gran toalla sobre el tapete de la sala, y a un lado varias toallas limpias. Y mientras le colocaba al perro las tobilleras en las patas delanteras comprobó que Toby si estaba entrenado para aquello pues el can obediente dejó que le pusiera esa especie de fundas y antes de quitarse la bata de baño pasó su manita en su entrepierna, descubriendo que su pucha estaba caliente y sumamente mojada, repasó a lo largo de su raja abierta su mano varias veces pensando «bueno chiquita, luego de dos años de abstinencia vas a volver a sentir el poder de la verga, aunque sea de perro, ni modo, veremos que se siente».
Lucero decidida se acercó a gatas a su fiel amigo y acariciando la cabezota del animal lo animó: «anda chiquito hazme feliz», acto seguido se puso a gatas junto a él. Toby de inmediato reaccionó, las pesadas patas delanteras del perro cayeron sobre su espalda cuando la montó y en sus nalgas sintió el piquetéo intermitente del miembro animal buscando dónde penetrar, al momento trató de escapar de aquello, pero soportando aquel deseo se contuvo, hizo algo más, pasó entre sus piernas una de sus manos hasta alcanzar el grueso ariete y dirigirlo a su abierta panocha.
Casi gritó cuando de repente se sintió invadida por algo fuera de lo normal, su vagina por completo llena de aquel tronco inhumano!, la punta chocaba una y otra vez hasta el fondo de su vagina, el dolor y la sorpresa de pronto desaparecieron, la funda de su vagina se ajustaba perfectamente a ese enorme miembro que en un rapidísimo trajín la llenaba por completo.
Soportando sobre su espalda el peso de Toby, Lucero hizo lo que cualquier mujer con su macho, ofrecerse al máximo, parar bien el culo para que el miembro penetrara de lleno, plenamente hasta los confines de su vagina que ya distendida recibía de manera intermitente, furiosa y violenta aquello tan grueso y tan largo, como ninguna verga antes conocida por ella la había llenado. Si, era cierto, ninguna verga humana, incluido su esposo, sus anteriores novios y uno que otro mal amante la había llenado tanto y de esa forma tan… animal!, se dijo para si misma, cuando el primer orgasmo le llegó de pronto.
Mordiéndose los labios aguantó las embestidas de Toby mientras los exquisitos espasmos del orgasmo se confundían con las arremetidas furiosas de la pinga ardiente del perro. Gritó, gritó de placer, en un «aaaahhhhh!» interminable que debió escucharse hasta la calle, mientras su vagina de manera involuntaria y espasmódica apretaba la verga del animal –era algo que siempre había sorprendido a sus anteriores amantes, incluido al estúpido de su ex marido. Y así, mientras su amiguito cumplía plenamente con su tarea, se sintió desfallecer de nueva cuenta removiendo sus nalgas como para ir al encuentro del perro, haciendo círculos con su cuerpo, acompañando a Toby en su incansable tarea y al mirar por debajo entre sus piernas descubrió que sus jugos escurrían por sus piernas y el perro sin terminar!, se dijo. Llegó otro orgasmo, más intenso y violento que el anterior, se descubrió a si misma gritando «más, quiero más, dame más…!, ayyyy, por todos los cielos quiero más!».
Pero ese orgasmo se prolongó tanto que apenas tuvo conciencia para intuir que algo extraño, más grueso aún, la penetraba, se dejó ir, empujando sus nalgas a los embates de Toby, sintiendo como todas las paredes de su carne se abrían dolorosa y placenteramente para dar paso a algo más grueso, más voluminoso, el animal la estaba abotonando, «no importa, me vale madre!, quiero más», se dijo. Toby amainó las arremetidas cuando por fin el bulbo animal quedó alojado en su vagina, Lucero se sintió por fin llena, por completo su distendida vagina resentía los efectos de la cogida animal, el perro y ella unidos, plenamente juntos.
El perro cambió de posición, ahora estaban encontrados, cada uno en un sentido distinto pero con los sexos pegados, aquello la sorprendió y cuando intentó moverse los lastimeros quejidos de Toby la hicieron desistir de intentar separarse de su perruno amante. Más aún, al intentar separarse la gruesa bola basal completamente tragada por su vagina le provocó un doloroso quejido. Estarían unidos, pegados, hasta que terminara el acto animal.
