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Espada

Espada

Nací en una granja y odiaba todo lo relacionado con el manejo de esta, jamás me interesé de nada, lo único que deseaba era crecer e irme a la ciudad, terminé la enseñanza secundaria y cumplidos los dieciocho años, me enamoré del hombre que me prometió llevarme lejos del campo y la maldita granja, me llené de sueños y de como cambiaría mi vida, por fin había encontrado la forma de escapar y apenas me propusieron matrimonio, acepté y me fui con mi esposo.

Tres años más tarde me estaba divorciando, me había casado con un celópata fisgón que me controlaba día y noche, no tuve ni siquiera alguna vez un orgasmo con él y mi sola satisfacción eran mis dedos y juguetes sexuales, así fue como a los veintiún años regresé a la granja en compañía de mis padres.

La granja no había cambiado en nada, pero yo sí, ya no me parecía tan tedioso el trabajo de la granja y rápidamente me integré a trabajar con papa, debo decir que no me faltaba nada para llevar una vida tranquila y sin sobresaltos, mi único problema era el sexo, continuaba a practicar el auto erotismo y a satisfacerme yo sola.

Papá se había hecho cargo del cuidado de potros de competición, caballos de carrera retirados del medio, los dueños los dejaban al cuidado de papá mientras decidían que hacer con ellos, en ese momento habían cuatro caballos y tres yeguas, don Manuel, dueño de una de las yeguas llego esa tarde trayendo un maravilloso ejemplar negro, se notaba lleno de bríos, sus flancos tiritaban y se alzaba en dos patas, dijo que lo dejaría por alguna semanas y que tuviéramos cuidado porque era un poco chúcaro y mañoso, yo le dije que estaba en buenas manos, que cuidaríamos de él y que no se preocupara, papá me dijo que lo acomodara en las caballerizas del fondo para que estuviera quieto.

“Espada” era su nombre, lo lleve a las caballerizas que colindan con las caballerizas de las yeguas, seguramente una de ellas estaba en celo, pues “Espada” se encabrito y comenzó a dar golpes con su pezuña en el terreno y lo más sorprendente es que su pija comenzó a crecer, no podía creerlo, una polla de unos cincuenta centímetros, habrá sido por estar casi un año sin un pene verdadero que me excité al ver esa portentosa verga equina, mi chochito comenzó a contraerse involuntariamente —¡Conchas de su madre! … ¡que huevada más rica! — pensé.

Sin siquiera darme cuenta, me senté en un fardo de pasto y comencé a frotarme mi almejita por sobre el jeans, pero no me bastaba, así que me desabroché el pantalón y metí mi mano bajo mis bragas, mi coño estaba empapadísimo, mis dedos fácilmente se sumergieron en mi cálida panocha, mientras con el pulgar rozaba mi endurecido clítoris, con mi otra mano abrí mi camisa y levante con fuerza el sostén hacía arriba y deje libre mis tetas para magrearlas y pellizcar esos enhiestos pezones, mis ojos no se despegaban de esa enorme polla que al parecer había seguido creciendo y palpitaba y se movía y me hipnotizaba.

Mi mente divagaba imaginando ese duro ariete entre mis piernas rozando los labios de mi vulva ardiente y deseosa de ser poseída y penetrada, me entregué a la lujuria completa fantaseando miles de modos de ser follada por una pija así de rica, me corrí corcoveando como una yegua enloquecida, pero quería más y me masturbé hasta lograr otros dos orgasmos más, lo que me dejo más calmada, me subí los pantalones y me fui a la casa, mamá estaba sirviendo la cena y papá ya estaba sentado a la mesa.

Esa noche sola y desnuda en mi cama, volví a pensar en esa verga maravillosa, mis manos volvieron a acariciarme toda y sentí vivamente en mi ese deseo incontrolable de ser follada por la vergota de ese semental, debía ser mío, debía tenerlo dentro de mis entrañas cueste lo que cueste, aunque sea solo por una vez, después de innumerables orgasmos logré conciliar el sueño.