Pero aún así Lucero siguió sintiendo rico, algo allá abajo la impelía a moverse, aunque sea poquito, removiendo sus piernas, sus nalgas, teniendo todo aquello tan lleno…, tan satisfecho y aún así querer seguir cogiendo… Se movió, el perro firme, bien pegado a ella, la colita de Toby haciéndole cosquillas en las nalgas, lo intentó de nuevo, uuuy, la reacción fue intensa, lo hizo de nuevo, aaaayyyy, hummm, que rico!, se dijo. Y el perro ahí, unido a ella, volvió a remover sus caderas y de nueva cuenta un intenso orgasmo le llenó el cuerpo. En ese momento lo sintió venir, aquella gruesa tranca palpitó…, y su vagina reaccionó…, cada parte de su cuerpo sintió el primer y enorme chisguete, oleadas de leche de perro le estaban llenando la vagina, eran torrentes de semen!, que a cada venida la estaban llevando de nueva cuenta a un orgasmo más.
Las contó, tres, cuatro, cinco, seis, siete chorros intensos fueron inyectados en las profundidades de su sexo y perdió la cuenta cuando le llegó otra venida. Cansada y ahíta quedó de bruces, su cara pegada al piso, sus manos tratándose de quitar a Toby de encima, mientras los chorros seguían inundando su vagina. Y cuando estaba por perder la conciencia su dolorida pucha resintió algo, aquello que estaba adentro se aflojaba, el bulbo la abandonaba y el tronco animal salía de ella.
Suspiró aliviada cuando se sintió libre, miró a Toby acostarse sobre la toalla y lamerse el maltrecho miembro, todo había terminado, con las piernas y la espalda adoloridas se fue recostando sobre la empapada toalla y cuando quedó de bruces no sabía que le dolía más si su espalda y piernas por soportar tanto tiempo el peso del enorme animal, o la distendida vagina cuyas palpitaciones dolorosas y ardientes le indicaban que había llegado a límites nunca antes experimentados por ella, no obstante se sintió completamente satisfecha.
En su mente buscó recuerdos de alguna experiencia similar, y cayó en cuenta que haber cogido con Toby había sido como su noche de bodas, cuando su exmarido le había dejado el coño escocido y ardiendo de dolor, sin embargo ella no había sentido ningún placer. Ahora había sido diferente, si, era cierto, le dolía tremendamente la pucha, pero se sentía feliz y satisfecha, llena a plenitud, con aquella sensación placentera de saberse una mujer bien cogida, suspiró hondo y profundo y mientras el sueño se apoderaba de su cuerpo sonrió para si sintiendo que tenía junto a ella al mejor de los amantes, su fiel Toby.
Nuevas experiencias
A la mañana siguiente, cuando bajo la regadera rememoraba la tremenda experiencia vivida con el perrito y pese a que su adolorida panocha le recomendaba prudencia empezó a hacer planes. Ya había comprobado la clase de trabajitos que Toby era capaz de hacer y tenía que sacar provecho de esa maravillosa tranca. Si evitara quedarse pegada al animal tal vez su pucha no le doliera tanto, entonces había que impedir con la mano que el bulbo entrara. De esa forma hasta podría atreverse a dejar que se la cogiera por el culito, ¡sería maravilloso!, pensó.
Otro problema era el pesado cuerpo del animal, imaginó soluciones. Una podría ser que el perro apoyara sus patas delanteras sobre una mesita y no sobre su espalda. Una más podría ser ponerse abajo de él pero de espaldas al piso, de forma que la penetrara de frente a ella. Otra, acostar al perrito y ser ella quien lo montara. Podría ser, se dijo Lucero sonriendo picara frente al espejo.
Al paso de los días se sorprendió al descubrir que su apagada sexualidad había renacido. Largas se le hacían las horas para llegar a su casa y empalarse en la tranca de su fiel Toby. Ya se había vuelto experta en cogerse al animal. Practicó diversas posiciones, pero prefería ponerse a cuatro patas mientras Toby descansaba su pesado cuerpo en la mesita de la sala.
De esa forma experimentaba largas sesiones de sexo, primero dejaba que el perro la penetrara por la pucha, y se venía cuatro o cinco veces, entonces se sacaba la ardiente tranca y apuntándola sobre su ano dejaba que el enorme ariete le taladrara los intestinos y lo mejor, le inyectara aquellas tremendas cantidades de mocos. Eran largas horas de amor animal. A veces la madrugada la sorprendía pegada, abotonada, a su fiel amante, ahíta de sexo. Ya hasta se había olvidado que su hermana estaba por regresar de su viaje.
Así, una mañana recibió la llamada de Raquel anunciándole que pasaría por la tarde para llevarse a Toby. Resignada Lucero le dijo que podría llevarse a su animal, pero que la verdad ya se había encariñado con él. Trató de esquivar la pícara mirada de su pariente cuando le dijo: «¿cómo?, si tú ni querías quedarte con él, ¿a poco ya descubriste lo que el perrito sabe hacer?, ¿verdad que es fascinante?».
Lucero se puso roja de la pena. «No te preocupes manita, te comprendo, ¡de veras!, mira si quieres te acompaño a la veterinaria donde compre a Toby, una amiga que ahí tengo nos puede vender un perrito para ti».