Ya lo tenía decidido, necesitaba preparar el todo, tendría que acostumbrar al animal a mi presencia, lo cepillaría dos o tres veces al día para ese propósito, pensé que mis vaqueros eran un obstáculo, así que decidí usar una falda, debería aprovechar un momento en que no hubiese nadie que me pudiese sorprender en amoríos sexuales con un caballo, me tildarían de pervertida y quizás cuantas cosas más, todos estos pensamientos lascivos mantenían mi vagina perennemente mojada, lo que hacía que me dedeara un montón de veces al día, debía hacer mío a ese semental o me volvería loca.

Entonces sucedió algo fortuito, papá se fracturó una pierna y tuvieron que hospitalizarlo, lógicamente mamá lo acompañaba en el hospital casi toda la jornada y yo me quedé sola en la granja a cargo de todo, incluso de él “Espada”, apenas supe lo del accidente de papá, lo primero que me vino a la cabeza fue que yo y el semental tendríamos nuestro tiempo, ya él se había acostumbrado a mi presencia, yo lo cepillaba y acariciaba, pero todavía no me atrevía a tocarle su magnífico miembro.

El primer día que mamá se despidió de mí para ir al hospital, corrí a mi habitación a cambiar mis vaqueros por una falda y sin bragas, luego nerviosa como una colegiala a su primera cita amorosa, me fui a la caballeriza a encontrarme con él, sentía un hormigueo por todo mi cuerpo y maripositas en mi bajo vientre, mi vagina era una laguna, muy pronto estaba acariciando sus flancos y susurrándole palabritas cariñosas —Vengo por tu vergota, cariño … le darás a mami esa polla tuya gigante … mi chochito estrechito será solo para ti, mi caballito adorado— en voz baja le decía esto y muchas otras cosas, me sentía tan caliente, él estaba muy manso y se dejaba acariciar.

Sus bolas, mis manos comenzaron por sentir ese poderoso par de pelotas duritas y pesadas —quizás cuanta lechita tendrás ahí para mami, cariño— le decía frotándole los cojones, su verga comenzó a asomarse poco a poco, primero un poco flácida y blanda, después, más de medio metro de pija palpitante, esponjosa y suave, apenas cabía en mis manos, mientras me mordía mi labio inferior le acariciaba esa cabezota a forma de hongo, primero me incliné y luego me encuclillé para meterme esa poderosa pija entre mis tetas, que sensación más agradable y placentera tener toda esa verga enorme para mi deleite personal —¡Oh! que verga más preciosa que tienes … como es tibia y suave … ¿te gustan mis tetas, cariño?… ¿te gusta que mami te masajee así, tesorito? — despacito comencé a lamer esa cabezota que aparecía y desaparecía entre mis senos y su sabor no me importó, lo importante era la percepción de potencia que irradiaba el semental con esa polla majestuosa y briosa, me costó meterla toda en mi boca, pero lo logre, él me hizo sobresaltar al dar un fuerte golpe en el suelo con su casco —Parece que te gusta mucho que te chupe tu vergota ¿verdad? — dije mientras mi mano libre se perdía una vez más en mi chuchita empapada.

Tenía cuatro de mis dedos en mi concha y ya me había corrido como una loca, apenas me rozaba mi clítoris, exquisitos espasmos convulsivos recorrían todo mi cuerpo con mi respiración a estertores —Ha llegado el momento— pensé, me di la vuelta presentándole mi culito y por entre medio de mis piernas agarré esa cabezota gruesa, flexible y maleable y la empuje dentro de mi chocho, chille muchas veces, grite y me corrí una vez más tratando de meterme esa gruesa pija en mi coño, hasta que sentí que mi concha se ensanchaba como nunca antes, casi no me convencía, pero la enorme cabezota entro en mí, me detuve por un instante jadeando y alucinando de placer y lujuria, volví a empujar y mis vísceras se separaron para hacerle puesto a este monstruoso miembro de caballo que se internaba en mis entrañas, pero yo quería más.

Lo forzaba a andar más adentro de mí, hasta que lo sentí que toco el fondo de mi concha, entonces comencé a moverme atrás y adelante, rítmicamente, me mecía en esa verga virtuosa que no me dejaba paz, era un orgasmo detrás de otro, me frotaba mi clítoris, chillaba, gemía, me quejaba, hasta que me puse a sollozar, mis lagrimas caían por mis mejillas, era un goce demencial —¡Oh! sí, tesoro … dámelo todo … que rico, amorcito … dámelo con más fuerza, cariñito … hazme tuya, fóllame … fóllame con tu pija hermosa, caballito mío … — de repente me pareció que la tierra toda temblaba.

Un océano caliente se desbordo en mí, sentí que mi pancita se hinchaba, me toqué mi guatita y estaba dura, mis piernas tiritaban y mis manos buscaban un soporte y no lo encontraban, mis contracciones vaginales eran incontrolables, sentí que su polla se deslizo fuera de mi y caí arrodillada al suelo, como un balde de líquido salió de mi panocha, lancé un grito salvaje de hembra convulsionando en un ultimo orgasmo, había una poza blanquizca de semen equino en el piso, mis chillidos se habían aplacado, pero todavía mi cuerpo convulsionaba y tiritaba, una sensación indescriptible.

Me puse en pie con una amplia sonrisa y tratando de calmar el hormigueo en mis tetas endurecidas, mi vagina continuaba a expulsar semen del semental, había cumplido con mi fantasía y esta superaba todas mis expectativas, mi cuerpo todavía temblaba por la experiencia vivida, me abracé al grueso cuello del semental y besé su pelaje lustroso —¡Oh! cariño, has hecho tan feliz a mami— me agaché a mirar su pija, pero esta había reentrado casi toda en su funda.

Me fui a casa y me di una ducha reponedora, mi chochito estaba un poco dolorido, pero el placer sentido compensaba cualquier cosa, por tanto, no lo pensé dos veces y me fui a la caballeriza otra vez —¡Oh! amorcito … aquí esta mami otra vez … quiero más … quiero más de esa pija tuya enloquecedora, tesorito … dale a mami una repasada … — él como entendiéndome, dio una vigorosa patada con su pezuña en el suelo y se movió animosamente cuando le rodee su cuello con mis brazos, esta vez yo quería gozarlo aun más si era posible, así que me desnude completamente, luego me agache y comencé otra vez a acariciar su bolsa bajo su vientre, toda su polla comenzó a crecer, lo acaricié y se la chupe hasta hacerlo tener una completa erección, luego me di vuelta e ignorando el dolor, logré meter dentro de mi coño, toda esa idílica verga equina estaba otra vez dentro de mí.

Comencé a moverme atrás y adelante haciendo deslizar esa polla entera por el canal de mi chocho, estaba alucinada, como drogada, hechizada por esa polla esplendorosa, gemía y me quejaba de goce y de dolor y otra vez de goce perpetuo, quería sentir el voluminoso torrente llenándome toda, me refregué mi clítoris y sobajee mis tetas tirando de mis pezones, el caballo tenía un ritmo de embistes poderosos y cortitos que me hacían chillar, no paso mucho tiempo y boqueando con un resoplido y varios gritos de mi parte, sentí el aluvión caliente de esperma llenándome toda, el semental roció mis entrañas con su semen, luego retrocedió un poco y su polla se deslizó fuera de mi vagina, la cual expelía esperma a torrentes, tomé su verga chorreante de semen y estruje su verga sobre mis tetas, embrujada por esa enorme verga equina, me pase la cabezota por mis mejillas, labios, parpados y simplemente no me conformaba con dejarla.

Durante los cinco días que papá estuvo en el hospital, usé el caballo hasta tres veces al día, luego papá convaleciente regreso a casa, pero tenía sus movimientos limitados, así que de todas maneras en cada oportunidad que tenía iba a follar con “Espada”, afortunadamente mi padre se iba a la cama temprano y mamá le acompañaba, así que apenas podía me escabullía hacía la caballeriza y con la luz de una lampara follaba con “Espada” hasta saciarme toda, con esa débil luz casi en penumbras, nuestros encuentros nocturnos tenían un toque romántico y pasional de dos amantes.


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